Razón
Isaac Asimov
LAS TRES LEYES
ROBÓTICAS
1 Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser
humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano,
excepto cuando estas órdenes están en oposición con la primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no
esté en conflicto con la primera o segunda Leyes.
Manual de Robótica edición, año 2058.
1.
...Medio año después los dos amigos habían cambiado de manera de pensar. La
llamarada de un gigantesco sol había dado paso a la suave oscuridad del
espacio, pero las variaciones externas significan poco en la labor de comprobar
las actuaciones de los robots experimentales. Cualquiera que sea el fondo de la
cuestión, uno se encuentra frente a frente con un inescrutable cerebro Positrónico;
que según los genios de la ciencia, tiene que obrar de esta u otra forma.
Pero no es así. Powell y Donovan se dieron cuenta de ello antes de llevar en la
Estación dos semanas.
Gregory Powell espació sus palabras para dar énfasis a la frase.
- Hace una semana Donovan y yo te pusimos en condiciones... - Sus cejas se
juntaron con un gesto de contrariedad y se retorció la punta del bigote.
En la cámara de la Estación Solar 5 reinaba el
silencio, a excepción del suave zumbido del poderoso Haz Director en las bajas
regiones.
El robot QT-1 permanecía sentado, inmóvil. Las bruñidas
placas de su cuerpo relucían bajo las luxitas, y las células fotoeléctricas
que formaban sus ojos estaban fijas en el hombre de la Tierra, sentado al otro
lado de la mesa.
Powell refrenó un súbito ataque de nervios.
Aquellos robots poseían cerebros peculiares. ¡ Oh, las tres Leyes Robóticas
seguían en vigor! Tenían que seguir. Todo el personal de la U. 5. Robots,
desde el mismo Robertson hasta el nuevo barrendero insistirían en ella. ¡ De
manera que QT.1 estaba a salvo! Y sin embargo..., los modelos QT eran los
primeros de su especie y aquél era el primero de los QT. Los cálculos matemáticos
sobre el papel no siempre eran la protección más tranquilizadora contra los
gestos de los robots.
Finalmente, el robot habló. Su voz tenía la
inesperada frialdad de un diafragma metálico.
-¿Te das cuenta de la gravedad de una tal declaración,
Powell?
- Algo te ha hecho, Cutie - le hizo ver Powell -. Tú
mismo reconoces que tu memoria parece brotar completamente terminada del
absoluto vacío de hace una semana. Te doy la explicación. Donovan y yo te
montamos con las piezas que nos mandaron.
Cutie contempló sus largos dedos afilados con una
curiosa expresión humana de perplejidad.
- Tengo la impresión de que todo esta podría
explicarse de una manera más satisfactoria. Porque que tú me hayas hecho a mí,
me parece improbable.
-¡En nombre de la Tierra! ¿;Por qué? - exclamó
Powell, echándose a reír.
- Llámalo intuición. Hasta ahora es sólo esto.
Pero pienso razonarlo. Un encadenamiento de válidos razonamientos sólo puede
llevar a la determinación de la verdad, y a esto me atendré hasta conseguirla.
Powell se levantó y volvió a sentarse en el extremo
de la mesa, cerca del robot. Sentía súbitamente una fuerte simpatía por el
extraño mecanismo. No era en absoluto como un robot ordinario, que realizaba su
tarea rutinaria en la estación con la intensidad de un sendero Positrónico
profundamente marcado.
Puso una mano sobre el hombro de acero de Cutie y notó
la frialdad y dureza del metal.
- Cutie - dijo -. Voy a tratar de explicarte algo.
Eres el primer robot que ha manifestado curiosidad por su propia existencia... y
el primero, a mi modo de ver, suficientemente inteligente para comprender el
mundo exterior. Ven conmigo.
El robot se levantó lentamente y siguió a Powell
con sus pasos que hacía silenciosos la gruesa suela de esponja de caucho. El
hombre de la Tierra apretó un botón y un panel cuadrado de pared se deslizó a
un lado. El grueso y claro vidrio de la portilla dejó ver el espacio... cuajado
de estrellas.
- Ya he visto esto por las ventanas de observación
de la sala de máquinas - dijo Cutie.
- Lo sé - dijo Powell -. ¿Qué crees que es?
- Exactamente lo que parece: un material negro detrás
de este cristal, salpicado de puntas brillantes. Sé que nuestro director manda
rayos desde algunos de estos puntos, siempre los mismos; y también que estos
puntos se mueven y que los rayos se mueven con ellos. Eso es todo.
-¡Bien! Ahora quiero que me escuches atentamente. Lo negro es vacío, inmensa
extensión vacía que se extiende hasta el infinito. Los pequeños puntos
brillantes son enormes masas de materia saturadas de energía. Son globos,
algunas de ellos de millones de kilómetros de diámetro, y para que puedas
compararlos te diré que esta estación tiene sólo mil quinientos metros de
ancho. Parecen tan pequeños porque están increíblemente lejos.
¡Los puntos a los cuales van dirigidos nuestros
haces de energía están más cercanos y son más pequeños. Son fríos y duros
y los seres humanos como yo mismo, vivimos en su superficie; somos varios
millones. Es de uno de estos mundos de donde Donovan y yo venimos. Nuestros
rayos alimentan estos mundos con energía sacada de uno de estos grandes globos
incandescentes que se encuentran cerca de nosotros. A este globo lo llamamos Sol
y está del otro lado de la Estación, donde tú puedes verlo.
Cutie permanecía inmóvil al lado de la portilla,
como una estatua de acero. Sin volver la cabeza, dijo
-¿De qué punto de luz pretendes venir?
- Allí está - dijo Powell después de haber buscado
-. Aquel tan brillante de la esquina. Lo llamamos Tierra. La buena y vieja
Tierra. Somos tres billones en ella, Cutie, y dentro de unas dos semanas volveré
a estar allá con ellos.
Y entonces, cosa sorprendente, Cutie pareció
canturrear, distraído. No era en realidad una tonada, pero poseía la curiosa
calidad sonora de un pizzicato. Cesó tan rápidamente como había empezado.
- ¿Y de dónde vengo yo, Powell? No me has explicado
mí existencia.
- Todo lo demás es sencillo. Cuando estas estaciones
fueron establecidas por primera vez para alimentar de energía solar los
planetas, eran regidas por seres humanos. Sin embargo, el calor, las fuertes
radiaciones solares y las tempestades de electrones hacían la estancia en el
puesto difícil. Se perfeccionaron los robots para sustituir el trabajo humano y
ahora sólo se necesitan dos jefes para cada estación. Estamos tratando de
reemplazar incluso a estos dos y aquí es donde intervienes tú. Tú eres el
tipo de robot más perfeccionado, y si demuestras la capacidad de dirigir esta
estación independientemente, jamás un ser humano volverá a poner los pies aquí,
salvo para traer las piezas de recambio para reparaciones.
Su mano se levantó y la placa de metal volvió a
caer en su sitio. Powell volvió a la mesa y frotó una manzana contra la manga
antes de mordería. El rojo resplandor de los ojos del robot detuvo un ademán.
-¿Esperas acaso que dé crédito a alguna de estas
absurdas hipótesis que acabas de exponerme? - dijo lentamente -. ¿ Por quién
me tomas?
Powell escupió fragmentos de manzana sobre la mesa y
se puso Colorado.
- ¡Pero, maldito sea! ¡No son hipótesis, son
hechos!
- ¿Globos de energía de millones de kilómetros de
anchura! - dijo Cutie amargamente -. ¡Mundos con tres billones de seres
humanos! ¡El vacío infinito!... Lo siento, Powell, pero no creo nada de esto.
Lo resolveré yo solo. Adiós.
Dio la vuelta y salió de la cámara. Pasó por
delante de Michael Donovan, hizo una inclinación de cabeza al llegar al umbral
y salió al corredor, ignorante de la expresión de asombro de los dos hombres.
Mike Donovan se pasó la mano por el rojo cabello y dirigió una mirada de
contrariedad a Powell.
- ¿Qué diablos estaba diciendo el maldito artefacto
este? ¿Qué es lo que no cree?
- Es un escéptico - dijo el otro, mordiéndose nerviosamente el bigote -. No
cree que lo hayamos fabricado, ni que la Tierra exista, ni que haya un espacio
estrellado.
-
¡Por el viejo Saturno! Ha salido un robot loco de nuestras manos...
-
Dice que va a resolver el problema él solo.
- Bien, en este caso, espero condescenderá a
explicarme todo lo que descubra - Y con súbita rabia, añadió -: ¡Oye! ¡Cómo
ese montón de metal me largue a mí una de éstas, le parto esta varilla de
cromio en la espalda!
Se sentó encogiéndose de hombros y se sacó una
novela del bolsillo.
- Este robot empieza a darme grima, de todos modos. Es demasiado inquisitivo. -
2.
Mike Donovan se estaba comiendo un bocadillo de
lechuga y tomate cuando Cutie llamó suavemente a la puerta y entró.
- ¿Está aquí Powell?
Donovan le contestó con voz pausada y apagada por la
masticación.
- Está reuniendo datos sobre la función de las
corrientes electrónicas. Parece que nos acercamos a una tormenta.
En aquel momento entró Gregory Powell, miró un
papel lleno de cifras que traía en la mano y se sentó. Dejó las hojas sobre
la mesa y comenzó a hacer cálculos. Donovan lo miraba, masticando la lechuga y
recogiendo las migas de pan. Cutie esperaba, silencioso.
-
El potencial Zeta se eleva, pero lentamente - dijo Powell levantando la
vista -. De todos modos, las corrientes funcionales son errantes y no sé qué
esperar. ¡ Ah, hola, Cutie! Creía que estabas vigilando la instalación de la
nueva barra de mando.
- Ya está instalada - dijo el robot tranquilamente -
y he venido a sostener una conversación con vosotros.
- ¡Ah!... - dijo Powell, aparentemente inquieto -. Bien, siéntate. No, en esta
silla, no. Una de las patas es floja y no resistiría tu peso.
- He tomado una decisión - dijo el robot, después
de haber obedecido.
Donovan levantó la vista y dejó los restos de su
bocadillo a un lado. Se disponía a hablar, pero Powell le hizo guardar silencio
con un gesto.
- Sigue, Cutie. Te escuchamos.
- He pasado estos dos últimos días en concentrada
introspección - dijo Cutie -, y los resultados han sido de lo más interesante.
Empecé por un seguro aserto que consideré podía permitirme hacer. Yo, por mi
parte: existo, porque pienso.
- ¡Ah, por Júpiter... un robot Descartes! - gruñó
Powell.
-¿Quién es Descartes? - preguntó Donovan - Oye, ¿;es
que tenemos que estar aquí sentados escuchando a este loco metálico...?
- ¡Cállate, Mike!
- Y la cuestión que inmediatamente se presenta
continuó Cutie imperturbable -, es: ¿cuál es exactamente la causa de mi
existencia?
Powell se quedó con la boca abierta.
-
Estás diciendo tonterías. Ya te he dicho que te hicimos nosotros.
- Y si no nos crees, con gusto volveremos a hacerte
pedazos - añadió Donovan.
El robot tendió sus fuertes manos con un gesto de
imploración.
- No acepto nada por autoridad. Una hipótesis debe
ser corroborada por la razón, de lo contrario, carece de valor; y es contrario
a todos los dictados de la lógica suponer que vosotros me habéis hecho.
Powell detuvo con su mano el gesto amenazador de Donovan.
-¿Por qué dices esto, exactamente?
Cutie se echó a reír. Era una risa inhumana, la
risa más mecanizada que había surgido jamás. Era aguda y explosiva, regular
como un metrónomo y sin matiz alguno.
- Fíjate en ti - dijo finalmente -. No lo digo con
espíritu de desprecio, pero fíjate bien. Estás hecho de un material blando y
flojo, sin resistencia, dependiendo para la energía de la oxidación
ineficiente del material orgánico... como esto - añadió señalando con un
gesto de reprobación los restos del bocadillo de Donovan -. Pasáis periódicamente
a un estado de coma, y la menor variación de temperatura, presión atmosférica,
la humedad o la intensidad de radiación afecta vuestra eficiencia. Sois
alterables.
- Yo, por el contrario, soy un producto acabado.
Absorbo energía eléctrica directamente y la utilizó con casi un ciento por
ciento de eficiencia. Estoy compuesto de fuerte metal, estoy consciente
constantemente y puedo soportar fácilmente los más extremados cambios
ambientales. Estos son hechos que, partiendo de la irrefutable proposición de
que ningún ser puede crear un ser más perfecto que él, reduce vuestra tonta
teoría a la nada.
Las maldiciones murmuradas en voz baja por Donovan
brotaron inteligibles al levantarse frunciendo sus rojas cejas.
- ¡ Muy bien, hijo de unos desperdicios de metal! Si
no te hicimos nosotros, ¿quién te hizo?
- Muy bien, Donovan - asintió Cutie gravemente -. Esta era, desde luego, la
cuestión siguiente. Evidentemente, mi creador tiene que ser más poderoso que
yo y por lo tanto, sólo cabía una hipótesis.
Los dos hombres de la Tierra le miraban sin expresión
y Cutie prosiguió:
- ¿Cuál es el centro de las actividades aquí en la
Estación? ¿Al servicio de quién estamos todos? ¿Qué absorbe toda nuestra
atención?
Esperó, a la expectativa. Donovan miró asombrado a
su compañero.
- Apostaría a que este amasijo de tornillos esta
hablando del mismo Transformador de Energía.
- ¿Es así, Cutie? - preguntó Powell.
- Estoy hablando del Señor - fue la fría
respuesta que siguió.
Aquello fue la señal del estallido de risas de
Donovan y el mismo Powell se permitió esbozar una sonrisa. Cutie se puso de pie
y sus ojos brillantes se fijaron en uno v después en el otro.
- Da lo mismo lo que penséis y no me extraña que os
neguéis a creerlo. Vosotros no tenéis que estar mucho tiempo aquí, estoy
seguro de ello. Powell mismo ha dicho que al principio sólo los hombres servían
al Señor; que después vinieron los robots para el trabajo rutinario; y
finalmente yo, para dirigir. Los hechos son sin duda verdaderos, pero la
explicación es completa mente ilógica. ¿Quieren saber la verdad que hay detrás
de todo esto?
- Sigue, Cutie, me diviertes.
- El Señor creó al principio el tipo más
bajo, los humanos, formados más fácilmente. Poco a poco fue reemplazándolos
por robots, el siguiente paso, y finalmente me creó a mí, para ocupar el sitio
de los últimos humanos. A partir de ahora sirvo al Señor.
- No harás nada de esto - dijo Powell secamente -.
Seguirás nuestras órdenes y te estarás tranquilo hasta que estemos
convencidos de que puedes dirigir el Transformador. ¡Escucha! El Transformador
no el Señor. Si no nos convences, serás desmontado. Y ahora, si no te
importa... puedes marcharte. Y llévate estos datos y regístralos debidamente.
Cutie aceptó los gráficos que le tendían y salió
sin decir palabra. Donovan se echó atrás en su silla y se mesó los cabellos.
- Ese robot nos va a dar trabajo. ¡ Está como una
cabra!
3.
El soñoliento zumbido del Transformador se oye más fuerte en la cámara de
mando y mezclado a él se oye la aspiración de los contadores Geiger y el
intermitente ruido de las señales luminosas.
Donovan apartó los ojos del telescopio y encendió los Luxites.
- El haz de Estación 4 capta Marte en horario.
podemos cortar los nuestros ya.
Powell parecía abstraído.
- Cutie está en el cuarto de máquinas. Le daré la
señal y puede hacerse cargo de ello. Oye, Mike, ¿qué piensas de estas cifras?
Donovan las estudió atentamente y lanzó un silbido
de perplejidad.
- ¡Hombre, esto es lo que yo llamo intensidad de
rayos gamma! El viejo Sol hace de las suyas... - respondió Powell amargamente
-, estamos en mala posición para aguantar una tormenta de electrones, además.
Nuestro haz de Tierra está probablemente en el sendero indicado. - Apartó su
silla de la mesa - ¡Cuernos! ¡Si tan sólo aguantase hasta que venga el
relevo, pero lleva ya diez días! Oye, Mike, ¿ y si fueses abajo a echar una
mirada a Cutie?
-O.K. Dame algunas de estas almendras. - Agarró el
saquito que le arrojó Powell y se dirigió hacia el ascensor.
El instrumento se deslizó suavemente hacia abajo y
se detuvo en la pequeña puerta de la sala de máquinas. Donovan se asomó a la
barandilla y miró hacia abajo.
Los enormes generadores estaban en plena acción y de
los tubos-L salía el agudo silbido que saturaba toda la estación.
Vio la enorme y reluciente figura de Cutie al lado
del tubo-L de Marte, observando atentamente los demás robots que trabajaban al
unísono.
Y entonces Donovan se quedó rígido. Los robots, que parecían empequeñecidos
junto el enorme tubo-L, estaban alineados delante de él, con la cabeza doblada
en ángulo recto, mientras Cutie andaba lentamente arriba y abajo por delante de
ellos. Transcurrieron quince segundos y entonces, con un estruendo metálico que
retumbó en la estancia, cayeron todos de rodillas.
Donovan bajó precipitadamente la estrecha escalera. Corrió hacia ellos, con el
rostro rojo como sus cabellos, agitando furiosamente los puños en el aire.
-¿Qué diablos significa esto, idiotas sin seso? ¿Ocúpense
del tubo-L! Como no lo tengan en perfecta condición, limpio, antes de que
termine el día, les coagulo el cerebro con corriente alterna!
Ni un solo robot se movió.
Incluso Cutie, en el extremo, el único que estaba de
pie, permaneció silencioso, con la mirada fija en los oscuros rincones de la
gran máquina que tenía delante. Donovan dio un fuerte empujón al primer
robot.
- ¡Levántate! - rugió.
Lentamente el robot obedeció.
Sus ojos fotoeléctricos se fijaron con reproche
sobre el hombre de la Tierra.
-
No hay más Señor que el Señor – dijo -, y QT.1 es su
profeta.
-
¿Eh?... - Donovan se encontró frente a veinte pares de ojos fijos en él
y veinte voces de timbre metálico que declaraban solemnemente:
-
No hay más Señor que el Señor
y QT.1 es su profeta.
- Temo - dijo Cutie al llegar a este punto -, que mis
amigos obedecen ahora a alguien más alto que tú.
- ¡Qué diablos dices! ¿Sal de aquí
inmediatamente! Ya te arreglaré las cuentas más tarde, y a estos chismes
animados, ahora mismo.
- Me apena - dijo Cutie lentamente moviendo despacio
la cabeza -, pero veo que no me entiendes. Todos estos son robots, y por lo
tanto seres dotados de razón. Les he predicado la Verdad y ahora reconocen
al Señor.
Me llaman el Profeta. Soy indigno de
ello - añadió bajando la cabeza, pero quizá...
Donovan consiguió recobrar el aliento e hizo uso de
él.
- ¿Sí, eh?... ¡Vaya, qué bonito!. - . Pues
escucha que diga una cosa, chimpancé de bronce. Aquí no hay tal Señor, ni tal
Profeta, ni es cuestión de quién da órdenes. ¿Entendido? - Su voz, se
convirtió en un mugido -. ¡Y ahora, fuera de aquí!
- Obedezco solamente al Maestro.
- ¡Al diablo el Maestro! - Donovan escupió sobre el
tubo-L - ¡ Esto para el Maestro! ¡ Haz lo que te digo!
Ni Cutie ni los demás robots dijeron una palabra,
pero Donovan se dio cuenta de un aumento de tensión. Los ojos fríos aumentaron
la intensidad de su color, y Cutie parecía más rígido que nunca.
- ¡Sacrílego! - murmuró, con voz metálica
emocionada.
Donovan tuvo la primera sensación de miedo al ver
aproximarse a Cutie. Un robot no puede sentir odio, pero los ojos de Cutie eran
inescrutables.
- Lo siento, Donovan - dijo el robot -, pero después
de esto no pueden seguir por más tiempo aquí. Por consiguiente, Powell y tú
tienen vedado el acceso a la sala de control y la sala de máquinas.
Había hecho un gesto pausado y en el acto dos robots
sujetaron los brazos de Donovan.
Donovan no tuvo tiempo de hacer más que una angustiada aspiración antes de
sentirse levantado y llevado escaleras arriba a la velocidad de un buen galope.
4.
Gregory Powell andaba arriba y abajo de la habitación con el puño cerrado.
Dirigió una intensa mirada de desesperación a la puerta y se acercó a Donovan
amargamente.
- ¿Por qué diablos tenias que escupir contra el
tubo-L?
Mike Donovan se desplomó sobre el sillón y golpeó
el brazo furiosamente.
- ¿;Qué querías que hiciera con este espantajo
electrificado? ¡No voy a doblegarme ante sus caprichos!, - ¿verdad?
- No; Pero ahora estamos en la sala de oficiales con
robots de centinela en la puerta. Esto no es doblegarse. ¿Verdad?
Espera a que lleguemos a la base. Alguien pagara todo esto - dijo Donovan -. Los
robots deben obedecernos: Es la Segunda Ley.
- ¿De qué sirve esto? No nos obedecen. Y esto
responde seguramente a una razón que descubriremos demasiado tarde. A propósito.
¿Sabes lo que nos ocurrirá cuando estemos de regreso en la Base?
Se detuvo delante del sillón de Donovan, furioso.
- ¿Qué?
- ¿Oh, nada! -. Veinte años de Minas de Mercurio. O
quizá el Presidio de Ceres.
- ¿Qué estás diciendo?
- La tempestad de los electrones que se acerca. -: ¿Sabes
que avanza directamente hacia el centro del haz de Tierra? Acababa de calcularlo
cuando el robot me ha levantado de la silla. ¿Y sabes lo que le va a pasar al
haz? Porque la tormenta va a ser de alivio. Que va a saltar como una pulga con
el contacto. Y todo esto con Cutie solo en los controles, y si sale de foco...
que el Cielo proteja a la Tierra..., y a nosotros.
Donovan sacudía frenéticamente la puerta cuando
Powell estaba sólo a medio camino de ella. La puerta se abrió y el hombre de
la Tierra avanzó, pero encontró un duro e inamovible brazo de acero que lo
detuvo.
El robot lo miraba con indiferencia.
- El Profeta ha dado orden de que no se muevan. Por
favor, obedezcan
El brazo se movió, Donovan fue empujado hacia dentro
y en aquel momento apareció Cutie por el fondo del corredor. Apartó con un
gesto suavemente la puerta. Donovan se dirigió a Cutie jadeando, indignado.
- ¡Esto ha ido va bastante lejos! ¡Vas a pagar cara
esta farsa!
- Por favor, no te enojes dijo el robot con suavidad
-, tenía forzosamente que ocurrir. Los dos han perdido su función...
- Hasta que fui creado ustedes velaban por el Maestro. Este privilegio me pertenece
ahora a mí y por consiguiente, la razón de ser de su existencia ha
desaparecido. ¿No es esto evidente?
- No mucho - respondió amargamente Powell -, pero ¿qué crees que vamos hacer
ahora?
Cutie no contestó enseguida. Permaneció silencioso
como si reflexionase sobre el hombro de Powell. El otro agarró a Donovan por la
muñeca y lo acercó.
- Me caen bien los dos. Son criaturas inferiores,
pero siento realmente cierto afecto por ustedes. Han servido fielmente al Señor
y Él
se los recompensará. Habiendo terminado su servicio, no existiran probablemente
por mucho tiempo, pero mientras existan, tenemos que procurarles comida, ropas y
abrigo, a condición de que se mantengan apartados de la sala de controles y de
máquinas.
- ¿Nos está poniendo a pensión, Greg! - gritó
Donovan -. ¡Haz algo, de una vez! ¡Es humillante!
- Oye Cutie, no podemos tolerar esto. Somos los amos. Esta Estación ha sido exclusivamente creada por seres humanos como yo,
seres humanos que viven en la Tierra y otros planetas. Esto no es más que un
colector de energía. Tú no eres más que... ¡Al... cuerno!
Cutie movió la cabeza gravemente.
- Esto frisa ya la obsesión. ¿Por qué insisten en
un punto de vista tan radicalmente falso? Aun admitiendo que los no-robot
carecen de la facultad de razonar, queda todavía el problema de...
Su voz se desvaneció en un reflexivo silencio y
Donovan dijo, en un susurro saturado de intensidad:
- Si tuvieras un rostro de carne y hueso te lo rompería.
Con los dedos, Powell se acariciaba el bigote y sus
ojos brillaban.
-
Escucha, Cutie, si no existe una cosa que se llama Tierra, ¿cómo te
explicas lo que ves por el telescopio?
-
¿Perdona...?
-
¿Te he ganado, eh? - dijo Powell -. Desde que estamos juntos has hecho
muchas observaciones telescópicas, Cutie. ¿ Has observado que muchos de estos
puntos luminosos se convierten en disco cuando los ves así?
-
¡ Oh, esto!... Si, ciertamente. Es una mera ampliación con el propósito
de dirigir más exactamente el haz.
-
¿Por qué no aumentan igualmente de tamaño las estrellas, entonces?
-
¿Quieres decir los demás puntos? No se les manda haz alguno, de manera
que no necesitan ampliación. Verdaderamente, Powell, incluso deberías ser
capaz de comprender esto.
-
¡Pero ves más estrellas a través del telescopio! - dijo Powell, mirándolo
perplejo -. ¿De dónde vienen? ¿De dónde demonios vienen, por Júpiter?
-
Escucha, Powell - dijo Cutie, contrariado -. ¿Crees que voy a perder el
tiempo tratando de buscar interpretaciones físicas de todas las ilusiones ópticas
de nuestros instrumentos? ¿Desde cuándo puede compararse la prueba ofrecida
por nuestros sentidos con la clara luz de la inflexible razón?
-
- Mira - intervino Donovan súbitamente, liberándose del amistoso, pero
pesado brazo metálico de Cutie -, vamos al fondo de la cuestión. ¿Para qué
sirven los haces? Te estamos dando una explicación lógica. ¿Puedes hacer tú
algo mejor?
-
Los haces de luz son emitidos por el Señor
para cumplir sus designios. Hay ciertas cosas - añadió elevando piadosamente
los ojos - que no deben sernos probadas; en esta materia, trato sólo de servir
y no de interrogar.
Powell se sentó y hundió el rostro en sus manos
temblorosas.
-
Sal de aquí, Cutie. Sal de aquí y déjame pensar.
-
Te mandaré comida - dijo Cutie amablemente.
Un gruñido fue la única respuesta y el robot salió.
-
Greg - dijo Donovan en voz baja y sombría -, esto requiere estrategia.
Tenemos que aplicarle un cortocircuito en el momento en que no lo espere. Ácido
nítrico concentrado en las articulaciones.
- No digas tonterías, Mike. ¿ Crees acaso que nos dejará acercarnos a él con
ácido nítrico en las manos? Tenemos que hablar con él, te digo. Tenemos que
convencerlo de que nos deje tomar de nuevo posesión de la sala de control antes
de cuarenta y ocho horas, o seremos reducidos a papilla. Pero - añadió balanceándose,
desalentado ante su impotencia - ¿quién va a discutir con un robot?
-
Es vejatorio... - terminó Donovan.
-
¡Peor!
-
¡Oye! - dijo Donovan, echándose a reír -. ¿Por qué discutir? ¡Demostrémoselo!
Construyamos otro robot ante sus propios ojos tendrá que tragarse sus palabras,
entonces!
En el rostro de Powell apareció lentamente una
sonrisa que se fue ensanchando.
- ¡Y piensa en su cara de espanto cuando nos vea
hacerlo! - terminó Donovan
5.
Los robots son fabricados, desde luego, en la Tierra, pero su expedición a través
del espacio es mucho más fácil si puede hacerse por piezas y montarlos en el
sitio donde deben emplearse. Elimina además la posibilidad de que robots
completamente montados vayan rondando por la Tierra, enfrentando de esta manera
la U. S. Robots con la estricta ley
que prohíbe el uso de robots en la Tierra.
Sin embargo, esto hacía pesar sobre hombres como
Powell y Donovan las necesidades de sintetizar robots completos, tarea laboriosa
y complicada.
Powell y Donovan no se habían dado nunca tanta
cuenta de la verdad de este hecho como el día en que, reunidos en la sala de
montaje, emprendieron la creación de un nuevo robot bajo la inspección y
vigilancia de QT-1. Profeta del Señor.
El robot en cuestión, un simple MC, vacía sobre 1a
mesa, casi terminado. Tres horas de trabajo lo habían dejado sólo con la
cabeza por terminar y Powell se detuvo para enjugarse la frente y mirar a Cutie.
La mirada no fue muy tranquilizadora. Durante tres
horas, Cutie había permanecido sentado, inmóvil y silencioso, y su rostro,
siempre inexpresivo, era ahora absolutamente inescrutable.
- ¡Vamos ya con el cerebro Mike! - gruñó Powell.
Donovan abrió un receptáculo herméticamente
cerrado y del baño de aceite del interior sacó un segundo cubo. Abriendo éste
a su vez, sacó un globo de su revestimiento de esponja de goma.
Lo manejó rápidamente por que era el mecanismo más complicado jamas creado
por el hombre. En el interior de la tenue piel chapada de platino del globo, había
un cerebro positónico, en cuya inestable y delicada estructura habían
insertados senderos neutrónicos calculados, que dotaban a cada robot de lo que
equivalía una educación prenatal.
El cerebro se adaptaba exactamente a la cavidad
craneana del robot. El metal azul se cerró y quedó sólidamente soldado por la
diminuta llama atómica. Se adaptaron cuidadosamente los ojos electrónicos,
fuertemente atornillados en su lugar y cubiertos por una delgada hoja
transparente de plástico de la dureza del acero.
El robot sólo esperaba ya la vitalizadora corriente
de una electricidad de alto voltaje, y Powell se detuvo con la mano sobre el
interruptor.
- Ahora mira esto, Cutie. ¡Fíjate atentamente!
El interruptor estableció el contacto y se oyó un
zumbido. Los dos terrestres se inclinaron emocionados sobre su creación.
Al principio sólo se produjo un leve movimiento en
las articulaciones. La cabeza se levantó, los codos se apoyaron sobre la mesa y
el robot modelo MC bajó torpemente al suelo. Su paso era inseguro y dos veces
unos infructuosos gruñidos fueron todo lo que se consiguió sacarle en materia
de palabra. Finalmente su voz, incierta y vacilante, adquirió forma.
- Quisiera empezar a trabajar. ¿Dónde debo ir?
Donovan corrió hacia la puerta.
- ¡Baja estas escaleras! - dijo -. Ya te dirán lo
que debes hacer.
El robot MC se había marchado y los dos hombres
estaban solos delante del inconmovible Cutie.
- Y bien, ¿ crees ahora que te hemos hecho nosotros?
- ¡No! - fue la respuesta corta y categórica de
Cutie.
Powell frunció intensamente el ceño y después fue
relajándose. Donovan abrió la boca y permaneció así.
- ¿Que no lo ven? - continuó Cutie tranquilamente
-. No han hecho más que juntar piezas ya creadas. Lo han hecho
extraordinariamente bien, por instinto supongo, pero en realidad no han creado a
el robot. Las piezas habían sido creadas por el Señor.
- Escucha - dijo Donovan, con voz enronquecida -,
estas piezas han sido fabricadas en la Tierra y mandadas aquí.
- Bien, bien... - dijo Cutie, tranquilizador -, no
discutamos...
- No es ésta mi intención. - Donovan saltó hacia
delante y agarró el brazo del robot -. Si fueras capaz de leer los libros de la
biblioteca, te lo explicarían de modo que no te quedaría la menor duda.
- ¡Los libros... los he leído! ¡Todos! Son muy ingeniosos.
Powell intervino súbitamente.
- Si los has leído, ¿ Que más hay que decir? No
puedes negar su evidencia. ¡No puedes!
- Por favor, Powell - dijo Cutie con la compasión en la voz -, no puedo
considerarlos como una fuente valida de información. También ellos fueron
creados por el Señor... y lo fueron para ti, no para mí.
- ¿Cómo has descubierto esto? - preguntó Powell.
- Porque yo, como ser dotado de razón, soy capaz de
deducir la Verdad de las Causas a priori. Tú, ser inteligente, pero sin
razón, necesitas que se te dé una explicación de la existencia, y esto es lo
que hizo el Señor. Que te procurase estas visibles ideas de mundos lejanos
y pueblos, es, sin duda, excelente. Sus mentes son demasiado vulgares para
comprender la Verdad absoluta. Sin embargo, puesto que es la voluntad del Señor
que den crédito a sus libros, no quiero discutir eso con ustedes.
Al marcharse, se volvió y en tono más amable, dijo:
- No hay nada que temer. En el plan de las cosas del Señor
hay sitio para todo. Ustedes, los pobres humanos, tienen también su lugar, y,
si bien es humilde, serán recompensados si lo ocupan dignamente.
Se marchó con el aire de beatitud propio del Profeta
del Señor y los dos seres humanos permanecieron solos, evitando mirarse.
- Vámonos a la cama, Mike, abandono - dijo Powell
haciendo un esfuerzo.
- Oye, Greg - dijo Donovan con voz ronca -, ¿no
creerás que tiene razón en todo esto, verdad? Parece tan seguro de sí mismo
que...
- No seas idiota - dijo Powell volviéndose rápido -
Ya te convencerás de que la Tierra existe cuando vengan los relevos la semana
próxima y tengamos que regresar a escuchar el concierto.
- Entonces... ¡por la salud de Júpiter!, tenemos que hacer algo. - Casi
lloraba -. No nos cree ni a nosotros, ni a los libros, ni a sus ojos.
- No - dijo Powell amargamente - ¡Es un robot con
razón, maldita sea, con sus propios postulados! Cree sólo en la razón, y esto
tiene un inconveniente... - Su voz se desvaneció.
- ¿Cuál es?
- Que por la pura razón y la lógica se puede probar
cualquier cosa... si encuentras el postulado apropiado. Nosotros tenemos los
nuestros y Cutie tiene los suyos.
- Entonces veamos estos postulados enseguida. La
tempestad es mañana.
- Aquí es donde falla todo - dijo Powell con un
suspiro de desaliento -. Los postulados están establecidos por la suposición y
reforzados por la fe. Nada en el Universo puede conmoverlos. Me voy a la cama.
- ¡Oh, maldita sea! ¡No voy a poder dormir!.
- Yo tampoco. Pero siempre puedo intentarlo... por
cuestión de principio.
Doce horas después el sueño seguía siendo esto,
una cuestión de principios, inalcanzable, en la práctica.
6.
La tormenta llegó a la hora prevista y el rubicundo rostro de Donovan se habla
quedado sin sangre. Powell, con los labios secos y las mandíbulas apretadas,
miraba a través de la portilla y se tiraba desesperadamente del bigote.
En otras
circunstancias, hubiera sido un maravilloso espectáculo. El chorro de
electrones a alta velocidad que penetraba en el haz de energía florecía en
forma de microscópicas partículas de intensa luz. El chorro se desparramaba
por el vibrante vacío, formando un revoloteo, de brillantes copos.
El haz de energía permanecía inmóvil, pero los dos
terrestres sabían el valor de las apariciones a simple vista. Una desviación
en arco de una centésima de milésima de segundo, invisible al ojo humano, era
suficiente para apartar el haz de su foco, y convertir centenares de kilómetros
cuadrados de la Tierra en incandescentes ruinas.
Y un robot, indiferente al haz, al foco y a la
Tierra, todo menos a su Señor, era dueño de los mandos.
Las horas pasaron. Los dos hombres seguían mirando en un silencio de hipnosis.
La tormenta habla cesado.
- Se acabó - dijo Powell con voz incolora.
Donovan había caído en una especie de sopor y
Powell lo miraba con envidia. La señal luminosa brillaba una y otra vez, pero
ninguno de los dos prestaba atención a ella. Nada tenia importancia. Quizá en
el fondo Cutie tuviese razón... y él no era más que un ser inferior con una
memoria metódica y una vida que había sobrepasado su propósito.
¡Ojalá fuese así! Cutie estaba ante él.
- No han contestado a la señal, de manera que he
venido dijo en voz baja -. No tienen buen semblante y temo que el término de su
existencia no esté lejano. Sin embargo, ¿quieren ver algunas de las
anotaciones registradas hoy?
Powell se daba vagamente cuenta de que el robot
trataba de mostrarse amistoso, quizá para apagar sus remordimientos,
restableciendo a los humanos en el mando de la estación. Cogió las hojas de
papel de la mano, que se las tendía y las miró sin verlas.
- Desde luego, es un gran prodigio servir al Señor
- dijo Cutie, al parecer satisfecho -. No deben tomar a mal que los haya
reemplazado.
Powell lanzó un gruñido y siguió recorriendo
maquinalmente las hojas de papel basta que se fijó en una tenue línea roja que
cruzaba la hoja.
Miró... y volvió a mirar. Se apoyó con fuerza
sobre los puños y se levantó, sin dejar de mirar. Las demás hojas cayeron al
suelo, mezcladas.
- ¡Mike! ¡Mike! - Sacudió a su amigo furiosamente
-. ¡Se mantiene en dirección!.
-¿Eh? ...¿Cómo? - preguntó Donovan, volviendo en sí, mirando también con
los ojos salidos, la hoja que tenía delante.
- ¿Qué ocurre? - preguntó Cutie.
- Te has mantenido en el foco - gritó Powell - ¿Lo
sabias?
- ¿Foco? ¿Qué es eso?
- Has mantenido el haz dirigido exactamente a la
estación receptora... dentro de una diezmillonésima de segundo de arco.
- ¿Qué estación receptora?
- Tierra. La estación receptora es Tierra - balbució
Powell -. Has mantenido la dirección del foco.
Cutie giró sobre sus talones, contrariado.
- Es imposible mostrar la menor amabilidad con
ustedes. ¡Siempre el mismo fantasma! No he hecho más que mantener todas las
esferas en equilibrio de acuerdo con la voluntad del Señor.
Y recogiendo los esparcidos papeles, se retiró
secamente; una vez hubo salido, Donovan se volvió hacia Powell y dijo:
- ¡Júpiter me confunda!... Bien, ¿y qué hacemos?
- Nada - dijo Powell, cansado -. Nada. Nos ha
demostrado que puede dirigir perfectamente la estación, jamás he visto hacer
mejor frente a una tempestad de electrones.
- Pero esto no resuelve nada. Ya has oído lo que ha
dicho del Señor. No podemos...
- Mira, Mike, sigue las instrucciones del Señor a ha través de relojes,
esferas, gráficos e instrumentos. Esto es lo que siempre hemos hecho nosotros.
En realidad, equivale a negarse a obedecer. La desobediencia es la Segunda Ley.
No hacer daño a los humanos es la primera.¿Cómo podía evitar hacer daño a
los humanos sabiéndolo o no? Pues manteniendo el haz de energía estable. Sabe
que es capaz de mantenerlo más estable que nosotros, ya que insiste en que es
un ser superior, y por esto tiene que mantenernos alejados del cuarto de
controles. Si tienes en cuenta las leyes Robóticas, es inevitable.
- Bien, pero no es ésta la cuestión. No podemos
consentir que siga con el sonsonete ese del Señor.
- ¿Porqué no?
- Porque ¿quién ha oído jamás decir estas tonterías?
¿Vamos a dejar que siga manteniendo la estación si no cree en la existencia de
la Tierra?
- ¿Puede dirigir la Estación?
- Sí pero...
- Entonces, ¿qué más da que crea una cosa que
otra?
Powell extendió los brazos con una vaga sonrisa de
satisfacción y cayó de espaldas sobre la cama. Estaba dormido.
Powell seguía hablando mientras luchaba por
endosarse su ligera chaqueta del espacio.
- Será muy sencillo. Puedes traer nuevos modelos QT
uno por uno, los equipas con un conmutador de lanzamiento automático que actúe
en el plazo de una semana, como para darles tiempo de aprender... el.. el culto
del Señor,
de boca del mismo Profeta; después los conmutas con otra estación para
revitalizarlos. Podemos tener dos QT por...
Donovan levantó su visor de glasita y se rió.
- Cállate y vámonos de aquí. El relevo espera y no
estaré tranquilo hasta que sienta la superficie de la Tierra bajo mis pies...,
sólo para estar seguro de que realmente existe.
La puerta se abrió mientras estaba hablando y
Donovan volvió a cerrar inmediatamente el visor de glasita, volviéndose
enojado hacia Cutie.
El robot se acercó a ellos lentamente.
- ¿Ya se van? - preguntó con una nota de pesar en
la voz.
- Vendrán otros en nuestro lugar - respondió
Powell.
- Su tiempo de servicio ha terminado y la hora de la
disolución ha llegado,- dijo Cutie con un suspiro.- Lo esperaba, pero... En
fin, la voluntad del Señor debe cumplirse...
- Ahorra tu compasión - saltó Powell, indignado por
el rollo resignado de Cutie -. Nos vamos a la Tierra, no a la disolución.
- Es mejor que lo crean así - suspiró nuevamente el
robot -. Ahora comprendo la cordura de la ilusión. No quisiera tratar de
conmover su fe, aunque pudiese. -
Y se marchó, convertido en la imagen de la compasión.
7.
Powell se echó a reír y se dirigió hacia Donovan. Con las maletas cerradas en
la mano, se encaminaron hacia la compuerta neumática.
La nave estaba en el rellano exterior y Franz Muller,
su relevo, los saludó con rígida cortesía. Donovan le prestó escasa atención
y entró en la cabina del piloto a tomar los mandos de manos de Sam Evans.
- ¿Cómo va la Tierra? - preguntó Powell, quedándose
atrás.
Era una pregunta bastante convencional y Muller dio
la respuesta convencional que merecía:
-
Sigue girando.
-
Bien - dijo Powell.
-
En el U. S. Robots han ideado
un nuevo tipo, a propósito - dijo Muller, mirándole -. Un robot múltiple.
-
¿Un qué?
-
Lo que he dicho. Hay un importante contrato de tiene que ser adecuado
para los trabajos de minería en los asteroides. Es un robot principal, con seis
robots alrededor. Como tus dedos.
-
¿Lo han probado ya? - preguntó Powell con ansiedad.
-
Te están esperando a ti, he oído decir - dijo Muller sonriendo.
-
¡Maldita sea!... - exclamó Powell, cerrando el puño. - Necesito
vacaciones.
-
¡Oh, las tendrás! Dos semanas, creo.
Se estaba poniendo los gruesos guantes del espacio
para su estancia allí y sus espesas cejas se juntaron.
- ¿Y que tal va este nuevo robot? Será mejor que se
porte bien o antes me condeno que dejarle tocar los mandos.
Powell hizo una pausa antes de contestar. Sus ojos
recorrieron el cuerpo del orgulloso prusiano desde su cabello encrespado hasta
los pies, reglamentariamente cuadrados ..., y un súbito resplandor de sincera
alegría recorrió su cuerpo.
- El robot es muy bueno - dijo lentamente -. No creo
que tengas que preocuparte mucho de los mandos...
Hizo una mueca y entró en la nave. Muller tenía que
estar allí varias semanas...