La inutilidad de la guerra

 

Igino Giordani

De una próxima publicación de la ed. Città Nuova, Roma 2003.

 

 

p. 9:     La guerra es un homicidio a lo grande, revestido de una especie de culto sagrado.

p. 9:     Cuando la humanidad haya progresado espiritualmente, la guerra se catalogará junto con los ritos cruentos, las supersticiones de brujería y los fenómenos de los bárbaros.

p. 9:     Sólo los locos y los enfermos incurables pueden desear la muerte. Y la guerra es muerte. No es querida por el pueblo; es deseada por minorías a las que la violencia física les sirve para asegurarse ventajas económicas o también para satisfacer pasiones decadentes. Sobre todo hoy, con el coste, los muertos y las ruinas, la guerra se manifiesta como una ‘matanza inútil’. Matanza y además inútil.

p. 12:    Así como la peste sirve para apestar y el hambre para dar hambre, la guerra sirve para matar: además, destruye los medios de la vida. Es una industria funeraria: una fábrica de ruinas.

p. 13:    La guerra no sirve para nada, aparte de para destruir vidas y riqueza.

p. 15:    La guerra moderna inútil y maldita no se cuenta por victorias ni derrotas; es toda ella una derrota.

p. 17:    Con las cantidades empleadas se habría podido proporcionar un alojamiento cómodo y amueblado a cada una de las familias de Estados Unidos, Canadá, Australia, Inglaterra, Irlanda, Francia, Alemania, Rusia, Bélgica, etc. Y además construir iglesias, hospitales, colegios, museos, calles, estadios, etc. Pero esa riqueza que requiere trabajo, ingenio y sacrificio se ha preferido derrocharla en armas para destruir viviendas y habitantes.

 p. 20: Si todo lo que se gasta para las guerras se gastara para combatir sus causas, se obtendría un crecimiento inmenso de bienestar, paz, civismo: un crecimiento de vida. ¿Y no es mejor vivir que morir asesinados?

p. 22:   Se equivoca sin duda el que comienza la guerra (…) El error es de quien, aunque tenga razón, recurre a las armas. El que dispara primero es el criminal más seguro.

p. 23:   La guerra es guerra, es decir, un desastre sin atenuantes, que se complica por una imbecilidad sin límites (pretende conseguir el bien con el mal, curar a un enfermo matándolo); y es así se combata del lado de los amigos o se combata de parte de los enemigos. Así pues, está claro que la guerra es un mal y, por tanto, no es lícito promoverla.

P. 24:   El que ama la patria le asegura la paz, es decir, la vida: como el que ama a un hijo le asegura la salud. La paz es la salud de un pueblo: es el oxígeno de su civilización.

p. 25:   …el Si vis pacem para pacem (‘si quieres la paz promueve la paz’) es para todos los tiempos, incluidos los nuestros, a la luz, si no ya de otras cosas, de la simple razón.

p. 29:   Si la guerra es inútil, no se debe hacer: he ahí la lógica. Es una cuestión espiritual: pero entonces es una cuestión de caridad, no de técnica.

p. 54: Consiste por tanto en dialogar, tratar: ésta es la solución, más que el rearme, el cual dicen los pensadores de todas las tendencias lleva a la guerra.

p. 58:   La esencia de la división no está ni en el capitalismo ni en el comunismo. Está en la miseria. La primera causa de la guerra es la miseria. Ésta, igual que lleva al ateísmo, lleva a la guerra. Los Padres de la Iglesia lo sabían.

p. 64:   Si la primera causa de la guerra es la miseria, la segunda es la avaricia.

p. 71:    La diplomacia de los dos hemisferios es la continuación de los razonamientos de los hijos de Caín, con el cual y por el cual desde hace milenios los hombres viven su existencia como una ocasión para matarse, haciendo de la vida una producción de muerte. Es el triunfo de la imbecilidad: pero no ven cómo librarse de ello.

p. 72:   El principal argumento para sostener los gastos de guerra viene de la sabiduría pagana: Si vis pacem para bellum (si quieres la paz, prepárate para la guerra). Que es como decir: si quieres salud, agarra una pulmonía; si quieres hacerte rico, dilapida el dinero; si quieres el bien, haz el mal….

p. 74:   La paz se obtiene con la paz; y san Agustín, ya en su tiempo, cuando las guerras estaban desmembrando el Imperio Romano, enseñaba a acquistare vel obtinere pacem pace: a conquistar o a custodiar la paz con la paz, no con las armas. Con las armas se mata la paz.

p. 81:    Sólo una sugestión hipnótica puede hacer creer a algunos la ilusión de que con las armas se defiende la civilización cristiana; que con el homicidio se defiende el amor, que se salvaguarda el culto a Dios matándole a sus hijos.

p. 82:   Nosotros tendríamos que enfrentarnos (al Príncipe de la Muerte, al Homicida): declararle la guerra a la guerra, responder con la caridad a la bestialidad.

p. 84:   Para no tener miedo al hombre hay que amarlo. Amarlo aunque sea malvado, aunque repugne, aunque esté sucio, y ver siempre, detrás de sus harapos y su agresividad, el rostro de Cristo.

p. 85:   Hace falta valor un valor racional para sostener la paz contra las hordas de la propaganda bélica, contra esos fenómenos de obsesión colectiva producto de la retórica.

p. 87:   La guerra es la utopía que renace, como la hidra [monstruo de siete cabezas]: la paz es la realidad que la inteligencia postula. La guerra es la utopía que pretende resolver los problemas, cuando en realidad los complica y crea otros nuevos.

p. 88:   ¿Hay una alternativa a la bomba atómica? Sí, y se llama caridad, que es el amor divino que une a Dios con los hombres.

p. 91:    La paz comienza en nosotros…, en mí y de mí, de ti, de cada uno… Como la guerra.

p. 91:    Si los demás odian, no es razón para que odiemos también nosotros. Se vence el mal con el bien; la enfermedad con la salud; a la hostilidad se opone la caridad: este es el mandamiento de Dios. Lo demás son mandamientos de hombres, y de hombres sin Dios, aunque le hagamos reverencias al párroco.

p. 92:   El mandamiento es válido también en política. Sobre todo en política, donde se desencadenan las pasiones irracionales y se hace más duro mantener la serenidad la paz a la vez que resulta poco menos que heroico observar el amor en plena vorágine de ambiciones, intrigas y miserias. Pero Cristo quiso redimir también la política para llevarla a una función de paz, de vida.

p. 93:   A los enemigos hay que amarlos: ésta es la postura del cristianismo. Si iniciáramos una política de la caridad, descubriríamos que ésta coincide con la racionalidad más iluminada y se manifiesta como  un buen negocio, incluso desde el punto de vista económico y social.

p. 95:   Y un día nos veremos libres de la guerra, como de la peste y del hambre, y los retóricos de las virtudes militares y del honor ensangrentado parecerán figuras siniestras como los enterradores y los apestados. Es tarea del pueblo depósito de carne de cañón, para unos; cuerpo social de Dios, para nosotros romper el maleficio abatiendo la tiranía del odio, la avaricia y la ignorancia por la que es inmolado.

p. 98:   La invasión liberadora es un crimen de guerra, lo mismo que la guerra preventiva. Menos en el caso en que se sufre una agresión evidente, es decir, en el caso de legítima defensa, la guerra es siempre injusta. Hasta la guerra justa está dirigida con tal violencia indiscriminada, golpeando a militares y civiles, que se convierte también en injusta por el daño desproporcionado que crea.

p. 99:   La religión lleva a la paz. Es la paz, buscada y realizada, entre Dios y los hombres, entre la materia y el Espíritu. El saludo típico de un alma religiosa es: ‘paz’.

p. 108:Para merecer el nombre de hijos de Dios, los cristianos deben trabajar por la paz.

p. 110: La acción pacificadora empieza por ti y por mí.

p. 111: He aquí por qué el problema es ante todo moral. Como siempre, también hoy el mal nace del corazón del hombre. Y también es ahí donde se cura. No basta el rearme ni tampoco el desarme para erradicar el peligro de la guerra: hay que erradicar el espíritu de agresión, explotación y hegemonía del que procede la guerra: hay que reconstruir una conciencia

p. 114:Las guerras son el desmoronarse de la estructura social en la arena de perversidades jurídicas, económicas, sociales y políticas: en un terreno que puede estar defendido por cañones e ilustrado con farolas, pero al que le falta un estrato de principios morales.

p.116:La guerra, además de empobrecer a todos, no suprime las desigualdades más graves.

p.116: El pueblo no quiere matanzas inútiles. Y aquí es verdad eso de vox populi vox Dei. [la voz del pueblo es la voz de Dios].