El amigo de los árboles

 

 

Antes de la guerra, Tolkien tuvo un auto al cual, dicho sea de paso, conducía de un modo bastante suicida. El racionamiento de combustible le obligó a venderlo, y luego no sintió la necesidad de comprarse otro, porque se acostumbró a ir a la Universidad en bicicleta. Además, comenzó a convencerse de que el motor de combustión interna estaba haciéndole un daño irreparable al paisaje inglés. Tolkien amaba a los árboles, y su última foto lo muestra al lado de un magnífico pino del Jardín Botánico, al cual visitaba a menudo.

En los años sesenta comenzó a ponerse más crítico respecto del industrialismo, luego de visitar Sarehole, el rincón de campo donde había transcurrido su infancia, y encontrarlo sucio, contaminado y ruidoso. Una sátira escrita en ese tiempo cuenta la destrucción de Bovadium (Oxford, en latín) por obra de los motores que fabrica el Daemon de Vaccipratum (la fábrica de automóviles de Cowley); los "motores" bloquean las calles, asfixian a los habitantes y finalmente estallan.

En su discurso de despedida de Oxford dijo que la investigación planificada estaba matando la curiosidad y el entusiasmo, y se reducía a producir homogéneas "salchichas" según un único libro de cocina.

Los hippies, que vieron en Gandalf una figura "psicodélica", y el movimiento estudiantil, hicieron de Tolkien el emblema de sus preocupaciones ecologistas. Por entonces, en las paredes californianas se veían leyendas como "J. R. R. T. Crea hóbitto", "Frodo vive", "Gandalf presidente", "Venid a la Tierra Media", etcétera. El comentario de Tolkien fue bastante escéptico: se limitó a decir que esos jóvenes estaban emborrachados de arte, y se comprometían con sus historias de una manera que él no sentía...

En el mismo Merton-College, de Oxford, donde Tolkien enseñó filología, hubo en el siglo XIV un grupo de filósofos, los mertonianos, que se adelantaron dos siglos a la física moderna. No me sorprendería si, tal como van las cosas, los bosques intactos de la Tierra Media se convirtieran en un símbolo para el siglo XXI y Tolkien pasara a ser un clásico de nuestra era.

 

Pablo Capanna

 

Añado a continuación un mensaje que envió a la lista de correo tolkien@yahoogroups.com uno de sus miembros:

 

La primavera ya empieza a mostrar sus vestiduras acá en La Comarca Chilena
donde está mi querido agujero-morada. Esto me ha hecho reflexionar un poco
acerca de lo real que podemos sacar de la obra del Maestro y aplicarlo a
nuestras deslustradas vidas. Lo he titulado:

DE TOLKIEN, DE LA FANTASÍA Y DE LA ECOLOGÍA:

¿Cuánto de fantasía? ¿No estaremos ante una ilusión de fantasía? ¿No será
una buena excusa para quedarnos cómodamente en nuestro sillón leyendo y
soñando con hermosas aventuras de Elfos y Dragones? Creo que estamos
recibiendo un mensaje, que solo algunos se han atrevido a leer entre líneas.
Arda se perdió con toda su sublime belleza y nosotros, que no la conocimos,
podemos llegar a vislumbrar el mismo dolor de los Primeros Nacidos al
perderla. ¿Nos parece algo familiar? ¿Nos habrá pasado? ¿Nos puede llegar a
pasar? Tenemos en nuestras manos una tierra maravillosa, que lamentablemente
ha comenzado a decaer ante la sombra; que según parece, el mismo ser humano
porta dentro de sí, y que ha ganado lentamente terreno en nuestro corazón y
en nuestro juicio. El planeta ya tiene una grieta profunda. No tenemos los
medios para remediarlo y miles de especies se han ido para siempre. ¿Qué
haremos con la responsabilidad que nos toca para remediar o frenar el daño?
¿No somos nosotros y cada uno de nosotros, los que tenemos una
responsabilidad entre las manos? Una misión de preservar lo mejor posible la
sublime belleza y armonía, con la que se regía nuestro gran ecosistema.
¿Que pensamos hacer con nuestra responsabilidad en el complejo problema que
enfrenta nuestra raza? ¿Estaremos dispuestos a renunciar a todo aquello que
se nos entregó y aceptar la agonía de los mares y de la vida; incluyendo la
nuestra? Tanto daño hemos hecho y cuando escuchamos de Arda, se nos encoge
el corazón y lloramos por ella. Y ¿que pasa con lo que tenemos en nuestras
manos? No será Tolkien un enviado de Eru ( o como lo quieras llamar) un
enviado que ha llegado hasta nosotros con un silmaril en la frente y que nos
puede orientar en el camino a seguir. No el camino en cuanto a la acción y a
la realización de tareas de reparación, sino al camino que debe seguir
nuestro corazón , permitiéndole sentir y vivir las reales consecuencias de
nuestras acciones y de nuestra desidia. Para que así podamos llorar la
tristeza de ver un árbol caído sin razón, o para reír la alegría del rocío
que cubre el campo por las mañanas y se esparce por el aire con un aroma de
renovación; y ante la lluvia que canta a la vida y que ríe con la voz de
los arroyos entre las piedras; o para lamentar la matanza cruel de criaturas
mágicas e indefensas, que claman un lamento por ellas y por nosotros
mismos. No cerremos los ojos ni nuestro corazón a la luz que nos llega de
Arda, de la fantasía o de la realidad . No hagamos más esa estúpida
separación entre lo que es para soñar y lo que es real. Nuestra realidad
puede ser tan mágica como nosotros lo queramos. Nuestro mundo puede ser un
mundo fantástico o de ajado realismo negativo. Gracias Tolkien, ecologista
por definición, amante de los árboles y de las montañas; gracias por
iluminar nuestros corazones para despertarnos y ver que lo que nos depara el
futuro está en nuestras manos. Porque nosotros debemos responder por lo que
nos fue dado. Y si algo lo amenaza es por nuestra culpa; ya que, que nos
hemos quedado dormidos bajo no sé qué encantamiento, que nos impide ver y
sentir con el corazón ¿Qué pasaría si despertáramos ahora?

ALE (desde la cuaderna del Sur)