Eärendil

Pedro Angosto Muñoz

 

 

Como filólogo, Tolkien tuvo la capacidad y el placer de leer los más antiguos relatos mitológicos de toda Europa en su lenguas originales. De entre ellos cabe destacar el Ciclo Artúrico, las hazañas del Rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda que impactaron a Tolkien desde niño. Nobles reyes, bellas damas, horribles monstruos, magos y la culminante búsqueda del Santo Grial, con todo su bagaje espiritual resultante de mezclar a la perfección mitos célticos y cristianos serían la columna vertebral de la obra de Tolkien: crear una mitología completa para su país, propósito que luego derivaría en el diseño de un mundo fantástico.

Evidentemente, Tolkien conoció los mitos celtas y se embebió de la belleza natural de su mundo, aún conservada en la Inglaterra de principios de siglo. El Mabinogion es una colección de estos mitos celtas, los de un Arturo pre-cristiano y todo un mundo pagano de dioses y seres sobrenaturales que viven en un mundo aparte, cuyo título pudo inspirar el del Silmarillion.

Desde Finlandia llegaría la epopeya nacional, el Kalevala, cuyo personaje Kullervo inspiraría uno de los primeros que Tolkien desarrolló: Turin Turambar.

El panteón de dioses nórdicos le fue dado a conocer a través de las Eddas, los poemas escáldicos, y desde Alemania le llegó la Volsungansaga, la terrible historia de Sigfrido y el dragón, y del destino del Anillo del Nibelungo, que Tolkien nos contó con su peculiar manera, no con la historia del Anillo único sino con la del Collar de los Enanos.

Beowulf, Sir Gawain y el Caballero Verde y otros antiguos poemas fueron estudiados con tanto talento que hicieron historia de la filología.

Por último la Biblia, que a cualquier lector del Silmarillion se le vendrá a la mente al leer la versión de Tolkien de la Creación del Mundo y la Caída de Ángeles y Hombres.

Sin embargo, no quiero decir que Tolkien se dedicara a hacer una amalgama de todo lo que leyó, nada más lejano a la realidad. Al igual que Sigfrido reforjó Nothung volviéndola a limar en pequeños fragmentos hasta fundirlos en un todo nuevo, Tolkien asimila todos estos relatos y nos ofrece una nueva historia, que arde con fuego propio procedente de la inspiración poética o de la iluminación espiritual y que es tan brillante y original que diríase que nuestros mitos no son más que fragmentos perdidos de la historia que Tolkien conserva.

Pero, ¿cómo empezó todo?

 

"Eala! Eärendel, engla beorhtast, ofer mid-dangeard monnun sended." Esta frase del poema en ingles antiguo "Crist" de Cynewulf fascinó al joven Tolkien. Significa: "Salve, Eärendel, el más brillante de los ángeles, enviado a los hombres sobre la Tierra Media", y parece ser una advocación a Cristo como estrella matutina (Venus).

Aquí está el comienzo de toda la mitología tolkieniana: Eárendel (Eärendil) fue transformado en una marino celeste que recorre el mar con su luminosa barca hasta las tierras de los Poderes en el Oeste. Tolkien escribió primero un par de poemas ("El viaje de Eärendel, la estrella del alba") y luego pasó a contar el origen de este personaje, iniciando así la historia de la Caída de Gondolin.

Recurro siempre a Eärendel cuando me quiero referir al más profundo aspecto que se puede estudiar en la obra de Tolkien: el espiritual.

El viaje que Eärendel realiza hasta las Tierras Imperecederas del Oeste, el éxodo que realizan los elfos cansados del mundo, es a la vez un retorno al origen, un viaje iniciático y una theosis (divinización). Estos viajes espirituales tiene su origen en el folklore irlandés, para los que hay todo un género: los Imram, siendo el más famoso el del monje San Brendan, que recorriera maravillosas islas (en ocasiones aún avistadas junto a las Canarias, la isla de San Barandan). Famoso es también el último viaje de Arturo a la isla de Avalon, donde duerme hasta que se lo necesite de nuevo. La más famosa de estas islas es la de la Atlántida, mito que Tolkien reflejó como la maravillosa Númenor.

El propio Tolkien, con una vida tan normal y corriente que no explica sus maravillosas obras, confesaba tener un "Complejo de la Atlántida": soñaba repetidas veces como estaba en una playa y era arrastrado por una inmensa ola que se levantaba en el mar y que lo arrastraba todo. Misterio...

También en la mitología nórdica Thor navegó con un marino cuyo dedo gordo del pie resultó helado y fue arrojado a los cielos y convertido en estrella. Su nombre era similar al de Eärendel, como también deriva de él la forma Arundel, que casualmente es el nombre de la calle en que estaban las oficinas de Marvel UK, Arundel st....

Es éste un viaje de retorno a la tierra de los dioses, al Paraíso perdido que obsesiona a Tolkien para quien su obra, una titánica construcción fantástica, no se debía a él por completo, sino que, de alguna manera, en las leyendas que narraba, creía firmemente que se encerraba algún tipo de sabiduría de naturaleza espiritual.

Había creado una nueva mitología, y eso implicaba toda una visión del mundo en la que encuadrarse, así como unos nuevos/viejos dioses que susurraban en el viento de poniente las antiguas historias, más recordadas que inventadas por Tolkien.

Una odisea espiritual reflejada en las aventuras fantásticas de sus personajes, un viaje a la fantasía que implica un viaje a la tierra de los dioses. Este es el Viaje que realizó Eärendel, la Estrella del Alba:

 

Al este de la Luna, al oeste del Sol

hay una colina solitaria;

sus pies están en el mar verde claro

sus torres son blancas y quietas,

más allá de Taniquetil

en Valinor.

Allí no van las estrellas, excepto una solitaria

que huyó de la Luna;

y allí están los dos árboles desnudos

que daban la flor plateada de la Noche,

que daban el esférico fruto del Mediodía

en Valinor.

Están las costas de Faëry

con sus playas de guijarros iluminadas por la luna

cuya espuma es música de plata

en el suelo opalescente

más allá de las grandes sombras del mar

en el extremo de la arena

que se extiende para siempre

hasta la puerta con cabeza de dragón,

el portal de la Luna,

más allá de Taniquetil

en Valinor.

Al oeste del Sol, al este de la Luna

está el puerto de la estrella,

la blanca ciudad del Vagabundo

y las rocas de Eglamar.

Allí se refugia Wingelot,

mientras Eärendel mira a lo lejos

sobre la oscuridad de las aguas

entre aquí y Eglamar;

lejos, lejos, más allá de Taniquetil

en Valinor, a lo lejos.

 

                                                                                       (Los Dioses Perdidos nº 11)

 

 

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