2. Carnero Asado

 

Bilbo se levantó de un salto, y poniéndose la bata entró en el comedor. Allí no vio a nadie, pero sí las huellas de un enorme y apresurado desayuno. Había un horrendo revoltijo en la habitación, y pilas de cacharros sucios en la cocina. Parecía que no hubiera quedado ninguna olla ni tartera sin usar. La tarea de fregarlo todo fue tan tristemente real que Bilbo se vio obligado a creer que la reunión de la noche anterior no había sido parte de una pesadilla, como casi había esperado. La idea de que habían partido sin él y sin molestarse en despertarlo, aunque nadie le hubiera dado las gracias, pensó, lo había aliviado de veras. Sin embargo, no pudo dejar de sentir una cierta decepción. Este sentimiento lo sorprendió.

No seas tonto, Bilbo Bolsón se dijo, ¡pensando a tu edad en dragones y en tonterías estrafalarias! De modo que se puso el delantal, encendió unos fuegos, calentó agua y fregó. Luego se tomó un pequeño y apetitoso desayuno en la cocina, antes de arreglar el comedor. El sol ya brillaba entonces, y por la puerta delantera entraba una cálida brisa de primavera. Bilbo se puso a silbar y a olvidar lo de la noche. Ya estaba sentándose para zamparse un segundo apetitoso desayuno en el comedor, junto a la ventana abierta, cuando de pronto entró Gandalf.

Mi querido amigo dijo, ¿Cuándo vas a partir? ¿Qué hay de aquello de empezar temprano? Y aquí estás tomando el desayuno, o como quiera que llames a eso, a las diez y media. Te dejaron un mensaje, pues no podían esperar.

¿Qué mensaje? dijo el pobre Bilbo sonrojado.

¡Por los Grandes Elefantes! respondió Gandalf Estás desconocido esta mañana; ¡aún no le has quitado el polvo a la repisa de la chimenea!

¿Y eso qué tiene que ver? ¡Ya tengo bastante con fregar los platos y ollas de catorce desayunos!

Si hubieses limpiado la repisa, habrías encontrado esto debajo del reloj dijo Gandalf alargándose una nota (por supuesto, escrita en unas cuartillas del propio Bilbo).

Esto fue lo que el hobbit leyó:

"Thorin y Compañía al Saqueador Bilbo, ¡salud! Nuestras más sinceras gracias por vuestra hospitalidad y nuestra agradecida aceptación por habernos ofrecido asistencia profesional. Condiciones: pago al contado y al finalizar el trabajo, hasta un máximo de catorceavas partes de los beneficios totales (si los hay); todos los gastos de viaje garantizados en cualquier circunstancia; los gastos de posibles funerales los pagaremos nosotros o nuestros representantes, si hay ocasión y el asunto no se arregla de otra manera.

Creyendo innecesario perturbar vuestro muy estimable reposo, nos hemos adelantado a hacer los preparativos adecuados; esperaremos a vuestra respetable persona en la posada del Dragón Verde, junto a Delagua, exactamente a las 11 a.m. Confiando en que sea puntual.

 

tenemos el honor de permanecer

sinceramente vuestros

Thorin y Cía."

 

Esto te da diez minutos. Tendrás que correr dijo Gandalf.

Pero... dijo Bilbo.

No hay tiempo para eso dijo el mago.

Pero... dijo otra vez Bilbo.

Y tampoco para eso otro ¡Vamos, adelante!

 

Hasta el final de sus días Bilbo no alcanzó a recordar cómo se encontró fuera, sin sombrero, bastón, o dinero, o cualquiera de las cosas que acostumbraba llevar cuando salía, dejando el segundo desayuno a medio terminar, casi sin lavarse la cara, y poniendo las llaves en manos de Gandalf, corriendo callejón abajo tanto como se lo permitían los pies peludos, dejando atrás el Gran Molino, cruzando el río, y continuando así durante una milla o más.

Resoplando llegó a Delagua cuando empezaban a sonar las once, ¡y descubrió que se había venido sin pañuelo!

¡Bravo! dijo Balin, que estaba de pie a la puerta de la posada, esperándolo,

Y entonces aparecieron todos los demás doblando la curva del camino que venía de la villa. Montaban en poneys, y de cada uno de los caballos colgaba toda clase de equipajes, bultos, paquetes y chismes. Había un poney pequeño, aparentemente para Bilbo.

Arriba vosotros dos, y adelante dijo Thorin.

Lo siento terriblemente dijo Bilbo, pero me he venido sin mi sombrero, me he olvidado el pañuelo de bolsillo, y no tengo dinero. No vi vuestra nota hasta después de las 10.45, para ser precisos.

No seas preciso dijo Dwalin, y no te preocupes. Tendrás que arreglártelas sin pañuelos y sin buena parte de otras cosas antes de que lleguemos al final del viaje. En lo que respecta al sombrero, yo tengo un capuchón y una capa de sobra en mi equipaje.

Y así fue como se pusieron en marcha, alejándose de la posada en una hermosa mañana poco antes del mes de mayo, montados en poneys cargados de bultos; y Bilbo llevaba un capuchón de color verde oscuro (un poco ajado por el tiempo) y una capa del mismo color que Dwalin le había prestado. Le quedaban muy grandes, y tenía un aspecto bastante cómico. No me atrevo a aventurar lo que su padre Bungo hubiese dicho de él.

Sólo le consolaba pensar que no lo confundirían con un enano, pues no tenía barba.

Aún no habían cabalgado mucho tiempo cuando apareció Gandalf, espléndido, montando un caballo blanco. Traía un montón de pañuelos y la pipa y el tabaco de Bilbo. Así que desde entonces cabalgaron felices, contando historias o cantando canciones durante toda la jornada, excepto, naturalmente, cuando paraban a comer. Esto no ocurrió con la frecuencia que Bilbo hubiese deseado, pero ya empezaba a sentir que las aventuras no eran en verdad tan malas.

Cruzaron primero las tierras de los hobbits, un extenso país habitado por gente simpática, con buenos caminos, una posada o dos, y aquí y allá un enano o un granjero que trabajaba en paz.

Llegaron luego a tierras donde la gente hablaba de un modo extraño y cantaba canciones que Bilbo no había oído nunca. Se internaron en las Tierras Solitarias, donde no había gente ni posadas y los caminos eran cada vez peores. No mucho más adelante se alzaron unas colinas melancólicas, oscurecidas por árboles. En algunas había viejos castillos, torvos de aspecto, como si hubiesen sido construidos por gente maldita. Todo parecía lúgubre, pues el tiempo se había estropeado. Hasta entonces el día había sido tan bueno como pudiera esperarse en mayo, aun en las historias felices, pero ahora era frío y húmedo. En las Tierras Solitarias se habían visto obligados a acampar en un lugar desapacible, pero seco al menos.

Pensar que pronto llegará junio mascullaba Bilbo, mientras avanzaba chapoteando detrás de los otros por un sendero enlodado. La hora del té ya había quedado atrás; la lluvia caía a cántaros, y así había sido todo el día; el capuchón le goteaba en los ojos; tenía la capa empapada; el poney cansado tropezaba con las piedras; los otros estaban demasiado enfurruñados para charlar.

Estoy seguro que la lluvia se ha colado hasta las ropas secas y las bolsas de comida gruñó Bilbo. ¡Malditos sean los saqueadores y todo lo que se relacione con ellos! Cómo quisiera estar en mi confortable agujero, al amor de la lumbre, y con la marmita que ha empezado a silbar. ¡No fue la última vez que tuvo este deseo!

Sin embargo, los enanos seguían al paso, sin volverse ni prestar atención al hobbit. Pareció que el sol se había puesto ya en algún lugar detrás de las nubes grises, pues cuando descendían hacia un valle profundo con un río en el fondo, empezó a oscurecer. Se levantó viento, y los sauces se mecían y susurraban a lo largo de las orillas. Por fortuna el camino atravesaba un antiguo puente de piedra, pues el río crecido por las lluvias bajaba precipitado de las colinas y montanas del norte.

Era casi de noche cuando lo cruzaron. El viento desgajó las nubes grises y una luna errante apareció entre los jirones flotantes. Entonces se detuvieron, y Thorin murmuró algo acerca de la cena y ¿Dónde encontraremos un lugar seco para dormir?

En ese momento cayeron en la cuenta de que faltaba Gandalf. Hasta entonces había hecho todo el camino con ellos, sin decir si participaba de la aventura o simplemente los acompañaba un rato. Había hablado, comido y reído como el que más... Pero ahora simplemente ¡no estaba allí!

¡Vaya, justo en el momento en que un mago nos sería más útil! suspiraron Dori y Nori (que compartían los puntos de vista del hobbit sobre la regularidad, cantidad y frecuencia de las comidas).

 

Por fin decidieron que acamparían allí mismo. Se acercaron a una arboleda, y aunque el terreno estaba más seco, el viento hacía caer las gotas de las hojas y el plipplip molestaba bastante. El mal parecía haberse metido en el fuego mismo. Los enanos saben hacer fuego en cualquier parte, casi con cualquier cosa, con o sin viento, pero no pudieron encenderlo esa noche, ni siquiera Óin y Glóin, que en esto eran especialmente mañosos.

Entonces uno de los poneys se asustó de nada y escapó corriendo. Se metió en el río antes de que pudieran detenerlo; y antes de que pudiesen llevarlo de vuelta, Fíli y Kili casi murieron ahogados; y el agua había arrastrado el equipaje del poney. Naturalmente, era casi todo comida, y quedaba muy poco para la cena, y menos para el desayuno.

Todos se sentaron, taciturnos, empapados y rezongando, mientras Óin y Glóin seguían intentando encender el fuego y discutiendo el asunto. Bilbo reflexionaba tristemente que las aventuras no eran sólo cabalgatas en poney al sol de mayo, cuando Balin, el oteador del grupo, exclamó de pronto: ¡Allá hay una luz! Un poco apartada asomaba una colina con árboles, bastante espesos en algunos sitios. Fuera de la masa oscura de la arboleda, todos pudieron ver entonces el brillo de una luz, una luz rojiza, confortadora, como una fogata o antorchas parpadeantes.

Luego de observarla un rato, se enredaron en una discusión. Unos decían que "sí" y otros decían que "no". Algunos opinaron que lo único que se podía hacer era ir y mirar, y que cualquier cosa sería mejor que poca cena, menos desayuno, y ropas mojadas toda la noche.

Otros dijeron: Ninguno de estos parajes es bien conocido, y las montañas están demasiado cerca. Rara vez algún viajero se aventura ahora por estos lados. Los mapas antiguos ya no sirven, las cosas han empeorado mucho. Los caminos no están custodiados, y aquí además han oído hablar del rey en contadas ocasiones, y cuanto menos preguntas hagas menos dificultades encontrarás. Alguno dijo: Al fin y al cabo somos catorce. Otros: ¿Dónde está Gandalf? pregunta que fue repetida por todos.

En ese momento la lluvia empezó a caer más fuerte que nunca, y Óin y Glóin iniciaron una pelea.

Esto puso las cosas en su sitio: Al fin y al cabo, tenemos un saqueador entre nosotros dijeron; y así echaron a andar, guiando a los poneys (con toda la precaución debida y apropiada) hacia la luz. Llegaron a la colina y pronto estuvieron en el bosque. Subieron la pendiente, pero no se veía ningún sendero adecuado que pudiera llevar a una casa o una granja. Continuaron como pudieron, entre chasquidos, crujidos y susurros (y una buena cantidad de maldiciones y refunfuños) mientras avanzaban por la oscuridad cerrada ¿el bosque.

De súbito la luz roja brilló muy clara entre los árboles no mucho más allá, Ahora le toca al saqueador dijeron refiriéndose a Bilbo. Tienes que ir y averiguarlo todo de esa luz, para qué es, y si las cosas parecen normales y en orden dijo Thorin al hobbit. Ahora corre, y vuelve rápido si todo está bien. Si no, ¡vuelve como puedas! Si no puedes, grita dos veces como lechuza de granero y una como lechuza de campo, y haremos lo que podamos.

Y allá tuvo que partir Bilbo, antes de poder explicarles que era tan incapaz de gritar como una lechuza como de volar como un murciélago.

Pero, de todos modos, los hobbits saben moverse en silencio por el bosque, en completo silencio. Era una habilidad de la que se sentían orgullosos, y Bilbo más de una vez había torcido la cara mientras cabalgaban, criticando ese "estrépito propio de enanos"; pero me imagino que ni vosotros ni yo hubiéramos advertido nada en una noche de ventisca, aunque la cabalgata hubiese pasado casi rozándonos. En cuanto a la sigilosa marcha de Bilbo hacia la luz roja, creo que no hubiera perturbado ni el bigote de una comadreja, de modo que llegó directamente al fuego pues era un fuego sin alarmar a nadie. Y esto fue lo que vio.

Había tres criaturas muy grandes sentadas alrededor de una hoguera de troncos de haya, y estaban asando un carnero espetado en largos asadores de madera y chupándose la salsa de los dedos. Había un olor delicioso en el aire. También había un barril de buena bebida a mano, y bebían de unas jarras. Pero eran trolls. Trolls sin ninguna duda. Aun Bilbo, a pesar de su vida retirada, podía darse cuenta: las grandes caras toscas, la estatura, el perfil de las piernas, por no hablar del lenguaje, que no era precisamente el que se escucha en un salón de invitados.

Carnerro ayer, carnerro hoy y maldición si no carnerro mañana dijo uno de los trolls.

Ni una mala pizca de carne humana probamos desde hace mucho, mucho tiempo dijo otro troll. Por qué demonios Guille nos habrá traído aquí; y además la bebida está escaseando añadió, tocando el codo de Guille, que en ese momento bebía un sorbo.

Guille se atragantó: ¡Cierra la boca! dijo tan pronto como pudo. No puedes esperar que la gente se quede por aquí sólo para que tú y Berto se la zampen. Habéis comido un pueblo y medio entre los dos desde que bajamos de las montañas. ¿Qué más queréis? Y esos tiempos han pasado. Y tendrías que haber dicho 'Grracias, Guille', por este buen bocado de carnerro gordo del valle. Arrancó un pedazo de la pierna del cordero que estaba asando y se limpió la boca con la manga.

En efecto, me temo que los trolls se comportan siempre así, aun aquellos que sólo tienen una cabeza. Luego de haber oído todo esto, Bilbo tendría que haber hecho algo sin demora. O bien haber regresado en silencio. Y avisar a los demás que había tres trolls de buena talla y malhumorados, bastante grandes como para comerse un enano asado o aun un pony, como novedad; o bien tendría que haber hecho una buena y rápida demostración de merodeo nocturno. Un saqueador legendario y realmente de primera clase, en esta situación habría metido mano a los bolsillos de los trolls (algo que casi siempre vale la pena, si consigues hacerlo), habría sacado el carnero de los espetones, habría arrebatado la cerveza y se hubiera ido sin que nadie se enterase. Otros más prácticos, pero con menos orgullo profesional, quizá habrían clavado una daga a cada uno de ellos antes de que se dieran cuenta. Luego él y los enanos hubieran podido tener una noche feliz.

Bilbo lo sabía. Había leído de muchas buenas cosas que nunca había visto o nunca había hecho. Estaba muy asustado, y disgustado también; hubiera querido encontrarse a cien millas de distancia, y sin embargo... sin embargo no podía volver directamente a donde estaban Thorin y Compañía con las manos vacías. Así que se quedó, titubeando en las sombras. De los muchos procedimientos de saqueo de que había oído, hurgonear en los bolsillos de los trolls le pareció el menos difícil, así que se arrastró hasta un árbol, justo detrás de Guille.

Berto y Tom iban ahora hacia el barril. Guille estaba echando otro trago. Bilbo se armó de coraje e introdujo la manita en el enorme bolsillo de Guille. Había un saquito dentro, para Bilbo tan grande como un zurrón. "¡Ja!" pensó, entusiasmándose con el nuevo trabajo, mientras extraía la mano poco a poco, "¡y esto es sólo un principio!"

¡Fue un principio! Los sacos de los trolls son engañosos, y este no era una excepción. ¡Eh!, ¿quién eres tú? chilló el saco en el momento en que dejaba el bolsillo, y Guille dio una rápida vuelta y tomó a Bilbo por el cuello antes de que el hobbit pudiera refugiarse detrás del árbol.

¡Maldición, Berto, mira lo que he cazado!

¿Qué es? dijeron los otros acercándose.

¡Que un rayo me parta si lo sé! ¿Tú, qué eres?

Bilbo Bolsón, un saque... un hobbit dijo el pobre Bilbo temblando de pies a cabeza, y preguntándose cómo podría gritar como una lechuza antes que lo degollasen.

¿Un saquehobbit? dijeron los otros un poco alarmados. Los trolls son cortos de entendimiento, y bastante suspicaces con cualquier cosa que les parezca una novedad.

De todos modos, ¿qué tiene que hacer un saquehobbit en mis bolsillos? dijo Guille.

Y ¿podremos cocinarlo? dijo Tom.

Se puede intentar propuso Berto blandiendo un asador.

No alcanzaría más que para un bocado dijo Guille, que había cenado bien, una vez que le saquemos la piel y los huesos.

Quizá haya otros como él alrededor y podamos hacer un pastel dijo Berto. Eh, tú, ¿hay otros ladronzuelos por estos bosques, pequeño conejo asqueroso? dijo mirando las extremidades peludas del hobbit; y tomándolo por los dedos de los pies lo levantó y sacudió.

Sí, muchos dijo Bilbo antes de darse cuenta de que traicionaba a sus compañeros. No, nadie, ni uno dijo inmediatamente después.

¿Qué quieres decir? preguntó Berto, levantándolo en vilo, esta vez por el pelo.

Lo que digo respondió Bilbo jadeando. Y por favor, ¡no me cocinen, amables señores! Yo mismo cocino bien, y soy mejor cocinero que cocinado, si entienden lo que quiero decir. Les prepararé un hermoso desayuno, un desayuno perfecto si no me comen en la cena.

Pobrecito bribón dijo Guille. Había comido ya hasta hartarse, y también había bebido mucha cerveza. Pobrecito bribón. ¡Dejadlo ir!

No hasta que diga qué quiso decir con muchos y ninguno replicó Berto, no quiero que me rebanen el cuello mientras duermo.

¡Ponedle los pies al fuego hasta que hable!

No lo haré dijo Guille, al fin y al cabo yo lo he atrapado.

Eres un gordo estúpido, Guille dijo Berto, ya te lo dije antes, por la tarde.

Y tú, un patán.

Y yo no lo permitiré, Guille Estrujónez dijo Berto, y descargó el puño contra el ojo de Guille,

La pelea que siguió fue espléndida. Bilbo no perdió del todo el juicio, y cuando Berto lo dejó caer, gateó apartándose antes que los trolls estuviesen peleando como perros y llamándose a grandes voces con distintos apelativos, verdaderos y perfectamente adecuados, Pronto estuvieron enredados en un abrazo feroz, casi rodando hasta el fuego, dándose puntapiés y aporreándose, mientras Tom los golpeaba con una rama para que recobraran el juicio, y por supuesto enfureciéndolos todavía más.

Bilbo hubiera podido escapar en ese mismo instante. Pero las grandes garras de Berto le habían estrujado los desdichados pies, había perdido el aliento, y la cabeza le daba vueltas; así que allí se quedó resollando, justo fuera del círculo de luz.

De pronto, en plena pelea, apareció Balin. Los enanos habían oído ruidos a lo lejos, y luego de esperar un rato a que Bilbo volviera o que gritara como una lechuza, empezaron a arrastrarse hacia la luz tratando de no hacer ruido. Tan pronto como Tom vio aparecer a Balin a la luz, dio un horrible aullido. Ocurre que los trolls no soportan la vista de un enano (crudo). Berto y Guille dejaron en seguida de pelear, y Un saco, rápido, Tom dijeron.

Antes de que Balin, quien se preguntaba dónde estaba Bilbo en aquella conmoción, se diera cuenta de lo que ocurría, le habían echado un saco sobre la cabeza, y lo habían derribado.

Aún vendrán más, o me equivoco bastante. Muchos y ninguno, eso es dijo. No más saquehobbits, pero muchos enanos. ¡Eso es lo que quería decir!

Pienso que tienes razón dijo Berto, y convendría que saliésemos de la luz.

Y así hicieron. Teniendo en la mano unos sacos que usaban para llevar carneros y otras presas, esperaron en las sombras. Cuando aparecía algún enano, y miraba sorprendido el fuego, las jarras desbordadas y el carnero roído, ¡pop!, un saco maloliente le caía sobre la cabeza, y el enano rodaba por el suelo. Pronto Dwalin yacía al lado de Balin, y Fíli y Kili juntos, y Dori y Nori y Ori en un montón, y Óin, Glóin, Bifur, Bofur y Bombur incómodamente apilados cerca del fuego.

Eso les enseñará dijo Tom, ya que Bifur y Bombur habían causado muchos problemas y habían peleado como locos, tal como hacen los enanos cuando se ven acorralados.

Thorin llegó último, y no lo tomaron desprevenido. Llegó esperando encontrar algo malo, y no necesitó ver las piernas de sus amigos sobresaliendo de los sacos para darse cuenta de que las cosas no iban del todo bien. Se quedó fuera, algo aparte, en las sombras, y dijo: ¿Qué es todo este jaleo? ¿Quién está aporreando a mi gente?

Son trolls respondió Bilbo desde atrás del árbol. Lo habían olvidado por completo. Están escondidos entre los arbustos, con sacos.

Oh, ¿son trolls? dijo Thorin, y saltó hacia el fuego cuando los trolls se precipitaban sobre él. Alzó una rama gruesa que ardía en un extremo y Berto la tuvo en un ojo antes de que pudiera esquivarla. Eso lo puso fuera de combate durante un rato. Bilbo hizo todo lo que pudo. Se aferró de algún modo a una pierna de Tom era gruesa como el tronco de un árbol joven, pero lo enviaron dando vueltas hasta la copa de unos arbustos, mientras Tom pateaba las chispas hacia la cara de Thorin. La rama golpeó los dientes de Tom, que perdió un incisivo. Esto lo hizo aullar, os lo aseguro. Pero justo en ese momento. Guille apareció detrás y le echó a Thorin un saco a la cabeza y se lo bajó hasta los pies. Y así acabó la lucha. Un bonito escabeche eran todos ellos ahora, primorosamente atados en sacos, con tres trolls enfadados (dos con quemaduras y golpes que recordar) sentados cerca, discutiendo si los asarían a fuego lento, si los picarían fino y luego los cocerían, o bien si se sentarían sobre ellos, haciéndolos papilla; y Bilbo en lo alto de un arbusto, con la piel y las vestiduras rasgadas, no atreviéndose a intentar un movimiento, por miedo de que lo oyeran.

Fue entonces cuando volvió Gandalf, pero nadie lo vio. Los trolls acababan de decidir que meterían a los enanos en el asador y se los comerían más tarde; había sido idea de Berto, y tras una larga discusión todos estuvieron de acuerdo.

No es buena idea asarlos ahora, nos llevaría toda la noche dijo una voz. Berto creyó que era la voz de Guille.

No empecemos de nuevo la discusión, Guille dijo el otro, o sí que nos llevaría toda la noche.

¿Quién está discutiendo? dijo Guille, creyendo que había sido Berto el que había hablado.

¡Tú! dijo Berto.

Eres un mentiroso dijo Guille, y así empezó otra vez la discusión. Por fin decidieron picarlos y cocerlos, así que trajeron una gran cacerola negra y sacaron los cuchillos.

¡No está bien cocerlos! No tenemos agua y hay todo un buen trecho hasta el pozo dijo una voz. Berto y Guille creyeron que era la de Tom.

¡Calla o nunca acabaremos! Y tú mismo traerás él agua si dices una palabra más.

¡Cállate tú! dijo Tom, quién creyó que era la voz de Guille. ¿Quién discute, sino tú?

Eres bobito dijo Guille.

¡Bobito tú! respondió Tom.

Y así comenzó otra vez toda la discusión, y continuó más enconada que nunca, hasta que por fin decidieron sentarse sobre los sacos uno a uno, aplastarlos y cocerlos más tarde.

¿Sobre cuál nos sentaremos primero? dijo la voz.

Mejor sentarnos primero sobre el último tipo dijo Berto cuyo ojo había sido lastimado por Thorin, creyendo que era Tom el que hablaba.

No hables solo dijo Tom, pero si quieres sentarte sobre el último, hazlo. ¿Cuál es?

El de las medias amarillas dijo Berto.

Tonterías, el de las medias grises dijo una voz que parecía la de Guille.

Me aseguré de que eran amarillas dijo Berto.

Amarillas eran corroboró Guille.

Entonces ¿por qué dijiste que eran medias grises?preguntó Berto.

Nunca dije eso. Fue Tom.

Yo no lo dije. Fuiste tú dijo Tom.

Apuesto dos contra uno, ¡así que cierra la bocaldijo Berto,

¿A quién le estás hablando? preguntó Guille.

¡Basta ya! dijeron Tom y Berto al mismo tiempo¡ La noche avanza y amanece temprano. ¡Sigamos!

¡Qué el amanecer caiga sobre todos y que sea piedra para vosotros! dijo una voz que sonó como la de Guille. Pero no lo era. En ese preciso instante, la aurora apareció sobre la colina y hubo un bullicioso gorjeo en la enramada. Guille ya no dijo nada más, pues se convirtió en piedra mientras se encorvaba, y Berto y Tom se quedaron inmóviles como rocas cuando lo miraron. Y allí están hasta nuestros días, solos, a menos que los pájaros se posen sobre ellos; pues los trolls, como seguramente sabéis, tienen que estar bajo tierra antes del alba, o vuelven a la materia montañosa de la que están hechos, y nunca más se mueven. Esto fue lo que les ocurrió a Berto, Tom y Guille.

¡Excelente! dijo Gandalf, mientras aparecía desde atrás de un árbol y ayudaba a Bilbo a descender de un arbusto espinoso. Entonces Bilbo entendió. Había sido la voz del brujo la que había tenido a los ogros discutiendo y peleando por naderías hasta que la luz asomó y acabó con ellos.

Lo siguiente fue desatar los sacos y liberar a los enanos. Estaban casi asfixiados y muy fastidiados: no les había divertido nada estar allí tendidos, oyendo a los ogros que hacían planes para asarlos, picarlos y cocerlos. Tuvieron que escuchar más de dos veces el relato de lo que le había ocurrido a Bilbo antes de quedar satisfechos.

¡Tiempo tonto para andar practicando el arte de birlar y desvalijar bolsillos! dijo Bombur, Todo lo que queríamos era comida y lumbre.

Y eso es justamente lo que no hubierais conseguido de esa gente sin lucha, en cualquier caso dijo Gandalf. De todos modos, ahora estáis perdiendo el tiempo. ¿No os dais cuenta de que los trolls han de tener alguna cueva o agujero excavado aquí cerca para esconderse del sol? Tenemos que investigarlo,

Buscaron alrededor y pronto encontraron las marcas de las botas de piedra entre los árboles. Siguieron las huellas colina arriba hasta que descubrieron una puerta de piedra, escondida detrás de unos arbustos, y que llevaba a una caverna. Pero no pudieron abrirla, ni aun cuando todos empujaron mientras Gandalf probaba varios encantamientos.

¿Será esto de alguna utilidad? preguntó Bilbo cuando ya se estaban cansando y enfadando. Lo encontré en el suelo donde los trolls tuvieron la discusión. Y extrajo una llave bastante grande, aunque Guille la hubiese considerado pequeña y secreta. Por fortuna se le había caído del bolsillo antes de quedar convertido e piedra.

Pero, ¿por qué no lo dijiste antes? le gritaron Gandalf arrebató la llave y la introdujo en la cerradura.

Entonces la puerta se abrió hacia atrás con un solo en pellón, y todos entraron. Había huesos esparcidos por el suelo, y un olor nauseabundo en el aire, pero había también una buena cantidad de comida mezclada al descuido en estantes y sobre el suelo, entre un cúmulo de cosas tiradas en desorden, producto de muchos botines, desde botones de estaño a ollas colmadas de monedas de oro apiladas en un rincón. Había también montones de vestidos que colgaban de las paredes demasiado pequeños para los trolls; me temo que pertenecían a las víctimas, y entre ellos muchas espadas de diversa factura, forma y tamaño. Dos les llamaron particularmente la atención, por las hermosas vainas y las empuñaduras enjoyadas. Gandalf y Thorin tomaron una cada uno, y Bilbo un cuchillo con vaina de cuero Para un troll no hubiera sido más que un pequeño cortaplumas, pero al hobbit le servía como espada corta.

Las hojas parecen buenas dijo el mago desenvainando una a medias y observándola con curiosidad No han sido forjadas por ningún troll ni herrero humano de estos lugares y días, pero cuando podamos lee las runas que hay en ellas, sabremos más.

Salgamos de este hedor horrible dijo Fíli. Y así sacaron las ollas de monedas y todos los alimentos que parecían limpios y adecuados para comer, así como un barril de cerveza del país todavía lleno. Sintieron ganas de desayunar, y hambrientos como estaban no hicieron ascos a lo que habían sacado de las despensas de los trolls. De las provisiones que habían traído quedaba ya poco, pero ahora tenían pan, queso, gran cantidad de cerveza y panceta para asar a las brasas.

Luego se durmieron, pues la noche no había sido tranquila, y no hicieron nada hasta la tarde. Entonces trajeron los poneys y se llevaron las ollas del oro y las enterraron con mucho secreto no lejos del sendero que bordea el río, echándoles numerosos encantamientos, por sí alguna vez tenían oportunidad de regresar y recobrarlas. En seguida, volvieron a montar, y trotaron otra vez por el camino hacia el Este.

¿Dónde has ido, si puedo preguntártelo? dijo Thorin a Gandalf mientras cabalgaban.

A mirar adelante respondió Gandalf.

¿Y qué te hizo volver en el momento preciso?

Mirar hacia atrás.

De acuerdo, pero ¿no podrías ser más explícito?

Me adelanté a explorar el camino. Pronto se hará peligroso y difícil. Deseaba también acrecentar nuestras pequeñas reservas de alimentos. Sin embargo no había ido muy lejos cuando me encontré con un par de amigos de Rivendel.

¿Dónde queda eso? preguntó Bilbo.

No interrumpas dijo Gandalf. Llegarás allí en pocos días, si tenemos suerte, y lo sabrás todo. Como estaba diciendo, encontré dos de los hombres de Elrond. Huían asustados de los trolls. Por ellos supe que tres trolls habían bajado de las montañas y se habían asentado en el bosque, no lejos del camino. Habían espantado a coda la gente del distrito y tendían celadas a los extraños. En seguida tuve el presentimiento de que yo hacía falta. Mirando atrás, vi fuego a lo lejos y me vine. Así que ya lo sabes ahora. Por favor, ten más cuidado la próxima vez; ¡o no llegaremos a ninguna parte!

¡Gracias! dijo Thorin.

 

1. Una tertulia inesperada
3. Un breve descanso