15. El encuentro de las nubes

 

Volvamos ahora con Bilbo y los enanos. Uno de ellos había vigilado toda la noche, pero cuando llegó la mañana, no había visto ni oído ninguna señal de peligro. Sin embargo, la congregación de los pájaros seguía creciendo. Las bandadas se acercaban volando desde el Sur; y los grajos que todavía vivían en los alrededores de la Montaña, revoloteaban y chillaban incesantemente allá arriba.

Algo extraño está ocurriendo dijo Thorin. Ya ha pasado el tiempo de los revoloteos otoñales; y estos pájaros siempre moran en tierra: hay estorninos y bandadas de pinzones, y a lo lejos pájaros carróñeros, como si se estuviese librando una batalla.

De repente Bilbo apuntó con el dedo: ¡Ahí está el viejo zorzal oirá vez! gritó. Parece haber escapado cuando Smaug aplastó la ladera, ¡aunque no creo que se hayan salvado también los caracoles!

Era en verdad el viejo zorzal, y mientras Bilbo señalaba. votó hacia ellos y se posó en una piedra próxima. Luego sacudió las alas y cantó; y torció la cabeza a un lado, como escuchando; y otra vez cantó, y otra vez escuchó.

Creo que trata de decirnos algo dijo Balin, pero no puedo seguir esa garrulería, es muy rápida y difícil. ¿Puedes entenderla, Bolsón?

No muy bien dijo Bilbo, que no entendía ni jota, pero parece muy excitado.

¡ Si al menos fuese un cuervo! dijo Balin.

¡ Pensé que no te gustaban! Parecías recelar de ellos Cuando vinimos por aquí la última vez.

¡Aquellos eran grajos! Criaturas desagradables de aspecto sospechoso, además de groseras. Tendrías qué haber oído los horribles nombres con que nos iban llamando. Pero los cuervos son diferentes. Hubo una gran amistad entre ellos y la gente de Thror; a menudo nos traían noticias secretas y los recompensábamos con cosas brillantes que ellos escondían en sus moradas.

"Vivían muchos años, y tenían una memoria larga, y esta sabiduría pasaba de padres a hijos. Conocí a muchos de los cuervos de las rocas cuando era muchacho. Esta misma altura se llamó una vez Colina del Cuervo, pues una pareja sabia y famosa, el viejo Carc y su compañera, vivían aquí sobre el cuarto del guardia. Pero no creo que nadie de ese viejo linaje esté ahora en estos sitios.

Aún no había terminado de hablar, cuando él viejo zorzal dio un grito, y en seguida se fue volando.

Quizá nosotros no lo entendamos, pero ese viejo pájaro nos entiende a nosotros, estoy seguro dijo Balin. Observemos y veamos qué pasa ahora.

Pronto hubo un batir de alas, y de vuelta apareció el zorzal; y con él vino otro pájaro muy viejo y decrépito. Era un cuervo enorme y centenario, casi ciego y de cabeza desplumada, que apenas podía volar. Se posó rígido en el suelo ante ellos, sacudió lentamente las alas, y saludó a Thorin bamboleando la cabeza.

Oh Thorin hijo de Thrain, y Balin hijo de Fundin graznó (y Bilbo entendió lo que dijo, pues el cuervo hablaba la lengua ordinaria y no la de los pájaros). Yo soy Roäc hijo de Carc. Carc ha muerto, pero en un tiempo lo conocías bien. Dejé el cascarón hace ciento cincuenta y tres anos, pero no olvido lo que mi padre me dijo. Ahora soy el jefe de los grandes cuervos de la Montaña. Somos pocos, pero recordamos todavía al rey de antaño. La mayor parte de mi gente está lejos, pues hay grandes noticias en el sur... algunas serán buenas nuevas para vosotros, y algunas no os parecerán tan buenas.

"! Mirad! Los pájaros se reúnen otra vez en la Montaña y en Valle desde el sur, el este y el oeste, ¡pues se ha corrido la voz de que Smaug ha muerto!

¡Muerto! ¡Muerto! gritaron los enanos. ¡Muerto! Hemos estado atemorizados sin motivo entonces, ¡y el tesoro es nuestro otra vez! Todos se pusieron en pie de un salto y vitorearon con los gorros en la mano.

Sí, muerto dijo Roác. El zorzal, que nunca se le caigan las plumas, lo vio morir, y podemos confiar en lo que dice. Lo vio caer mientras luchaba con los hombres de Esgaroth, hará hoy tres noches, a la salida de la luna.

Paso algún tiempo antes de que Thorin pudiese calmar a los enanos y escuchar las nuevas del cuervo. Por fin, el pájaro acabó el relato de la batalla, y prosiguió:

Hay mucho de que alegrarse, Thorin Escudo de Roble. Puedes volver seguro a tus salones; todo el tesoro es tuyo, por el momento. Pero muchos vendrán a reunirse aquí además de los pájaros. Las noticias de la muerte del guardián han volado ya a lo largo y ancho del país, y la leyenda de la riqueza de Thror no ha dejado de aparecer en cuentos, durante años y años; muchos están ansiosos por compartir el botín. Ya una hueste de elfos está en camino, y los pájaros carroñeros los acompañan, esperando la batalla y la carnicería. Junto al Lago los hombres murmuran que los enanos son los verdaderos culpables de tanta desgracia, pues se han quedado sin hogar, muchos han muerto, y Smaug ha destruido Esgaroth. También ellos esperan que vuestro tesoro repare los daños, estéis vivos o muertos.

"Vuestra decidirá, pero trece es un pequeño resto del gran pueblo de Durin que una vez habitó aquí, y que ahora está disperso y en tierras lejanas. Si queréis mi consejo, no confiéis en el gobernador de los Hombres del Lago, pero sí en aquél que mató al dragón con una flecha. Bardo se llama, y es de la raza de Valle, de la línea de Giríon; un hombre sombrío, pero sincero. Una vez más buscará la paz entre los enanos, hombres y elfos, después de la gran desolación; pero ello puede costarte caro en oro. He dicho.

Entonces Thorin estalló de rabia: Nuestro agradecimiento, Roác hijo de Carc. Tú y tu pueblo no seréis olvidados. Pero ni los ladrones ni los violentos se llevarán una pizca de nuestro oro, mientras sigamos con vida. Si quieres que te estemos aún más agradecidos, tráenos noticias de cualquiera que se acerque. También quisiera pedirte, si alguno de los tuyos es aún fuerte y joven de alas, que envíes mensajeros a nuestros parientes en las montañas del Norte, tanto al este como al oeste de aquí, y les hables de nuestra difícil situación. Pero ve especialmente a mi primo Dain en las Colinas de Hierro, pues tiene mucha gente bien armada y vive cerca. ¡Dile que se dé prisa!

No diré si es bueno o malo ese consejo graznó Roác, pero haré lo que pueda y se alejó volando lentamente.

¡De vuelta ahora a la Montana! gritó Thorin, Tenemos poco tiempo que perder.

¡Y también poco que comer! chilló Bilbo, siempre práctico en tales cuestiones. En cualquier caso, sentía que la aventura, hablando con propiedad, había terminado con la muerte del dragón en lo que estaba muy equivocado y hubiese dado buena parte de lo que a él le tocaba por la pacífica conclusión de estos asuntos.

¡De vuelta a la Montaña! gritaron los enanos, como si no lo hubiesen oído; así que tuvo que ir de vuelta con ellos.

Como ya estáis enterados de algunos acontecimientos, sabréis que los enanos disponían aún de unos pocos días. Una vez más exploraron las cavernas, y encontraron como esperaban que sólo la Puerta Principal permanecía abierta; todas las demás entradas (excepto, claro, la pequeña puerta secreta) hacía mucho que habían sido destruidas y bloqueadas por Smaug, y no quedaba ni rastro de ellas. De modo que se pusieron a trabajar duro en las fortificaciones de la entrada principal, y en abrir un nuevo sendero que llevase hasta ella. Encontraron muchas de las herramientas de los mineros, canteros y constructores de antaño, y en tales trabajos los enanos eran aún habilidosos.

Entretanto, los cuervos no dejaban de traer noticias. De esta manera supieron que el Rey Elfo marchaba ahora hacia el Lago, y tenían unos días de respiro. Mejor aún, oyeron que tres de los poneys habían huido y se encontraban vagando salvajes allá abajo, en la ribera del Río Rápido, no lejos del resto de las provisiones. Así, mientras los otros continuaban trabajando, enviaron a Fíli y Kili, guiados por un cuervo, a buscar los poneys y traer todo lo que pudieran.

Estuvieron cuatro días fuera, y supieron entonces que los ejércitos unidos de los Hombres del Lago y los Elfos corrían hacia la Montaña. Pero ahora los enanos estaban más esperanzados, pues tenían comida para varias semanas, si se cuidaban sobre todo cram, por supuesto, y muy cansados estaban de ese alimento, pero mejor es cram que nada y ya la Puerta estaba bloqueada con un parapeto alto y ancho, de piedras regulares, puestas una sobre otra. Había agujeros en el parapeto por los que se podía mirar (o disparar), pero ninguna entrada. Entraban y salían con la ayuda de una escalera de mano, y subían con cuerdas las cosas. Para la salida del arroyo habían dispuesto un arco pequeño y bajo en el nuevo parapeto; pero cerca de la entrada habían cambiado tanto el lecho angosto que toda una laguna se extendía ahora desde la pared de la montaña hasta el principio de la cascada que llevaba el arroyo hacia Valle. Aproximarse a la Puerta sólo era posible a nado, o escurriéndose a lo largo de una repisa angosta, que corría a la derecha del risco, mirando desde la entrada. Habían traído los poneys hasta el principio de las escaleras sobre el puente viejo, y luego de descargarlos los habían mandado de vuelta a sus dueños, enviándolos sin jinetes al Sur.

Llegó una noche en la que de pronto aparecieron muchas luces, como de fuegos y antorchas, lejos hacia el sur en Valle.

¡Han llegado! anunció Balin. Y el campamento es grande de veras. Tienen que haber entrado en el valle a lo largo de las riberas del río, ocultándose en el crepúsculo.

Poco durmieron esa noche los enanos. La mañana era pálida aún cuando vieron que se aproximaba una compañía. Desde detrás del parapeto observaron cómo subían hasta la cabeza del valle y trepaban lentamente. Pronto pudieron ver que entre ellos venían hombres del lago armados como para la guerra y arqueros elfos. Por fin, la vanguardia escaló las rocas caídas y apareció en lo alto del torrente; mucho se sorprendieron cuando vieron la laguna y la Puerta Principal obstruida por un parapeto de piedra recién tallada.

Mientras estaban allí señalando y hablando entre ellos, Thorin los increpó: ¿Quiénes sois vosotros dijo en voz muy alta que venís como en guerra a las puertas de Thorin hijo de Thrain, Rey bajo la Montaña, y qué deseáis?

Pero no le respondieron. Algunos dieron una rápida media vuelta, y los otros, luego de observar con detenimiento la Puerta, y cómo estaba defendida, pronto fueron detrás de ellos. Ese mismo día el campamento se trasladó al este del río, justo entre los brazos de la Montaña. Voces y canciones resonaron entonces entre las rocas como no había ocurrido por muchísimo tiempo. Se oía también el sonido de las arpas élficas y de una música dulce; y mientras los ecos subían, parecía que el aire helado se entibiaba, y que la fragancia de las flores primaverales del bosque llegaba débilmente hasta ellos.

Entonces Bilbo deseó escapar de la fortaleza oscura y bajar y unirse a la alegría y las fiestas junto a las fogatas. Algunos de los enanos más jóvenes se sentían también conmovidos, y murmuraron que habría sido mejor que las cosas hubiesen ocurrido de otra manera y poder recibir a esas gentes como amigos. Sin embargo, Thorin fruncía el ceño.

Entonces también los enanos sacaron arpas e instrumentos recobrados del botín y tocaron para animar a Thorin; pero la canción no era una canción élfica y se parecía bastante a la que habían cantado hacía mucho en el pequeño agujerohobbit de Bilbo:

 

¡Bajo la Montaña tenebrosa y alta

el Rey ha regresado al palacio!

El enemigo ha muerto, el Gusano Terrible,

y así una vez y otra caerá el adversario.

La espada es afilada, y es larga la lanza,

veloz la flecha, y fuerte la Puerta,

osado el cor aun que mira el oro;

y ya nadie hará daño a los enanos.

Los enanos echaban hechizos poderosos,

mientras las mazas tañían como campanas,

en simas donde duermen unos seres oscuros,

en salas huecas bajo las montañas.

En collares de plata entretejían

a luz de las estrellas, en coronas colgaban

el fuego del dragón; de alambres retorcidos

arrancaban música a las arpas.

¡El trono de la Montaña otra vez liberado! 

¿Atended la llamada, oh pueblo aventurero! 

El rey necesita amigos y parientes. 

¡Marchad de prisa en el desierto!    

Hoy llamamos en montañas heladas! 

¡regresad a las viejas cavernas! 

Aquí a las Puertas el rey espera, 

las manos colmadas de oro y gemas.    

¡Bajo la Montaña tenebrosa y alta, 

el rey ha regresado al palacio! 

¡El Gusano Terrible ha caído y ha muerto, 

y así una vez y otra caerá el adversario!    

 

Esta canción pareció apaciguar a Thorin, que sonrió de nuevo y se mostró más alegre; y se puso a estimar la distancia que los separaba de las Colinas de Hierro y cuánto tiempo pasaría antes de que Dain pudiese llegar a la Montaña Solitaria, si se había puesto en camino tan pronto como recibiera el mensaje. Pero el ánimo de Bilbo decayó, tanto por la canción como por la charla: sonaban demasiado belicosas. 

A la mañana siguiente, temprano, una compañía de lanceros cruzó el río y marchó valle arriba. Llevaban con ellos el estandarte verde del Rey Elfo y el azul del Lago y avanzaron hasta que estuvieron Justo delante del parapeto de la Puerca. 

De nuevo Thorin les habló en voz alta. ¿Quiénes sois que llegáis armados para la guerra a las puertas de Thorin hijo de Thrain, Rey bajo la Montaña? Esta vez le respondieron. 

Un hombre alto de cabellos oscuros y cara ceñuda se adelantó y grito: ¡Salud, Thorin! ¿Por qué te encierras como un ladrón en la guarida? Nosotros no somos enemigos y nos alegramos de que estés con vida, más allá de nuestra esperanza. Vinimos suponiendo que no habría aquí nadie vivo, pero ahora que nos hemos encontrado hay razones para hablar y parlamentar. 

¿Quién eres tú y de qué quieres hablar? 

Soy Bardo y por mi mano murió el dragón y fue liberado el tesoro. ¿No te importa? Más aún, soy, por derecho de descendencia, el heredero de Girion de Valle, y en tu botín está mezclada mucha de la riqueza de los salones y villas de Valle, que el viejo Smaug robó. ¿No es asunto del que podamos hablar? Además, en su última batalla Smaug destruyó las moradas de los Hombres de Esgaroth y yo soy aún siervo del gobernador. Por él hablaré, y pregunto si no has considerado la tristeza y la miseria de ese pueblo. Te ayudaron en tus penas, y en recompensa no has traído más que ruina; aunque sin duda involuntaria. 

Bien, éstas eran palabras hermosas y verdaderas. aunque dichas con orgullo y expresión ceñuda; y Bilbo pensó que Thorin reconocería en seguida cuánta justicia había en ellas. Por supuesto, no esperaba que nadie recordara que había sido él quien descubriera el punto débil del dragón; y esto también era justo, pues nadie lo sabía. Pero no tuvo en cuenta el poder del oro que un dragón ha cuidado durante mucho tiempo, ni los corazones de los enanos. En los últimos días Thorin había pasado largas horas en la sala del tesoro, y la avaricia le endurecía ahora el corazón. Aunque buscaba sobre todo la Piedra del Arca, sabía apreciar las otras muchas cosas maravillosas que allí había, unidas por viejos recuerdos a los trabajos y penas de los enanos. 

Has puesto la peor de tus razones en el lugar último y más importante respondió Thorin. Al tesoro de mi pueblo, ningún hombre tiene derecho, pues Smaug nos arrebató junto con él la vida o el hogar. El tesoro no era suyo, y los actos malvados de Smaug no han de ser reparados con una parte. El precio por las mercancías y la ayuda recibida de los Hombres del Lago la pagaremos con largueza... cuando llegue el momento. Pero no daremos nada, ni siquiera lo que vale una hogaza de pan, bajo amenaza o por la fuerza. Mientras una hueste armada esté acosándonos, os consideraremos enemigos y ladrones. 

"Y te preguntaría además qué parte de nuestra herencia habrías dado a los enanos si hubieras encontrado el tesoro sin vigilancia y a nosotros muertos. 

Una pregunta justa respondió Bardo Pero vosotros no estáis muertos y nosotros no somos ladrones. Por otra parte, los ricos podrían compadecerse, y aun en exceso, de los menesterosos que les ofrecieron ayuda cuando ellos pasaban necesidad. Y aún no has respondido a mis otras demandas. 

No parlamentaré, como ya he dicho, con hombres armados a mi puerta. Y de ningún modo con la gente del Rey Elfo, a quien recuerdo con poca simpatía. En esta discusión, él no tiene parte. ¡Aléjate ahora, antes de que nuestras flechas vuelen! Y si has de volver a hablar conmigo, primero manda la hueste élfica a los bosques a que pertenecen, y regresa entonces, deponiendo las armas antes de acercarte al umbral. 

El Rey Elfo es mi amigo, y ha socorrido a la gente del Lago cuando era necesario, sólo obligado por la amistad respondió Bardo Te daremos tiempo para arrepentirte de tus palabras. ¡Recobra tu sabiduría antes que volvamos! Luego Bardo partió y regresó al campamento. 

Antes de que hubiesen pasado muchas horas, volvieron los portaestandartes, y los trompeteros se adelantaron y soplaron. 

En nombre de Esgaroth y el Bosque gritó uno, hablamos a Thorin hijo de Thrain, Escudo de Roble, que se dice Rey bajo la Montana, y le pedimos que reconsidere las reclamaciones que han sido presentadas o será declarado nuestro enemigo. Entregará, por lo menos, la doceava parte del tesoro a Bardo, por haber matado a Smaug y como heredero de Girion. Con esa parte, Bardo ayudará a Esgaroth; pero si Thorin quiere tener la amistad y el respeto de las tierras de alrededor, como los tuvieron sus antecesores, también él dará algo para alivio de los Hombres del Lago. 

Entonces Thorin tomó un arco de cuerno y disparó una flecha al que hablaba. Golpeó con fuerza el escudo y allí se quedó clavada, temblando. 

Ya que ésta es tu respuesta dijo el otro a su vez, declaro la Montana sitiada. No saldréis de ella hasta que nos llaméis para acordar una tregua y parlamentar. No alzaremos armas contra vosotros, pero os abandonamos a vuestras riquezas. ¡Podéis comeros el oro, si queréis! 

Los mensajeros partieron luego rápidamente y dejaron solos a los enanos. Thorin tenía ahora una expresión tan sombría, que nadie se hubiera atrevido a censurarlo, aunque la mayoría parecía estar de acuerdo con él, excepto quizá el gordo Bombur, Fíli y Kili. Bilbo, por supuesto, desaprobaba del todo el cariz que habían tomado las cosas. Ya estaba bastante más que harto de la Montaña, y no le gustaba nada que lo sitiaran dentro de ella.

Todo este lugar hiede aún a dragón gruñó entre dientes, y eso me pone enfermo. Y además empiezo a notar que el cram se me queda pegado a la garganta.