El hijo de Melkor

Y así, una nueva guerra comienza...

Yondo Melko. Ar sin vinya ohta pantas

Por Mânawenûz

Relato de aficionado basado en Los Cuentos Perdidos y El Silmarillion, e introducción al juego del Foro Interpretativo “Ar sin vinya ohta pantas”. Cuenta principalmente la historia de Fankil el Hijo de Melkor, Nornorë el Heraldo de los Valar, (según Los Cuentos Perdidos) y un poco de Maiwëndil, personaje creado por el autor de este relato.

 

Introducción

Años, miles de años atrás, cuando todas las esperanzas de paz de los Elfos y los Hombres de Beleriand se desvanecían, Eärendil, el Marinero, representando a ambas razas, llegó a Valinor, y allí pidió perdón y ayuda en contra de Morgoth, el enemigo oscuro. Los Valar resolvieron atacar a Morgoth, y así se libró la más grande de todas las batallas hasta entonces, La Guerra de la Cólera, que cambió la forma del mundo. En esta batalla, Morgoth y sus sirvientes fueron derrotados, algunos fueron muertos y otros fueron llevados prisioneros para ser juzgados en el Máhanaxar, El Anillo del Juicio.

Entre los seres que fueron llevados a Valinor a juicio se encontraba el capitán de los Úvanimor, Fankil, también llamado el Hijo de Melko, este se rindió ante Eönwë temiendo más morir en sus manos que enfrentar el juicio de los Valar.

Pero Makar, el gran Vala luchador, el asesino de enemigos, organizador de grandes torneos de fuerza, quien solo ha perdido ante Tulkas, pensó en tomar a Fankil como su prisionero, pues los guerreros de Valinor tenían la fuerza para contender contra él, pero ninguno el odio y la malicia misma de Melkor. Así creyó que tendría un digno rival más cercano que aquellos a su poder.

El juicio de Fankil pronto se abriría…


El orgulloso Rey

Las tinieblas invadían el recinto, una puerta de hierro indestructible protegía la morada, y dentro estaba el trono, glorioso y oscuro, y sobre él, el Rey. Pero algo extraño sucedía, había incertidumbre en la mente del Señor, no sabía por qué.

Pero el Rey era orgulloso, pues su poder se extendía cada vez más, y nada parecía detenerlo, dentro de poco tiempo habría orden en esas Tierras, y él sería el regente, y todo se celebraría conforme a sus designios.

Entonces llegó su sirviente más poderoso y se acercó al trono.

– Mi Señor, una nueva luz brilla en el Occidente, como una estrella que se hunde en el mar y se vuelve a elevar gloriosa,  y no parece una de las hijas de la Señora de Aman, pues brilla con mas intensidad y navega a su antojo, y los hombres la llaman Gil-Estel.

– No hables a la ligera de aquellos a quienes no conoces, Ella no ha de mencionarse en este lugar!!! Conozco esa luz, – el tonó de su voz cambió, suavizándose amargamente, y una duda lo invadía – Gil-Estel… pero no hay esperanza, esa luz no volverá, ni traerá consigo salvación alguna, pues los Señores de Occidente los han olvidado por completo. Ahora soy realmente el Rey de esta Tierra, nadie se atreverá a desafiarme!!! Yo, Ainu Melko, traeré orden en las tierras de aquende y no me llamarán más Morgoth – su voz se elevó ahora gloriosamente.

     Así será mi señor.

– Llama a Sauron, dile que tengo un asunto de importancia que tratar con él, que no tarde.

– Si mi señor.

Fankil partió deprisa y fue en busca de Sauron, como su Amo se lo había pedido, y no notó la duda que las palabras de Morgoth contenían, solo puso atención en la gloria que este prometía, pues él tendría gran beneficio, mas del que ya gozaba, pues Gothmog había muerto, y ahora solo él era llamado El Hijo de Melko, aunque falsamente. Y pronto comunicó su mensaje a su otro Señor.

Sauron llegó solo en poco tiempo al trono de Morgoth

– Mi Rey me ha llamado y he acudido con la mayor prontitud. – Sauron se inclinó ante su Rey.

– Un asunto de menor importancia pero que quisiera tratar ahora.

– Se cual es ese asunto, pues he visto que el crepúsculo ha cambiado, más no lo llamaría poco importante, pues la ira de nuestro mayor enemigo ha descansado durante mucho tiempo y mi sabiduría no me asegura que dormirá para siempre.

– No nos atacarán abiertamente, pero si tu corazón te dice que hemos de estar prevenidos, lo estaremos, en unos días prepararemos el ataque final, sin prisa, pues esta vez será letal, ya quedan pocos, solo dos de la estirpe maldita, y algunos otros que se han mezclado entre ellos, tontos. Estemos atentos entonces.

– Como usted lo ordene, mi Señor.

Sauron partió, pero él si logro notar la duda en la cara de su amo y en el camino se encontró con Fankil y le dijo: – Yondo Melko, ve con nuestros aliados los hombres del pueblo de Uldor y traelos a mi, pues han de prepararse desde ahora para el golpe final, seré el capitán de ellos y tu conducirás a los Úvanimor y los orcos.

Y Fankil, quien solo servía a dos señores contestó: – Y quien conducirá a los Valaraukar y los Urulóki?

     Ellos tendrán un capitán, ve ahora.

     Así será mi señor.

Y Fankil partió a cumplir sus órdenes llevando consigo una bestia para transportarse velozmente, y en el camino cometió actos despiadados, pues sus deseos no eran como los sus malvados jefes que deseaban ordenar Arda sin importar los métodos utilizados, él se limitaba solo a la maldad con la que había sido criado, y sacrificaba vidas humanas en nombre de Melko, y lograba que otros hicieran sacrificios en nombre suyo, en verdad sentía el sufrimiento de esas almas perdidas, mientras su poder se alimentaba y crecía cada vez que lo percibía, grandes artes había aprendido de sus amos y los demás seres que lo rodeaban, por eso lo llamaban El Hijo de Melko.

            Pronto llegó al Este y reunió un gran ejército de hombres, la mayor parte era gente del pueblo de Uldor, que lo seguirían y pelearían del lado de Morgoth en esa batalla que terminaría por demostrar el poderío del Señor Oscuro.

            Pero antes que él, otro ejército había partido ya, y estaba camino a Angband, pero nadie lo supo.


Los Reyes de Aman

            Glorioso era el poder de este ejército, como nunca antes se vio ni se verá después, cientos de barcos en forma de cisnes desembarcando en la Baiha de Balar, eran los Vanyar y los Noldor, y los barcos de los Teleri. Nadie esperaba su llegada, sin embargo esta no fue silenciosa.

Las trompetas de los Vanyar sonaron primero, y el Rey Supremo fue el primero en pisar las tierras que una vez lo vieron nacer, una vez se dijo que Ingwë, Rey Supremo de todos los Elfos, volvió su espalda a esas tierras cuando llegó a Aman, pero la tradición original cuenta algo distinto.

            Unas horas después, desembarcó Finarfin, y con él los Noldor de Aman. Por último, Olwë de Alqualondë bajo de su nave, la de mayor esplendor, el único de los Teleri que piso esa tierra.

            El encuentro de los tres Señores Elfos en esas tierras fue glorioso, soberbio, y a esa misma hora la luz de Anar brilló con gran intensidad y hubo música de trompetas y tambores con tonos triunfales. Entonces Olwë habló: – He cumplido con lo que prometí a mi Señora Elwing, ahora regreso con los míos, y a ustedes los esperaré a bordo no importa cuanto tiempo les tome regresar.

– Años pasarán, pues la batalla no será fácil – contestó Ingwë – pero a mi no me esperen. Ahora vamos al encuentro del enemigo, ningún elfo de estas tierras tendrá lugar en esta batalla, pues demasiado han sufrido y ya muchas vidas se han perdido. Ahora, – volteó hacia el otro Rey – hijo de Finwë ve a cumplir con tu deseo, pues atacaremos pronto.

Nadie entendió las primeras palabras del Rey, pero se cuenta que Ingwë habló con Mandos antes de partir y no escuchó su advertencia de permanecer en Valinor.

Finarfin fue al encuentro de su hija y enseguida partió a la guerra. Fue un encuentro breve, y muchas lágrimas se derramaron, padre e hija y los ahí presentes, lágrimas de emoción, lágrimas de esperanza, y lágrimas de resignación, pues Galadriel no hizo caso a su padre y no volvió a Valinor, no en ese momento, y hubo música nostálgica, y Finarfin la beso en la frente y le dijo: – Mi muy amada hija, es tu decisión, y una vez más tendrás mi apoyo, pues veo el gran amor que te ata a estas tierras y en verdad has crecido, llegará el tiempo en que nos encontraremos una vez mas en los jardines de Lórien, y tu hermano y Yo te esperaremos.

Y ella lloró y contestó – Ada, grande es mi amor por esta tierra, como lo es mi amor por mi padre, dale de mi parte a tu regreso un beso a mi hermano, quien ahora te espera en Aman, pues mi corazón me dice que regresarás glorioso a Occidente.

Y la hermosa hija de Finarfin fue a dar la buena nueva a los suyos.

Finarfin partió con sus huestes al encuentro de los Vanyar, y el numeroso ejército se dirigió hacia el norte, dispuestos a atacar y derrotar al enemigo, pelearían de frente y Angband se estremecería. El viaje fue largo, pero al fin llegaron a las tierras del norte, muy a lo lejos, una barrera bloqueaba el camino, Ered Engrin, las Montañas de Hierro, el enemigo no estaba lejos. Esa noche acamparían y prepararían el ataque, juntos Ingwë y Finarfin.

– Una luz dorada brilla en tus ojos. Así que ha decidido permanecer aquí. – dijo Ingwë, que leía el pensamiento de Finarfin.

– No volverá ahora, verdaderas penas la atan a esta tierra y no la abandonará pronto, no sé si volveré a verla.

– La verás. Ella tiene una tarea en estas tierras, y ha de cumplirla, por ahora esta no es su guerra, pero demostrará su sabiduría.

El plan estaba listo, y pocas horas después amanecería, atacarían a plena luz del día.

La mañana llegó. Morgoth en verdad no esperaba ataque alguno, y súbitamente escuchó lejanas las trompetas de los Vanyar, y temió, pues en su mente vio al ejército de Ingwë y Finarfin mucho más poderoso que sus huestes, sin embargo no más numeroso. Confundido, envió miles de orcos al ataque, Las torres de Thangorodrim se estremecieron, y el ejército de Angband, mayor en número, hizo frente a los Reyes de Aman.

Entonces al ver salir a los orcos de los picos de las Montañas de Hierro, Ingwë gritó en la hermosa lengua de los elfos de Aman, con una voz que se escuchaba como un canto desafiante: –

“Despertad hermanos Eldar!

ha llegado la hora,

la batalla es aquí, es ahora,

el enemigo está enfrente,

conocerá el filo de nuestra espada,

la punta de nuestra flecha,

los Poderes están arriba de nosotros,

del negro cielo saldrán en nuestra ayuda,

y nosotros somos su cólera!

a mí hermanos, a la victoria,

a cantar la gloria de los Eldar

            Y así la batalla comenzó. Los elfos ganaban terreno y estaban ya a los pies de las Montañas de Hierro, a pesar de ser superados en número, no podían ser contenidos, y cada vez se acercaban más al castillo del Señor Oscuro, los orcos no podían contra un ejército tan poderoso, ordenado y terrible. Entonces del este se escuchó un sonido desafiante, una música de trompetas con tonos graves, y alcanzaron a ver los estandartes negros de Fankil, y con él venían los Úvanimor, y detrás de ellos los hombres aliados de Morgoth. Entonces el ejército de los Elfos se vió disminuido. Fankil derribó decenas de elfos, y ni las espadas ni las lanzas lo alcanzaban, se dice que en batalla, Fankil es el mejor guerrero de entre todos los agentes de Melkor, y aprendió magia oscura del propio Melkor, y otros poderes de Sauron, y usaba estas enseñanzas a la hora de pelear, y esto acrecentaba su furia y su poder.

Pero a esa misma hora, del sur llegaron los Edain en ayuda de los Eldar, y se dice que Elrond y Elros venían con ellos, pues habían escuchado las noticias de Galadriel. La batalla ahora estaba balanceada.

            Pero Morgoth era aún poderoso, y lanzó un gran ataque, y numerosos Balrgos y otros espíritus malignos llegaron al encuentro, y Sauron estaba allí, conduciéndolos. Entonces Finarfin habló con Ingwë, y le pidió retroceder y planear una mejor estrategia, y le dijo: – Este enemigo es de un poder mayor al imaginado, pues traen el fuego y la sombra a la vez con ellos, y su conductor se acerca a nosotros, veo su mirada que nos busca.

–  No!gritó Ingwë – los Poderes están con nosotros, y no tardarán en llegar, no cederemos el terreno ganado al enemigo, esperad, esperad!

            – Entonces pelearemos por la gloria de los Eruhíni – contestó Finarfin –, adelante Eldar, adelante Edain, el Sol saldrá y las cenizas se apaciguarán.

            Entonces Finarfin y su ejército se enfrentaron con gran furia a los poderosos Úvanimor, y en este encuentro, el Rey de los Noldor mató a muchos enemigos. Pero entonces lo encontró Fankil, y la situación se volvió sombría, el Rey de los Úvanimor era enorme, pero Finarfin no se amedrentó y estaba listo para el combate, aunque este le pudiera causar la muerte. A esa hora se escuchó el rugir de Fankil y todos huyeron de ese lugar, todos, excepto Finarfin, que ahora lucía como su hermano Fingolfin, alto, poderoso y desafiante, sin temor a la oscuridad que el Úvanimo desplegaba, e imitó las palabras de su hermano en aquel valiente enfrentamiento que tuvo contra el Ser más poderoso de Angband. A lo que Fankil solo respondió: – Calla insensato, y prepárate para morir, como murieron tus dos hijos a manos mías, insensatos también, al confiar en el débil Sitio.

Pero por el otro lado, Ingwë y sus huestes iban delante, derribando orcos, fue entonces que salieron a su encuentro numerosos Balrogs, y Sauron venía detrás, el enemigo era de un poder inimaginable, y al ver tan cerca el peligro, el Rey volteó al cielo y vio a una gran águila, entonces clamó a Manwë: – Es hora mi Señor, ahora te veo. Escúchame! El fuego no puede ser apagado!

De repente las tinieblas se esparcieron y el cielo se abrió, y unas trompetas desafiantes clamaron desde el cielo, y por tierra aparecieron los estandartes blancos de los Valar. El ejército era glorioso, y Sauron vio entre ellos a muchos espíritus jóvenes que el no conocía, pero que eran terribles, terribles y hermosos. Del otro lado, Fankil retrocedió y fue en busca de Sauron, y los Hombres piensan que esta acción salvó al Rey de los Noldor en Amán, pues para ese momento Fankil había crecido en furia y fuerza, y a la vista causaba más temor que el mismísimo Gothmog y los Balrog. No obstante Finarfin gritó con gran fuerza – Valinor!!! –  Y los demás ganaron fuerzas.


Las torres de Thangorodrim se quiebran

–  Aiya Eönwë-Úrion – cantó Ingwë, que en el cielo veía al hijo de Manwë aparecer glorioso, y con él muchos de los Mánir y los Súruli, los espíritus del aire de Manwë. Y por tierra apareció Tulkas, y lo seguían Oromë, y Ómar, y Salmar, y muchos de los Maiar más jóvenes, entre ellos Telimektar, hijo de Tulkas, que había madurado. Hermoso y terrible era ahora el ejército, y Beleriand se encendió, y conoció La Guerra de la Cólera.

La batalla fue dura, incesante, y duró muchos años, y lo que aquí se cuenta no es nada comparado con lo que los ojos de esos guerreros vieron en aquella ocasión.

Los Elfos y los Hombres que peleaban del lado de los Valar cobraron valor y fuerzas, y atacaron al enemigo sin importar el tamaño de este.

Mientras tanto, Tulkas repartía golpes mientras reía y todos corrían de él. Oromë que había llegado montado en su caballo Nahar manejaba la espada con maestría, y todos se alejaban espantados al ver su furia. Ómar también manejaba las armas y buscaba a Sauron para combatirlo. Pero Eönwë era un verdadero líder, y su cólera causaba temblores por tierra y truenos por aire, y quienes lo veían pelear encendían cada vez más sus corazones. Eönwë se dirigía a las Torres de Thangorodrim y los Balrogs le cerraban el paso, pero encontraban una muerte rápida.

He aquí que Sauron ordena a Fankil dirigir un ataque en contra de Tulkas y Oromë y su gente, y este fue numeroso, y aunque los dos Valar combatían sin ser derribados, lograron ser contenidos largo rato. Sauron se retiró y se dirigía con su amo, pero en el camino se encontró con Telimektar, que ya no era el joven que antes había conocido, y pelearon frente a frente, y muchos de los ahí presentes pararon de luchar y veían el espectáculo. Pero Sauron era poderoso, y sus manos eran como el fuego, y manejaba mejor las armas, y Telimektar peleaba como su Padre, solo con los puños, así fue que Sauron recibió fuertes golpes, pero estos fueron contestados, y logró herir a Telimektar en la rodilla, el jovén cayó hincado y Sauron lo levantó del cuello, Telimektar sintió el fuego de las manos de Sauron en su cuello y hubiera muerto en ese instante, pero llegó Ómar y retó a Sauron, diciendo – Por fin nos encontramos falso e hipócrita Aulendil, ahora tienes un nuevo rival.

Sauron soltó a Telimektar y se preparó para pelear con Ómar, el más joven de los Valar, y mas joven incluso que Sauron mismo, pero Fankil que había visto todo, quería probar su fuerza con rivales más grandes, y se puso en medio de los dos Ainur, por tanto Sauron se dirigió a las torres de Thangorodrim.

Una nueva lucha cuerpo a cuerpo se libraba, y Fankil tenía un aspecto horroroso, pero Ómar no le temía, entonces comenzó la pelea, Ómar blandía una espada, y Fankil llevaba una lanza de doble filo, pero esta fue partida en dos, entonces Ómar arrojó su espada y se lanzó contra Fankil y lo derribó en dos ocasiones, pero el capitán de los Úvanimor se levantó ganando fuerzas, y en la pelea aprovechó un tropiezo de Ómar, al cual sujeto por la espalda, y este ya no pudo zafarse. Fankil lo golpeó contra el suelo, había vencido al más joven de los Valar.

Ómar hubiese sido exterminado, pero en ese mismo instante, cuando Fankil cantaba su victoria, levantó la vista y vio como Eönwë exterminaba cantidad impresionante de Balrogs, y entonces volteó a sus espaldas y vio a Tulkas y Oromë salir airosos de sus enemigos, ayudados por los Noldor que derribaban grandes y feroces enemigos, entre ellos Balrogs y Úvanimos. Y los demás Valar y Maiar tenían sometidos a sus enemigos. Entonces Fankil alcanzó a ver la mirada de Oromë, que desde lejos se fijaba contra él, entonces se dio cuenta, estaban siendo derrotados, y con gran espanto soltó a Ómar y corrió.

Pero de todo esto tenía conocimiento Morgoth, entonces lanzó un último y desesperado ataque, y este ahora era conducido por Ancalagon, el dragón negro más grande que haya existido jamás, y decenas de dragones alados salieron de lo más profundo de Angband.

Fuerte fue el ataque, y ruinoso para los Valar, aún los más grandes retrocedían ante el fuego de los dragones, además Morgoth había mandado junto con ellos poderosos temblores y truenos en el cielo, que era como un infierno. Por tal motivo, Sauron volvió al ataque con los Balrgos y Fankil cobró fuerzas, y ayudados por el fuego de Ancalagon derribaron a muchos del Ejército de Occidente, por ahora, la gloria era para el capitán de Angband.

Mas he aquí que del cielo llegó Eärendil, y con él traía la luz del silmaril, y no venía solo, pues Thorondor le acompañaba con su ejército de grandes águilas. Juntos derribaron a muchos dragones, y Thorondor demostró el poder que Manwë había puesto sobre él, y derribó mas dragones que cualquiera de los ahí presentes; ni Vala, ni Maia, ni Eruhíni alguno, ha derribado nunca tal cantidad. Pero la gloria fue para Eärendil, pues él mismo se enfrentó al enorme Ancalagon, y fue este un encuentro para muchos espectacular. Ancalagon buscaba la barca de Eärendil mientras derriba a sus enemigos y por fin se encontró con el hijo de Tuor, quien ayudado por el silmaril resistió el embate del dragón, mas he aquí que Eärendil tomó su arco, y con una flecha hirió al Gran Gusano justo en el ojo, quien gritó mas fuerte que el sonido de un trueno; herido gravemente voló hacia lo más alto del cielo, echando humo y lanzando gritos de dolor, pero Eärendil fue contra él y lo impactó con su nave Vingilot con tal fuerza, que el dragón cayó desde el cielo a gran velocidad dejando una ráfaga de humo; la tierra vibró cuando cayó, pero aunque herido,  estaba vivo, y se levantó, pero Eärendil no lo dejaría escapar, por tanto bajó de Vingilot y con su espada terminó con la vida del más grande de todos los dragones que jamás haya existido, y fue esa la única vez que Eärendil volvió a pisar tierras mortales.

A esa hora, Eönwë combatía por tierra a los Balrgos y otros Dragones, y todos caían derribados, y cuando vieron que por aire, Morgoth había sido vencido, algunos pocos Balrogs escaparon y se escondieron, y muchos dragones lograron escapar, entre ellos un Dragón de Hielo que había servido fielmente a Fankil, y durmió por incontables años, hasta escuchar otra vez el llamado de su Amo. Pero Sauron y Fankil aguantaban juntos, y estaban a unos pasos de Eönwë, quien se dirigía hacia ellos, por tal motivo Sauron cedió su puesto a Fankil, pues tenía que prevenir a su Amo; habían perdido la batalla.

Eönwë se abrió paso entre los Balrogs que comandaba ahora Fankil, y por fin los capitanes se encontraron. Fankil quedó inmóvil, aterrorizado, entonces pudo levantar su enorme brazo y en ese instante, sin que él lo viera, recibió un fuerte golpe de Eönwë y fue arrojado a gran distancia y cayó de bruces, y al voltearse estaba de nueva cuenta Eönwë sobre él, por tanto Fankil rogó por su vida y pidió piedad. Su primer ruego le fue concedido, pero no el segundo, y fue capturado y encadenado por el mismo Hijo de Manwë.

En seguida, Eönwë se elevó a los aires y sacudió las Torres de Thangorodrim de un solo golpe, y la fuerza de su golpe llegó hasta las mismas raíces de la tierra sobre la cual fueron edificadas las torres y provocó un gran cambio en el eje del mundo. Pero las poderosísimas torres de Morgoth, ahora agrietadas, seguían en pie, entonces Tulkas golpeó dos veces los fuertes cimientos de las torres con una fuerza que jamás se volverá a ver, que hasta los ríos reaccionaron a tal fuerza y se desbordaron, y la tierra volvió a temblar. Las torres todavía seguían alzadas, casi en ruinas, pero aún orgullosas del poder con el que habían sido levantadas. Fue entonces que del Occidente llegó a gran velocidad un viento que rugía como la voz de una furia de enorme magnitud, y se impactó en las Torres, que por fin cayeron, partidas en tres pedazos. Y dicen que ese viento era la voz del mismísimo Manwë, quien desde Taniquetil lo observaba todo.

Las Torres de Thangorodrim habían sido derribadas.

Luego Oromë bajó de su caballo Nahar, y tomó su cuerno, el Valaróma, y sopló con tal fuerza que todos los edificios de Angband se derrumbaron, y las Torres, ya caídas y separadas de sus cimientos, volaron en mil pedazos. Luego, Ulmo no pudo contener tanta fuerza desatada por sus semejantes y fue soltando inevitablemente impresionante cantidad de agua, que inundó paulatinamente lo que quedaba de Beleriand.

            Así se decidió esta batalla, que aunque aquí parece breve, tardó años en resolverse. Los Reyes Elfos de Amán salieron victoriosos, y vengaron a sus hermanos contra el mal de Morgoth. Pero aunque la ayuda llegó a tiempo para Ingwë y Finarfin, el primero cayó en manos de los Balrogs, entonces del cielo llegó Thorondor y se llevó el cuerpo del Rey Supremo de los Eldar. Triste fue esa hora, y el Rey no fue velado, ni tuvo tiempo para ver la victoria ni despedirse de sus hermanos, que lloraron la pérdida y lamentaron esa salida del Rey al mundo, pero Thorondor se llevó el cuerpo de Ingwë, e Ingil, su hijo, había regresado hace tiempo a Valinor y allí se encontró con Manwë, y en otra parte, se dice que Ingwë permanece sentado a los pies de las potestades, y es reverenciado por todos los Elfos.

            Asi, Sauron fue a avisar a Morgoth que habían perdido la batalla y que las torres habían sido derribadas, y le pidió a su amo que huyera lejos, a lo más profundo de la tierra, y que se encontrara junto con los Balrogs que habían escapado, a lo que Morgoth le contestó que era demasiado tarde, y las palabras que le dijo se cantan en otra balada, pues Morgoth aceptó su fracaso al intentar destruir la luz en dos ocasiones, y le pidió a Sauron que huyera y siguiera con sus enseñanzas, pues el sería su sucesor.

Sauron accedió a los deseos de su amo y huyó rápidamente hacia lo más profundo de Angband, pues los Valar ya estaban dentro de la fortaleza. Pero en el camino se topó una figura que le parecía conocida, pero que lucía hermoso como uno de los Vanyar.

     No escaparás por este camino –  le dijo

–  Te conozco, – contestó Sauron – no eres un Mánir ni un Súruli, eres un tonto Manwëndil, no te interpondrás en mi camino, vuelve con tus amigos Eldar y vístete como uno de ellos, pues no dudaré en derribarte, viejo Olórin.

            –  Lo harás talvez, –  contestó el Maia Olórin –  Yo luego tendré mi oportunidad y seré quien te derribé, mas hoy aquí te detendré hasta que seas encadenado como el monstruo al que Tú y tu Amo han criado.

            Entonces Sauron con una furia increíble lanzó una poderosa magia en contra de su adversario, y este la detuvo con su magia blanca, pero como lo había dicho Sauron, él mismo fue el vencedor, pues el Terrateniente de Melkor, inundado de una terrible ira, en poco tiempo apartó a Olórin y siguió su camino, no en vano, esos escasos minutos fueron de suma utilidad. Terrible fue la fuerza que Sauron utilizó en aquella ocasión, y la combinó con cantos malignos de extremo poder. Desde ese momento, Olórin le temió a Sauron, pero ciertamente, es él el más sabio de todos los Maiar, y las dos cosas que dijo fueron verdad, pues muchos años después tendría su oportunidad y lo derrotaría. Y ahora, en este enfrentamiento, le quitó valioso tiempo, que fue suficiente para ser capturado. Así fue que Eönwë le cerró el paso a Sauron, quien finalmente no puso resistencia y se rindió.

            Pero ahora Morgoth vió que Sauron, su principal y más poderoso sirviente, fue capturado, entonces huyó hacia lo más profundo de la tierra, pero hasta ahí lo alcanzaron los Valar, por tanto Morgoth pidió piedad, pero no le fue concedida y fue mutilado, y una vez mas encadenado con Angainor, la cadena de Aulë. Entonces Eönwë le quitó dos hermosas joyas de su corona, los Silmarils.

            Así, los tres seres malignos más fuertes de toda Arda fueron derrotados y capturados, pero no se les juzgó juntos, y solo Morgoth fue inmediatamente arrojado al vacío intemporal. Luego de su captura, Fankil fue enviado de inmediato al Máhanaxar, amarrado y con los ojos vendados, pues no se le concedería la dicha de ver la beatitud de Valinor, ahí sería juzgado por Mandos. La suerte de Sauron no se cuenta en este relato, pero es bien conocido que se las arregló para luego escapar. En aquella ocasión Eönwë, le habló con palabras duras, pero sin tratarlo como un ser inferior, y antes de que Eönwë regresara a Valinor, Sauron prometió obediencia.

–  Pido perdón – habló Sauron – por todas las injurias cometidas por este, ahora tu servidor. Oh muy poderoso Heraldo de Occidente. Prometo obediencia, y si me es permitido repararé los daños causados en mi ceguera.

A lo que Eönwë contestó – No seré Yo quien te juzgue ni te perdone, puedes reparar tus daños, pero haz de regresar a Amán para ser juzgado allí por Manwë. Yo en pocos días regresaré y espero que me sigas.

            Así pues, Eönwë regresó a Valinor. Pero como se dijo, Sauron, que estaba realmente arrepentido, aunque solo por temor al poder de los Valar, se las arregló para huir y esconderse en la Tierra Media, se cree que aprovechó un momento de desconcierto, cuando a las Huestes de Eönwë les fueron arrebatados los silmarilis por aquellos que reclamaban ser sus legítimos herederos. Pero su historia posterior no se cuenta aquí. Solo ha de saberse que se convirtió en un nuevo Señor Oscuro de gran poder durante muchos años, y finalmente fue derrotado por los mortales con la ayuda del Maia Olórin, y su espíritu se desvaneció del mundo para siempre. Y es éste último un hecho de gran importancia para este relato, pues se pensaba que sin Morgoth ni Sauron en el mundo, la paz reinaría por largos años, tanto en tierras mortales como inmortales, pero estas últimas serían una vez más manchadas con sangre, derramada por un nuevo vástago de la maldad de Morgoth.


El Juicio y Cautiverio de Fankil

Se ha dicho cómo fue derrotado el más grande enemigo del mundo y junto con él muchos de sus más fuertes aliados. Pero ahora se cuenta la historia de cómo uno de entre los que se consideraba de los más crueles sirvientes de Morgoth fue juzgado y su historia posterior.

Al juicio convocado por Mandos, no asistieron Manwë, ni Ulmo, ni Valie alguna, pero estuvieron presentes Aulë, y Tulkas, y Eönwë, como principales Jurados. Aulë habría estado ausente, pero asistió por los grandes males que Fankil obró en contra de los Naugrim. A última hora llegó Makar solo y sin invitación, y Tulkas cerró el puño y le impidió el paso, también Aulë lo reprendió, pues no olvidaba que Makar y su hermana Meásseë habían sido los primeros en unirse a la discordancia de Melkor en la Música de los Ainur. Pero Makar, el único espíritu que no teme los puños de Tulkas, aunque empuñó su lanza, habló con tino, y en verdad había llegado en paz y no deseaba ningún mal, por tanto le fue concedido el paso.

Durante el juicio, el semblante de Fankil cambió, y con su forma corporal diabólica, rogó piedad, pues se ha de saber que Fankil puede cambiar de forma, arte que aprendió de su amo Melko, y también de su lugarteniente Gorthaur. Pero Aulë se levantó y dijo: – En verdad Fúkil (Fankil) ha corrompido hombres y enanos inocentes volviéndolos a la causa de su Amo, y ha pedido que le rindan culto a Melkor y a él mismo. – Y Eönwë repuso: –  También es el responsable de sacrificios hechos a elfos, incapaces de volverse a la causa de los poderes oscuros, por tanto, debe permanecer encadenado en Mandos eternamente, pues no permitiré que se le conceda el derecho de reparar sus daños.

Pero Makar repuso: – ¿Serán los jueces de los Valar blandos como en otras ocasiones, y permitirán que esta monstruosa criatura viva después del daño que ha causado? Dádmelo como esclavo y sufrirá tormentos como nadie más, y llegado el tiempo morirá a manos mías o de alguno de mis vasallos, entonces no escapará a Mandos. – O morirá a manos mías – gritó Tulkas.

A esta idea se opusieron Aulë y Eönwë, y Tulkas en realidad dudó, pues él había leído las intenciones de Makar, y no le pareció mal, pues para no mantener sus puños ociosos, Tulkas competía en la mismísima corte de Makar, intercambiando golpes hasta con el mismo luchador Vala.

Una vez más Makar se levantó y dijo – ¿No soy yo quien proporcionó a ustedes armaduras para capturar a Melkor en edades cuando aún los hijos de Eru no despertaban? Con gran agrado los vi partir a la batalla, y luego mis manos se llenaron de sangre de los sirvientes de Melkor, a quien odio. Este monstruo sufrirá más conmigo, que con cualquier otro de ustedes.

Largo tiempo duró la discusión, pero las palabras y el compromiso que juraba Makar terminaron por triunfar, entonces Mandos habló: – Tu prisionero será, más no tu sirviente, y sufrirá tormentos hasta que a mí acuda, entonces conocerá el verdadero dolor de la angustia.

Ciertamente Aulë no quedo satisfecho y ordenó a su gente vigilar los recintos de Makar, y en verdad Manwë, al enterarse de lo sucedido, deseó haber estado en el juicio para deliberar de otro modo.

Durante edades, Fankil permaneció encerrado en las estancias de Makar, soportando torturas y luchando contra éste y otros guerreros según la voluntad del belicoso Vala.

Incontables batallas luchó Fankil, pero pocas ganó, pues siempre tenía rivales duros de vencer, además, guardaba sus fuerzas, y aparentaba no tener la fuerza que verdaderamente era capaz de librar.

Tulkas decidió no manchar sus manos con la sangre del Úvanimor, y aunque peleaba con Makar y su gente, no mostró interés alguno en pelear contra Fankil.

Cada año, Makar luchaba contra Fankil, y lo castigaba sin ningún remordimiento, y en cada golpe asestado, Makar le recordaba las víctimas que había cobrado cuando era libre. Los golpes del Vala provocaban temblores, y los ahí presentes echaban gritos de emoción, Fankil de verdad se defendía, y muchas veces usaba toda su fuerza, que no parecía tan grande en contra de Makar, con nadie mas usaba tanta fuerza, ni siquiera en aquella ocasión en que peleó contra un fanático de los Balrgos.

Nada era más espectacular que los torneos de lucha y poder que Makar organizaba en sus estancias, que aun siendo uno de los Valar más fuertes, y aún con su gran odio hacia Melkor, por momentos se aburría de la abundante paz de Valinor, y es por eso que su espectáculo era terrible y a la vez provocador, pues imitaba las más grandes batallas libradas aún en Tierras Mortales, donde poderosos espíritus tomaban la forma de aquellos grandes guerreros que perdieron su vida en las gloriosas Guerras de Beleriand.

Meássë, la hermana de Makar, también luchaba ahí, pero lo hacía contra grandes bestias, y lo hacía en presencia de Fankil, solo por el placer de provocarle terror, pues ella era feroz, y con su lanza atravesaba a las horribles bestias que ella y su hermano cazaban cuando estaban aburridos de los torneos y se ausentaban de sus estancias. Innumerables osos y lobos y otras feroces bestias fueron sacrificados por Méassë, y en una ocasión, trajeron de lugares a donde nadie se atrevía a ir, un enorme lobo, y fue torturado para provocarle mucha rabia, y cuando estuvo listo, lo presentaron con el nombre de Carcharoth, entonces del otro lado presentaron a un perro salvaje y le pusieron el nombre de Huan, pero no era mas que Méassë con forma de un perro salvaje, y le dio muerte al lobo, entonces lanzó un feroz aullido que provocó terror entre los corazones perturbados, y en verdad Fankil temió a Méassë mas que nunca.

Todo esto sucedía en presencia de Makar, el mayor de los hermanos guerreros, pero algunas veces, Fankil peleaba contra espíritus menores y ganaba los torneos, y Makar no tomaba acción en contra, pues en verdad gustaba de las peleas feroces y justas, pero Méassë no estaba de acuerdo. En una ocasión, un sirviente de Makar que se sintió atraído por el poder de Melkor incontables años atrás participó en un torneo, y fue venciendo rivales, hasta que llegó al final a pelear con Fankil. El aspecto que tenía asemejaba a los antiguos demonios de poder, los temibles Valaraukar, y en la lucha final se puso el nombre de Yondo Kosomot, el Hijo de Kosomot. Fankil no pudo evitar odiar a su contrincante, pues ha de saberse que Kosomot es el verdadero hijo de Melkor, que fue conocido por los elfos como Gothmog, y muchos de los ahí presentes, al escuchar el nombre del luchador, gritaron inconformes, otros abandonaron el lugar por temor y hubo desconcierto, pero Makar dio la señal para que iniciara la batalla. Fankil creció de tamaño y su aspecto lució espantoso, tenía un martillo y un escudo y fue el primero en asestar un golpe, gritando con un lenguaje tosco y grosero – Yo soy el verdadero sirviente de Melko, Fangli! – y alzó los brazos en señal de grandeza y su contrincante cayó de espaldas, entonces este se levantó y gritó – Pues este fuego lo conoces bien, y ahora será usado para atacarte – y con su látigo golpeó a Fankil, pero no hubo fuego suficiente para compararlo con el del cruel y verdadero Valarauko. En tres ocasiones Fankil derribo a su rival, el cual en la última cayó desmayado, pero fue levantado por Méassë y la pelea continuó. Esta vez el vasallo de Makar no se dejaría avergonzar de nuevo, y con una espada atacó a Fankil, quien fue herido gravemente en varias ocasiones y cayó de bruces. Feroz fue la batalla y todos pensaron que la lucha había terminado, pero el Úvanimor se levantó y grito: – Solo hubo un Valarauko que podía vencerme, y aunque mucho te falta para ser como uno de ellos, como tal te tomaré –. Su aspecto era terrible, y con sus manos lo golpeó, y lo hizo con tal fuerza que el falso Balrog no pudo levantarse ya. Nadie aclamó a Fankil, y Makar quedó satisfecho con lo que había visto. Méassë odió mas aún al “Hijo de Melkor”.

Y así, Fankil fue torturado, pues Makar viajaba aún a los lugares mas oscuros, aun a La Tierra Media, y capturaba seres de fuerza terrible, muchas veces Fankil fue el vencedor, y algunas otras el perdedor, y Makar estaba satisfecho, pues era el castigo que se le había encomendado dar al Hijo de Melko, pero en realidad, esto no solo lo hacía más fuerte, sino que también le permitía aprender grandes secretos que después le serían de mucha utilidad.


La huída de Fankil

Mas sucedió que un día, Fankil ganó un torneo, porque ausentes, ni Makar ni Tulkas compitieron, solo los vasallos de Makar a quienes Fankil derrotó con gran esfuerzo. Grande fue la cólera de Meássë, la feroz hermana de Makar, quien retó al poderoso capitán de los Úvanimor a combate singular, porque Valie es ella, y no ha conocido la derrota, pues nunca ha enfrentado en torneo a su hermano, ni a Tulkas, los únicos que podrían vencerla. Fankil aceptó el reto, pero concibió un astuto plan, pues sabía que sus fuerzas no le alcanzarían para derrotar a Meássë, pero sí su astucia para escapar.

Al calabozo de Fankil solamente llegaban Makar o Meásseë acompañados de uno solo de su lúgubre gente, y lo encadenaban por el cuello y las muñecas para llevarlo a la arena a combatir, pero esta vez Meássë estaría esperándolo en el lugar de la batalla, por lo que envió a su vasallo más fuerte por su rival. Mas, cuando este se acercó y abrió la celda, Fankil había tomado la forma física que por última vez vistió Morgoth. Horrorizado, el guardia quedó perplejo, pero tomó su espada, entonces Fankil tomó esta vez la agradable forma que había utilizado para corromper a los hombres, víctimas suyas, y en la confusión, arrebató la espada del guardia y lo golpeó con el mango con tal fuerza que cayó inconsciente, y al verlo indefenso quiso atravesarle la garganta, pero guardaría el filo del acero forjado por Makar para mejor ocasión.

Velozmente, Fankil escapó de aquellos recintos, y con astucia rodeó las Estancias de Mandos, pues no se atrevió a cruzar por ese lugar, y luego pretendió dirigirse hacia lo que queda del Helcaraxe. Pero Fankil estaba exhausto, pues poco descanso le era concedido durante su condena.

Poco tiempo tardó Meássë en percatarse de lo sucedido, y su grito se escuchó en todo el recinto, y rápidamente trato de darle alcance a su enemigo, pero no tendría éxito en su intento.

Así pues, luego de muchas horas recorridas, Fankil alcanzó el lugar que buscaba sin ser atrapado, pues en el camino, había robado un veloz y hermoso caballo. Y llegó al Hielo del Norte, aquella región que nadie visitaba, pues el eco del grito de angustia que Morgoth lanzó incontables años atrás en Lammoth cuando iba a ser devorado por Ungoliant, llegó hasta ahí, y aún descansaba en el Helcaraxe, y se avivaba con las almas atrapadas de los elfos que al morir en aquel hecho histórico, cuando abandonaban las tierras inmortales, se resistieron a acudir a Mandos por temor a su juicio, por tanto sus almas quedaron atrapadas entre los témpanos de hielo y los vientos helados de esa región, y Fankil despertó el grito de Morgoth, de este modo, sus perseguidores titubearon en acercarse, pues un terror inexplicable los invadía. Pocos segundos después se escuchó otro grito terrible, pero diferente, como si hubiese sido la contraparte al grito del Helcaraxe, pues parecía que lo retaba. Fankil y sus perseguidores no supieron de qué se trataba.

Fankil, casi victorioso ya, pero desesperado, invocó tantas fuerzas malignas que el grito muerto de Morgoth pareció avivarse más y más, y en verdad los vasallos de Makar temieron que Morgoth hubiese regresado, pero eso era imposible. Así, gracias a la angustia y maldad que habitaba en ese lugar, Fankil logró despojar su espíritu de su cuerpo, y se transportó por lugares desconocidos y en no poco tiempo regresó a La Tierra Media. Algunos dicen que recibió la ayuda de su antiguo amo, pero no se les creyó, pues Eärendil cuida bien de que Melkor no regrese nunca jamás.

Meássë llegó primero al lugar, y encontró una túnica negra llena de horribles insectos, un caballo sacrificado, y una espada ensangrentada, supo entonces que Fankil había escapado.

Grandes fueron la pena y vergüenza de Meássë y Makar, y este fue en busca de Mandos y le pidió su consejo, pero el Juez de los Valar previó grandes males, por tanto, Makar y Meássë, alarmados, pidieron permiso a Manwë para ir a La Tierra Media a perseguir a Fankil, pero el Rey de los Valar les negó toda posibilidad de partir. Grandes eran los tormentos y penurias que habían asolado ya esas tierras, y temía que los vientos tumultuosos de los hermanos guerreros causarían daños aun mayores a Arda. Una vez más, Makar habló contra Manwë, pero esta vez, aunque no de buen grado, obedeció y accedió a sus designios, pues esto fue lo que Manwë resolvió:

“Que solo un espíritu maia de menor fuerza fuera a perseguir a Fankil, y lo trajera de vuelta para pagar por los males que obró durante su fuga.”

Pero sucedió que los sirvientes de los Valar temían regresar al mundo sin exponer sus poderes, y otros como Olórin estaban muy cansados como para volver ahí, solo Eönwë se ofreció sin titubear a tomar esa empresa y fue el primero en hacerlo, pero tampoco le fue otorgado el permiso debido a su grande poder. Parecía que la tarea era indicada para realizarla Ómar, y esto lo decía el mismo, pues el más joven de los Valar tenía asuntos pendientes con Fankil. Difícil era decidir, pues Telimektar, hijo de Tulkas, quería ser elegido también y argumentaba que Ómar siendo Vala expondría mas sus poderes; y tambíén se ofreció Nielíqui, hija de Oromë, pues sus poderes eran menores que lo de Ómar y Telimektar.

La decisión tomada en esa ocasión, no se cuenta aquí.


El descenso de Nornorë

La belleza de Anar no se contemplaba plena en el lugar, pues llegaba como un pequeño punto de luz lejana hasta esas estancias. Y no era necesaria, ni siquiera la luz que Yavanna había creado miles de años atrás, pues ahí estaban los Ainur con su creador, quien les daba luz con solo su pensamiento. Ahí estaban aquellos que no habían descendido a , sea por amor a Su Creador, o porque no les llamó la atención la belleza del mundo creado durante el desarrollo de la Gran Música. Y había otros que habían retornado debido a la fatiga ganada ya sea por la construcción y ordenamiento de Arda de que fueron partícipes, o por las guerras sufridas durante y después de esa misma tarea, entre estos últimos, el mas grande es Nornorë, el antiguo Heraldo de los Valar.

Vala es él, quien tiempo atrás luchó sin usar puños ni arma alguna en contra del enemigo, y llevó mensajes de Manwë a Melkor, a quien no temía, pues era tal su inteligencia, que concibió astutos planes junto a su Rey para engañar al enemigo oscuro, y con su ayuda, Melkor fue capturado y puesto en cautiverio. Pero no está exento de la fuerza, el poder y la magia, y es el más veloz de los Valar, y no necesita transporte que no sea los cielos y las nubes, pues aprendió de Manwë a viajar por los aires superando a este mismo en rapidez. Felices fueron los días de Nornorë durante su estancia en Arda.

Pero de todos aquellos momentos, los que mas amaba y recordaba, eran los que había vivido a partir del despertar de los primeros nacidos, pues él les había hablado junto con su amigo Oromë, invitándolos a la morada de su rey Manwë, y había quedado asombrado por la hermosura de esa gente, y los había amado en verdad, pues le parecían maravillosamente pequeños, tiernos y delicados. Por eso, Nornorë quedó ligado a las penas que los Eldar que habitaban en Valinor experimentaban, aunque estas fueran pocas.

En ese momento, del cual el tiempo no tiene conocimiento, el antiguo Heraldo sintió una angustia como no había experimentado en miles de años, no desde aquella vez en que muchos de sus más amados Teleri habían sido masacrados en Alqualondë. Pero esta vez sintió que el motivo de su dolor era causado verdaderamente por un mal, por un ser realmente maligno, por un odio sin justificación. Supo entonces que había descansado mucho tiempo, y que su hora de regresar había llegado.

Así pues, Nornorë descendió a Valinor, y en ese mismo momento, los cantos de las aves se hicieron más hermosos, y Anar resplandeció como nunca, dándole la bienvenida, primera en enterarse de su regreso.

Llegó directamente hacia el norte occidental de las Pelori, pues sabía que de ese lugar provenía su angustia. Y para su pena, encontró ahí a Maiwëndil, muerto, un Elfo conocido por él, con el vientre desgarrado, a su lado lloraba un ave, que había sido testigo del terrible y despiadado crimen.


El solitario amigo de las Gaviotas

Maiwëndil era un viejo Elfo, su padre fue un hermoso Vanyar, y su madre fue una hermosa Teleri. Sin embargo, su padre se sentía mas apegado a los Teleri, pues ahí se encontraba en ocasiones con Nornorë, pues había viajado con él cuando los elfos partieron de Cuiviénen a Valinor. Al poco tiempo después del gran viaje, Maiwëndil nació en Tol Eressëa, en el puerto de Avallónë, por tanto fue considerado como uno de los Teleri, pero la sangre de ambos linajes corría por sus venas. Amaba las gaviotas y le gustaba la soledad, pues estando alejado de los demás sentía que podía conocer el pensamiento de las aves, y en verdad se creyó que podía comunicarse con ellas, y éstas a su vez, gustaban de su presencia. Incontables años atrás, Maiwëndil navegaba solo y se alejaba de los puertos durante largos periodos de tiempo, otras veces, cabalgaba durante días y se dirigía por tierra a otras costas de las Tierras Imperecederas.

Vale recordar lo que el mismo Maiwëndil tenía en mente semanas atrás, recordaba las charlas que antaño tenía con su padre, cuando en una ocasión éste le dijo: –  Sé de tu amor a las gaviotas y que nada te hace más feliz que estar rodeado por ellas, he adquirido en Alqualondë un par de caballos, macho y hembra, y dado que sientes gran amor por los animales de estas tierras te encomiendo la tarea de su crianza, que te beneficiará para tus viajes por estas tierras.

– Y de buen grado acepto Padre, – contestó Maiwëndil – y llegado el momento iré a las costas de la otra orilla del mar que rodea Valinor en busca de mas aves, y me inspirarán de tal manera que compondré cantos y poemas que enamorarán los oídos de Ossë, nuestro amigo Maia.

Hermosos cantos y poemas compuso Maiwëndil en ese entonces, y en una ocasión, viajó durante semanas y llegó a la orilla occidental de Valinor, habiendo cruzado las Pelori en su caballo. Y a orillas del mar, cuando los rayos de oro de Laurelin y Telperion se mezclaban, recitó un hermoso poema que hablaba de los aires por donde sus amadas gaviotas navegaban. Su voz era dulce y otras aves acompañaban con sus cantos la poesía, pues hablaba de lo que ellas en verdad sentían al pasear por los cielos, motivo por el cual, Nornorë se presento con Maiwëndil. El corazón del elfo se lleno de un amor que nunca antes había sentido, y Nornorë le dijo:

Aiya Maiwëndil a aiwëndil palarran! Tu voz en verdad llena de alegría el vuelo de las pequeñas aves y me han llamado a conocerte para iluminar tu camino, pues yo soy Nornorë, la voz de los Valar.

Aiya Herunya, alassia an omentielve! Solo soy un solitario amante de las aves marinas, y mis oídos no son dignos de tus palabras, mas mi corazón se mueve con tu presencia más que como las aves con mi poesía.

Largo rato conversaron juntos, y Maiwëndil supo que Nornorë conocía a su padre, y hablaron del día en que el Vala acompañó en el viaje a Aman a los Teleri. Ese día, Maiwëndil supo a detalle cómo Ossë había anclado La Isla Solitaria por amor a los cantos de sus parientes, y muchas otras cosas. Pero más hablaron de las bestias que habitaban ese lugar, y al despedirse Nornorë vio el caballo que había llevado hasta ese lugar a Maiwëndil sin fatigarse y lo bendijo, y el elfo lo llamo entonces Mána-rocco, bendito caballo veloz, y dijo: – cuidaré de este caballo y sus descendientes como cuido la libertad de las gaviotas, pues ahora sé que no me defraudará ni extraviará en mi camino.

Y asi fué, el veloz caballo nunca abandonó a su amo durante su existencia, ni lo extravió, pues un día después de su charla con Nornorë, Maiwëndil decidió regresar, y no habiendo pasado muchos días de camino, Valinor quedó oscura, sin que el elfo supiera por qué, y el caballo lo llevó sano y salvo por la oscuridad hasta llegar a Alqualondë. Entonces Maiwëndil sufrió la peor pena de su vida, pues su Padre había ido a ese puerto, y había muerto defendiendo su barco, a manos de sus propios hermanos Noldor, siendo parte de aquel penoso y bien conocido acontecimiento.

Por segunda vez, Nornorë se encontró con Maiwëndil, pero solo para despedirse, y le dijo – Mis penas son grandes y regreso ahora con mi Creador para olvidar y descansar de éstas, pues mi corazón esta fatigado y su alegría ha muerto junto con la luz de los grandes árboles, y la venganza no habita en él, no pelearé con el enemigo, pues grandes males causaría a esta hermosa tierra. Pero alguna vez nos volveremos a encontrar, cuando el enemigo de todos sea derrotado. Namárië!.

Ese día Nornorë le dio a Maiwëndil palabras de consuelo por la muerte de su padre, y le obsequió a su amigo Vanyar un collar de perlas, del cual colgaba la forma de una pequeña gaviota labrada en plata por las ingeniosas manos de los Noldor y que ellos mismos le habían obsequiado a Nornorë tiempo atrás. Y ha de saberse que desde entonces, Maiwëndil aprendió de los Noldor a usar la espada, y aunque comenzó tarde, se hizo muy hábil. Difícil fue para él olvidarse de la amargura de haber sabido que los asesinos de su padre eran de la estirpe que ahora lo enseñaban a pelear con armas, pero no podía pedir esta ayuda a los Maiar. Sin embargo, pasado el tiempo, y gracias a las palabras de Nornorë, olvidó su dolor y no sintió rencor alguno contra ningún Elfo.

Innumerables años después, en el presente de esta historia, todo esto recordaba Maiwëndil y su corazón le decía que el día de su re-encuentro con su amigo Valar estaba cercano, por eso había llegado hasta el mismo lugar donde se encontraron por primera vez, y había llevado consigo a un descendiente de Mána-rocco. Y su corazón no se equivocaba.

Entonaba cantos deliciosos y había un ave volando en círculos, disfrutando de su canto. De pronto vio a alguien acercándose a él velozmente pero fatigado. Llevaba una túnica negra y solo se veía su cara, que parecía agradable. Maiwëndil le dio agua, pues solo eso llevaba para beber, y le preguntó quién era y por qué parecía estar tan apurado, a lo que el hombre respondió:

– No perderé mas el tiempo, pues en verdad me persigue una cólera de terrible poder, soy un prófugo de la injusticia, y necesito tu caballo para huir de mis perseguidores más que el agua que me he bebido.

–  En eso no te puedo ayudar, pues este caballo es como un hermano para mi, y demasiado es el amor que nos une, pero si hay alguna forma...

– Basta – interrumpió el desconocido –, soy Fankil, el servidor de Melkor, y tomaré esa bestia con o sin tu consentimiento.

Tanto era el apuro de Fankil, que no alegó mas, y desenfundó la espada que había robado, y luego de luchar, la clavó en el vientre de Maiwëndil, entonces se escuchó el canto del ave como notas de terror y tristeza, y esta voló alto, como tratando de que su canto se escuchara lejos de ese lugar. Fankil tomó el caballo a la fuerza y a pesar de la resistencia que este puso, logró domarlo y conducirlo a su voluntad. El caballo no volvería a ver a su dueño, y la descendencia de Mána-rocco llegaría a su fin.

Maiwëndil yacía muerto, de su cuello caía al suelo el collar que había llevado durante tanto tiempo y que le aminoraba las penas, cuando estas llegaban a su corazón.


La pena y decisión de Nornorë

Nornorë escuchó el llanto del ave, y al descender se quedó horrorizado cuando reconoció que el cuerpo asesinado era el de Maiwëndil, entonces lloró y supo por qué había sentido tanta nostalgia anteriormente.

El ave pudo contarle todo lo sucedido a Nornorë, pues él entiende todas las lenguas de todos los seres de Arda, y le dijo que el responsable de la muerte del Elfo no era uno de los habitantes de Las Tierras Imperecederas, y tampoco era un hombre mortal, aunque vestía como tal. Entonces Nornorë cargó el cuerpo de Mainwëndil, y se dirigió a las Estancias de Mandos. Pero al llegar y encontrarlas vacías supo que algo ocurría, y uno de los espíritus de Námo le contó el por qué de la ausencia y que el motivo era la huída de un antiguo agente de Melkor que había estado prisionero en las estancias de Mákar, entonces supo quien había sido el asesino de Maiwëndil y la naturaleza del criminal. 

Por tanto, Nornorë se dirigió hacia el Máhanaxar, aún con el cuerpo de Maiwëndil, y llegó rápido, pues como ya se ha dicho, es el más veloz de los Valar; es aún más veloz por aire que Tulkas por tierra.

Así, llegó al Anillo del Juicio, justo cuando se discutía quien debía regresar a tierras mortales para capturar al enemigo, pues hacía poco tiempo que había paz en esas tierras, pues como se cuenta en otra historia, Sauron había sido derrotado y exterminado hacía poco tiempo. Entonces los Valar deseaban que por largos años, La Tierra Media estuviera libre de un enemigo de poderes superiores a sus habitantes y que estos vivieran en paz.

Nornorë vió a todos los Valar reunidos allí, excepto a Lórien. Y cuando los demás lo vieron, lo saludaron y se llenaron de gran dicha, y fue Eönwë el más dichoso, al ver una vez más a su antiguo y principal instructor en las palabras.

Entonces Nornorë se posó en frente de Mandos, y soltó el cuerpo de Maiwëndil, y le dijo: – Oh Vefántur, Gran Juez de los Valar, libera a este Elfo de tus estancias, pues he sabido cómo ha muerto, y no ha habido justicia en esos hechos.

– Lo sé también, – contestó Mandos – su alma está conmigo y no sufrirá, pero ahora discutimos algo de mayor importancia, pues haz de saber que su asesino intenta escapar de este lugar por medio de su espíritu, y Lórien Olafántur ha ido tras él, pues seguramente utilizará el camino que el mismo Lórien construyó hace tiempo, el único por el que el enemigo podría escapar.

Entonces Varda habló con Nornorë y aminoro su pena, pues le dijo que no debía llorar por Maiwëndil, ya que sabían todo lo que había ocurrido y no abandonarían al Elfo después de muerto.

Parecía que habían pasado muchos días, cuando regresó Lórien con la mala noticia de que Fánkil, aunque herido por él, había logrado escapar de manera misteriosa, por tanto la asamblea se abrió de nueva cuenta, y una vez más se discutió sobre quien debía ir a capturar a Fánkil. Lórien habló primero:

– Logré herir a nuestro enemigo, pero aún así pudo escapar a tierras mortales, más solo su espíritu pudo viajar, y aún sin un cuerpo que vestir podrá manifestarse a los mortales utilizando la noche, aún así, su espíritu quedará expuesto a los elementos naturales cuando llegue a ese lugar, pues creo que aún está perdido en estancias desconocidas aún por mí.

Luego, Manwë envió un ambiente extraño en las sustancias del aire de la Tierra Media, pero un ambiente perceptible solamente por los espíritus malignos perdidos en esa tierra y que se niegan a acudir al llamado de Mandos, y este ambiente no afecta a los que tienen un cuerpo, ni a las almas que vagan sin motivo en particular, pues Lórien fabricó esa fórmula, que luego Manwë vertió por los aires.

Entonces Ómar habló: – Asuntos pendientes tengo con el monstruo de Melko, y pido ser el encargado de cumplir la tarea de traerlo de regreso a pagar por sus crímenes.

Manwë ha dicho que es una tarea para un Maia, – contestó Telimektar – y aunque la empresa no es fácil, con agrado aceptaría tomarla.

A lo que argumentó Nielíqui: – Acaso nadie ha escuchado lo que Manwë ha dicho? este enemigo no es como Sauron, aunque poderoso, por tanto no deben los Ainur exponer sus poderes y dañar mas aquella tierra, y aunque se repitan hazañas como en la Tercera Edad del Sol, se perderán vidas injustamente. Oh Valatúru, si es tu deseo, permíteme imitar a Olórin, e iré a dar palabras de aliento a los hombres y no requeriré de ejércitos, llegado el tiempo, capturaremos al enemigo.

Entonces Manwë habló: – He aquí que Nielíqui ha demostrado más sabiduría que ustedes. Sabemos el impacto que este enemigo causa sobre los hombres, pues durante su maldita vida se mezcló entre ellos y conoce sus debilidades, sé que una vez más volverá algunos hombres a su causa. Pero ahora al haber escapado se ha engrandecido a sí mismo y piensa preparar el regreso de su amo, lo he visto. Ainu Melko no regresará, sin embargo esta idea lleva su sirviente en sus negros pensamientos, y causará grandes daños sobre todo a los segundos nacidos al llevar a cabo sus planes. Sin embargo no veo por qué solo Nielíqui, hija de Oromë y Vána, deba ir tras el enemigo, no hay alguno que pueda ir sin exponer sus poderes en ayuda de los hombres?

Aulë, Yavanna y Oromë, no se atrevían a ofrecer a alguno de sus vasallos, pues recordaban que la última vez sus elegidos habían fracasado en su misión, aunque no todos habían causado mal.

– Mi gente conoce a Fankil. – habló Makar – Si no se nos es permitido a mi y a Méassë ir tras él, enviaré a uno de mis sirvientes, solo usará sus poderes cuando sea necesario.

– No tienen tus sirvientes la fama de ser cautelosos Makar – contestó Aulë –, y juntarán un ejército primero que el enemigo, temo mas por ellos que por cualquier otro. Sé de tu responsabilidad en este hecho, pero no deberías ser tu quien proponga al perseguidor.

– Y enviarás a otro de tus herreros?contestó Makar – Entonces Fankil en poco tiempo tendrá un nuevo Señor a quien servir, y no habrá un tercero, ni siquiera un segundo que pueda detenerlos. Hemos de actuar rápido, pero no sin prudencia.

En ese momento Tulkas hubiese estrellado sus puños en la boca de Makar para así callarla, pero Nornorë se levantó y detuvo la discusión con sabias palabras.

– Seré yo quien tome la misión, si el Consejo lo aprueba. Mas no veo porque no ha de ser así. Vala soy, ciertamente, pero mi poder esta en mis palabras, y aunque poderes divinos me han sido otorgados, no los usaré para violentar en vano. No ocupo un lugar en el Máhanaxar mas que por esta única vez, y mi regreso no ha de ser en vano. He escuchado suficiente acerca de este nuevo enemigo, y se qué es lo que intentará. No me mueve el deseo de venganza porque mi corazón no conoce ese sentimiento, pero si hemos de actuar con rapidez, sugiero que se me permita ir sin ataduras a La Tierra Media y cumplir con lo que se me pida. Si lo desean, llevaré un acompañante de Valinor.

– Un acompañante llevarás, más no ahora, – habló Manwë – pero si la empresa se alarga, lo tendrás sin duda en poco tiempo, pues él ahora está ocupado en otras tareas.

Solo uno de los Valar comprendió las últimas palabras de Manwë, uno que tiene el don de la predicción, pero no dijo palabra alguna. Y por última vez en el Concilio, Manwë habló:

– Salve Nornorë, voz de los Valar, ve y llena de dicha los corazones de los hombres en la hora en que mas lo necesiten y se libre de usar tus poderes, pues nadie más que Yo confía en tu palabra y sabiduría.

El Anillo del Juicio se cerró, y Nornorë se dispuso a partir de inmediato a su misión, pero antes, fue a hablar con los Elfos que habían estado más recientemente en La Tierra Media, y le aconsejaron buscar Imladris. Luego fue a pedir el consejo de Varda, y ahí mismo recibió también el de Yavanna, quien le dijo que fuera en busca del mas viejo de los Pastores de los Arboles, pues él le daría alojamiento seguro, y podría mantener en secreto su verdadera identidad, pues esconder su identidad fue una las exigencias de Manwë.


La Partida de Nornorë

De las conversaciones que tuvo Nornorë con los Elfos antes de partir a la Tierra Media nada se cuenta en este relato. Pero antes de partir, Aulë lo encontró y le dijo:

– Toma esta sustancia, es tilkal, este material es hermoso, una vez forjado, de color verde brillante o rojo dependiendo de la luz que refleje, pero sobre todo imposible de romperse.

– Pero esa es la sustancia con la que Angainor fue forjada, y solo tu puedes moldear ese metal. – contestó Nornorë.

– Así es, sin embargo, no es mucho y no puedo volver a fabricar esa sustancia, y no me alcanzará para forjar una espada entera, por lo que debes encontrar algún herrero entre los Noldor que aún permanecen en La Tierra Media y que conozca nuestras tradiciones para que con material de tierras mortales forje una espada grande y delgada, una vez terminada, debe ser cubierta con tilkal e inmediatamente debes lanzar un hechizo sobre ella, y se volverá poderosa e imposible de partir o remodelar. Si conservas la sustancia en este cofre, no se corromperá ni se secará.

Nornorë aceptó el obsequio y en seguida fue al encuentro de Manwë, Varda y Yavanna, que estaban juntos en Taniquetil. Ahí recibió muchos presentes de las dos Valier, entre ellos, ingredientes para fabricar alimentos que le darían fuerzas a él o a cualquiera que los comiese, pero Yavanna le advirtió que los ingredientes debían ser mezclados con agua y vegetales de lo mas puro que existiera en tierras mortales. Ahí mismo, Manwë le dio sabios consejos y cantó el mismo una música exquisita que le dio fuerzas e inflamó su corazón, y luego le otorgó poderes de sanación superiores a los de cualquier otro ser.

Después se encontró con Méassë, quien le dio gran ayuda, pues le contó del comportamiento, la fuerza y debilidades de su enemigo, y fue este un encuentro muy provechoso, pues estudió mas que ninguno al Úvanimo, aprendiendo así hasta su historia desde La Primera Edad. Grande fue la pena de Nornorë, pues descubrió entre otras cosas los nombres de las víctimas de Fankil, entre estas había gente de lo mas Noble, grandes entre los Altos Elfos que una vez estuvieron en Amán y que Nornorë había conocido y amado.

Por último fue a Mandos, pero Námo no le permitió entrar a sus Estancias, pues Maiwëndil estaba ahí, por tanto se encontró con Amnon, vasallo de Mandos y grande entre los profetas, y obtuvo valiosa información. Ahí Amnon le advirtió de los grandes males que veía en el futuro y le dijo a manera de profecía lo que su mente había visto desde la Huida de Fankil:

Un nuevo Señor Oscuro se alzará desde el Oriente, y el Sol se cubrirá teñido de sangre. Poder ha robado de los Grandes Poderes, y su espíritu se ha fortalecido, a ciegas encontrará a su discípulo y lo hará grande y poderoso, el Capitán de su Ejército. Sacrificios mancharán la Tierra Media y su Gran Capitán actuará rápido, y llenará de temor los corazones de los hombres. La ruina alcanzará a Imladris. Gondor arderá bajo el aliento del hielo convertido luego en fuego."

– Oh Amnon, – contestó Nornorë – malas noticias en verdad traen tus predicciones, qué es de mis parientes en tierras mortales, me pueden ayudar?

– Eso no puedo saberlo, pues hace mucho tiempo que los Istari han desaparecido de mi mente y solo el Señor de los Vientos conoce su paradero. Sin embargo hay un habitante de Valinor que pisa tierras mortales, Êlanaur es su nombre, Vanyar su linaje, y fue en busca de su amada, ya Manwë te ha hablado de el y su misión. Pero un destino sombrío le espera a su amada, y en poco tiempo acudirá a Mandos, cuida que el Elfo no sucumba ante esta pérdida, como ya ha sucumbido la Hija, antes bien, prepáralo para este amargo trago que por fuerza ha de beber, si lo alcanzas a tiempo, gran aliado puede ser.

Y he aquí, que Nornorë, el antiguo Heraldo de los Valar, por amor a los Hijos de Eru, partió de prisa a cumplir la Misión que le fue otorgada, y aunque Vala es, su poder reside en sus palabras, y no tanto en su fuerza física, poder sobrenatural y magia. Grande es la felicidad de aquellos a quienes Nornorë se manifiesta. Su misión es ayudar a los Elfos, Hombres y demás pueblos libres de La Tierra Media, a quienes deberá dar consejo, palabras de aliento y poder para derrotar al enemigo que resurge nuevamente como la semilla de un mal conocido de antaño.