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RESTOS Y DESPOJOS

 

                Gandalf y la escolta del rey se alejaron cabalgando, doblando hacia el este para rodear los destruidos muros de Isengard.  Pero Aragorn, Gimli y Legolas se quedaron en las puertas.  Soltando a Arod y Hasufel para que tascaran alrededor, fueron a sentarse junto a los hobbits.

      -¡Bueno, bueno!  La cacería ha terminado y por fin volvemos a reunirnos, donde ninguno de nosotros jamás pensó en venir -dijo Aragorn.

      -Y ahora que los grandes se han marchado a discutir asuntos importantes -dijo Legolas-, quizá los cazadores puedan resolver algunos pequeños enigmas personales.  Seguimos vuestros rastros hasta el bosque, pero hay muchas otras cosas de las que querría conocer la verdad.

      -Y también de ti hay muchas cosas que nosotros quisiéramos saber -dijo Merry-.  Nos enteramos de algunas por Bárbol, el Viejo Ent, pero de ningún modo nos parecen suficientes.

      -Todo a su tiempo -dijo Legolas-.  Nosotros fuimos los cazadores y a vosotros os corresponde narrar lo que os ha ocurrido en primer lugar.

      -O en segundo -dijo Gimli-.  Será mejor después de comer.  Me duele la cabeza; y ya es pasado el mediodía.  Vosotros, truhanes, podríais reparar vuestra descortesía trayéndonos una parte de ese botín de que hablasteis.  Un poco de comida y bebida compensaría de algún modo mi disgusto con vosotros.

      -Esa recompensa la tendrás -dijo Pippin-. ¿La quieres aquí mismo, o prefieres comer más cómodamente entre los escombros de las garitas de guardia de Saruman, allá, bajo la arcada?  Tuvimos que comer aquí, al aire libre, para tener un ojo puesto en el camino.

      -¡Menos de un ojo! -dijo Gimli-.  Pero me niego a entrar en la casa, le ningún orco; ni quiero tocar carnes que hayan pertenecido a los orcos ni ninguna otra cosa que ellos hayan preparado.

      -Jamás te pediríamos semejante cosa -dijo Merry-.  Nosotros mismos estamos hartos de orcos para toda la vida.  Pero había muchas otras gentes en Isengard.  Saruman, a pesar de todo, tuvo la prudencia de no fiarse de los orcos.  Eran hombres los que custodiaban las puertas: algunos de sus servidores más fieles, supongo.  Como quiera que sea, ellos fueron los favorecidos y obtuvieron buenas provisiones.

      -¿Y tabaco de pipa? -preguntó Gimli.

      -No, no creo -dijo Merry riendo-.  Pero ese es otro asunto, que puede esperar hasta después de la comida.

      -¡Bueno, a comer entonces! -dijo el enano.

 

 

                Los hobbits encabezaron la marcha, pasaron bajo la arcada y llegaron a una puerta ancha que se abría a la izquierda, en lo alto de una escalera.  La puerta daba a una sala espaciosa, con otras puertas más pequeñas en el fondo y un hogar y una chimenea en un costado.  La cámara había sido tallada en la roca viva; y en otros tiempos debió de ser oscura, pues todas las ventanas miraban al túnel.  Pero la luz entraba ahora por el techo roto.  En el hogar ardía un fuego de leña.

      -He encendido un pequeño fuego -dijo Pippin-.  Nos reanimaba en las horas de niebla.  Había poca leña por aquí y casi toda la que encontrábamos estaba mojada.  Pero la chimenea tira muy bien: parece que sube en espiral a través de la roca y por fortuna no está obstruida.  Un fuego es siempre agradable.  Tostaré el pan, pues ya tiene tres o cuatro días, me temo.

      Aragorn y sus compañeros se sentaron a uno de los extremos de la larga mesa y los hobbits desaparecieron por una de las puertas interiores.

      -La despensa está allá adentro y muy por encima del nivel de la inundación, felizmente -dijo Pippin, cuando volvieron cargados de platos, tazas, fuentones, cuchillos y alimentos variados.

      -Y no tendrás motivos para torcer la cara, maese Gimli -dijo Merry -. Esta no es comida de orcos, son alimentos humanos, como los llama Bárbol. ¿Queréis vino o cerveza?  Hay un barril allí dentro... bastante bueno.  Y esto es cerdo salado de primera calidad.  También puedo cortaros algunas lonjas de tocino y asarlas, si preferís.  Nada verde, lo lamento, ¡las entregas se interrumpieron hace varios días!  No puedo serviros un segundo plato excepto mantequilla y miel para el pan. ¿Estáis conformes?

      -Sí, por cierto -dijo Gimli-.  La deuda se ha reducido considerablemente.

      Muy pronto los tres estuvieron dedicados a comer; y los dos hobbits se sentaron a comer por segunda vez, sin ninguna vergüenza.

      -Tenemos que acompañar a nuestros invitados -dijeron.

      -Sois todo cortesías esta mañana -rió Legolas-.  Pero si no hubiésemos llegado, quizás estuvieseis otra vez comiendo, para acompañaros a vosotros mismos.

      -Quizás, ¿y por qué no? -dijo Pippin-.  Con los oreos, la comida era repugnante, y antes de eso más que insuficiente durante muchos días.  Hacía tiempo que no comíamos a gusto.

      -No parece haberos hecho mucha mella -dijo Aragorn-.  A decir verdad, se os ve rebosantes de salud.

      -Sí, por cierto -dijo Gimli, mirándolos de arriba abajo por encima del borde del tazón-.  Cómo, tenéis el pelo mucho más rizado y espeso que cuando nos separamos; y hasta juraría que habéis crecido, si tal cosa fuera todavía posible en hobbits de vuestra edad.  Ese Bárbol, en todo caso, no os ha matado de hambre.

      -No -dijo Merry-.  Pero los ents sólo beben y la bebida sola no satisface.  Los brebajes de Bárbol son nutritivos, pero uno siente la necesidad de algo sólido.  Y de cuando en cuando, para variar, no viene mal un bocadito de lembas.

      -¿Así que habéis bebido de las aguas de los ents? -dijo Legolas-.  Ah, entonces es posible que a Gimli no le engañen los ojos.  Hay canciones extrañas que hablan de los brebajes de Fangorn.

      -Muchas historias extrañas se cuentan de esta tierra -dijo Aragorn-.  Yo nunca había venido aquí. ¡Vamos, contadnos más cosas de ella y de los ents!

      -Ents -dijo Pippin-.  Los ents son... bueno, los ents son muy diferentes unos de otros, para empezar.  Pero los ojos, los ojos son muy raros. -Balbució unas palabras inseguras que se perdieron en el silencio.- Oh, bueno -prosiguió-, ya habéis visto a algunos a la distancia... ellos os vieron a vosotros, en todo caso, y nos anunciaron que veníais... y veréis muchos más, supongo, antes de marchamos.  Mejor que juzguéis por vosotros mismos.

      -¡Vamos, vamos! -dijo Gimli-.  Estamos empezando el cuento por la mitad.  Yo quisiera escucharlo en el debido orden, empezando por el extraño día en que la Compañía se disolvió.

      -Lo tendrás, si el tiempo alcanza -dijo Merry -. Pero primero, si es que habéis terminado de comer, encenderemos las pipas y fumaremos.  Y entonces, durante un rato, podremos imaginar que estamos de vuelta en Bree, todos sanos y salvos, o en Rivendel.

      Sacó un saquito de cuero lleno de tabaco.

      -Tenemos tabaco de sobra -dijo-.  Y podréis llevaros lo que queráis, cuando nos marchemos.  Hicimos un pequeño trabajo de salvamento esta mañana, Pippin y yo.  Hay montones de cosas flotando por ahí y por allá.  Fue Pippin quien encontró los dos barriles, arrastrados por la corriente desde alguna bodega o almacén, supongo.  Cuando los abrimos, estaban repletos de esto: el mejor tabaco de pipa que se pueda desear y perfectamente conservado.

      Gimli tomó una pizca, se la frotó en la palma y la olió.

      -Huele bien; parece bueno -dijo.

      -¡Bueno! - dijo Merry -. Mi querido Gimli, ¡es de Valle Largo!  En los barriles estaba la marca de fábrica de Tobold Corneta, clara como el agua.  Cómo llegó hasta aquí no puedo imaginármelo.  Para uso personal de Saruman, sospecho.  Nunca pensé que pudiera llegar tan lejos de la Comarca.  Pero ahora nos viene de perlas.

      -Eso sería si yo tuviese una pipa para fumarlo.  Desgraciadamente, perdí la mía en Moria, o antes. ¿No habrá una pipa en vuestro botín?

      -No, temo que no -dijo Merry-.  No hemos encontrado ninguna, ni siquiera aquí en las casas de los guardias.  Parece que Saruman se reservaba este placer. ¡Y no creo que sirva de mucho llamar a las puertas de Orthanc para pedirle una pipa!  Tendremos que compartir nuestras pipas, como buenos amigos en momentos de necesidad.

      -¡Medio momento! -dijo Pippin.  Metiendo la mano en el frente de la chaqueta, sacó una escarcela pequeña y blanda que pendía de un cordel-.  Guardo un par de tesoros aquí, contra el pecho, tan preciosos para mí como los Anillos.  Aquí tenéis uno: mi vieja pipa de madera.  Y aquí hay otro: una sin usar.  La he llevado conmigo en largas jornadas, sin saber por qué.  En realidad, jamás pensé que encontraría tabaco para pipa durante el viaje, cuando se me acabó el que traía.  Pero ahora tiene una utilidad, después de todo. -Mostró una pipa pequeña de cazoleta achatada y se la tendió a Gimli.- ¿Salda esto la deuda que tengo contigo? -dijo.

      -¡Sí la salda! -exclamó Gimli-.  Nobilísimo hobbit, me deja a mí gravemente endeudado.

      -¡Bueno, vuelvo al aire libre, a ver qué hacen el viento y el cielo! -dijo Legolas.

      -Iremos contigo -dijo Aragorn.

      Salieron y se sentaron sobre las piedras amontonadas frente al pórtico.  Ahora podían ver a lo lejos en el interior del valle; las nieblas se levantaban y se alejaban llevadas por la brisa.

      -¡Descansemos aquí un rato! -dijo Aragorn-.  Nos sentaremos al borde del precipicio a deliberar, como dice Gandalf, mientras él está ocupado en otra parte.  Nunca me había sentido tan cansado. -Se arrebujó en la capa gris, escondiendo la cota de malla, y estiró las largas piernas.  Luego se tendió boca arriba y dejó escapar entre los labios una hebra de humo.

      -¡Mirad! -dijo Pippin-. ¡Trancos el Montaraz ha regresado! -Nunca se ha ido -dijo Aragorn-.  Yo soy Trancos y también Dúnadan, y pertenezco tanto a Gondor como al Norte.

 

 

   Fumaron en silencio un rato, a la luz del sol; los rayos oblicuos caían en el valle desde las nubes blancas del oeste.  Legolas yacía inmóvil, contemplando el sol y el cielo con una mirada tranquila, y canturreando para sus adentros.  De pronto se incorporó.

      -¡A ver! -dijo-.  El tiempo pasa y las nieblas se disipan, o se disiparían si vosotros, gente extraña, no os envolvierais en humareda, ¿Para cuándo la historia?

      -Bueno, mi historia comienza cuando despierto en la oscuridad atado de pies a cabeza en un campamento de orcos -dijo Pippin-.  Veamos ¿qué día es hoy?

      -Cinco de marzo según el calendario de la Comarca -dijo Aragorn.  Pippin hizo algunos cálculos con los dedos.- ¡Sólo nueve días! -exclamó-.1 Se diría que hace un año que nos capturaron.  Bueno, aunque la mitad haya sido como una pesadilla, creo que los tres días siguientes fueron los más atroces.  Merry me corregirá si me olvido de algún hecho importante; no entraré en detalles: los látigos y la suciedad y el hedor y todo eso, no soporto recordarlo.

      Ya continuación se puso a contar la última batalla de Boromir y la marcha de los orcos de Emyn Muil al bosque.  Los otros asentían cuando los diferentes puntos coincidían con lo que ellos habían supuesto.

      -Aquí os traigo algunos de los tesoros que sembrasteis por el camino -dijo Aragorn-.  Os alegrará recobrarlos. -Se desprendió el cinturón bajo la capa y sacó los dos puñales envainados.

      -¡Bravo! -exclamó Merry-. ¡Jamás pensé que los volvería a ver!  Marqué con el mío a unos cuantos orcos; pero Uglúk nos los quitó. ¡Qué furioso estaba!  Al principio creí que me iba a apuñalar, pero arrojó los puñales a lo lejos como si le quemasen.

      -Y aquí tienes también tu broche, Pippin -dijo Aragorn-.  Te lo he cuidado bien, pues es un objeto muy precioso.

      -Lo sé -dijo Pippin-.  Me dolía tener que abandonarlo; pero ¿qué otra cosa podía hacer?

      -Nada -respondió Aragorn-.  Quien no es capaz de desprenderse de un tesoro en un momento de necesidad es como un esclavo encadenado.  Hiciste bien.

      -¡La forma en que te cortaste las ataduras de las muñecas, ése fue un buen trabajo! -dijo Gimli -. La suerte te ayudó en aquella circunstancia, pero tú te aferraste a la ocasión con ambas manos, por así decir.

      -Y nos planteó un enigma difícil de resolver -dijo Legolas-. ¡Llegué a pensar que te habían crecido alas!

      -Desgraciadamente no –dijo Pippin-.  Pero vosotros no sabéis nada acerca de Grishnákh. -Se estremeció y no dijo una palabra más, dejando que Merry describiera aquellos últimos y horribles momentos: el manoseo, el aliento quemante y la fuerza atroz de los velludos brazos de Grishnákh.

      -Todo esto que contáis acerca de los orcos de Mordor, o Lugbúrz como ellos lo llaman, me inquieta -dijo Aragorn-.  El Señor Oscuro sabía ya demasiado y también sus sirvientes; y es evidente que Grishnákh envió un mensaje a través del río después del combate.  El Ojo Rojo mirará ahora hacia Isengard.  Pero en este momento Saruman se encuentra en un atolladero que él mismo se ha fabricado.

      -Sí, y quienquiera que triunfe, las perspectivas no son brillantes para él -dijo Merry-.  La suerte empezó a serle adversa cuando los orcos entraron en Rohan.

      -Nosotros alcanzamos a verlo fugazmente, al viejo malvado, o por lo menos eso insinúa Gandalf -dijo Gimli-.  A la orilla del bosque.

      -¿Cuándo ocurrió? -preguntó Pippin.

      -Hace cinco noches.

      -Déjame pensar -dijo Merry- hace cinco noches... ahora llegamos a una parte de la historia de la que nada sabéis.  Encontramos a Bárbol esa mañana después de la batalla; y esa noche la pasamos en la Casa del Manantial, una de las moradas de los ents.  A la mañana siguiente fuimos a la Cámara de los Ents, una asamblea éntica, y la cosa más extraña que he visto en mi vida.  Duró todo ese día y el siguiente, y pasamos las noches en compañía de un ent llamado Ramaviva.  Y de pronto, al final de la tarde del tercer día de asamblea, los ents despertaron.  Fue algo asombroso.  Había una tensión en la atmósfera del bosque como si se estuviera preparando una tormenta: y de repente estalló.  Me gustaría que hubierais oído lo que cantaban al marchar.

      -Si Saruman lo hubiera oído, ahora estaría a un centenar de millas de aquí, aun cuando hubiese tenido que valerse de sus propias piernas -dijo Pippin.

 

Aunque Isengard sea fuerte y dura, fría como la piedra y desnuda como el hueso,

¡marcharemos, marcharemos, marcharemos a la guerra, a demoler la piedra y derribar las puertas!

 

      »Había mucho más.  Una buena parte del canto era sin palabras y parecía una música de cuernos y tambores; muy excitante.  Pero yo pensé que era sólo una música de marcha, una simple canción... hasta que llegué aquí.  Ahora he cambiado de parecer.

      »Pasamos la última cresta de las montañas y descendimos al Nan Curunir luego de la caída de la noche -prosiguió Merry-.  Fue entonces cuando tuve por primera vez la impresión de que el bosque avanzaba detrás de nosotros.  Creía estar soñando un sueño éntico, pero Pippin lo había notado también.  Los dos estábamos muy asustados; pero entonces no descubrimos nada más.

      »Eran los Ucornos, como los llamaban los ents en la "lengua abreviada".  Bárbol no quiso hablar mucho acerca de ellos, pero yo creo que son ents que casi se han convertido en árboles, por lo menos en el aspecto.  Se los ve aquí y allá en el bosque o en los lindes, silenciosos, vigilando sin cesar a los árboles; pero en las profundidades de los valles más oscuros hay centenares y centenares de ucornos, me parece.

      »Hay mucho poder en ellos y parecen capaces de envolverse en las sombras: verlos moverse no es fácil.  Pero se mueven.  Y pueden hacerlo muy rápidamente, cuando se enojan.  Estás ahí inmóvil, observando el tiempo, por ejemplo, o escuchando el susurro del viento, y de pronto adviertes que te encuentras un bosque poblado de grandes árboles que andan a tientas de un lado a otro.  Todavía tienen voz y pueden hablar con los ents, y es por eso que se los llama ucornos, según Bárbol; pero se han vuelto huraños y salvajes.  Peligrosos.  A mí me asustaría encontrármelos, sin otros ents verdaderos que los vigilaran.

      »Bien, en las primeras horas de la noche nos deslizamos por una larga garganta hasta la parte más alta del Valle del Mago, junto con los ents y seguidos por todos los ucornos susurrantes.  Naturalmente, no los veíamos, pero el aire estaba poblado de crujidos.  La noche era nublada y muy oscura.  Tan pronto como dejaron atrás las colinas, echaron a andar muy rápidamente, un ruido corno de ráfagas huracanadas.  La Luna no apareció entre las nubes y poco después, de medianoche un bosque de árboles altos rodeaba toda la parte norte de Isengard.  No vimos rastros de enemigos ni de la presencia de centinelas.  Una luz brillaba en una ventana alta de la torre y nada más.

      »Bárbol y algunos otros ents siguieron avanzando sigilosamente hasta tener a la vista las grandes puertas.  Pippin y yo estábamos con él.  Ibamos sentados sobre los hombros de Bárbol y yo podía sentir la temblorosa tensión que lo dominaba.  Pero aun estando excitados, los ents pueden ser muy cautos y pacientes.  Inmóviles como estatuas de piedra, respiraban y escuchaban.

      »Entonces, de repente, hubo una tremenda agitación.  Resonaron las trompetas y los ecos retumbaron en los muros de Isengard.  Creímos que nos habían descubierto y que la batalla iba a comenzar.  Pero nada de eso.  Toda la gente de Saruman se marchaba.  No sé mucho acerca de esta guerra, ni de los jinetes de Rohan, pero Saruman parecía decidido a exterminar de un solo golpe al rey y a todos sus hombres.  Evacuó Isengard.  Yo vi partir al enemigo: filas interminables de orcos en marcha; y tropas de orcos montados sobre grandes lobos.  Y también batallones de hombres.  Muchos llevaban antorchas y pude verles las caras a la luz.  Casi todos eran hombres comunes, más bien altos y de cabellos oscuros, y de rostros hoscos, aunque no particularmente malignos.  Pero otros eran horribles: de talla humana y con caras de trasgos, pálidos, de mirada torva y engañosa.  Sabéis, me recordó al instante a aquel sureño de Bree: sólo que el sureño no parecía tan orco como la mayoría de estos hombres.

      -Yo también pensé en él -dijo Aragorn-.  En el Abismo de Helm tuvimos que batirnos con muchos de estos semi-orcos.  Parece indudable ahora que aquel sureño era un espía de Saruman; pero si trabajaba alas órdenes de los Jinetes Negros, o sólo de Saruman, lo ignoro.  Es difícil saber, con esta gente malvada, cuándo están aliados y cuándo se engañan unos a otros.

      -Bueno, entre los de una y otra especie, debían de ser por lo menos diez mil -dijo Merry-.  Tardaron una hora en franquear las puertas.  Algunos bajaron por la carretera hacia los Vados y otros se desviaron hacia el este.  Allí, alrededor de una milla, donde el lecho del río corre por un canal muy profundo, habían construido un puente.  Podríais verlo ahora, si os ponéis de pie.  Todos iban cantando con voces ásperas y reían, y la batahola era horripilante.  Pensé que las cosas se presentaban muy negras para Rohan.  Pero Bárbol no se movió.  Dijo: «Tengo que ajustar cuentas con Isengard esta noche, a piedra y roca.»

      »Aunque en la oscuridad no podía ver lo que estaba sucediendo, creo que los ucornos empezaron a moverse hacia el sur, ni bien las puertas volvieron a cerrarse.  Iban a ajustar cuentas con los orcos, creo.  Por la mañana estaban muy lejos, valle abajo; en todo caso había allí una sombra que los ojos no podían penetrar.

      »Tan pronto como Saruman hubo despachado a toda la tropa, nos llegó el turno.  Bárbol nos puso en el suelo y subió hasta las arcadas y golpeó las puertas llamando a gritos a Saruman.  No hubo respuesta, excepto flechas y piedras desde las murallas.  Pero las flechas son inútiles contra los ents.  Los hieren, por supuesto, y los enfurecen: como picaduras de mosquitos.  Pero un ent puede estar todo atravesado de flechas de orcos, como si fuera un alfiletero, sin que esto le cause verdadero daño.  Para empezar, no pueden envenenarles; y parecen tener una piel tan dura y resistente como la corteza de los árboles.  Hace falta un pesado golpe de hacha para herirlos gravemente.  No les gustan las hachas.  Pero se necesitarían muchos hacheros para herir a un solo ent.  Un hombre que ataca a un ent con un hacha nunca tiene la oportunidad de asestarle un segundo golpe.  Un solo puñetazo de un ent dobla el hierro como si fuese una lata.

      »Cuando Bárbol tuvo clavadas unas cuantas flechas, empezó a entrar en calor, a sentir "prisa", como diría él.  Emitió un prolongado hum-hom y unos doce ents acudieron a grandes trancos.  Un ent encolerizado es aterrador.  Se aferra a las rocas con los dedos de las manos y los pies y las desmenuza como migajas de pan.  Era como presenciar el trabajo de unas grandes raíces de árboles en centenares de años, todo condensado en unos pocos minutos.

      »Empujaron, tironearon, arrancaron, sacudieron y martillaron; y clac-bum-cras-crac, en cinco minutos convirtieron en ruinas aquellas puertas enormes; y algunos comenzaban ya a roer los muros, como conejos en un arenal.  No sé qué pensó Saruman entonces; en todo caso no supo qué hacer.  Es posible, por supuesto, que sus poderes mágicos hayan menguado en los últimos tiempos; pero de todos modos creo que no tiene muchas agallas, ni mucho coraje cuando se encuentra a solas en un sitio cerrado sin esclavos y máquinas y cosas, si entendéis lo que quiero decir.  Muy distinto del viejo Gandalf.  Me pregunto si su fama no procede ante todo de la astucia con que supo instalarse en Isengard.

      -No -dijo Aragorn-.  En otros tiempos la fama de Saruman era justa: una profunda sabiduría, pensamientos sutiles y manos maravillosamente hábiles; y tenía poder sobre las mentes de los otros.  Sabía persuadir a los sabios e intimidar a la gente común.  Y ese poder lo conserva aún sin duda alguna.  No hay muchos en la Tierra Media en quienes yo confiaría, si se los dejara conversar un rato a solas con Saruman, aun luego de esta derrota.  Gandalf, Elrond y Galadriel, tal vez, ahora que la maldad de Saruman ha sido puesta al desnudo, pero no muchos otros.

      -Los ents están a salvo -dijo Pippin-.  Parece que los embaucó una vez, pero nunca más.  Y de todos modos no los comprendió; y cometió el gran error de no tenerlos en cuenta.  No los había incluido en ningún plan y cuando los ents entraron en acción ya no era tiempo de hacer planes.  Tan pronto como iniciamos nuestro ataque, las pocas ratas que aún quedaban en Isengard huyeron precipitadas a través de las brechas que habían abierto los ents.  A los hombres, las dos o tres docenas que habían permanecido aquí, los dejaron marcharse, luego de interrogarlos.  No creo que hayan escapado muchos orcos, de una u otra especie.  No de los ucornos: para entonces había ya todo un bosque de ellos alrededor de Isengard, además de los que habían bajado al valle.

      »Cuando los ents hubieron reducido a polvo la mayor parte de las murallas que miraban al sur, Saruman, abandonado por sus últimos servidores, trató de escapar, aterrorizado.  Parece que cuando llegamos estaba junto a las puertas; supongo que había salido a observar la partida de aquel espléndido ejército.  Cuando los ents forzaron la entrada, huyó a toda prisa.  En un principio nadie reparó en él.  Pero la noche era clara entonces, a la luz de las estrellas, y los ents alcanzaban a ver los alrededores, y de pronto Ramaviva lanzó un grito: "¡El asesino de árboles, el asesino de árboles!" Ramaviva es una criatura muy dulce, pero eso no impide que odie con ferocidad a Saruman: los suyos sufrieron cruelmente bajo las hachas de los orcos.  Se precipitó al sendero que parte de la puerta interior, y es veloz como el viento cuando monta en cólera.  Una figura pálida se alejaba, presurosa, apareciendo y desapareciendo entre las sombras de las columnas, y había llegado casi a la escalera que conduce a la puerta de la torre.  Pero fue cosa de un momento.  Ramaviva lo perseguía con una furia tal, que estuvo a un paso de atraparlo y estrangularlo cuando Saruman logró escabullirse por la puerta.

      »Una vez de regreso en Orthanc, sano y salvo, Saruman no tardó en poner en funcionamiento una de sus preciosas máquinas.  Ya entonces muchos ents habían entrado en Isengard: algunos habían seguido a Ramaviva y otros habían irrumpido desde el norte y el este; iban de un lado a otro causando grandes destrozos.  De pronto, empezaron a brotar llamaradas y humaredas nauseabundas: los respiraderos y los pozos vomitaron y eructaron por toda la llanura.  Varios de los ents sufrieron quemaduras y se cubrieron de ampollas.  Uno de ellos, Hayala creo que se llamaba, un ent muy alto y apuesto, quedó atrapado bajo una lluvia de fuego líquido y se consumió como una antorcha: un espectáculo horroroso.

      »Esto los enfureció.  Yo pensaba que habían estado realmente enojados ya antes, pero me había equivocado.  Sólo en ese momento conocí al fin la furia de los ents.  Era asombroso.  Rugían y bramaban y aullaban de tal modo que las piedras se resquebrajaban y caían.  Merry y yo, echados en el suelo, nos tapábamos los oídos con las capas.  Los ents daban vueltas y vueltas alrededor del peñasco de Orthanc, feroces y violentos como una tempestad, despedazando las columnas, arrojando avalanchas de piedras a los fosos, lanzando al aire enormes bloques de roca como si fuesen hojas.  La torre estaba en el centro mismo de un ciclón.  Vi los pilares de hierro y los bloques de mampostería volar como cohetes a centenares de pies, para ir a estrellarse contra las ventanas de Orthanc.  Pero Bárbol no había perdido la cabeza.  Afortunadamente, no tenía quemaduras.  No quería que en esa furia se lastimaran los suyos y tampoco quería que Saruman huyese por alguna brecha en medio de la confusión.  Muchos de los ents se abalanzaban contra la roca de Orthanc; y Orthanc los rechazaba: es lisa y muy dura.  Ha de tener alguna magia, más antigua y más poderosa que la de Saruman.  Como quiera que sea, no podían aferrarse a la torre ni quebrarla; y se estaban lastimando e hiriendo contra ella.

      »Bárbol entró entonces en el círculo y gritó.  La voz enorme se alzó, dominando la batahola.  De pronto hubo un silencio de muerte.  Y en ese silencio oímos una risa aguda en una ventana alta de la torre.  Esto afectó de un modo curioso a los ents.  Habían estado en plena ebullición; ahora estaban fríos, hoscos como el hielo y silenciosos.  Abandonaron la llanura y fueron todos a reunirse alrededor de Bárbol, muy quietos y callados.  Bárbol les habló un momento en la lengua de los ents.  Creo que les estaba explicando un plan que había concebido mucho antes.  Luego las figuras se desvanecieron lentas y silenciosas a la luz grisácea.  Amanecía.

      »Dejaron una guardia para que vigilara la torre, creo, pero los vigías estaban tan bien disimulados entre las sombras y permanecían tan inmóviles, que no alcancé a verlos.  Los otros partieron hacia el norte.  Durante todo el día estuvieron ocupados en algún sitio.  La mayor parte del tiempo nos dejaron solos.  Fue un día triste; y anduvimos de un lado a otro, sin saber qué hacer, aunque cuidando de mantenernos en lo posible fuera de la vista de las ventanas de Orthanc, que nos miraban como amenazándonos.  Buena parte del tiempo la pasamos buscando algo para comer.  Y también nos sentábamos a conversar, preguntándonos qué estaría sucediendo allá en el sur, en Rohan, y qué habría sido del resto de nuestra Compañía.  De vez en cuando oíamos a la distancia el estrépito de las piedras que se rompían y desmoronaban, y ruidos sordos que retumbaban entre las colinas.

      »Por la tarde dimos la vuelta al círculo y fuimos a ver qué ocurría.  Había un gran bosque sombrío de ucornos a la entrada del valle y otro alrededor de la muralla septentrional.  No nos atrevimos a entrar.  Pero desde el interior llegaban los ecos de un trabajo fatigoso y duro.  Los ents y los ucornos, decididos a destruirlo todo, estaban cavando fosos y trincheras, construyendo represas y estanques, para juntar las aguas del Isen y de los manantiales y arroyos que encontraban.  Los dejamos allí.

      »Al anochecer Bárbol volvió a la puerta.  Canturreaba entre dientes y parecía satisfecho.  Se detuvo junto a nosotros y estiró los grandes brazos y piernas y respiró profundamente.  Le pregunté si estaba cansado.

      »"¿Cansado?" dijo, "¿cansado?  Bueno, no, no cansado pero sí embotado.  Necesito un buen sorbo del Entaguas.  Hemos trabajado duro; en el día de hoy hemos picado más piedras y roído más tierras que en muchos de los años anteriores.  Pero ya falta poco. ¡Cuando caiga la noche alejaos de esta puerta y del antiguo túnel!  Es probable que el aluvión pase por aquí y durante algún tiempo será un agua nauseabunda, hasta que haya arrastrado toda la inmundicia de Saruman.  Luego las aguas del Isen serán otra vez puras".  Se puso a arrancar un pedazo de muro, despreocupadamente, como para entretenerse.

»Nos estábamos preguntando dónde podríamos descansar seguros y dormir un rato, cuando ocurrió la cosa más extraordinaria.  Se oyeron los cascos de un caballo que se acercaba veloz por el camino.  Merry y yo nos quedamos inmóviles y Bárbol se escondió bajo la arcada sombría.  De pronto un jinete llegó a galope tendido, como un rayo de plata.  Ya oscurecía, pero pude verle claramente el rostro: parecía bañado en una luz y estaba todo vestido de blanco.  Me senté y lo contemplé boquiabierto.  Traté entonces de gritar, pero no pude.

      »No fue necesario.  Se detuvo junto a nosotros y nos miró desde arriba.  "¡Gandalf!" dije finalmente, pero mi voz fue apenas un murmullo. ¿Y creéis que dijo: "¡Hola, Pippin! ¡Qué sorpresa tan agradable!"? ¡Qué va!  Dijo: "¡A ver si te levantas, Tuk, pedazo de bobo! ¿Dónde rayos podré encontrar a Bárbol, en medio de todas estas ruinas?  Lo necesito. ¡Rápido!"

      »Bárbol oyó la voz de Gandalf y salió inmediatamente de las sombras y aquél sí que fue un extraño encuentro.  Yo era el sorprendido, pues ninguno de los dos mostraba sorpresa alguna.  Era evidente que Gandalf esperaba encontrar aquí a Bárbol; y Bárbol rondaba sin duda por los alrededores de las puertas con el propósito de ver a Gandalf.  Sin embargo, nosotros le habíamos contado al viejo ent todo lo ocurrido en Moria.  Pero yo recordaba la mirada curiosa que nos había echado en aquel momento.  Sólo puedo suponer que él mismo había visto a Gandalf, o había recibido alguna noticia de él, pero no había querido decir nada apresuradamente.  "No apresurarse" es el lema de Bárbol; pero nadie, ni siquiera los elfos, dirán gran cosa acerca de las idas y venidas de Gandalf cuando él no está.

      »¡Hum! ¡Gandalf!" dijo Bárbol.  "Me alegra que hayas venido.  Puedo dominar bosques y aguas, troncos y piedras.  Pero aquí se trata de vencer a un mago.

      »"Bárbol" dijo Gandalf.  "Necesito tu ayuda.  Mucho has hecho, pero necesito todavía más.  Tengo que enfrentarme con unos diez mil orcos." Los dos se alejaron, yéndose a algún rincón a celebrar concejo.  A Bárbol aquello tuvo que parecerle muy apresurado, pues Gandalf estaba con mucha prisa, y ya hablaba a todo trapo cuando dejamos de oírlos.  Estuvieron ausentes unos pocos minutos, un cuarto de hora tal vez.  Luego Gandalf volvió a donde estábamos nosotros y parecía aliviado y casi contento.  Hasta nos dijo, en ese momento, que se alegraba de volvernos a ver.

      » ¡Pero Gandalf!" exclamé.  "¿Dónde has estado? ¿Has visto a los otros?"

      »"Dondequiera que haya estado, ahora he vuelto" respondió en su estilo peculiar.  "Sí, he visto a algunos de los otros.  Pero las noticias quedarán para otra ocasión.  Esta es una noche peligrosa y he de partir rápidamente.  Aunque quizás el amanecer sea más claro; y si es así, nos encontraremos de nuevo. ¡Cuidaos y manteneos alejados de Orthanc! ¡Hasta la vista!"

      »Bárbol quedó muy pensativo luego de la partida de Gandalf.  Era evidente que se había enterado de muchas cosas en contados minutos y ahora estaba digiriéndolas.  Nos miró y dijo: "Hm, bueno, me doy cuenta de que no sois tan apresurados como yo suponía.  Habéis dicho mucho menos de lo que sabíais, y no más de lo que debíais.  Hm... ¡éstas sí que son noticias en montón!  Bien, ahora Bárbol tiene que volver al trabajo."

      »Antes de que se marchara, conseguimos que nos revelara algunas de aquellas noticias; que por cierto no nos animaron.  Pero por el momento nos preocupaba más la suerte de vosotros tres que la de Frodo y Sam, y el desdichado Boromir.  Porque suponíamos que se estaba librando una cruenta batalla, o que no tardaría en iniciarse, y que vosotros lucharíais en ella y acaso no salierais de allí con vida.

      »"Los ucornos ayudarán" dijo Bárbol.  Y se alejó y no volvimos a verlo hasta esta mañana.

 

 

                -Era noche cerrada.  Yacíamos en lo alto de una pila de piedras y no veíamos nada más allá.  Una niebla o unas sombras lo envolvían todo como un gran manto, a nuestro alrededor.  El aire parecía caluroso y espeso; y se oían rumores, crujidos y un murmullo como de voces que se alejaban.  Creo que centenares de ucornos pasaron por allí para ayudar en la lucha.  Un poco más tarde unos truenos resonaron en el sur y a lo lejos, más allá de Rohan, los relámpagos iluminaron el cielo.  De cuando en cuando veíamos los picos montañosos, a millas y millas de distancia, que emergían repentinamente, blancos y negros, y desaparecían luego con la misma rapidez.  Y detrás de nosotros el trueno parecía estremecer las colinas, pero de una manera diferente.  Por momentos el valle entero retumbaba.

      »Debía de ser cerca de medianoche cuando los ents rompieron los diques y volcaron todas las aguas a través de una brecha en el muro norte, en dirección a Isengard.  La oscuridad de los ucornos había desaparecido y el trueno se había alejado.  La luna se hundía en el oeste, detrás de las montañas.

      »En Isengard aparecieron pronto unos charcos y arroyos de aguas negras, que brillaban a los últimos resplandores de la luna, a medida que inundaban el llano.  De tanto en tanto las aguas penetraban en algún pozo o un respiradero.  Unas nubes blancuzcas de vapor se elevaban siseando.  El humo subía, ondulante.  Había explosiones y llamaradas súbitas.  Una gran voluta de vapor trepaba en espiral, enroscándose alrededor de Orthanc, hasta que la torre pareció un elevado pico de nubes, incandescente por abajo y arriba iluminado por la luna.  Y el agua continuó derramándose, e Isengard quedó convertido en algo así como una fuente enorme, humeante y burbujeante.

      -Anoche, cuando llegábamos a la entrada del Nan Curunir, vimos una nube de humo y de vapor que venía del sur -dijo Aragorn-.  Temimos que Saruman nos estuviese preparando otro sortilegio.

      -¡No Saruman! –dijo Pippin-. ¡Lo más probable es que se estuviera asfixiando y ya no se riera!  En la mañana, la mañana de ayer, el agua se había escurrido por todos los agujeros, y había una niebla espesa.  Nosotros nos refugiamos en el cuarto de los guardias y estábamos muertos de miedo.  El lago desbordó y se derramó a través del viejo túnel y el agua subía rápidamente por las escaleras.  Temíamos quedar atrapados en una cueva, lo mismo que los orcos; pero en el fondo del depósito de vituallas descubrimos una escalera de caracol que nos llevó al aire libre en lo alto de la arcada.  No nos fue nada fácil salir de allí, pues los pasadizos se habían agrietado, y más arriba las piedras los obstruían en parte.  Allí, sentados por encima de la inundación, vimos cómo Isengard se hundía bajo las aguas.  Los ents continuaron vertiendo más y más agua, hasta que todos los fuegos se extinguieron y se anegaron todas las cavernas.  Las nieblas crecieron lentamente y se elevaron al fin en una enorme y vaporosa sombrilla de nubes, quizá de una milla de altura.  Al atardecer un gran arco iris apareció sobre las colinas del este; y de pronto el sol en el ocaso quedó oculto detrás de una llovizna espesa en las laderas de las montañas.  Todo aquello sucedía en medio de un gran silencio.  Algunos lobos aullaban lúgubremente en la lejanía. Por la noche, los ents detuvieron la inundación, y encauzaron de nuevo las aguas del Isen, que volvió a su antiguo lecho.  Y así terminó todo.

      »Desde entonces las aguas han vuelto a bajar.  Tiene que haber algún desagüe en las cavernas subterráneas supongo.  Si Saruman espía desde una ventana, verá sólo desolación y caos.  Merry y yo nos sentíamos muy solos.  Ni siquiera un ent con quien conversar en medio de toda esta ruina; y ninguna noticia.  Pasamos la noche allá arriba, en lo alto de la arcada, y hacía frío y estaba húmedo y no pudimos dormir.  Teníamos la impresión de que algo iba a ocurrir de un momento a otro.  Saruman sigue encerrado en su torre.  Hubo un ruido en la noche como un viento que subiera por el valle.  Creo que fueron los ents y los ucornos que se habían marchado y ahora regresaban; pero a dónde se han ido, no lo sé.  Era una mañana brumosa y húmeda cuando bajamos a echar una mirada, y no había nadie.  Y esto es más o menos todo lo que tengo que decir.  Parece casi apacible, ahora que ha quedado atrás.  Y también más seguro, ya que Gandalf ha regresado. ¡Al fin podré dormir!

      Durante un momento todos callaron.  Gimli volvió a llenar la pipa. -Hay algo que me intriga -dijo, mientras la encendía con yesca y pedernal-: Lengua de Serpiente.  Tú le dijiste a Théoden que estaba con Saruman. ¿Cómo llegó hasta Orthanc?

      -Ah, sí, me había olvidado de él -dijo Pippin-.  No llegó aquí hasta esta mañana.  Acabábamos de encender el fuego y de preparar el desayuno cuando Bárbol reapareció.  Oímos cómo zumbaba y nos llamaba.

      »"He venido sólo a ver cómo estáis, mis muchachos" dijo, "y a traeros algunas noticias.  Los ucornos han regresado.  Todo marcha bien; ¡sí, muy bien en verdad!".  Rió y se palmeó los muslos.  "No más Orcos en Isengard, ¡no más hachas!  Y llegarán gentes del sur antes que acabe el día; gentes que quizás os alegre volver a ver."

      »"No bien había dicho estas palabras, cuando oímos un ruido de cascos en el camino.  Nos precipitamos fuera de las puertas y me detuve a mirar, con la certeza de ver avanzar a Trancos y Gandalf cabalgando a la cabeza de un ejército.  Pero el que salió de la bruma fue un hombre montado en un caballo viejo y cansado; y también él parecía ser un personaje extraño y tortuoso.  No había nadie más.  Cuando salió de la niebla y vio ante él toda aquella ruina y desolación, se quedó como petrificado y boquiabierto, y la cara se le puso casi verde.  Estaba tan azorado que al principio ni siquiera pareció advertir nuestra presencia.  Cuando por fin nos vio, dejó escapar un grito, y trató de que el caballo diera media vuelta para huir al galope.  Pero Bárbol dio tres zancadas, extendió un brazo larguísimo y lo levantó de la montura.  El caballo escapó aterrorizado y el jinete fue a parar al suelo.  Dijo ser Gríma, amigo y consejero del rey, y que había sido enviado con mensajes importantes de Théoden para Saruman.

      »"Nadie se atrevía a cabalgar por campo abierto, plagado como está de orcos inmundos" dijo, "y me enviaron a mí.  Y el viaje ha sido peligroso y estoy hambriento y cansado.  Tuve que desviarme hacia el norte, lejos de mi ruta, perseguido por los lobos".

      »Advertí las miradas de soslayo que le echaba a Bárbol y dije para mis adentros "mentiroso".  Bárbol lo observó con su mirada larga y lenta durante varios minutos, hasta que el desdichado se retorció por el suelo.  Entonces, al fin, habló Bárbol: "Ah, hm, a ti te esperaba, Señor Lengua de Serpiente." Al oírse llamar así, el hombre se sobresaltó.  "Gandalf llegó aquí primero, de modo que sé de ti todo cuanto necesito saber y sé también qué he de hacer contigo.  Pon todas las ratas juntas en una ratonera, me dijo Gandalf; y eso es lo que haré.  Yo soy ahora el amo de Isengard, pero Saruman está encerrado en la torre; y puedes ir allí y darle todos los mensajes que se te ocurran."

      »"¡Dejadme ir, dejadme ir!", dijo Lengua de Serpiente.  "Conozco el camino."

      »"Conocías el camino, no lo dudo", dijo Bárbol.  "Pero las cosas han cambiado un poco por estos sitios. ¡Ve y verás!"

      »Soltó a Lengua de Serpiente, que echó a andar cojeando a través de la arcada, seguido por nosotros de cerca, hasta que llegó al interior del círculo y pudo ver las inundaciones que se extendían entre él y Orthanc.  Entonces se volvió a nosotros'

      »"Dejadme ir", lloriqueo.  "¡Dejadme ir!  Ahora mis mensajes son inútiles."

      »"En verdad lo son", dijo Bárbol.  "Pero tienes una alternativa: quedarte aquí conmigo hasta que lleguen Gandalf y tu señor; o atravesar el agua. ¿Por cuál te decides?"

      »Al oír nombrar al rey el hombre se estremeció; puso un pie en el agua y lo retiró en seguida.  "No sé nadar", dijo.

      »"El agua no es profunda", dijo Bárbol.  "Está sucia, pero eso no te hará daño, señor Lengua de Serpiente. ¡Entra de una vez!"

      »Y allí fue el infeliz, cojeando y tropezando.  Antes que lo perdiese de vista, el agua le llegaba casi al cuello.  Cuando lo vi por última vez se aferraba a un viejo barril o un pedazo de madera.  Pero Bárbol lo siguió durante un trecho, vigilándolo.

      »"Bueno, allá va", dijo al volver.  "Lo vi trepar escaleras arriba como una rata mojada.  Aún queda alguien en la torre: una mano asomó y lo arrastró adentro.  De modo que ya está allí y espero que la acogida haya sido buena.  Ahora necesito ir a lavarme para quitarme todo este fango.  Estaré arriba, del lado norte, si alguien quiere verme.  Aquí abajo no hay agua limpia para que un ent pueda beber o bañarse.  Así que os pediré a vosotros dos, muchachos, que vigiléis la puerta y recibáis a los que vengan.  Estad atentos, pues espero al Señor de los Campos de Rohan.  Tenéis que darle vuestra mejor bienvenida: sus hombres han librado una gran batalla con los orcos.  Tal vez conozcáis mejor que los ents las palabras con que conviene recibir a tan noble señor.  En mis tiempos, hubo muchos señores en los campos, pero nunca aprendí la lengua de esos señores, ni supe cómo se llamaban.  Querrán alimentos de hombres y vosotros entendéis de esas cosas, supongo.  Buscad pues, lo que a vuestro entender es bocado de reyes, si podéis." Y éste es el final de la historia.  Aunque me gustaría saber quién es ese Lengua de Serpiente. ¿Era de veras consejero del rey?

      -Era -dijo Aragorn-, y también espía y sirviente de Saruman en Rohan.  El destino lo ha tratado como se merecía, sin misericordia.  El ruinoso espectáculo de cuanto consideraba magnífico e indestructible ha de haber sido para él castigo suficiente.  Pero temo que le esperen cosas todavía peores.

      -Sí, no creo que Bárbol lo haya enviado a Orthanc por pura generosidad -dijo Merry-.  Parecía encontrar un placer maligno en la historia y se reía para sus adentros cuando se marchó a beber y bañarse.  Nosotros estuvimos muy ocupados después de eso, buscando restos flotantes y yendo de aquí para allá.  Encontramos dos o tres almacenes en distintos lugares, cerca de aquí, sobre el nivel de las aguas.  Pero Bárbol mandó algunos ents y ellos se llevaron casi todos los víveres. »"Necesitamos alimentos de hombres para veinticinco personas”, dijeron los ents, así que como veis alguien os había contado cuidadosamente antes que llegarais.  A vosotros tres, evidentemente, os incluían entre los grandes.  Pero no habríais sido mejor atendidos que aquí.  Conservamos cosas tan buenas como las otras, os lo aseguro.  Mejores, pues no les mandamos bebidas.

      »"¿Y para beber?", les pregunté a los ents.

      »"Tenemos el agua del Isen", respondieron "y es tan buena para los ents como para los hombres".  Espero, sin embargo, que los ents hayan tenido tiempo de hacer fermentar algunos brebajes en los manantiales de las montañas, y aún veremos cómo se le rizan las barbas a Gandalf cuando esté de vuelta.  Los ents se fueron y nos sentimos cansados y hambrientos.  Pero no nos quejamos: nuestros esfuerzos habían sido bien recompensados.  Fue durante la búsqueda de alimentos para hombres cuando Pippin descubrió el botín más preciado, estos barrilitos de Corneta.  Pippin dijo que la hierba de pipa es mejor después de la comida, y así termina la historia.

      -Ahora lo entendemos todo perfectamente -dijo Gimli.

      -Todo excepto una cosa -dijo Aragorn-: hierbas de la Cuaderna del Sur en Isengard.  Más lo pienso y más raro me parece.  Nunca estuve en Isengard, pero he viajado por estas tierras y conozco muy bien los páramos desnudos que se extienden entre Rohan y la Comarca.  Ni mercancías ni personas han transitado por este camino durante largos años, no a la luz del día.  Sospecho que Saruman tenía tratos secretos con alguien de la Comarca.  No sólo en el Castillo del Rey Théoden hay Lenguas de Serpiente. ¿Viste alguna fecha en los barriles?

      -Sí -dijo Pippin-.  Eran de la cosecha de 1417, es decir del año pasado; no, ahora el antepenúltimo, por supuesto: un año óptimo.

      -Ah, sí, todos los males que amenazaban a la Comarca han pasado ahora, espero; o en todo caso, están, por el momento, fuera de nuestro alcance -dijo Aragorn-.  Sin embargo, creo que hablaré de esto Con Gandalf, por insignificante que le parezca en medio de esos importantes asuntos que le ocupan la mente.

      -Me pregunto en qué andará -dijo Merry-.  La tarde avanza. ¡Salgamos a echar una mirada!  De todos modos, ahora puedes entrar en Isengard, Trancos, si así lo deseas.  Pero no es un espectáculo muy regocijante.



1 En el calendario de la Comarca todos los meses tienen treinta días.

 

 

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