16. Un ladrón en la noche

 

Ahora los días se sucedían lentos y aburridos. Muchos de los enanos pasaban el tiempo apilando y clasificando el tesoro; y ahora Thorin hablaba de la Piedra del Arca de Thrain, y mandaba ansiosamente que la buscasen por todos los rincones.

Pues la Piedra del Arca de mi padre decía vale más que un río de oro, y para mí no tiene precio. De todo el tesoro esa piedra la reclamo para mí, y me vengaré de aquél que la encuentre y la retenga.

Bilbo oyó estas palabras y se asustó, preguntándose qué ocurriría si encontraban la piedra, envuelta en un viejo hatillo de trapos harapientos que le servia de almohada. De todos modos nada dijo, pues mientras el cansancio de los días se hacía cada vez mayor, los principios de un plan se le iban ordenando en la cabecita.

Las cosas siguieron así por algún tiempo hasta que los cuervos trajeron nuevas de que Dain y más de quinientos enanos, apresurándose desde las Colinas de Hierro, estaban a unos dos días de camino de Valle, viniendo del nordeste.

Más no alcanzarán indemnes la Montana dijo Roác, y mucho me temo que habrá batalla en el valle. No creo que convenga esa decisión. Aunque son gente ruda, no están preparados para vencer a la hueste que os acosa; y aunque así fuera, ¿qué ganaríais? El invierno y las nieves se dan prisa tras ellos. ¿Cómo os alimentaréis sin la amistad y hospitalidad de las tierras de alrededor? El tesoro puede ser vuestra perdición, ¡aunque el dragón ya no esté!

Pero Thorin no se inmutó. La mordedura del invierno y las nieves la sentirán tanto los hombres como los elfos dijo, y es posible que no soporten quedarse en estas tierras baldías. Con mis amigos detrás y el invierno encima, quizá tengan una disposición de ánimo más flexible para parlamentar.

Esa noche Bilbo tomó una decisión. El cielo estaba negro y sin luna. Tan pronto como cayeron las tinieblas, fue hasta el rincón de una cámara interior junto a la entrada, y sacó una cuerda del hatillo, y también la Piedra del Arca envuelta en un harapo. Luego trepó al parapeto. Sólo Bombur estaba allí de guardia, pues los enanos vigilaban turnándose de uno en uno.

¡Qué frío horroroso! dijo Bombur. ¡Desearía tener una buena hoguera aquí arriba como la que ellos tienen en el campamento!

Dentro hace bastante calor dijo Bilbo.

Lo creo; pero no puedo moverme de aquí hasta la medianoche gruñó el enano gordo Un verdadero fastidio. No es que me atreva a disentir de Thorin, cuya barba crezca muchos años; aunque siempre fue un enano bastante tieso.

No tan tieso como mis piernas dijo Bilbo. Estoy cansado de escaleras y de pasadizos de piedra. Daría cualquier cosa por poner los pies en el pasto.

Yo daría cualquier cosa por echarme un trago de algo fuerte a la garganta, ¡y por una cama blanda después de una buena cena!

No puedo darte eso, mientras dure el sitio. Pero ya hace tiempo que fue mi turno de guardia, de modo que si quieres, puedo reemplazarte. No tengo sueño esta noche.

Eres una buena persona, señor Bolsón, y aceptaré con gusto tu ofrecimiento. Si ocurre algo grave, llámame primero, ¡acuérdate! Dormiré en la cámara interior de la izquierda, no muy lejos.

¡Lárgate! dijo Bilbo. Te despertaré a medianoche, para que puedas despertar al siguiente vigía.

Tan pronto como Bombur se hubo ido, Bilbo se puso el anillo, se ató la cuerda, se deslizó parapeto abajo, y desapareció. Tenía unas cinco horas por delante. Bombur dormiría (podía dormirse en cualquier momento, y desde la aventura en el bosque estaba siempre tratando de recuperar aquellos hermosos sueños); y todos los demás estaban ocupados con Thorin. Era poco probable que uno de ellos, aun Fíli o Kili, se acercase al parapeto hasta que les llegase el turno.

Estaba muy oscuro, y al cabo de un rato, cuando abandonó la senda nueva y descendió hacia el curso inferior del arroyo, ya no reconoció el camino. Al fin llegó al recodo, y si quería alcanzar el campamento tenia que cruzar el agua. El lecho del río era allí poco profundo pero bastante ancho, y vadearlo en la oscuridad no fue nada fácil para el pequeño hobbit. Cuando estaba casi a punto de cruzarlo, perdió pie sobre una piedra redonda y cayó chapoteando en el agua fría. Apenas había alcanzado la orilla opuesta, tiritando y farfullando, cuando en la oscuridad aparecieron unos elfos, llevando linternas resplandecientes, en busca de la causa del ruido. 

¡Eso no fue un pez! dijo uno. Hay un espía por aquí. ¡Ocultad vuestras luces! Le ayudarían más a él que a nosotros, si se trata de esa criatura pequeña y extraña que según se dice es el criado de los enanos.

¡Criado, de veras! bufó Bilbo; y en medio del bufido estornudó con fuerza, y los elfos se agruparon en seguida y fueron hacia el sonido.

¡Encended una luz! dijo Bilbo. ¡Estoy aquí si me buscáis! y se sacó el anillo, y asomó detrás de una roca. 

Pronto se le echaron encima, a pesar de que estaban muy sorprendidos. ¿Quién eres? ¿Eres el hobbit de los enanos? ¿Qué haces? ¿Cómo pudiste llegar tan lejos con nuestros centinelas? preguntaron uno tras otro, Soy el señor Bilbo Bolsón respondió el hobbit,compañero de Thorin, si deseáis saberlo. Conozco de vista a vuestro rey, aunque quizá él no me reconozca. Pero Bardo me recordará y es a Bardo en especial a quien quisiera ver.

¡No digas! exclamaron, ¿y qué asunto te trae por aquí?

Lo que sea, sólo a mí me incumbe, mis buenos elfos. Pero si deseáis salir de este lugar frío y sombrío y regresar a vuestros bosques respondió estremeciéndose, llevadme en seguida a un buen fuego donde pueda secarme, y luego dejadme hablar con vuestros jefes lo más pronto posible. Tengo sólo una o dos horas. 

Fue así como unas dos horas después de cruzar la Puerta, Bilbo estaba sentado al calor de una hoguera delante de una tienda grande, y allí, también sentados, observándolo con curiosidad, estaban el Rey Elfo y Bardo. Un hobbit en armadura élfica, arropado en parte con una vieja manta, era algo nuevo para ellos.

Sabéis realmente decía Bilbo con sus mejores modales de negociador, las cosas se están poniendo imposibles. Por mi parte estoy cansado de todo el asunto. Desearía estar de vuelta allá en el Oeste, en mi casa, donde la gente es más razonable. Pero tengo cierto interés en este asunto, un catorceavo del total, para ser precisos, de acuerdo con una carta que por fortuna creo haber conservado. Sacó de un bolsillo de la vieja chaqueta (que llevaba aún sobre la malla) un papel arrugado y plegado: ¡la carta de Thorin que habían puesto en mayo debajo del reloj, sobre la repisa de la chimenea! 

Una parte de todos los beneficios, recordadlo continuó. Lo tengo muy bien en cuenta. Personalmente estoy dispuesto a considerar con atención vuestras proposiciones, y deducir del total lo que sea justo, antes de exponer la mía. Sin embargo, no conocéis a Thorin Escudo de Roble tan bien como yo. Os aseguro que está dispuesto a sentarse sobre un montón de oro y morirse de hambre, mientras vosotros estéis aquí.  ¡Bien, que se quede! dijo Bardo. Un tonto como él merece morirse de hambre.

Tienes algo de razón dijo Bilbo. Entiendo tu punto de vista. A la vez ya viene el invierno. Pronto habrá nieve, y otras cosas, y el abastecimiento será difícil, aun para los elfos, creo. Habrá también otras dificultades. ¿No habéis oído hablar de Dain y de los enanos de las Colinas de Hierro? 

Sí, hace mucho tiempo; ¿pero en qué nos atañe? preguntó el rey.

En mucho, me parece. Veo que no estáis enterados. Dain, no lo dudéis, está ahora a menos de dos días de marcha, y trae consigo por lo menos unos quinientos enanos, todos rudos, que en buena parte han participado en las encarnizadas batallas entre enanos y trasgos, de las que sin duda habréis oído hablar. Cuando lleguen, puede que haya dificultades serias. 

¿Por qué nos lo cuentas? ¿Estás traicionando a tus amigos, o nos amenazas? preguntó Bardo seriamente. 

¡Mi querido Bardo! chilló Bilbo ¡No te apresures! ¡Nunca me había encontrado antes con gente tan suspicaz! Trato simplemente de evitar problemas a todos los implicados. ¡Ahora os haré una oferta! 

¡Oigámosla! exclamaron los otros. 

¡Podéis verla! dijo Bilbo. ¡Aquí está! y puso ante ellos la Piedra del Arca, y retiró la envoltura. 

El propio Rey Elfo, cuyos ojos estaban acostumbrados a cosas bellas y maravillosas, se puso de pie, asombrado. Hasta el mismo Bardo se quedó mirándola maravillado y en silencio. Era como si hubiesen llenado un globo con la luz de la luna, y colgase ante ellos en una red centelleante de estrellas escarchadas. 

Esta es la Piedra del Arca de Thrain dijo Bilbo, el Corazón de la Montaña; y también el corazón de Thorin. Tiene, según él, más valor que un río de oro. 

Yo os la entrego. Os ayudará en vuestra negociación, 

Luego Bilbo, no sin un estremecimiento, no sin una mirada ansiosa, entregó la maravillosa piedra a Bardo, y éste la sostuvo en la mano, como deslumbrado. 

Pero, ¿es tuya para que nos la des así? preguntó al fin con un esfuerzo. 

¡Oh, bueno! dijo el hobbit un poco incómodo No exactamente; pero desearía dejarla como garantía de mi proposición, sabéis. Puede que sea un saqueador (al menos eso es lo que dicen: aunque nunca me he sentido tal cosa), pero soy honrado, espero, bastante honrado. De un modo o de otro regreso ahora, y los enanos pueden hacer conmigo lo que quieran. Espero que os sirva. 

El Rey Elfo miró a Bilbo con renovado asombro. 

¡Bilbo Bolsón dijo. Eres más digno de llevar la armadura de los príncipes elfos que muchos que parecían vestirla con más gallardía. Pero me pregunto si Thorin Escudo de Roble lo verá así. En general conozco mejor que tú a los enanos. Te aconsejo que te quedes con nosotros, y aquí serás recibido con todos los honores y agasajado tres veces. 

Muchísimas gracias, no lo pongo en duda dijo Bilbo con una reverencia Pero no puedo abandonar a mis amigos de este modo, me parece, después de lo que hemos pasado juntos. ¡Y además prometí despertar al viejo Bombur a medianoche! ¡Realmente tengo que marcharme, y rápido! 

Nada de lo que dijeran iba a detenerlo, de modo que se le proporcionó una escolta, y cuando se pusieron en marcha, el rey y Bardo lo saludaron con respeto. Cuando atravesaron el campamento, un anciano envuelto en una capa oscura se levantó de la puerta de la tienda donde estaba sentado y se les acercó. 

¡Bien hecho, señor Bolsón! dijo, dando a Bilbo una palmada en la espalda ¡Hay siempre en ti más de lo que uno espera! Era Gandalf. 

Por primera vez en muchos días Bilbo estaba dé verdad encantado. Mas no había tiempo para todas las preguntas que deseaba hacer en seguida. 

¡Todo a su hora! dijo Gandalf Las cosas están llegando a feliz término, a menos que me equivoque. Quedan todavía momentos difíciles por delante, ¡pero no te desanimes! Tú puedes salir airoso. Pronto habrá nuevas que ni siquiera los cuervos han oído. ¡Buenas noches! 

Asombrado pero contento, Bilbo se dio prisa. Lo llevaron hasta un vado seguro y lo dejaron seco en la orilla opuesta; luego se despidió de los elfos y subió con cuidado de regreso hacia el parapeto. Empezó a sentir un tremendo cansancio, pero era bastante antes de medianoche cuando trepó otra vez por la cuerda; aún estaba donde la había dejado. La desató y la ocultó, y luego se sentó en el parapeto preguntándose ansiosamente qué ocurriría ahora. 

A medianoche despertó a Bombur; y después se encogió en un rincón, sin escuchar las gracias del viejo enano (que apenas merecía, pensó). Pronto se quedó dormido, olvidando toda preocupación hasta la mañana. En realidad se pasó la noche soñando con huevos y panceta.

 

15. El encuentro de las nubes
17. Las nubes estallan