-"¡Señor
Amroth, una luz ha sido vista haya delante!."
Amroth alzó la vista del diario en el cual él estaba
escribiendo. Su escudero Iorlas estaba de pie en
la puerta del camarote, su cabeza se dobló bajo la viga de la cubierta.
-"¿Qué
tipo de luz?."
-"No
lo sé. No podemos verla desde la cubierta aún. Mejor póngase un abrigo. El
sol no ha salido aún, y el aire es fresco y húmedo. Y todavía sopla con fuerza."
A
toda prisa abrigándose con una capa alrededor de él, Amroth
siguió a Iorlas subiendo por la escala hasta la cubierta. El viento
era todavía frío y fuerte detrás de ellos. La rosa severa hacia mucho que rodaba entre las olas, navegando sin
ser visto en la oscuridad. Como cada ola pasada bajo ellos, el barco se balanceaba
sobre las olas un instante, luego rodaba y se deslizaba lejos abajo retrocediendo
atrás. La vela mayor recién reparada retumbaba y se estremecía por la tensión.
Amroth estaba de pie y la miró un momento, pero
parecía sostenerse y bien fija. Mirando alrededor de la cubierta, él vio que
los daños producidos por la tormenta estaban casi todos reparados ahora. Trabajando
sin parar casi tres días, los expertos elfos de mar habían empalmado, anudado
y substituido los daños producidos por la gran tormenta trabajando muy seriamente.
Como Sindarin, o Elfos del bosque, él y Iorlas
habían sido excusados de los expertos trabajos, incluso desalentados de ayudar.
Él había pasado la última semana en su cabina, dejando afuera a los verdaderos
marineros.
Él
olfateó el aire y pensó que podía haber la indirecta más débil de tierra en
ello, pero él bien sabía que su nariz de habitante de bosques, no era tan
sutil para conocer los ligeros cambios como los marineros. Él hizo su camino
a los arcos y encontró a un grupo de Elfos del mar reunidos allí, mirando
detenidamente adelante en la noche y con la conversación silenciosa. Él oyó
la voz profunda de Cirdan entre ellos.
Amroth miraba detenidamente adelante en la oscuridad,
pero no podía ver nada excepto las olas espumadas, curvadas de vez en cuando,
ampliamente empujadas a ambos lados.
-"¿Qué
es aquello, Señor Cirdan?," preguntó él.
Cirdan estaba de pie sobre la barra, mientras soplaba
el viento de proa, su cuerpo se balanceaba fácilmente con el movimiento del
barco. Él echó un vistazo abajo y miraba a lo lejos, al horizonte otra vez.
-"Es
una luz, Amroth. El centinela de la torre de vigía cree que ello es
un incendio a lo lejos, aunque yo confieso que aún no veo nada."
-"Allí,
mi señor," grito uno de los marineros, "justo a babor de nuestra
cabeza."
Amroth reconoció la voz grave de Gilrondil el capitán del barco.
-"¡Ya
lo veo!," Dijo Cirdan. "Es como una chispa, muy baja sobre el horizonte
y nosotros sólo vemos las crestas. ¡Allí! Y allí otra vez. ¿Que piensa usted
de ello, Gilrondil?."
El
capitán del barco estudió el parpadeo débil durante unos minutos. -"No
es ninguna pequeña luz, Señor, creo que es una gran llama a lo lejos. ¿Ve
cómo el cielo de encima parece tocar la llama?."
-"Sí,
yo veo eso ahora. ¿Cómo de distante cree usted que está?."
-"Esto
es difícil de decir, Señor. No menos de ocho leguas, diría yo." Él gritó
al vigía que estaba en lo alto, encima del mástil. "¿Que puede decir
de esto, Lindir?."
Una
voz llegó hasta abajo desde la oscuridad. -"Esto está a más de uno ahora,
capitán. Allí hay dos incendios. ¡No, tres! Otro a la derecha."
-"¿Están
ellos sobre la tierra, qué cree?."
-"No
puedo estar seguro, pero yo adivinaría que ellos están, o sea, sobre el mar
o quizás sobre un chorro. Ellos parecen ser bajos. ¡Otro! Cuatro, cuatro incendios
se ven sobre el mar."
-"El
resplandor de delante, es verdad," dijo Cirdan.
"Nosotros deberíamos estar cerca de ellos, antes de la luz del día."
Todos
ellos estaban de pie mirando aquellas débiles chispas rojas.
-"Un
mal presagio, me temo," dijo Cirdan. "Esto
que vemos pueden ser las llamas de una batalla."
-"¿Ellas
no podrían ser señales?," sugirió Amroth. "Quizá
la gente de Gondor han encendido faros sobre la
orilla para guiarnos."
-"Una
vez había tal faro sobre el Cabo Norte del Ethir
Anduin," dijo Gilrondil,
"pero este hace mucho que fue destruido. En tiempos de guerra tales luces
dirigían tanto a enemigos como a amigos. Más bien, si algo encendido se quema
en el Ethir esto sólo puede significar algo malo.
Vamos a ver lo que el alba revela."
Cuando
la larga noche se fue, las luces encendidas gradualmente se desvanecieron
y una por una dejaron de parpadear. Entonces una luz blanca apareció exactamente
en el mismo lugar. Amroth estaba dispuesto a advertirlo a los otros, pero ésta
pronto se elevó del mar y ocupo el lugar de Eärendil,
la Estrella de la mañana, presagiando el alba. Poco después, un brillo suave
juntado en ese mismo horizonte y los mares surgían alrededor de ellos tomando
muchas largas formas grises. Entonces llegó un destello brillante amarillo
y de repente el sol se elevó sobre el arbotante.
Allí
detrás de ellos y a ambos lados estaban los grandes barcos cisne de Mithlond,
sus proas entrecortaban los mares grises. Ya unos cuantos alteraban el curso
ligeramente afianzándose alrededor del buque insignia para la formación de
la luz del día. El nuevo sol dio la vuelta sobre sus velas una cáscara rosada
y diamantes en el rocío de sus arcos.
La
flota parecía orgullosa y fuerte, aunque ellos contaran, con unos diez largos
barcos cisne, treinta corvitas más pequeñas, y media docena de dientes de
rueda. La mayoría se colocaba a barlovento, un cuarto fuera de su estribor,
y sobre cada vela había sido blasonado en oro la Estrella de ocho puntas de
los Noldor. En lo alto de cada mástil volaba la
bandera blanca de Galathilion, el Árbol de plata.
Más
allá del cuerpo principal de la flota surgió la masa oscura de Tolfalas,
una Isla de rocas que ellos habían pasado sin verla por la noche. A lo lejos
a babor había verdes colinas accidentadas y los precipicios blancos de Belfalas. Lejos adelante, solamente visible ahora en la neblina
que despacio se despejaba, había una línea baja oscura.
-"¿Qué
es aquella orilla negra que hay delante de nosotros?," Preguntó Amroth.
-"Eso
son las sauces del Ethir Anduin," contestó Gilrondil. "Allí entre aquellos árboles inmensos, los
flujos poderosos del Anduin forman muchas bocas
que llegan hasta el mar."
Cuando
el día se hizo más brillante y la línea de árboles se veía más cerca, muchos
huecos comenzaron a aparecer, marcando los pasos entre las islas. Ellos escogieron
el más septentrional, cerca bajo las rocas sobresalientes del Cabo Norte,
ya que era el más amplio y menos inquietado por jirones y torbellinos cuando
la marea estaba en inundación. Cuando ellos se acercaron, Amroth
subió con el catalejo y observó las costas buscando cualesquier signo de vida.
-"¿Qué
ve usted, Amroth?," gritó Gilrondil desde
el castillo de proa. "¿Hay allí muchas velas?."
-"No.
No hay nada."
-"Esto
no es bueno. Los Hombres de Pelargir mantienen siempre
varios barcos de piquete en el Ethir. Ellos deberían
habérsenos desafiado hace mucho. El Ethir nunca
esta indefenso. Mantenga un ojo alerta."
En
aquel momento llegó un saludo desde el barco más cercano a estribor. -"Hay
algunas boyas en el agua, Señor Cirdan. Justo delante
de nosotros."
Cirdan dio un paso rápidamente hacia el andén y
llamó. -"Gire, Hithimir, y vea que es."
El
otro barco rápidamente dejó caer su vela y se paró, y el diapasón majestuoso
se dejó remolcar por los pesados mares. Amroth podía
ver a los marineros apresurarse para asomarse abajo y mirar detenidamente
algunos de los objetos oscuros subidos y esparcidos sobre el agua.
-"Parecen
ser restos, Señor," llegó un grito.
-"¡Gilrondil!,"
Gritó Cirdan. "Indique a todos los barcos que
se muevan con arresto. Tráigalos junto al barco de Hithimir."
Una
cuerda de banderas volaba en lo alto del palo mayor y los elfos saltaron a
las abrazaderas para bajar la vela fuera del alcance del viento. En un momento
la lona dejo de moverse, entonces la vela fue plegada y amarrada. El barco
se freno y fue a la deriva hacia el barco de Hithimir.
Pronto ellos pudieron todos ver el objeto oscuro que se meneaba en la clara
agua azul.
Al
principio Amroth no podía imaginar lo que era. Parecía
ser un revoltijo de troncos ennegrecidos, sesgados en cada ángulo, enredados
como vides. De repente Amroth comprendió que él
miraba el aparejo de un gran barco. Un mástil cruzado y la yarda iba
a la deriva en un enredo de cuerdas y lonas ennegrecidas. Entonces con un
susto de horror él vio un cuerpo enredado en el aparejo, flotando cara hacia
abajo, el largo pelo castaño iba a la deriva alrededor de él. Todo había sido
quemado y ennegrecido, pero el palo mayor estaba intacto y unos pies bajo
la superficie una bandera azul derramada en el agua, una ciudadela de oro
sobre un campo azul.
-"Esta
es la bandera de Pelargir," dijo Cirdan.
-"Más
no puede haber ninguna duda," dijo Gilrondil.
"Los piquetes de Gondor han sido destruidos y el Ethir
ha sido tomado."
-"¡Una
maldición sobre la tormenta que nos retrasó! Hemos llegado demasiado tarde."
-"Esto
sólo puede ser el trabajo de los Corsarios de Umbar.
Pelargir puede que ya haya sido destruido," dijo Gilrondil con una voz de desesperación.
Cirdan se volvió hacia él. -"Desde lo de las
llamas sólo han pasado cinco horas. Los Corsarios podrían no haber alcanzado
Pelargir aún. Ellos todavía deben estar en el Río."
-"Ellos
podrían estar ocultos entre las islas, esperándonos," dijo Gilrondil.
-"No
lo creo. Si ellos hubieran sabido que nosotros estábamos aquí, ellos nos habrían
atacado aquí en la bahía abierta. Ellos nunca se dejarían atrapar dentro del
Río, con nosotros de tapón."
Gilrondil estudió las islas y las aperturas entre
ellas. Él indicó el Cabo norte. -"Nosotros podríamos ir más allá de aquel
cabo y esperar para caer sobre ellos cuando ellos vuelvan. Si golpeamos así
cuando ellos intenten pasar, tendremos el tiempo calibrado y ellos estarán
sobre un sotavento en una orilla de aguas colindantes y serán impedidos por
la dificultad."
Pero
Cirdan negó con su cabeza. -"Gil-galad
nos llamó para ayudar a Gondor contra sus enemigos.
Si Pelargir está ahora sitiado, esto sería de poca ayuda para
su gente, golpear a sus atacantes después de que la ciudad haya caído. Debemos
intentar impedir el ataque, no vengarlo. Más bien, nuestro camino debería
seguir por el Anduin, y tan rápido como pueda ser."
-"Mi
Señor," dijo Gilrondil, "esto es improbable que nosotros los alcancemos,
ya que ellos nos toman al menos cinco horas de ventaja. De la mirada de aquellos
deshechos a lo largo de la orilla Oeste, el viento es bastante voluble en
el Río y nosotros deberíamos clavarnos con anclas contra la corriente, ellos
mientras pueden remar contra ella aunque el viento cese completamente. También,
si ellos desafían atacar Pelargir ellos deben estar
con sus fuerzas al completo y seguramente deben excedernos en número. Aunque
nosotros lográramos coger los en el Río, la corriente estará a su favor. Y
ellos tienen gran experiencia en el combate en aguas estrechas. En la persecución
de ellos dejamos toda la ventaja militar."
-"Estas
cosas son todas verdaderas, Gilrondil, y este es
su deber de advertírmelo. Sin embargo, es mi deber, ayudar en la defensa de
Pelargir. Con los barcos de piquete destruidos, muy probablemente
la ciudad esta desprevenida del peligro que se les acerca. Tenemos la opción
de intentar advertirlos y de ayudarlos en lo que podamos. Los Corsarios pronto
encontraran el cuerpo principal de la flota Pelargrim, y esta es poderosa y experimentada en estas aguas.
No importa su fuerza, ellos no pueden esperar pasar hasta Pelargir sin pérdidas cuantiosas. Muy probablemente las dos
flotas se han encontrado ya. Si nosotros apareciéramos de repente a su espalda
y cayéramos sobre ellos, ellos quedarían entre nosotros y los Pelargrim. Y nosotros deberíamos hacer esto como aliados,
con la sorpresa de nuestro lado.
"Ahora
debemos volar antes de que sea demasiado tarde. Si los Corsarios encontraran
a lo mejor a la flota de los Pelargrim antes de
que nosotros lleguemos, nosotros mismos tendríamos un momento duro con ellos.
Levante las señales para reanudar la marcha y prepararse para la batalla.
Es improbable verlos antes de que ellos nos vean, entonces debemos estar listos
para atacar en cuanto los veamos."
Gilrondil se encorvó y levantó su voz en auge. -"¡Vuelvan
a izar las velas! ¡La abrazadera alrededor de la Yarda! ¡Tiren y asegúrenla!
¡La vela mayor! ¡La vela mayor!."
Los
marineros soltaron el aparejo y el barco se movió hacia adelante como si fuera
golpeado por un azote. Al mismo tiempo las señales aparecieron en lo alto
del palo mayor y todos alrededor de ellos dejaron caer las grandes velas y
se hincharon por el viento. La flota formada se condujo por la boca del norte
del Anduin.
En
cuanto todas las cuerdas fueron enrolladas los marineros fueron abajo y trajeron
con ellos los arcos tensados y muchas largas espadas. Éstos fueron guardados
en receptáculos, para este objetivo, justo bajo las bordas. Los pedazos de
una pequeña catapulta fueron sacados de la bodega y montados sobre el castillo
de proa. Largas lanzas fueron encajadas en las sinecuras que señalan el exterior
de los carriles y redes que se alojan fuera desplegados entre ellos.
Amroth se puso su camisa fijada, su coraza y su
casco. Él puso su arco tensado listo para emplearlo y abrochó su espada a
su cinturón.
Cuando
él estaba de pie ensartando su arco, Gilrondil le
llamó a él. -"Usted tendría mejor empleo con uno de nuestros arcos, Señor
Amroth. Su corto arco Sindarin
es insuficiente para los tiros largos requeridos en el mar."
Amroth miró con recelo a la alta arma que Gilrondil sostenía. -"No uso sus arcos Noldorin, Señor. Temo que yo tirara demasiados lejos a las
olas," sonrió él. "Este arco mío derriba un ciervo a casi un estadio,
y aún es pequeño, ligero y fácilmente manejable, ya que el ha sido diseñado
para la caza en los bosques del Gran Bosque Verde. Cuando apunto con una mano
firme, este es muy exacto, más que sus largos arcos, y más práctico en el
cuerpo a cuerpo."
Ahora
Gilrondil se dio la vuelta para parecer dudoso.
-"¿Un estadio? Muy bien, Señor. Quizá usted tenga razón. Pero para mí
conservaré este viejo tejo mío. Este me ha servido a mí bien durante muchos
yén."
Ellos
ambos ensartaron sus arcos, encajaron las flechas, y dispararon varias veces.
-"¿Que
graduación va a ser, píenselo?," Preguntó Amroth.
"No sé las formas de guerra entre barcos. ¿Cuándo debería disparar yo?."
Gilrondil bajó su arco y su voz. -"De verdad,
no lo sé. No hemos luchado en ninguna batalla en el mar desde que esta Edad
Nueva comenzó. Muchos de nosotros no habíamos aún nacido cuando los últimos
Barcos Cisne de Mithlond lucharon en una batalla.
Pero las distancias pueden ser engañosas en el mar. Cuando nosotros nos encontremos
con otro barco, noto a menudo que parece que estamos acercándonos dentro de
la distancia de tiro de arco, entonces de repente estamos junto a él. Usted
puede intentar un tiro cuando usted esté seguro de acertar con su arco. Pero
yo pensaría que esto sería un tiro afortunado o dos, poco daño podría ser
esto cuando los barcos se aproximan el uno al otro. Entonces la lucha será
cuerpo a cuerpo y nosotros necesitaremos nuestras espadas, no nuestros arcos.
"Si
los Corsarios ya han desembarcado, yo aconsejaría que nosotros atracáramos
en alguna pequeña cala a una pequeña distancia para que nosotros pudiéramos
desembarcar, dejar nuestras embarcaciones, y luchar tierra adentro. Temo que
en el mar los piratas tendrían ventaja sobre nosotros, ya que ellos con sus
largas galeras y con cientos de esclavos abordo para realizar sus maniobras.
Ellos podrían fácilmente sobrepasarnos, sobre todo si los vientos son ligeros.
Sus barcos son muy largos y estrechos, y yo creo que ellos no maniobrarían
fácilmente, sobre todo en aguas estrechas. Si nosotros pudiéramos entrar entonces
de repente en algún estrecho, creo que nosotros estaríamos en condiciones
casi iguales, ya que nosotros podríamos virar, girar y atacar sus flancos.
Mi miedo más grande estaría tranquilo, para entonces nosotros estaríamos en
su altruismo.
"Ellos
llevan bajo sus arbotantes, debajo de la línea de flotación, muchos carneros
penetrantes que pueden rasgar el vientre de un barco en segundos. Ni su arco
ni el mío nos servirían entonces, Amroth. Un Elfo
no nadará lejos con un vestimenta con cinturón, entonces rece que el viento
se mantenga estable y fuerte."
El
viento se mantuvo, y ellos corrieron hasta alcanzar los amplios inferiores
del Anduin una hora después. El gran Río en este
punto era muchas millas de orilla consolidada, pero el agua estaba templada,
y ellos habían pensado que aún estaban en el mar. Una legua después bajo sus
quillas el día no les llevó sobre nada a la vista, ellos no vieron ningún
otro navío.
Justo
antes de oscurecer ellos se acercaron a la confluencia del Río Poros, que
se une al Anduin desde el sudeste, trayendo a las
aguas el temblor del Ephel Dúath
a través de muchas leguas de playa caliente y estéril. El Anduin
se estrecha bastante justo encima del Poros. Cirdan
había razonado que los Pelargrim podían haber perdido terreno en estos estrechos
en donde la defensa sería más fácil. Él había esperado encontrar la batalla
en progreso aquí, o incluso mejor, los Corsarios transportados como prisioneros
bajo los colores de Pelargir. Pero los ríos y las
playas estaban silenciosos y vacíos. La vigilancia extendió sus ojos para
cualquier indirecta de una vela a lo lejos encima del Poros, por miedo de
una emboscada después de que ellos pasaran, pero no había ningún rastro de
cualquier clase, ni tampoco restos de alguna embarcación. Era difícil creer
que esta tierra estaba en guerra. Ellos no podían asumir que los Corsarios
habían navegado sin oposición hacia Pelargir. Pero
nadie podía explicar por qué la Puerta del Sur estaba así de pie abierta.
Ellos
pasaron el Poros y las orillas del Anduin cerrándose
alrededor de ellos. Ellos estaban pasando ahora por una tierra plana, las
orillas colindadas con sauces y álamos, abiertos aquí y allí por una playa
asoleada. Esta era una encantadora tierra pacífica, fresca y convidada, pero
ellos notaron sólo como despacio los bancos les arrastraban por una indicación
de corriente fuerte contra ellos. Por fin la noche cayó y algunas horas más
tarde la primera luna menguante se hundió en el Río detrás de ellos. Mucho
contra su voluntad, Cirdan obligo a reducir la vela en la oscuridad para poder
navegar por las muchas revueltas del Río.
---
Los
marineros habían temido que después de que el sol apareciera disminuyera el
viento, como su refrán, pero este se mantuvo y hasta aumentó, ya que ellos
limpiamente volaban por encima del Río. Hasta con la vela reducida, su progreso
parecía más rápido que por la noche, ya que ellos podían oír el agua que ondeaba
a lo largo de los lados y la estela cremosa estirada por la popa, y ellos
no podían ver la orilla pasada que se arrastraba tan despacio. El cabestrante
fue reforzado casi cuadruplicado ahora que el Río les llevaba más al norte.
La
flota barría sobre la noche, separando el agua negra creando una espuma blanca.
Las grandes linternas en las proas no habían sido encendidas, así los otros
barcos eran meras olas blancas que serpentean por la popa. Los barcos más
pequeños perdían terreno en la formación, aunque Cirdan
fuera cuidadoso en no dejar que las corvitas más grandes se adelantasen y
dividieran la flota.
Amroth estaba de pie ante el castillo de proa,
justo detrás de los dos timoneros en su dirección de barrido. Gilrondil estaba de pie rígido sobre la galería de popa, bajo
la larga encorvadura del Cuello del Cisne. Él se apoyó mucho tiempo sobre
la borda, presentando una silueta contra la ardorosa estela. Después de un
rato él subió por la escala al castillo de proa.
-"Tenemos
una velocidad salerosa, Señor," dijo Amroth.
-"Sí,"
dijo él. "El tronco da casi ocho nudos, aún bajo la vela reducida, aunque
el Río nos debe dar al menos tres de estos. Nosotros deberíamos alcanzar Pelargir antes del mediodía, si no aparecemos sobre una batalla
antes."
-"¿No
es ello extraño que los Corsarios aparentemente se hayan encontrado así tan
poca resistencia?," Preguntó Amroth. "El
Río está limpio y barrido. Vamos en barco por el corazón de una de las naciones
más grandes y más pobladas de la Tierra Media, aún nosotros podríamos estar
en el mar por todos los signos de vida que vemos. ¿Dónde puede estar la flota
de Pelargir?."
-"No
lo puedo adivinar. Todas las cuencas del Río deberían estar llenas de barcos.
Además, su flota principal, sus patrullas a lo largo de las costas, y los
piquetes siempre en el Ethir, hay embarcaciones
mucho más pequeñas que siempre patrullan el Río, para proteger el comercio
y la prevención de cruces de orcos que ahora infestan el sur de Ithilien.
Y hay siempre mucho tráfico comercial sobre el Anduin,
ya que ello no es sólo la Puerta Sur de Gondor,
sino que también lleva las mercancías de Pelargir
y Lebennin, y incluso de algunas de
sus tierras más lejanas en el norte, porteando alrededor de la catarata del
Rauros. El Río nunca está vacío, esto nos dicen. "Esto
no me gusta," dijo él. "Los piratas no podrían haber barrido el
Río de todo el tráfico tan rápidamente. No hay ningún signo de batalla, ninguna
señal de barcos. Es como si la nación entera de Gondor
hubiera sido arrastrada a la luna. No, hay mucho que ver aquí, y esto se me
hace lo más difícil."
Él
bajó su voz para que los timoneros no les oyeran por casualidad. -"He
tenido otro pensamiento el cual me preocupa, pero yo sé que me resisto a hablar
de ello, ya que ello implica en parte mas malas contingencias."
-"Hable,
amigo mío," dijo Amroth. "Yo conozco su
temor, no sea que ellos demuestren ser verdaderos al final."
-"Muy
bien entonces. ¿Si los Corsarios ya hubieran tomado Pelargir
hace algún tiempo? Y si ellos gobiernan en Pelargir
y su flota guarda el Río, esto explicaría la ausencia de embarcaciones o gente
sobre las orillas."
El
corazón de Amroth se enfrió y él se colocó su capa
más estrechamente sobre sus hombros.
-"Entonces
nosotros nos apresuraríamos a nuestro destino. Pero que hay del incendio de
la noche anterior, ¿Los restos de barco que nosotros vimos?."
-"Si
los Corsarios mantienen la ciudad y el Río, ¿ellos no hubieran colocado sus
propios piquetes en el Ethir? ¿Y si los barcos de Pelargir
volvieran de algún largo viaje desconociéndolo?."
-"Ah,"
dijo Amroth, viendo otra vez las maderas ennegrecidas en el agua
transparente, "Al parecer ellos no estaban preparados para un enemigo
que estaba al acecho en el Ethir."
-"Sí,
y ellos habrían alumbrado la noche para nosotros."
-"Pero
no vimos ningún piquete, Corsario o no."
-"Pero
nosotros llegamos allí al amanecer, examinando el sol naciente. La luz tendría
que haber alumbrado nuestras velas mucho antes de que nosotros pudiéramos
ver el Ethir claramente. ¿Y si un piquete Corsario vio un acercamiento
fugaz de los elfos?."
-"¿Ellos
no nos habrían atacado cuando entramos en el Río?."
-"Un
puñado de galeras de piquete sería idiota que nos atacaran. Pero si ellos
mismos se ocultaran entre la multitud de islas del Ethir
y nos hubieran permitido entrar en el Río, ellos incluso ahora podrían estar
siguiéndonos, esperando con alegría plena encontrar su flota principal. Entonces
nosotros estaríamos atrapados entre sus fuerzas."
-"Si
esto es verdadero," dijo Amroth, "entonces
la trampa ya está preparada, y estamos ya en sus mandíbulas. No habría nada
que nosotros pudiéramos hacer."
-"Sí,"
dijo él. "Es por eso, que cuando todos los otros ojos buscaban en el
Río, yo miraba atrás."
Amroth miró hacia atrás con un estremecimiento
y se imaginó bajo la escarda lisa de embarcaciones hacia ellos con remos sordos,
sus carneros se atrevían ha deslizarse a lo largo de las estelas de los Elfos.
-"Ah,
Gilrondil," suspiró él. "Usted no ha mejorado
nada esta noche para mí."
Él
se giró y comenzó a bajar la escala a la galería otra vez. Pero en aquel momento
llegó el grito de muchas gargantas, y hacia el Este el cielo estaba en llamas.
-"¡Pelargir!,"
Clamaron los marineros. "La ciudad está en llamas. Los Corsarios atacan
y estamos aún a muchas leguas lejos.¡Ay!, ¡ay!, ¡Pelargir!."
Gilrondil saltó atrás a la escala de mano y estuvo
de pie mirando fijamente el brillo rojo vibrante de delante.
-"Nuestros
amigos están siendo atacados," dijo él. "Y aún de esto viene un
desahogo, Amroth. Mi temor era infundado. Pelargir
aún está de pie, y venimos para ayudarlo. Hay esperanza aún."
Las
llamas de Pelargir les dieron un servicio más: ellos
ahora podían ver el Río delante. Cirdan ordenó sacudir el filón de las velas y pequeñas velas
triangulares fueron puestas entre los patios y los mástiles. Su velocidad
aumentó perceptiblemente.
Hasta
el final del resto de aquella larga noche ellos miraron el cielo de delante.
El viento se hizo variable hacia el alba y empujaba al sur. Ellos temieron
que se calmara, pero entonces este se estabilizó otra vez. Ellos reforzaron
el velamen y la embarcación se escoro por la brisa tiesa. El agua marrón corría
a lo largo de los orificios de babor.
Cuando
el cielo se ilumino por el alba, pudieron ver un gran manto de humo elevándose
delante, entonces el sol se elevó, apareciendo una sangre roja aciaga. Por
todos lados, la luz crecía sobre las destapadas colinas bajas, verdes con
árboles y prados. De vez en cuando ellos pasaban sobre solitarias casitas
de campo o pequeños pueblos sobre la orilla izquierda, rodeado por campos
tendidos y con alguna barca de pescador o dos amarradas con cuerdas, pero
ellos no vieron ningún signo de vida o movimiento. Todavía no había ninguna
evidencia de daños, y ellos conjeturaron que la gente de Lebennin
había escapado de sus casas por el miedo, cuando la flota Umbardrim
pasó.
El
viento siguió apoyando, viniendo desde el sudeste, pero el Río se dirigía
ahora más al noreste, las velas todavía podían desplegarse bien adelante.
El sol estaba alto en el Este y se quemaba un acometido rojo amarillento en
el sacudir de la batalla, cuando ellos oyeron gritos de los barcos a su izquierda.
El barco más cercano informó.
-"¡Señor
Cirdan!," Gritó su capitán. "Los barcos
de sotavento informan que Pelargir simplemente está empezando a verse, alrededor de
aquel punto lejano, distante quizás tres leguas."
Cirdan levantó su trompeta para hablar y gritó.
-"Pase la palabra para cerrar a barlovento, Hithimir.
Si bordeamos la orilla Este podemos conservar el secreto cuanto tiempo sea
posible. ¿Cuánto queda hasta la ciudad?."
Hithimir se dio la vuelta y habló al barco siguiente
cuando el velamen de encima fue reforzado con fuerza. Los barcos comenzaron
a acercarse al buque insignia. Hubo una conversación breve entre ellos que
no se podía diferir, entonces Hithimir se volvió.
-"Pelargir
aún no parece quemarse, mi Señor, aunque éste esté enroscado en una gran columna
de humo que se eleva de algún sitio cerca del Río. El Anduin mismo parece estar despejado en lo que ellos pueden
ver."
-"¿Qué?
¿Ningún barco a uno u otro lado? ¿Dónde están ellos?."
Hithimir alzó sus manos. -"Ellos dijeron que
no podían ver ningún barco, mi Señor."
Cirdan bajó su trompeta y se dio la vuelta hacia
Gilrondil. -"Que piensa de esto, ¿Seguimos
navegando Capitán? ¿Dónde está la flota de Pelargir?."
El
Capitán del barco meneó su cabeza. -"No lo sé. Quizá ellos han sido tomados
desprevenidos en los muelles y no tuvieron tiempo para escapar. Y aún ellos
tienen patrullas en el Río y observadores a lo largo de las orillas. Hay alguna
fatalidad o el mal está aquí, no lo sabemos."
-"¡No
habrá más mala suerte hoy!," Gritó Cirdan.
"¡Preparados para la acción! Manden a los arqueros que se preparen."
Entonces
cada uno se apresuró a sus tareas designadas. Los recipientes de diapasón
fueron sacados sobre los castillos y pequeño fuegos fueron hechos bajo ellos.
Los escudos redondos fueron bajados de los baluartes y colocados en cada espacio
de lucha.
Aquellos
Elfos que no estaban en las velas o junto al timón se colocaron encima de
los castillos. Sus escuderos prepararon cubos de agua y empaparon el atavío
y el aparejo, paños después de ser bañados en el Río, listos para golpear
las llamas. Agarrando los garfios ellos estaban de pie, listos al lado de
los rollos de cuerda. Finalmente todo estaba preparado. La flota se había
colocado con gran esfuerzo contra la orilla oriental, formada en dos columnas.
Ninguna palabra fue dicha cuando ellos rodearon la última curva y vino a vista
plena la ciudad de Pelargir.
Allí
ante ellos en ángulo entre dos ríos estaba de pie una alta colina, coronada
alrededor por una gran ciudad amurallada. Las banderas revoloteaban en las
torres y en las almenas, y del punto más alto un alto obelisco delgado perforaba
el cielo. Un gran puente arqueado, sobre el río más pequeño a la izquierda.
En el extremo oriental de aquel puente, bajo un cierre escarpado bajo las
paredes occidentales, la flota de Pelargir estaba
arracimada en los muelles. Pero ellos estaban todos en llamas, y una gran
columna negra de humo delgado con lenguas rojas de llamas que sobrepasaban
las murallas. A lo largo del lado derecho, muchas largas galeras negras de
abordaje y galeazas habían atracado sobre la arena. Un rugido de muchas voces
y el sonido del acero iban a la deriva a través del agua.
Cirdan se dirigió directamente hacia los muelles,
y con el viento más moderado el agua ondeada atrás de sus arbotantes. Ahora
ellos podían ver hombres sobre la orilla, como una negra marea que se derrama
fuera de las galeras, encima del camino que iba a la ciudad. Cerca de su cabeza
una máquina enorme que se arrastraba hacia adelante: un ariete pesado tirado
por miles de esclavos.
De
todos modos ellos fueron en adelante tranquilos. Ahora ellos podían distinguir
un grupo de hombres en los barcos; oficiales, ellos lo supusieron, por sus
altos cascos dorados. Ellos estaban todos mirando hacia la ciudad y la máquina
de asedio que era arrastrada despacio hacia la puerta. Ellos parecían no tener
ojos para el Río a sus espaldas.
Finalmente,
cuando los Elfos estaban casi a mitad de camino, alguien debió darse la vuelta
y verles. La trompeta sonó, alta y clara encima del tumulto. Y los hombres
de Umbar se giraron por el sonido y contemplaron la Flota Blanca
de Lindon, que venía sobre ellos en formación de
combate, y un gran miedo vino sobre ellos. Entonces Cirdan
les dijo al ataque o parecido y los Elfos dieron un gran grito, y sonaron
sus armas juntas y produjeron un clamor feroz.
Las
legiones de Umbar se giraron y corrieron hacia sus barcos, desatendiendo
las órdenes. Los esclavos que arrastraban el ariete dejaron caer sus cuerdas
y se arremolinaron por la confusión. Varios de los barcos de apoyo intentaron
volverse desesperadamente en la corriente para enfrentarse al enemigo, sus
bancos de remos azotaban desordenadamente. Otros vacilaron, esperando que
volvieran sus complementos. Aquellos que llegaron a la cuerda saltaron a bordo
del barco más cercano, ya que muchas galeras navegaban con apenas un guerrero
a bordo, y otros con tantos que había demasiado poco espacio para estar de
pie. Los esclavos en los remos, oyendo las trompetas y el tumulto pero incapaces
de ver lo que estaba pasando, aterrorizados cruzaron sus remos y los timoneros
lucharon por mantener su curso.
El
tumulto reinó entre la flota negra cuando cada barco intentaba apoyar y darse
la vuelta para enfrentarse al enemigo. Los barcos se chocaban con los otros
barcos y los hombres eran lanzados al agua. Los remos hacían ruido al entre
golpearse, junto a los barcos vecinos intentando ganar espacio para maniobrar.
Una larga Galera se giró a través de las cuerdas y fue golpeada por varios
barcos intentando alejarse de la orilla.
Pero
los Corsarios eran magníficos marineros y pronto consiguieron el control de
sus barcos. Al poco tiempo un grupo o más de trirremes y seis u ocho pesadas
galeras navegaban libres de cuerdas, empujados por las prensas de los barcos.
A través del agua llegaba el golpeo de tambores y el rajar de azotes, y los
bancos de barridos comenzaron a elevarse y caer. Ellos parecían grandes rapaces
de presa, los remos como el batir de las alas. Ellos rápidamente se formaron
en un amplio arco, los flancos ligeramente por delante del centro cuando ellos
se movieron para enfrentarse al nuevo enemigo.
Cuando
ellos se acercaron, los Elfos pudieron distinguir mejor su aspecto. Las naves
eran largas, estrechas, y bajas, los remeros protegidos por cubiertas de cuero
para que sólo se pudiera ver sus remos. Pasos de peones estrechos levantados
controlando la longitud de los barcos, y estos estaban atestados por hombres
armados. Las popas curvas encima de las cabezas talladas de Dragones u otras
bestias asquerosas, pero sus proas terminadas en largos carneros de latón,
afilados con dientes afilados a ambos lados.
Cirdan ordenó reforzar la vela mayor para aprovechar
el viento y permitir al resto de la flota formarse en una cuña detrás. Los
guerreros estaban de pie inmóviles, aferrados a sus armas y mirando con fascinación
como dos mil remos negros se zambullían feroces y la flota Corsaria a gran
velocidad se juntaba.
Cuando
las flotas estuvieron separadas no más de las longitudes de dos cables, los
arqueros Élficos bañaron sus puntas de flecha en la horquilla ardiente
y enviaron una lluvia continua de fuego a las embarcaciones que avanzaban.
Varias velas irrumpieron en llamas y los hombres de los puentes cayeron cuando
ellos fueron perforados por flechas ardientes, pero la línea no se rompió
y los remos siguieron su ritmo, elevándose con una regularidad terrible.
Cuando
los barcos se cerraron más, Cirdan ordenó mediante
un toque de cuerno que las embarcaciones Élficas
de detrás, condujeran sus barcos de frente hacia los flancos enemigos para
enfrentarse a ellos, ahora que se cerraban alrededor de ellos. Pero el buque
insignia se dirigió directamente hacia el centro, directamente hacia la galera
más grande, un trirreme gigantesco con una torre almenada. Unas flechas dispersadas
comenzaron a caer entre ellos, pero con poco efecto. Los arqueros de los Corsarios
habían sido fijados detrás de los escudos, por el saludo de flechas de fuego
de los elfos, y el humo ahora esparcido de cien sitios sobre el casco.
Cirdan tenían el timón puesto ligeramente hacia
estribor, exponiendo su arbotante de babor hacia el carnero cruel, ahora a
menos de cien yardas. La galera se desviaba ligeramente para mantener el carnero
apuntando hacia su arbotante. Cirdan dio unas órdenes
rápidas y se colocó una mano encima de su cabeza. Los barcos se precipitaron
uno hacia el otro a una velocidad tremenda.
Entonces,
tal colisión parecía inevitable, Cirdan dejó caer
su brazo. El aparejo fue reforzado con fuerza alrededor del timón, el cual
fue lanzado con fuerza hacia babor. La gran vela se vino hacia atrás por el
impacto que golpeó la lona. El barco dio sacudidas y gemidos, pero casi fue
parado por la repentina presión del viento sobre la vela frontal.
El
arbotante balanceado bruscamente hacia el enemigo. Su carnero producía espuma
pero por los pies de su arbotante, con un terrible desgarro y astillado, el
estribor entero de remos fue cortado por el casco blanco. Entonces Amroth
que estaba de pie junto al castillo de proa resistió firme. Él vio a su comandante
asentado en un asiento alto como un trono. Él se inclinaba hacia adelante,
gritando a sus timoneros, pero antes de que él pudiera hablar Amroth había puesto una flecha en su arco, fijándola sobre
su asiento. Rápidamente encajando otra flecha, él derribó a uno de sus oficiales
y Gilrondil al lado de él derribó a otro, hasta
que ellos pasaron por popa fuera de alcance, tullido y en llamas. Los Elfos
clamaron cuando ellos saltaron a las abrazaderas para venir, mientras los
escuderos llevaban a los heridos abajo. Ellos habían perdido sólo dos muertos
y tres heridos, pero la galera había sido destruida.
Cuando
ellos llevaron el barco cerca de la orilla, Gilrondil
se dio la vuelta hacia Amroth. -"Muchos disparos, mi Señor Amroth. Usted disparó dos flechas a su manera antes de que
yo pudiera haber conseguido disparar una."
El
Elfo del bosque sonrió abiertamente. -"Quizás mi pobre corto arco Sindarin
no sea de buen empleo en el mar, Señor." Pero él pensó que Gilrondil todavía miraba poco convencido cuando él lo devolvió
de nuevo a su carcaj.
Un
Elfo joven corría con sus brazos llenos de flechas, rellenando el carcaj de
cada arquero. Entonces ellos se dirigían atrás hacia la lucha y durante un
breve momento se quedaban mirando. Varias embarcaciones se quedaron inmóviles
en el agua, enroscadas en llamas, y los hombres saltaban al Río, encontrándose
solos entre una masa de barcos maniobrando y carneros dentados como navajas
de afeitar. El Río se quedo estrangulado por el sacudir de los barcos y muchos
cascos blancos hundidos y rotos.
La
hermosa corvita de Finarthin se fue, y la de Linroth
y Belcarnen se fueron a la deriva sin timón y en
llamas. Entonces del tumulto y el humo, dos embarcaciones delgadas se retiraron
y se fueron directamente hacia el buque insignia. Pronto uno se fue delante
y el otro le siguió de cerca, un cuarto a su babor. Los Elfos otra vez lanzaron
su lluvia de flechas ardientes, y en un momento casi habían barrido el castillo
de proa del barco principal.
-"¡Arqueros!,"
gritó Amroth. "¡Apunten los arcos sobre el segundo barco!."
Una
docena de Elfos de miradas penetrantes lanzaron una andanada de flechas inmediatamente
y un arquero cayó sobre la cubierta.
Otro
saltó a su lugar tal como el segundo arquero fue alcanzado en su pecho y derribado
sobre el Río. Una descarga final mortal despejó el castillo de proa y la embarcación
avanzaba hacia adelante sin manos que la dirigiera. Viendo esto, Cirdan
puso su timón hacia estribor y pasó a través de sus arbotantes. La galera
principal se giró contra ellos, y la otra se condujo de lleno a su lado. La
nave herida se alzó alta sobre la proa del otro barco, derramando a los hombres
sobre el Río e infringiendo destrozos a su allegado en aparejo y resto.
Cirdan se volvió y se situó cerca de barlovento
de los cascos cruzados. Él llamó a los cierres y tres ganchos fueron lanzados
sobre los barcos enemigos. Muy impaciente seguía de cerca sobre las cuerdas
y consiguieron juntar las dos naves. Mientras los arqueros enviaban un saludo
de flechas a los guerreros arracimados sobre su castillo de proa, Gilrondil y un numero de Elfos valientes
saltaron a la barra.
-"¡Elbereth!,"
Gritaron ellos, "¡Elbereth Manwë!."
Entonces
ellos se lanzaron sobre el barco enemigo y dejaron un camino sangriento a
lo largo del puente bélico con sus lanzas y espadas.
Al
pie de la escala que conduce al castillo de proa, ellos fueron parados por
una defensa desesperada. Allí estaba de pie un hombre, alto para su raza,
un capitán de casco alto, y rodeado por seis caballeros. Ellos sostenían muchos
sables curvos y sus ojos eran arduos y enérgicos.
Gilrondil se paró y dijo, -"Ustedes están derrotados,
hombres de Umbar. Dejen sus armas y sus vidas serán
salvadas."
Pero
su capitán ofreció una risa austera. -"¡Malditos elfos entrometidos!
¿Usted salvaría mi vida? ¡Pero yo preferiría tomar la vida de uno de los inmortales!."
Y
él movió su espada sobre su cabeza para reducir abajo a Gilrondil,
pero él cayó perforado por la lanza de Gilrondil.
El capitán de los caballeros se lanzó sobre los Elfos con ferocidad, pero
en unos momentos de furia mortal todos fueron abatidos sobre la cubierta,
aunque dos Elfos también cayeron al lado de ellos. Entonces Gilrondil
cogió la espada del capitán y con un solo golpe cortó la bandera negra de
Umbar de su escuadra y ella revoloteó en el Río. El partió
el entablado liberando los cierres y trepó atrás a su propia cubierta.
Sus
compañeros de tripulación saludaron su vuelta triunfal con una aclamación,
pero esta murió en sus gargantas, ya que en aquel momento un trirreme pasó
cerca de babor y envió un fuego mortal sobre ellos. Todos los Elfos alrededor
de Amroth cayeron sobre la cubierta, perforados
por muchas emplumadas flechas negras. Gilrondil gimió ferozmente, una flecha en su muslo. Uno de
los arqueros cayó y otro tomó su lugar. La galera de babor se desvió y se
volvió para contraatacar otra vez. Amroth tomó el
objetivo cuidadoso cuando éste retrocedió y puso una flecha detrás de su capitán.
El barco dudó y el tambor se paró. Los remeros vacilaron brevemente, y en
ese momento un Elfo sobre la cubierta de proa disparó la catapulta y envió
una gran piedra que se precipitó sobre el barco. Está cayó en el escudo de
cuero de los asientos de los esclavos y debió despedazarlo directamente al
profundizar, ya que los remeros de aquel lado arrojaron el escudo y comenzaron
a saltar al agua.
Los
Elfos no tenían tiempo para socorrerlos. Ellos abandonaron el barco inservible
reventado en el agua y después de una breve discusión se decidió volver a
la lucha. Cerca de ellos estaba la gran Corvita de Hithimir.
Su castillo de proa estaba en llamas y había sido estropeado por los atavíos
destrozados. Aunque hubiera pocos aparejos para navegarla, ella se daba la
vuelta hacía la batalla con Cirdan. Al lado de ellos
se condujeron abajo con gravedad girando, mientras rodeaban las naves.
Cuando
ellos se acercaron, una galera viró para enfrentarse a ellos. El fuego arrastró
los atavíos y tomó un tributo terrible, ya que sus hombres eran leales y no
se acobardaron, ya que estaban de pie y devolvieron flecha por flecha. Entonces
su catapulta resonó y una enorme bola de fuego formó un arco, rugiendo hacia
el barco de Hithimir. Ésta se reventó llenamente sobre la vela y la combustión
del aceite mojó todo el aparejo y los que había sobre la cubierta de debajo.
Amroth podía ver a los Elfos que se desplegaban
como una hilera sobre la cubierta, golpeando su ropa, pero pronto todo el
barco estaba en llamas. Muchos saltaron al Río pero ellos no podían ayudarlos,
ya que la Galera estaba casi sobre ellos ahora.
Cirdan intentó su viejo truco, lanzando abajo su
timón y retrocediendo la vela. El arbotante virando a babor y el buque insignia
se escoraba abruptamente, peligrosamente cerca del hundimiento. Pero el capitán
enemigo era rápido y giró su arbotante para apuntar sobre su lado expuesto.
Ellos podían oír el tambor del patrón de esclavos que golpeaba alguna vez
acelerando el ritmo y vio a los guerreros sobre su puente, que sonaban sus
espadas sobre sus escudos y aullando con la locura de la batalla.
Ellos
se aseguraron para la colisión inevitable, pero en ese momento vino la ayuda
no vista en forma de una aparición horrorosa. Entre dos barcos de cierre iba
a la deriva una torre ardiente en llamas. Durante un instante ellos pudieron
ver a Hithimir al timón de su barco en medio de las llamas. Su ropa
estaba chamuscada y ennegrecida, su pelo humeaba, pero él parecía no notar
sus manos abrasadas estiradas sobre el timón. Entonces llegó un molesto ensordecimiento
choque y una larga explosión del negro carnero en llamas y se detuvo a unos
cuantos pies a su lado. El aparejo chamuscado de Hithimir se derribó sobre la galera negra con un rugido feroz,
empalados sobre sus propias dificultades. Cirdan
rodeó los barcos quemados, pero de aquel infierno no quedó ninguno vivo, ni
hombre, ni elfo.
-"¡Timonel!,"
Gritó Cirdan. "¡Detrás de ellos!."
Amroth alzó la vista de las naves quemadas y vio
una galera negra que se separaba de la inmediación, hacia la orilla oriental.
En ese mismo momento pasaba cerca bajo su popa, cuando ellos comenzaron su
persecución. Mirando hacia atrás, él vio un grupo de altos hombres en trajes
oscuros sobre el alcázar, a menos de cincuenta yardas de donde él estaba de
pie. Justo delante de ellos, un grupo de marineros estaban arracimados alrededor
de algún ingenio que él no podía distinguir, pero una columna de humo se elevaba
de ello. Ellos de repente saltaron, y con una ruidosa explosión, una pelota
de fuego formó un arco directamente hacia Amroth.
Él
tenía sólo tiempo para gritar una advertencia y se lanzo él mismo a un lado.
Él oyó un profundo rugido de garganta y sintió una ráfaga de calor cuando
el proyectil pasó más allá de su hombro, luego una sacudida detrás de él.
Girándose alrededor, él vio que la pelota había golpeado el carril del alcázar,
enviando una onda de fuego a lo largo de la cubierta y abajo al lado del barco.
Al instante una docena de Elfos saltó adelante, golpeando las llamas con sus
paños mojados. Él oyó un grito de triunfo detrás de él y se dio la vuelta
para ver la burla de los oficiales Umbardrim. Uno más alto que el resto, dio un paso al carril
y sacudió su puño ante ellos. Él tenía una larga cara delgada y una gran nariz
encorvada. Durante un instante sus ojos se encontraron, y Amroth
fue golpeado por la mirada de odio puro en sus ojos brillantes.
A
pesar de las llamas que se alzaban alrededor de ellos, los Elfos pronto trajeron
el barco alrededor, a la búsqueda de la embarcación que escapaba. Con el barco
arrastrado por fin, el viento por suerte llevó las llamas de la vela y el
aparejo. Pronto una manguera fue traída en el juego y la bomba acudió, y el
fuego fue extinguido. La embarcación remaba en el ojo del viento del sureste,
entonces obligaron a los Elfos a golpear en ello, perdiendo terreno en cada
ola. Ellos estaban quizás a doscientas yardas detrás, cuando ella alcanzó
la orilla frente a Pelargir y se condujo sin prestar atención directamente en
velocidad sobre la cuerda completa. Su mástil derribado adelante, caía sobre
los bancos de los remeros. Todo a bordo fue lanzado a sus pies, pero los oficiales
pronto corrían adelante encima, trepando sobre las espaldas de aquella lucha
para liberar los enredos de aparejos que ahora cubrían la parte delantera
del barco.
Cirdan lanzó una vez más el ancla, mientras se
dirigían a la playa de al lado de ellos. Las huestes ya se habían juntado
sobre el castillo de proa, poniéndose a punto para saltar a tierra. Las figuras
salían ahora de la embarcación arruinada, saltando sobre los arbotantes o
trepando sobre la masa enredada de remos a lo largo del lado. El más parecido
estaba en pánico, intentando alcanzar la orilla, pero un grupo alrededor del
arbotante estaba todavía bajo el mando de los oficiales. La pasarela había
sido lanzada a la arena. Varias figuras saltaron sobre ella para escapar,
pero fueron empujados por los oficiales. Entonces los Elfos vieron por qué.
Un gran caballo negro, resoplando y luchando en el miedo, había sido conducido
encima para bajarlo. De algún modo ellos lograron conseguir que aquel poderoso
semental bajara por el tablón en medio de muchos gritos y turbación. La proa
del barco de cisne raspó sobre la arena, cien yardas a la izquierda de la
embarcación.
Con
un clamor -"Elbereth Gilthoniel," el pelotón
de abordaje saltó abajo.
Amroth los siguió, con su arco y espada corta lista.
Después de más de dos semanas en el mar, la tierra parecía todavía mecerse
bajo sus pies. Los cincuenta fuertes guerreros, rápidamente formaron y comenzaron
a trotar hacia la embarcación varada.
El
caballo estaba en tierra ahora, y los oficiales estaban arracimados alrededor
de él. Amroth vio a alguien montar el caballo, y
se dio cuenta de la cara siniestra que él había visto antes. Él echó una mirada
rápida en su dirección, luego estimulo al caballo brutalmente y este saltó
adelante, levantando rocíos de arena a cada paso grande. Él avanzó hacía una
apertura en los árboles que estaban de pie detrás de la playa. Los Elfos viraron
a su izquierda cortándole el paso. Él nunca aflojó su paso, pero se condujo
directamente hacia ellos. Varios Elfos sacaron flechas de su carcaj y se prepararon
para derribarlo, pero él se reventó directamente en su flanco derecho. El
caballo simplemente tiró al suelo a dos y el Corsario redujo a otro con su
espada, matando a otro Elfo que intentaba alcanzar las riendas. Una docena
de flechas silbaron alrededor de él, dos rebotaron en su correaje, pero entonces
él se fue. El caballo se sumergió encima de la cuesta escarpada de arena suelta,
entonces ellos se fueron entre los árboles. Ellos lo vieron montando con fuerza,
no al sur a sus aliados en Harondor, sino al Noreste, hacia las montañas de Mordor. Una desigual aclamación surgió cuando los Corsarios
vieron su fuga completa. Los Elfos se giraron y avanzaron hacia ellos y la
batalla comenzó en un instante.
Muchos
hechos de valor fueron hechos en los pocos minutos siguientes, y muchos hombres
valientes y elfos murieron allí, su sangre vital se esparcía sobre la arena.
Pero en no más de diez minutos la lucha se terminó. Muchos de los esclavos
habían rechazado luchar y estaban de pie ahora en un grupo aterrorizado al
costado del agua. Pero los Corsarios lucharon bien y valientemente, preguntando
y no dando ninguna tregua. Al final sólo dos de los oficiales corsarios permanecieron,
estando de pie de espaldas en medio de un círculo formado por sus compañeros
muertos. Ellos no cederían y miraron airadamente el anillo de elfos alrededor
de ellos, esperando el final. Pero entonces un elfo agarró un pedazo de cuerda
de abordo y la lanzó sobre ellos para que ellos fueran atados. Varios elfos
saltaron rápidamente y los redujeron abajo, desarmándolos y atando sus manos.
Ellos rabiaron y maldijeron a sus captores, como si por salvarles sus vidas
se les hubiera hecho un penoso insulto.
Cirdan llamó a los esclavos asustados, diciendo
-"Ustedes son ahora hombres libres. Si ustedes lo desean, les llevaremos
a Pelargir. Si ustedes dan su palabra de no alzarse
en armas contra nosotros o Gondor, veremos que puede
ser hecho para devolverles a sus casas."
El
pobre grupo mojado dio una débil aclamación, y todos dieron su palabra. Gilrondil
condujo a los dos prisioneros al barco, y en unos momentos más ellos se habían
marchado y volvían a la batalla sobre el Río.
Pero
las velas que ellos vieron eran blancas. Sobre cada lado barcos quemados y
cascos volcados, colocados silbando en el agua ensuciada, ahora ahogada con
cuerpos, y el humo marrón enmascaraba la escena. El tufo acre de la batalla
hormigueaba sus orificios nasales. Después de los gritos y el tumulto de la
batalla, el Río estaba otra vez tranquilo, salvo el crujido de los barcos
quemados.
Ellos
estaban de pie silenciosos sobre la barra, tristemente mirando fijamente sobre
lo que había sido momentos antes dos flotas orgullosas. La Flota Negra de
Umbar ya no existirá más, pero de cuarenta velas
que habían venido en barco desde Lindon, veintidós nunca más partirían del río azul Lhûn, y muchos hermosos elfos que deberían haber vivido aún
largos años nunca volverían a sus casas.
Por
fin Cirdan jadeante sonó su cuerno y los restos
de la Flota Blanca se prepararon para partir. Cuadrando sus velas, ellos navegaron
sobre el Sirith hasta los embarcaderos de Pelargir.
Una batalla feroz todavía rabiaba entre la puerta de la ciudad y el puente
de delante. Aunque su flota había sido destruida, los hombres de Umbar
aún no habían sido derrotados. Aquellos quienes habían sido incapaces de alcanzar
sus barcos habían hecho una defensa audaz.
Cuando
los defensores de la ciudad habían visto la flota acercarse, ellos habían
salido afuera y caído sobre sus enemigos desconcertados. Los hombres de Umbar,
su media fuga desbaratada y sus filas en la gran turbación en desorden, rápidamente
se encontraron a la defensiva. Sus esclavos, ignorados y sin líder, arrojaron
abajo sus armas y, o sea, escaparon al campo o se rindieron. Sus amos anteriores
habían caído atrás en la puerta y reagrupados, formando en cuadrado apretados
los arqueros y con lanceros alrededor de los bordes, formando una pared erizada.
Ahora ellos se conducían determinadamente hacia el puente y el camino a Lebennin.
Incluso ahora ellos se acercaron a las torres del puente del Este.
Los
defensores Pelargrim todavía mantenían el puente, pero ellos parecían
de una manera extraña pocos y enormemente excedidos en número. Era claro que
ellos sólo podían esperar dificultades para impedir la retirada atrás de los
Umbardrim.
-"¡Cirdan!,"
Gritó Amroth. "¡Déjeme sobre la orilla oeste
con un grupo fuerte y yo mantendré el puente!."
Él
se dio la vuelta en la sorpresa. -"¿No está usted aún cansado por la
batalla, Sinda? ¿O es que quizás usted hace mucho
que no tiene la tierra bajo sus pies?."
Amroth sonrió abiertamente e indicó la cabeza del
cisne de encima de él. -"Su cisne ha servido bien a nosotros en este
día, Señor, pero no lo echaré de menos excesivamente. Prefiero el equilibrio
más sólido cuando yo lucho."
-"Entonces
que sea así. ¡Curulin! ¡Timón a estribor! Ponga rumbo sobre la cuerda del
puente oriental. Nuestros elfos del bosque desembarcarán aquí en tierra. Y
también, no cerca de las rocas de allí. Gilrondil,
indíquele a la flota nuestras intenciones. Deje a todos aquellos que tengan
la posibilidad de seguir a Amroth."
La
rasgada por la batalla pequeña flota, condujo sus mástiles hacia la arena.
Amroth levantó al personal y la bandera del pasamano
de la borda y saltó a la orilla, seguido por unos cuantos arqueros. Entonces
cada vez más los marineros saltaron abajo, antes de que los barcos estuvieran
de pie casi vacíos.
Por
fin hasta Cirdan saltó hacia abajo al lado de Amroth. Él tuvo una sonrisa fugaz.
-"Parece
que debo seguir si quiero seguir mandando. Permítanos luchar juntos sobre
la tierra como hemos hecho en el mar.” Y él tomó de él el asta de la
bandera. "¡Hacia adelante ahora!," gritó él. "¡Por Elbereth!
¡Elbereth y Gil-galad!."
-"¡Elbereth!,"
Vino ahora el grito de muchas gargantas, "¡y Gil-galad
nuestro rey!."
De
cada barco fluyeron elfos abajo hasta una agrupación grande de varios cientos
que rayaron la estrecha playa. Ellos subieron de la orilla al camino, formados
encima otra vez, marcharon hacia el puente. Allí estaban de pie dos fuertes
torres con un alto arco entrelazado entre ellos. Pero sus parapetos estaban
vacíos. Muchos arqueros de los elfos subieron a las torres y tomaron sus posiciones
en los respiraderos y en las ventanas. Aquellos con picas o lanzas se arrodillaron
a través del camino bajo el arco, formando una triple pared. El resto estaba
de pie detrás de ellos con flechas ya preparadas en sus cuerdas. Unos minutos
de espera, entonces allí llegó un grito triunfante y un cuerpo de hombres
armados que se precipitaron sobre la cresta del puente arqueado. Su panoplia
era negra carmesí y sus caras salvajes y feroces, rayados de sudor y humo
bajo sus cascos dorados. Algunos llevaban un estandarte personal de un barco
de cibelina sobre un Mar Rojo. Ellos volvían sus hombros cuando ellos corrían,
riendo y burlándose de sus perseguidores. Cuando ellos vieron a los elfos
que bloqueaban el camino ellos pararon, maldiciendo y mirando detrás de ellos
rápidamente a los hombres que venían detrás de ellos.
Cirdan estaba de pie delante y les llamó a ellos
con una voz fuerte. -"¡Hombres de Umbar!,"
gritó él. "La acción, para ustedes esta acabada. ¡No hagan viudas a sus
esposas!."
Pero
el que llevaba la polaina de la bandera gritó hacia él, -"Las mujeres
de Umbar preferirían ser viudas que las mujeres
de unos cobardes."
Entonces
él se precipitó con un bramido ronco, seguido por todos sus compañeros. Cien
cuerdas de arco sonaron como una, y ninguno de los Corsarios alcanzó ileso
las líneas. Su líder, perforado por muchas flechas, balanceó su estandarte
como un hacha, abatiendo varios elfos, entonces él desapareció bajo una ráfaga
de espadas intermitentes. En un momento todo se acabó. Ningún caballero de
Umbar quedó vivo.
Entonces
vinieron otro grupo de hombres que corría sobre el puente, pero estos con
cascos emplumados y escudos azules. Ellos se pararon cuando ellos vieron a
los elfos que estaban de pie sobre los muertos Corsarios. Cirdan
y Amroth avanzaron para encontrarlos en el centro del palmo.
Su portador de estandarte bajó su bandera y su capitán levantó su casco y
se arrodilló ante Cirdan. Él era hermoso de piel
y oscuro de pelo, con un severo semblante orgulloso. Él tenía algo de la mirada
de Isildur y Elendil,
pero a los ojos de los elfos de Amroth más bien
él miraba a aquellos otros Númenóreanos quienes
estaban caídos ante ellos.
-"Bienvenidos
de verdad, a los primeros nacidos," dijo el Hombre. "Soy Duitirith,
el hijo de Barathor, el Señor de Pelargir.
Y le digo: Pelargir es suyo, ya que usted lo ha
comprado este día con su sangre inmortal. Entre en la ciudad, y Pelargir
le dará la bienvenida a usted con el honor y la gratitud que se merece."
Pero
Cirdan le mandó alzarse, diciendo, -"Más bien,
levántese, Príncipe Duitirith, ya que hoy han demostrado que usted puede estar
de pie contra viento y marea. Soy Cirdan, y vinimos
no a aceptar su ciudad, sino ayudarle en su hora de necesidad."
-"Y
en verdad," dijo Duitirith, elevándose, "que la hora final para nosotros
había llegado, Señor Cirdan, ya que nosotros no
podíamos haber resistido una hora más. Vengan todos ustedes valientes elfos,
y visiten la ciudad a la que usted ha conservado. Vamos al banquete en su
honor."
Y
él condujo a los hombres y a los elfos juntos hasta la ciudad. Cuando ellos
se acercaron, ellos podían ver que las paredes habían sido ennegrecidas y
rayadas por el humo. Las enormes puertas de roble habían sido rajadas y astilladas,
y el inmenso ariete de bronce había sido arrojado abajo al lado del camino
entre los montones caídos.
Ellos
alcanzaron las puertas y se pararon. Una voz llamó abajo desde los muros de
arriba.
-"Usted
ha llegado a Pelargir sobre el Anduin. Declare
su nombre, su tierra y el nombre del señor al que usted sirve."
Cirdan dio un paso adelante y exclamó, -"Me
llaman Cirdan el Constructor de Barcos, el Señor
de los Puertos de Mithlond y guardián de Lindon en lugar de mi rey, Ereinion
Gil-galad. Estos son mis amigos y aliados, de muchas
tierras de los Elfos."
-"Entonces
usted es un amigo de esta ciudad," contestó la voz. "Entre en paz,
Cirdan de Mithlond."
Las
puertas crujieron despacio cuando se abrieron con un gran chillido de raspado,
ya que las bisagras habían saltado y las maderas astilladas. Ellos iban en
grupo por la ciudad cuando los ciudadanos de Pelargir
les aclamaban desde las azoteas y los balcones. Cirdan
miraba a su alrededor con sorpresa cuando él andaba despacio por las calles.
-"Veo
muchas mujeres y niños, Príncipe Duitirith, pero
pocos hombres. ¿Dónde está el resto de sus guerreros?."
-"Nosotros
teníamos menos de mil hombres con armas, todo dicho, cuando los Corsarios
cayeron sobre nosotros. Correctamente no sé cuantos quedan, mi Señor."
-"¿Cómo
puede ser esto?," Dijo Cirdan. "Pelargir
es una gran ciudad rodeada de una muralla con fértiles campos y muchos pueblos."
-"Sí.
La semana pasada, mi Señor, nosotros teníamos más de seis mil, pero ellos
han montado a caballo con Barathor hasta Osgiliath para dar
ayuda al rey de Gondor."
-"¿El
rey? ¿Isildur estuvo aquí? ¿Cuándo?."
-"Él
montó a caballo desde Linhir y las tierras del Oeste, pero pasó por aquí hace cinco
días. Él llevaba malas quimeras, noticias delicadas y buscaba nuestra ayuda
contra Mordor. Pero mi padre no estaba de acuerdo
en ceder de buena gana a tantos combatientes, cuando nos poníamos bajo el
peligro de una incursión Corsaria. Entonces Gildor
de su gente llegó, diciéndole que estaba usted sólo a un día detrás, y Barathor se marchó con el ejército de Pelargir,
dejándonos para mantener la ciudad hasta que llegara usted."
-"Nosotros
podríamos haber estado aquí hace dos días, pero fuimos retrasados por una
tempestad feroz, la cual barrió sobre nosotros desde el Este y nos arrastró
a nosotros muchas leguas lejos de la orilla. ¿Ha tenido usted muchas bajas
por nuestra tardanza?."
-"Necesitábamos
a cada hombre sobre las murallas, y así no nos atrevimos a atender la flota.
Nosotros perdimos demasiados en los muelles cuando ellos vinieron sobre nosotros
por la noche, pero la mayor parte de nosotros alcanzó las murallas. Mantuvimos
algunos piquetes en el Ethir, pero ellos también
deben haber sido destruidos."
-"¡Ay!,
esto es así," dijo Cirdan. "Vimos los
incendios lejos ayer por la mañana, pero no pudimos
venir en su ayuda a tiempo para salvarlos. No vimos a ningún superviviente."
-"Los
Corsarios no dejan supervivientes. Es como temíamos. Muchos buenos hombres
han muerto."
-"Ellos
murieron valientemente, Príncipe, ya que sus barcos mantienen todavía los
colores de Pelargir. Ellos murieron en una lucha desesperada, pero no
en vano, ya que los mismos incendios de su muerte nos llamaron con la prisa
en su ayuda. No se apene excesivamente, Duitirith.
Su ciudad aún está de pie, su gente es todavía libre. Mi flota permanecerá
aquí con usted y mis constructores de buques y veleros están a su disposición.
Protegeremos el Ethir y las costas hasta que su
flota esté lista una vez más. Y con la Flota Negra destruida, debería haber
poco miedo de un ataque. Pasara mucho hasta que Umbar
envíe de nuevo naves contra Pelargir."
-"Sí,
mi señor, de verdad alegra esto a nuestros corazones en medio de nuestro dolor.
Hace mucho que vivimos en la sombra del miedo. Es difícil comprender que esto
haya terminado. Vamos al banquete de esta noche, una noche que pensamos nunca
volver a ver, durante unas horas."
Ellos
alcanzaron un gran pasillo superado por una aguja altísima azul y entraron.
Un hombre vino para saludarles a ellos, su cabeza vendada y su brazo en un
cabestrillo sangriento.
-"Señor
Cirdan," dijo el Príncipe, "este es Luindor,
Capitán de Barcos de Pelargir. Él ha hecho grandes
hechos en este día."
Luindor se inclinó ante Cirdan
y fue sorprendido cuando Cirdan le saludó a cambio.
-"Toda
la gente de Pelargir ha hecho mucho y ha sufrido mucho hoy," contestó
Cirdan.
-"Gracias,
Señor," dijo Luindor. "En nombre de toda
la gente de Pelargir, gracias. Usted ha salvado nuestra ciudad y nuestras
vidas. Vi su inteligencia desde las almenas cerca
de la puerta, y nunca he visto maniobra naval realizada tan diestramente."
-"Los
tomamos desprevenidos y no preparados. Si ellos hubieran estado totalmente
agrupados y hubieran tenido tiempo para prepararse contra nosotros, el día
podría haber tenido un resultado muy diferente."
-"Sin
embargo, usted aprovechó sus ventajas y reaccionó con gran dinamismo. Inteligentemente
hecho, señor. Yo le saludo a usted de un comandante naval a otro." Y
él levantó su espada a través de su pecho en saludo. Entonces su cara se oscureció.
"Pero olvídese ya de mí. No soy más que un comandante naval de una ciudad
sin un barco, que no tiene ninguna necesidad de un Capitán de Barcos."
-"Usted
será Capitán de Barcos mientras usted pueda estar de pie en cubierta, Luindor,"
dijo Duitirith. "La flota será reconstruida
inmediatamente. ¿No se lo tengo dicho muchas veces que necesitamos barcos
más modernos? Usted siempre nos trae proyectos para innovaciones más modernas,
usted querrá incorporarse a los próximos barcos. Apenas está la quilla puesta
para que usted quiera cambiar los proyectos."
-"Pero
ellos han sido todos destruidos, mi Señor. Todos mis hermosos barcos: Míriel,
y el majestuoso Indis, y el muy hermoso Melian, y... y todos. Hará falta mucho hasta que tales barcos
naveguen otra vez por el Anduin."
-"Quizá
no habrá que esperar tanto, Capitán," dijo Cirdan.
"Ya que entre mi gente hay muchos constructores de buques y veleros,
y todas las profesiones marítimas, ya que hemos estado construyendo barcos
en Mithlond durante toda esta edad. Ellos permanecerán
aquí para ayudarle a reconstruir sus barcos. Y enviaré a nuestros propios
piquetes para proteger el Ethir y patrullaré las costas, para que la Puerta Sur de Gondor permanezca fuerte mientras sus barcos están en construcción."
La
cara de Luindor mejoró inmediatamente. -"Yo
sería el más feliz de poder hablar con los arquitectos quienes diseñaron sus
corvitas, mi Señor. Nunca pensé que un barco tan grande podría dar la vuelta
en su propia longitud, aún juro que lo vi pasar más de una vez en la batalla. ¡Con un numero de barcos
así yo podría sostener la Bahía de Belfalas contra
todos los enemigos!."
Duitirith sonrió por la cara impaciente de Luindor. Los muelles todavía ardían, y ya Luindor tenía veinte barcos cisne sobre la mente.
Ellos
fueron sentados en largas mesas en un gran vestíbulo encantador. Los platos
con alimentos, listos a toda prisa, recalcados con botellones de vino y licor
de aguamiel. Entonces una hermosa mujer apareció y saludó a los señores Elfos.
Ella llevaba un corriente vestido verde que acentuaba su largo pelo rojo.
Ella fue hasta Duitirith y lanzó sus brazos sobre él. Ella lo mantuvo apretado
como si quisiera convencerse de que él realmente había sobrevivido a la batalla.
Duitirith la besó y sus invitados se rieron.
-"¿Señores,
puedo presentarles a mi madre, la Señora Heleth?
Madre, este es Cirdan de Mithlond,
sus señores y aliados."
Cirdan presentó a sus compañeros, y a ella le brillaban
los ojos cuando cada uno iba siendo nombrado. Finalmente ella se echó a llorar
de alegría.
-"Bienvenidos
a Pelargir, señores," dijo ella, limpiando sus ojos. "Perdónenme,
pero no puedo contenerme. Desde las horas más tempranas de la mañana hemos
visto nuestros barcos quemándose, nuestra gente asesinada, nuestras puertas
perturbadas. Pensábamos sólo que la muerte nos llegaría antes de la tarde.
Les digo, señores, que cuando miré desde la torre Azul y vi sus barcos que brillaban por el sol de la mañana, pensé
que veía volver a Eärendil del cielo para salvarnos.
Siempre estaremos en deuda con ustedes."
-"Hermosa
Señora," contestó Cirdan. "Lamento sólo
que no llegáramos antes y haberles ahorrado este día de horror."
-"Señor
Cirdan, usted nos ha liberado de un horror que ha
estado sobre nosotros toda nuestra vida. Hemos pagado un precio terrible,
pero si el poderío de Umbar está destruido, el coste bien pagado está."
Ellos
entonces comenzaron a comer y todos comieron con buen apetito, ya que ninguno
había desayunado aquel día. Los hombres y elfos se rieron, hablaron juntos
e intercambiaron la narración de su parte en la batalla. Amroth
se sentó entre dos capitanes de barco, uno de Pelargir
y uno de Mithlond. El Elfo contó cómo condujo su barco hacia un gran
trirreme, utilizando la propia táctica de choque de los Corsarios contra ellos.
-"Mantuve
el timón ligeramente hacia arriba," dijo él, "para que nosotros
nos convirtiéramos en ellos, como esto." Él balanceó dos panes de pan
en el aire, formando un arco uno al lado del otro. "Ellos nos vieron
viniendo sobre ellos y pusieron su timón fuerte hacia arriba. Yo pude enterarme
por el patrón de esclavos que tamborilea para todos, él valió la pena. Si
ellos hubieran tirado con fuerza, ellos podrían haber pasado más allá de nosotros,
pero los remos solamente se inclinaron en el agua y pararon. Era como si ellos
solamente se dejaran y nos esperaran.
"Entonces
los remeros sobre el lado hacia nosotros tiraron atrás aquella cubierta de
cuero, en la cual ellos estaban debajo y se levantaron, gritando y agitando
sus brazos. Pensé que ellos tenían pánico, pero justo antes de que golpeáramos,
yo podía oír lo que ellos gritaban. Ellos estaban gritando `¡Gondor!
¡Gondor! ¡Gondor!' Entonces
comprendí que ellos debían ser cautivos tomados de Gondor.
Les obligaron a atacar su propia ciudad, y ellos no remarían más para Umbar." Él sacudió su cabeza con gravedad. "Los
cortamos en dos. Los cortamos en dos y tuvimos que dejarlos allí en el agua,
y de todos modos ellos nos aclamaron. Nunca lo olvidaré."
El
capitán Pelargir estuvo en silencio un momento.
-"Era siempre así cuando nosotros luchamos contra los Corsarios,"
dijo él. "Nosotros sabíamos que ellos tenían nuestra gente en los remos,
¿pero que podíamos hacer nosotros? Tuvimos que hacer todo lo posible por hundirlos,
sabiendo que nuestros hermanos o hijos podrían estar a bordo. Muchos más hombres
valientes de Gondor murieron hoy luchando en Pelargir."
-"Ninguno
era más valiente que los de la guarnición del puente," dijo un hombre
que estaba asentado a su otro lado. "El joven Foradan
tenía sólo veinte hombres para sostener el puente del Sirith.
Varias de las embarcaciones de los Umbardrim atracaron
más allá del Sirith y sus tripulantes después de
desembarcar tenían que cruzar el puente para llegar a las puertas. Vi la batalla desde encima de la puerta. Los hombres de Foradan formaron una línea a través del camino cerca de la
torre, aunque cientos de enemigos estuvieran ya sobre el puente. Ellos no
tenían ninguna posibilidad y ellos lo sabían. Esta fue una lucha terriblemente
sangrienta y pronto terminó, al final cada uno de ellos cayó donde él había
estado de pie. Ninguno había sido presionado para apoyarnos." Él sacudió
su cabeza tristemente. "Muchachos jóvenes, eran ellos, todos ellos, ninguno
con más de dieciocho años.”
Aunque
su conversación fuera severa, muchos otros en el vestíbulo estaban alegres,
y a menudo se oían risas. La gente de Pelargir sintió
como si la oración le hubiera librado de la muerte, y los Eldar
estaban en la tierra otra vez después de un largo y peligroso viaje. Y todos
se sentían culpables por la extraña alegría que un soldado siente después
de una batalla mortal, cuando él comprende que aunque muchos hayan caído,
él ha sobrevivido.
El
alcohol de Duitirith parecía particularmente bueno.
Él ofreció una botella tras otra a Cirdan y a los otros Señores Elfos. Su joven cara roja brillaba
por el placer y el aguamiel. De repente su clara risa se cortó por el cuarto.
Él estaba de pie, levantando su cuerno de bebida.
-"Solamente
quiero ver la cara de mi padre," rugió él, "¡cuando él vuelva con
gran prisa y nos encuentre no sitiados, sino borrachos!."
Cirdan se dio la vuelta por la sorpresa. -"¿El
señor Barathor vuelve a Pelargir? ¿Usted mando decirle a él que volviera?."
-"Ah,
sí, hace muchas horas. Cuando los piratas nos atacaron al principio, yo envié
a mi escudero que cabalgara tan rápido como él pudiera y le dijera que volvieran."
-"Pero
esto no es bueno," dijo Cirdan. "Si usted
me ha dicho que las desventuras de Isildur son verdaderas,
la pérdida de los hombres de Barathor, dejará Osgiliath débilmente defendido."
-"Pero
la batalla ha terminado," dijo Duitirith, de
repente sobrio. "Los Corsarios han sido destruidos y la Puerta del Sur
está segura. Hemos ganado."
-"¿Usted
piensa que porque hemos destruido su flota hemos derrotado a Umbar?
Umbar es poderoso aún. Tiene otros barcos. Tiene grandes fuerzas
en tierra, y ellos tienen aliados: los hombres de Harondor
lejos en Harad, se pondrán bajo la bandera de Herumor. Y Umbar es sólo un arma
en el arsenal de Sauron. Incluso si el Imperio de
Umbar fuera destruido y humillado, él podría desecharlo como
una cuerda de arco rota y simplemente poner encima otra. Más bien, esto era
sólo una escaramuza antes de que la verdadera batalla comience."
Duitirith palideció y el vestíbulo se quedo en silencio.
-"Los
señores del Oeste decretaron que un concilio de todos nuestros aliados fuera
convocado hace tiempo en Osgiliath dentro de tres
días. Si Barathor no está allí el consejo podría ser retrasado y nuestro
golpe muy planificado pudiera salir mal. La guerra aún podría tomar esta posibilidad.
De verdad, esto podría haber sido el objetivo entero del ataque Corsario.
No tomar Pelargir, sino retrasar el consejo."
Él
se sentó un momento, profundamente en pensamiento. -"Duitirith,
Señora Heleth," dijo él. "Le agradecemos
mucho su hospitalidad. Hace mucho que no nos sentábamos en una mesa con amigos
y nos reíamos. Pero debemos ir a Osgiliath lo más
rápido posible."
-"¿Ahora?,"
Preguntó Duitirith con asombro. "Pero usted acaba justo ahora
de salir de una batalla. Ustedes apenas han comido. Pasen el resto de esta
noche aquí, y por la mañana..."
-"No
podemos esperar hasta mañana. Usted no sabe todo lo que cuelga sobre esto.
Si frustran nuestros proyectos y somos deshechos, usted encontrará un peligro
lejano más grande que los corsarios de Umbar a sus
puertas, y allí entonces no habrá ninguno para venir en su ayuda. ¡Cardur!
¿Cuándo podemos tener un barco listo?."
El
capitán superviviente de más antigüedad de Cirdan
se tiró con cautela a sus pies, una venda sobre su pierna herida. -"Hay
apenas un barco apto para navegar, mi Señor," dijo él. "Pero en
unas horas, supongo, que nosotros..."
-"Bueno.
¡Luindor! ¿Cuánto tiempo tardaría un barco en alcanzar Osgiliath?."
-"Esto
son unas sesenta cinco leguas, Señor Cirdan, contra
la corriente. Tres días, a lo mejor."
-"¿Y
si fuéramos a caballo?."
-"Por
el camino son sólo cincuenta leguas. Un día y medio, quizás."
-"Entonces
debemos montar a caballo. Menos mal, que nosotros tendremos una mejor posibilidad
de interceptar a Barathor. ¡Príncipe Duitirith!
¿Usted puede proporcionarme seis caballos veloces?."
-"Desde
luego. Glamrod, hágalo así. Ha traído a las naves de los Elfos. Y
no les he proporcionado muchas provisiones, ya que nunca sea dicho que un
invitado del Señor de Pelargir se marchó hambriento.
"Y
Señor Cirdan," continuó él, "cuando usted
encuentre a mi padre, él deseará venir aquí para ayudarnos. Él no debe volver.
Impóngale volver a Osgiliath con usted, ya que la
necesidad más grande está allí. Asegúrele que estamos bien y con la ayuda
de sus elfos del mar nosotros estamos seguros y repararemos nuestras defensas."
-"Mi
señor," dijo Cirdan, "lo haré así. Claro es para mí que usted puede
con una situación difícil admirablemente. Usted será un gran señor algún día."
Duitirith aumentó bastante en orgullo y placer por
este elogio.
-"Cardur,"
dijo Cirdan. "Le dejo responsable de la flota.
Vea primero la reparación de los barcos. Cuando una docena esté lista, envíeles
inmediatamente al Ethir y vea que ningún otro visitante
no deseado entre en el Río. Luindor, usted tiene
pleno uso de todos nuestros recursos. Use los para comenzar a reconstruir
su flota. Amroth, Gilrondil,
ustedes vendrán conmigo. Traigan sus escuderos. El resto de ustedes, denles
la ayuda necesaria a los hombres de Pelargir. Si
usted es atacado, no deje el Río cueste lo que cueste. Ahora, debemos irnos.
Adiós a todos ustedes, gentes de Pelargir."
Y
con eso Cirdan abandono el vestíbulo cruzándolo.
Hubo un momento de atontado silencio, entonces cada uno brincó a sus pies
y se apresuró a sus deberes. Amroth mando un precipitado adiós a sus nuevos amigos y se
apresuró detrás de Cirdan.
---
Cuando
ellos pasaron por la ciudad ellos vieron a la gente ocupada por todas partes.
Algunos estaban tendidos muy heridos, otros todavía apagaban incendios producidos
por las catapultas de los Corsarios. Un carro agitado por varias figuras que
todavía estaban bajo escudos. Había mucha emoción en el aire, una pena mezclada
con alegría. Muchos guerreros valientes lloraban abiertamente aún cuando ellos
trabajaban, ya que casi todos habían perdido amigos y compañeros en la batalla.
Y aún Amroth podía ver en muchas caras una luz de
felicidad, ya que la batalla había sido ganada y la ciudad era aun fuerte,
al menos de momento. En el banquete también, él se había sorprendido por la
alegría casi despreocupada de muchos jóvenes y mujeres de allí, que sólo horas
antes se habían preparado para morir y dejar el mundo para siempre. Por su
parte, Amroth sabía que los acontecimientos de este
día, el miedo y el horror de la batalla, los amigos muertos estarían siempre
en su corazón durante miles de Años. Amroth pensaba
cuando él los miraba que las emociones de los hombres parecían revolotear
por ellos más rápidamente, que las que tenían ellos los elfos.
Él
tuvo tiempo para observar también la ciudad que les rodeaba. Esta era su primera
visita a una ciudad de los hombres. Él a menudo oía los cuentos hermosos de
Annúminas, la ciudad de Elendil
en el Lago Nenuial, pero él nunca la había visitado,
imaginándosela como una imitación ordinaria de Mithlond
o Caras Galadon. Pero ahora él vio que él había
juzgado mal a los hombres. Pelargir era una Ciudad
mucha más reciente que aún el más reciente de los establecimientos de los
elfos, aunque indudablemente su gente pensaría que mil vueltas del sol era
mucho tiempo. Y no había sido construida con las artes de los Primeros Nacidos.
Ésta había sido construida en piedra, sin la hermosura o el poder mágico,
salvo el del simple mortero. Cuantas vidas breves de hombres tenían que pasar
cortando estas piedras y arrastrándolas hasta aquí, para erigir esta ciudad;
tallar sus columnas; pintar sus frescos; los azulejos de sus palacios; ¿calles
pavimentadas? Y cada artesano sabía que él no podía
esperar vivir para ver el trabajo completado. ¿Hacían ellos construcciones
para ellos, o para sus hijos, o para algún otro objetivo? Y él comprendió
que le gustaría volver a esta tierra en tiempos más felices, si alguna vez
pudiera volver de nuevo. Él deseó saber más de esta raza curiosa, vivir entre
ellos durante un tiempo y aprender sus costumbres.
Ellos
alcanzaron la puerta y esperaron, durante unos minutos esperaron a que la
puerta se abriera, entonces se apresuraron abajo, hacia las naves. Ellos recogieron
sus pertenencias y llamaron a sus escuderos, Cirdan
daba órdenes a sus oficiales todo el rato. Ellos apenas habían terminado,
cuando el hombre Glamrod de Duitirith apareció con
seis hermosos lisos caballos.
-"Estos
son animales nobles," dijo Amroth, acariciando
el cuello de uno.
-"Ellos
son del propio establo de Duitirith, mi señor,"
dijo Glamrod. "Ellos les llevarán con la velocidad del viento."
Cirdan saltó a la silla del primer caballo. -"Ellos
estarán bien cuidados y serán devueltos a su señor en cuanto pueda ser. Nuestras
gracias a usted, y a su señor."
-"Siga
el camino del puente, mi señor," llamó Glamrod.
"Tome el camino más grande en cada cruce, y en la segunda puesta debería
encontrarse ante las murallas de Osgiliath. Le deseo
buen viaje."
Entonces
los escuderos montaron, todavía masticando sus cenas, y comenzaron a atar
con correas los paquetes a las sillas. Gilrondil
cojeaba de su muslo herido, el cual se había envuelto con una venda de lino.
Él montó sin requerir ayuda. Amroth se dio la vuelta hacia la gente de Pelargir quienes habían llegado hasta los límites del muelle
para mirarlos.
-"Le
agradecemos todo, buena gente de Pelargir. Ustedes
nos han hecho sentir como en casa en una tierra distante."
-"Que
Eru les bendiga a ustedes y a su ciudad," exclamó
Cirdan. "Ahora, montemos a caballo."
Ellos
estimularon sus caballos desde encima de la orilla hacia el camino, girándolos
a la izquierda, y galoparon por encima de una larga subida. En la cresta ellos
hicieron una pausa para mirar hacia atrás a la ciudad. Las torres altas de
Pelargir brillaban contra el cielo de la tarde.
Un humo fino todavía se arrastraba encima del valle del Sirith
justo más allá.
-"Una
ciudad hermosa," dijo Amroth. "No me gustaría
verla como una ciudadela del Enemigo."
-"Ni
yo," dijo Cirdan, "y para que no sea éste su destino, nosotros
debemos montar a caballo como si fuéramos llevados por águilas."
Entonces
ellos se dieron la vuelta y tronaron abajo a la larga cuesta del camino, que
se extendía lejos a través de las llanuras.