12. El Orodruin

Elendil manejó sus talones sobre los lados de su corcel, animándolo a mayor velocidad. El gran caballo, ya cubierto de sudor del largo galope en el calor sofocante, gruñó pero respondió, estirando su paso grande y separándose de los caballos de alrededor de él. Pronto él consiguió una docena de longitudes, por delante de la palpitante columna de caballería. Nadie hablaba, sus caras enmascaradas contra el calor y el polvo, sus ojos enrojecidos por una columna de polvo y humo, siempre unas leguas por delante de ellos.

Las paredes del camino pasaban de una manera monótona, y de todos modos ellos seguían sin acercarse más a sus enemigos. El calor, el polvo, las paredes de lava enturbiaban a uno u otro lado, combinaban un sentido de pesadillas inútiles, como si ellos hubieran sido condenados a montar a caballo así para siempre. La única indicación de su velocidad era la cumbre ardiente del Orodruin, que sobrepasaba el manto negro. Este regularmente parecía más cerca. De vez en cuando éste se estremecía y arrojaba nuevas corrientes en adelante, de lava y nubes de humo negro entrelazadas con llamas. Cerca de su cumbre brillaba un disco rojo que brillaba como un ojo funesto mirándolos, la puerta al Sammath Naur, las Cámaras de Fuego.

Las horas pasaron y les obligaron a reducir la marcha a un medio galope. La gran guerra pesada de los caballos corría con el sudor, sus grandes lados brillantes que levantaba sobre ellos el aire muerto por el calor opresivo. Finalmente por el consentimiento tácito ellos se pararon y permitieron a los paladines y pajes, adquirir y dar de beber a los caballos de los sacos de cuero, que pendían sobre sus caballos como paquetes.

Elendil estaba sentado sobre la pared, respirando pesadamente y bebiendo de una calabaza de agua, cuando Gil-galad se volvió después de hablar con algunos de sus capitanes y vino hacia él.

-"No podemos mantener este paso mucho más tiempo", dijo el elfo.

-"Debemos," jadeó Elendil. "Sauron no está a más de una legua o dos por delante de nosotros."

-"Sí. Pero sus orcos están acostumbrados a este calor y a raciones cortas. Y él no tiene remordimientos sobre la muerte de los de la raza de ellos. Si agotamos a nuestros caballos, no podremos esperar perseguirlo a pie."

-"Supongo que no. Pero esto me duele, saber que él está tan cerca y ser incapaz de atraparlo."

-"Lo sé. Pero si lo cogemos debemos estar listos para luchar. Mire mucha gente esta a punto de caerse de sus caballos. Esta marcha destruye su capacidad de lucha."

Elendil miró a sus hombres sentados sobre la pobre sombra de la pared. Sus caras desdibujadas y machadas de ceniza gris bajo el polvo. Ellos no hablaban, comían y bebían sólo mecánicamente.

-"Usted tiene razón. Debemos descansar. Pero no más de una hora, o nunca podremos alcanzarlo."

Y entonces ellos descansaron, los ojos cerrados contra el resplandor del sol. Éste estaba ahora alto, quemando abajo como una moneda de cobre por la ahumada neblina amarilla. Éste bañaba el paisaje estéril con una luz intensa, y el calor que dejaban las rocas demasiado calientes para el cómodo tacto y tomaban todo el alivio en las pocas sombras. Los centinelas elfos estaban de pie contra el alto y oscuro cielo naranja, abrigados en sus largas capas grises, que de algún modo les resguardaba del calor.

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Elendil había pensado sólo descansar cerrando sus ojos un momento, pero entonces él fue despertado por unas sacudidas de Gil-galad.

-"Elendil," dijo el elfo. "Elendil, despiértese."

Elendil se levanto del suelo con un gemido. -"Ah, amigo mío," suspiró él. "Mi sangre Númenóreana me ha dado larga vida, pero ésta no ha rellenado estos viejos huesos para dormir sobre piedras. ¿Qué es? ¿Es el momento para montar a caballo otra vez?."

-"Creo que Sauron también se ha parado. La nube negra alcanzó las faldas del Orodruin poco después de que nos parásemos, pero no se ha movido desde entonces. Venga véalo usted."

Ellos subieron sobre la pared baja de negras rocas de lava y anduvieron por encima de un montón de cenizas, unas cien yardas al norte del camino. Tres centinelas de los elfos estaban de pie allí, mirando al Oeste y señalando.

-"Allí, Señor," dijo uno. "¿Lo ve usted? La nube está sobre aquella área baja, justo más allá de la lava vieja que fluye por las faldas del sur del Orodruin. Pero ésta no se ha movido en la última media hora."

-"¿Qué podrá significar esto?," Reflexionó Elendil, mirando fijamente sobre el manto oscuro de una columna inmóvil de humo.

-"Quizás hasta su gente necesite descansar," sugirió Gil-galad.

-"O quizás él está en espera para una emboscada," murmuró uno de los otros elfos.

-"Él no tiene ninguna necesidad de ocultarse," dijo Elendil. "Todo lo que él tiene que hacer es esperarnos para ponerse al corriente."

-"Entonces quizá él está listo para hacernos frente."

-"¿Pero entonces por qué nos conduce a esta persecución a mitad de camino a través de medio Mordor?."

-"Él puede sentirse más fuerte a la sombra del Orodruin," dijo Gil-galad. "Esto es dicho, que la fuente de su poder está dentro de la Montaña."

-"Si es así, no tenemos ninguna otro opción, sólo la de luchar sobre la tierra que él escoja. Despertad al ejército. Debemos montar y marchar inmediatamente."

Pronto ellos estaban en marcha otra vez, los hombres todavía atontados de su corto sueño, los caballos disgustados por comenzar otra vez tan pronto en el calor del día. Elendil y Gil-galad montaron a caballo uno al lado del otro a la cabeza de la columna, mirando la siniestra nube oscura que a cada minuto estaba  más cerca.

-"Esto es una mala situación," dijo Elendil, manteniendo su voz baja para que los otros no le oyeran. "Él está en la cúspide de su poder, en su propio territorio, y él puede disponer de sus tropas como a él le complazca. Él aún escoge el momento y el lugar de la batalla."

-"Sí," dijo Gil-galad, "mientras nosotros llegaremos agotados de un largo sitio y persecución, e incluso aún no sabemos donde podrían estar nuestros amigos en este momento."

-"Si ellos estuvieran con nosotros ahora," dijo Elendil. "Yo me sentiría mucho más tranquilo si tuviera a Isildur a mi lado."

-"Y sus diez mil guerreros," convenio Gil-galad. "Pero si debemos enfrentarnos a Sauron como nosotros estamos, debemos hacer todo lo que podamos. Nuestro objetivo solo debe ser Sauron."

-"Sí, si él fuera destruido, los orcos solos no serían ningún gran peligro. Ellos pueden luchar con ferocidad, pero sólo con mando. Si sus capitanes son matados, individualmente ellos son unos cobardes."

-"Entonces no debemos extendernos en una larga línea de batalla," sugirió Gil-galad. "Usted y yo montaremos a caballo directamente hacia Sauron con todos nuestros más grandes caballeros. Todo el resto nos seguirá detrás de nosotros quizás no más de diez en fondo. No vamos a hacer ninguna tentativa de atacar todo el frente entero. Será una gloriosa carga. ¿Estamos de acuerdo?."

Elendil reflexionó un momento. -"Si la carga es detenida, su orcos serán capaces de acercarse alrededor de nosotros. Nosotros no tendríamos ninguna defensa sobre nuestros flancos en absoluto. No tendríamos ninguna posibilidad."

-"Sí. Esto es el triunfo o el fracaso, todo o nada. Empujaremos todos directamente hacia él."

-"Esto es un plan desesperado. No podría haber ninguna marcha atrás, ningún reagrupamiento, ninguna segunda tentativa."

-"Para mí," dijo Gil-galad, "yo estoy enfermo de esta tierra miserable y todo lo que hay en ella. No tengo ningún deseo de más batallas, en otros días. Yo me encontraría con Sauron cara a cara y le daría gusto a Aeglos en sus costillas," dijo él con gravedad, sujetando la gran lanza toda derecha a su lado. "Si muero en la tentativa, entonces que sea así. Pero haré todo lo posible. Todo debe terminar hoy."

-" Sí," dijo Elendil. "También yo estoy de acuerdo que la guerra debe terminar hoy. Voy a cabalgar al lado de usted. Y mi espada Narsil también tiene sed de la sangre de Sauron."

-"Entonces debe dar las ordenes, puesto que para mi parecer él está detrás de aquel canto."

Elendil se giró en su silla y su voz creció en aumento sobre la palpitación de los cascos. -"Formen arriba en filas de diez, no más. Cuando veamos al enemigo, manténganse juntos y apretados detrás de nosotros; no dejen a nadie rezagarse o ellos se quedarán atrás. Miren sólo a aquel que vaya inmediatamente delante de ustedes. No se desvíen para perseguir a nadie. Cada guerrero debe marchar directamente hacia Sauron, cueste lo que cueste deben continuar. Y si lo derriban vivirán siempre en la canción. Su nombre será cantado en los vestíbulos de los reinos aún por venir. ¡En marcha ahora, y no se paren hasta que Sauron este muerto!."

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El manto surgió ahora directamente encima de ellos, bloqueando el sol y lanzando la tierra a la sombra. El humo iba a la deriva entre los pináculos de rocas quebradas a la una u otra mano. Ellos subieron encima de la última cuesta, cuando llegaron arriba, y miraron hacia abajo sobre un amplio apartado valle. A la derecha había una pared dentada negra de lava, el dedo del pie de un flujo masivo que bajaba del Orodruin, ahora llenando el cielo entero del norte. Y allí ante ellos estaban todos los ejércitos de Mordor.

Ellos estaban extendidos a lo largo del suelo del valle, la lava a la derecha hasta que ellos desaparecían en la oscuridad del sur. Fila sobre fila de orcos armados, sus armas levantadas hacia arriba y ante ellos. Y entre ellos había grupos de hombres: crueles Haradrim del Sur y los hombres salvajes y enloquecidos de Rhûn de las tierras del Este.

Sobre el lado lejano del valle, quizás a tres millas, un grupo de unas cien figuras negras estaban formadas encima de un cuadrado denso detrás de las últimas filas. Allí, donde la oscuridad era más espesa, volaba la bandera de ébano con el Ojo sin párpado de carmesí. Hasta en aquella distancia, los hombres y los elfos podían sentir la maldad y el terror que era la Sombra de Sauron.

Ninguna orden fue necesaria. Ninguna maniobra fue requerida. Gil-galad y Elendil simplemente encabezaron la subida y montaron hombro con hombro, directamente hacia esa oscuridad. Detrás de ellos la larga columna seguía fluyendo sobre la colina, montando a toda velocidad. Los lamentos profundos sonaron fuera, rasgando el aire: "¡Gondor! ¡Gondor!" y " Elbereth. ¡Elbereth por Lindon!."

Los oficiales orcos al parecer asumieron que los líderes harían una pausa al pie de la colina, para dispersar sus tropas a lo largo del frente, ya que ellos nada más que miraban silenciosamente. Más cerca y más cerca venían Elendil y Gil-galad, sus armaduras brillando al sol, sus banderas ondulaban por encima de ellos. Sus principales caballeros se extendían en una cuña apretada detrás de ellos, así la columna asumió la forma de una lanza gigantesca, la punta conducida directamente hacia el centro del ejército de Sauron.

Los orcos del centro de la fila delantera miraban con creciente inquietud. Cuando los Reyes estaban sólo a cien yardas, su intención se hizo clara y el pánico feroz sobre los orcos en su camino. Algunos se volvieron para escapar, pero ellos fueron al instante reducidos por sus oficiales de la segunda fila. Los otros fueron conducidos adelante con muchos latigazos y cortes crueles de los azotes de los oficiales.

Pero ninguno podía soportar el ataque de los Reyes y sus caballeros. Los guerreros más grandes de una edad, todos recogidos en una causa, conducidos en la desesperación de una carga final, que no debía ser desviada por meros orcos. Ellos golpearon con el impacto de una avalancha, barriendo a los orcos aterrorizados aparte, pisoteándolos mientras gritaban bajo sus cascos. La cuña de caballeros se condujo adelante, cada uno barriendo abajo con su espada, como si estuvieran segando un campo de trigo, y los orcos perdieron terreno ante ellos. Ahora los flancos de la multitud orca entendía por fin la naturaleza del ataque. Ellos abandonaron sus formaciones y se precipitaron hacia el centro, aullando mientras ellos avanzaban. Pero como estaban tan alejados alrededor de la columna aliada, que pocos podían acercarse lo bastante cerca como para golpear. Los desafortunados que estaban lo bastante cerca se encontraron ellos mismo empujados adelante por su gente, directamente hacia el cruel acuchillamiento de las espadas de los hombres. Los arqueros elfos podían disparar a voluntad sobre la multitud de orcos, seguro de una víctima con cada flecha.

A la cabeza de la columna, Elendil y Gil-galad como locos acaban con los enemigos que intentaban golpearles a ellos o a sus monturas. Ellos siguieron conduciéndose adelante tan rápido que cada golpe era contra un enemigo nuevo. Una cara después de otra cara asombrada aparecía ante ellos, los rasgos de trasgos horribles torcidos en una mueca de terror, entonces ellos barrían ferozmente ante ellos sus espadas.

Alzando la vista rápidamente, Elendil vio que ellos habían hecho camino a través de todos excepto en las dos últimas filas de orcos. En la subida por encima de él podía ver una falange sólida de altos hombres montados sobre caballos negros mirando su acercamiento, con lo que parecían estar tranquilos en el interés. Entonces un hacha rebotó en el muslo de su armadura y él bajo a Narsil brutalmente hacia abajo, tallando a un hombre vestido con pieles casi en dos. Al lado de él Gil-galad manejaba su lanza con una eficacia fría, raras veces dejaba a un enemigo acercarse lo bastante para que le golpeará. Elendil dio un vistazo sobre su hombro y vio que la columna todavía junta, se movía como una serpiente blanca por un campo negro. Él podía ver, aunque muchos caballos estaban ahora sin jinete, que ellos todavía empujaban adelante en la impaciencia de la batalla.

Reduciendo abajo a un par de orcos que empujaban el cuello de su caballo con sus cuchillos cortos, él estimuló adelante, montando a caballo bajo un nudo de orcos decididos. Entonces ellos por fin avanzaron. Ante ellos habían cincuenta yardas de tierra abierta, elevándose hasta el cuadrado de jinetes vestidos de negro. Los caballeros enemigos estaban apretados arriba en formación, cada estribo de jinete al lado de su vecino, todo el revestimiento hacia fuera, las espadas preparadas y listas.

Gil-galad también lo consiguió a su manera  y montó a caballo arriba al lado de Elendil. Él también miraba.

-"Estos no son ni orcos, ni hombres salvajes," jadeó él.

-"No," dijo Elendil. "Ellos son Dúnedain. Ellos deben ser caballeros de Umbar."

Él se giró y miró hacia atrás sobre la batalla de detrás de ellos. Un grupo de sus caballeros simplemente luchaban para hacerse camino, pero la mayor parte de la hueste estaba en una desesperada batalla, embutidos por todos los lados. Muchos ahora estaban siendo atacados en un combate cuerpo a cuerpo, con varios enemigos decididos a ambos lados. Los que se separaban de la columna principal, pronto eran arrojados de sus caballos y matados horriblemente. Y aún la columna podía verse visiblemente avanzando, todavía conduciéndose hacia Sauron.

Entonces llegó un rugido de muchas voces, y Elendil se giró para ver al enemigo, los jinetes que estimulan sus monturas y bajaban sus lanzas. Ellos palpitaron hacia abajo por la corta cuesta hacia los pocos aliados que estaban libres para atacarles.

-"¡Por Umbar!," gritaron ellos. "¡Recuerden Númenor!."

Pero los caballeros de Elendil no se consternaron.

-"¡Por Gondor!," Gritaron ellos. "¡Recuerden Númenor!.”

Y así, con el mismo grito de batalla, los descendientes de los hombres de aquella isla perdida hace mucho, montaron a caballo los unos contra los otros, cada uno culpaba a los otros por su caída.

Excedidos en número, agotados, heridos en muchos casos, y montando hacia arriba por una colina escarpada, los caballeros de Gondor encontraron a los caballeros de Umbar, y nunca tal conflicto entre hombres montados fue más amargamente combatido, con mucho un golpe cruel y la muerte de valientes a ambos lados. El avance de los Aliados dudó, luego se paró. El ímpetu loco de la carga salvaje fue roto por fin. El caballo de Elendil perdió terreno dando un paso hacia atrás, entonces otro. El caballo de Gil-galad gritó y cayó dando patadas. Gil-galad rodó libre y se alzó sobre sus pies en segundos, pero él pronto fue rodeado por tres caballeros Umbardrim.

Elendil montó a caballo atrás para ayudar y mató a uno de los caballeros negros con un barrido de Narsil. El otro se giró para atacarlo y ellos se dieron golpe por golpe. Gil-galad estaba en una lucha feroz con el tercero. El Corsario hizo retroceder al Señor elfo, pero cada golpe poderoso dado de su espada era parado por Aeglos. Un golpe fue amplio y la fuerza de ello se volvió la mitad contra el caballero. Antes de que él pudiera recuperarse, Aeglos lo había perforado. Su grito distrajo al contrincante de Elendil, y en un segundo él cayó tirado al lado de sus compañeros.

Los Reyes miraron a su alrededor. El blanco vestido de los Gondorrim y el vestido negro de los Umbardrim había entrado en un combate mortal singular, todos alrededor de ellos, cientos de individuales batallas entre gruñidos, jurando, hombres que ni aun no habían intervenido o aún viendo los soplos desesperados. Pero demasiado pocos estaban libres de luchar contra los orcos y los que lo hacían eran cruelmente excedidos en número. La mayor parte de los elfos y los hombres todavía intentaban hacerse camino a través de los orcos y no podían escaparse para ayudar. Por todas partes los aliados estaban siendo presionados, echándose hacia atrás a la colina. Los orcos avanzaban adelante para rodearlos. Los reyes se hundieron atrás en la lucha, cada uno atacaba al caballero enemigo más cercano. Ellos no tenían tiempo o aliento para palabras, pero ambos sabían que la carga valiente había fracasado. Ahora no había nada más por hacer, sino seguir luchando, luchando antes de que la fatiga redujera la marcha de sus armas y sus opositores encontraran su posibilidad.

Entonces, de algún sitio más allá de la cima de la colina llegó el sonido de un cuerno: alto y claro, cortando por todo el rugido de la batalla. Un caballero negro con una maza levantada para golpear sobre Elendil, hizo una pausa en cambio y miró hacia atrás por el sonido. Fue su último movimiento, ya que Narsil barrió contra su cuello y él cayó sin cabeza de su caballo. Entonces llegó un rugido poderoso de muchas gargantas, ya que sobre la cumbre de la colina apareció una masa sólida de figuras montadas, banderas voloteando y espadas agitándose sobre sus cabezas. Ellos se hundieron abajo en la cuesta sin una pausa: cientos, finalmente miles de ellos.

Gil-galad, apoyándose en el estribo de Elendil, exclamó en la consternación. -"¡Más de esos Númenóreanos! ¡Esto se ha acabado!."

Pero Elendil no podó hablar durante un momento. Él miró a un alto caballero que montaba directamente hacia él, su espada daba vueltas encima de su cabeza. Detrás de él aporreando otro jinete que llevaba un estandarte. Y en el estandarte se veía ondular el Árbol Coronado de Gondor.

-"Sí, viejo amigo, esto se ha acabado," dijo Elendil. "Por allí monta mi hijo Isildur."

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Isildur coronó el canto y un valle cubierto de humo se abrió ante él. Allí debajo había dos ejércitos enormes cerrados en combate mortal. No era como ninguna batalla que él hubiera alguna vez visto. No había ninguna línea, ningún frente, ningún flanco. El suelo del valle estaba lleno de una masa de figuras negras fluyendo, todos aparentemente presionaban hacia dentro sobre sus compañeros. En medio una línea blanca delgada de guerreros montados, abalanzándose sobre ellos por todos lados. Él podía ver pequeñas partes de la columna blanca cortadas del resto y rápidamente encogiendo, como un piso blanco siendo inundado con tinta negra.

Sobre la cuesta que había ante ellos, otra batalla rabiaba entre dos grupos de caballeros montados, el blanco otra vez mal excedido en número. En medio de esta masa de hombres armados se movía elevándose una bandera blanca que llevaba el Árbol Coronado.

-"Allí, Señor," gritó Ohtar. "Su padre está allí, por la bandera."

-"Ya lo veo," exclamó Isildur. "Pero él está en una situación muy difícil, y no veo a Gil-galad. ¡Rezo que no hayamos llegado demasiado tarde! Adelante, compañeros. Olviden su cansancio y cabalguen como el viento. ¡Cabalguen hasta el estandarte de su rey!."

-"¡Elendil!,” Fue el grito que sonó. "¡Gondor por Elendil!."

Los Umbardrim oyeron el grito y se supieron perdidos. Ellos se retiraron e intentaron formar una formación defensiva, pero entonces los caballeros de Gondor cayeron sobre ellos. Bajando la cuesta escarpada, la fuerza de su impacto fue como una ola de mar estrellándose sobre una orilla. En un instante la ladera era una masa de gritos, hombres con armaduras y caballos en movimiento. Isildur y sus compañeros se condujeron directamente hacía el rey, matando a cualquiera que estuviera de pie entre ellos.

Por primera vez Elendil no tenía a ningún enemigo ante él. Él hizo una pausa para recuperar su aliento, viendo a su hijo y nieto que montaban a caballo hacia él. Esto le vino como nunca les había mirado a ellos tan regiamente. Isildur se detuvo al lado de él y saltó de su caballo. Ellos se abrazaron, sus ojos revelaban más que las palabras que alguna vez se hubieran podido decir.

Isildur inclinó su cabeza. -"Mi padre y mi rey," dijo él. "Somos los últimos en llegar. Rezo por que no sea demasiado tarde."

Vencido al principio por sus palabras, Elendil miraba a los compañeros de Isildur. Allí estaba su nieto Elendur, su risa radiante entre una cara manchada de humo. Y allí también estaban los elfos, Elrond el Medio-Elfo y Cirdan el Constructor de Naves, y su viejo amigo Gildor Inglorion. Él estaba abrumado con la emoción de la vista de sus caras otra vez, después de tanto tiempo.

-"No," dijo él. "No, creo que han llegado a tiempo. Les doy la bienvenida, señores," dijo él a los elfos.

Entonces Gil-galad, todavía a pie, llegó hasta ellos. Él agarró las manos de Cirdan.

-"Me alegro de verlos, amigos míos," dijo él. "Estamos la mar de contentos de verles. Creo que han cambiado la situación de la batalla."

Ellos estuvieron de pie allí, en una momentánea tranquilidad en medio de la lucha violenta, y miraron la batalla. Todos alrededor de ellos los caballeros de Umbar, Lindon, Arnor y Gondor luchaban con ferocidad, dando golpe por golpe, aunque fueran los Umbardrim ahora siendo conducidos despacio hacia atrás. De todos modos el equilibrio era parecido. En el valle de debajo, sin embargo, esto era una historia diferente. Los orcos, viendo el ejército de Isildur que seguía fluyendo abajo sobre ellos, rompieron la formación y escapaban, muchos lanzando abajo sus armas para adquirir más velocidad. El Ejército de la Alianza, aunque terriblemente reducido, tomó corazón y redoblaron sus esfuerzos, golpeando a sus enemigos atrás y consiguiendo para ellos espacio para respirar. Los hombres de Isildur galoparon en su ayuda, barriendo todo ante ellos. Los orcos entraron en completa turbación, corriendo aterrorizados. Los Reyes se sentaron y miraron como sus guerreros atacaban los últimos grupos de resistencia organizada.

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Aún hasta sus corazones se elevaron por la alegría, de repente una oscuridad feroz se cernió sobre ellos. Los sonidos desaparecieron, la luz misma del sol pareció más débil. Los guerreros miraron a su alrededor por la turbación y consternación. De repente la batalla, la guerra entera, pareció desaparecer, todos sus sufrimientos vanos. La luz se descolorió de sus ojos, las risas de sus labios. Isildur sintió que sus hombros se combaban, como si todo su cansancio le venciera a él por fin. Él lo supo inmediatamente, ya que él lo había sentido en la batalla del Morannon hacía tantos años.

-"¿Ustedes lo sienten?," Gritó Gil-galad. "Esto es Sauron. Esto es su Sombra. Él esta cerca."

-"Luchen contra esto," dijo Isildur a sus capitanes. "Esto es la Sombra de Sauron. Ustedes deben luchar contra ella. Trataremos con Sauron."

Pero hasta él que lo dijo, sintió una onda de barrido de desesperación sobre él. ¿Ocuparse de Sauron? ¿Como podrían ellos posiblemente estar de pie contra alguien tan poderoso, que su mera presencia envía un miedo, que apuñala el corazón más valiente?.

-"Ahora, señores," dijo Gil-galad, "estamos en el conflicto final de todos. Esta es la hora calculada. Ahora debemos manejar todos los poderes a nuestra mano." Él miró a Elrond y Cirdan. "¿Ustedes han traído los Tres? ¿Dónde esta Galadriel?."

Cirdan sacudió su cabeza. -"Nosotros fuimos incapaces de destruir a los Espectros del Anillo, mi rey. Galadriel y Celeborn permanecieron en Minas Ithil para intentar contenerlos allí. Ella tiene a Nenya con ella."

Las noticias parecieron aplastar el espíritu de Gil-galad. Su cara se retorció y se oscureció. -"¿Los Tres no están aquí? ¿Vamos a hacer batalla contra él mismo Sauron y los Tres no están aquí? ¿Cómo podemos esperar disipar su Sombra sin ellos?."

Los otros sólo le miraban a él, incapaces de contestar.

Viendo su cara, sus amigos fueron golpeados con el sentido de que toda la esperanza se había ido. La desesperación golpeó sobre ellos como alas negras sobre sus cabezas. Elrond luchó contra ello, conociendo el miedo que él había sentido cerca de los Úlairi, sólo que mucho, mucho más fuerte.

-"Cirdan todavía tiene a Narya," dijo él, "y yo he traído a Vilya para usted, Señor."

Ellas parecieron pequeñas palabras, vacías e ingrávidas contra la desesperación aplastante. Los otros le miraron fijamente sin esperanzas. Pero entonces él sacó el gran anillo azul y lo sostuvo arriba brillando por la luz. Y de algún modo, viéndolo brillando allí en la penumbra les dio a todos esperanza. Ellos se miraron los unos a los otros con maravilla.

-"Seguramente," dijo Gildor, "con tales armas aún podemos derrotar a Sauron."

Pero Gil-galad sacudió su cabeza. -"Recuerden, ellos no son armas en absoluto," dijo él. "Ellos no pueden ser usados para atacarlo. Pero los Tres juntos podrían haber sido lo bastante fuertes al menos para disipar su Sombra y permitirnos verlo más claramente. Pero con dos sólo..." Su voz se calmó.

-"Esto nosotros lo sabíamos, cual sería su efecto," dijo Cirdan. "Esto es pensado que él tenga algún eslabón místico con ellos, que ellos atraigan a Sauron. Pero es también posible que su empleo pudiera darle algún poder sobre nosotros. Pero esto nosotros lo desconocemos."

Gil-galad estaba de pie inclinado en su lanza, mirando a Vilya en la mano de Elrond. -"Hace mucho que tengo esa cosa brillante," dijo él, "Y aún por alguna razón me siento poco dispuesto a llevarla ahora." Él se distanció como si fuera con un gran esfuerzo. "No, después de reflexionar creo que no llevaré a Vilya en este conflicto."

Todos ellos le miraron a él con sorpresa.

-"¿Es esto sabio, mi rey?," Preguntó Elrond. "Yo se lo traje con gran peligro para que usted lo tuviera aquí en el conflicto final. Usted es su dueño legítimo, y en su mano su fuerza es más grande."

Gil-galad acarició la manija de ébano pesada de su lanza. -"Aeglos aquí siempre me ha servido bien. Lucharé con el arma que conozco."

-"Pero esto al menos podría ayudarle a usted para protegerse, Señor," abogó Elrond, ofreciendo el anillo a él. "Mi mente estaría más tranquila si yo supiera que usted tenía su poder con usted."

-"Escúchele, Señor," dijo Gildor. "Deje que el anillo le proporcione la protección que pueda."

El viejo Rey elfo sacudió su cabeza, su largo pelo gris se balanceó bajo su casco.

-"No. A lo largo de esta guerra Elendil y yo hemos luchado al lado el uno del otro en igualdad de condiciones, compartiendo los trabajos y los peligros igualmente. Pero los Tres han sido hechos por manos élficas y ellos no servirían para un hombre. Ya que Elendil no tiene ningún anillo para protegerlo, yo también afrontaré a Sauron con sólo el coraje que pueda reunir. Y Elendil y yo tenemos armas encantadas, en las que coloco mi más grande fe.

"Elrond, usted y Cirdan no tienen tales armas, pero él tiene a Narya. Es por eso que temo por usted, viejo amigo. Guarde a Vilya para mí un poco más de tiempo. Quizá este salve su vida en este día. Para mí, confiaré en Aeglos aquí. Ella nunca me ha fallado aún."

-"Pero Señor," protestó Elrond. "Vilya es suyo. Si esto de verdad puede salvar su vida como portador, yo lo tendría a su mano, no para mí."

-"Sí," convenio Cirdan. "¿Usted no lo reconsiderará, mi Rey? Usted necesitará todo la fuerza y el coraje que usted pueda reunir para luchar contra Sauron. ¿Por qué no va a tomar a Vilya?."

-"Fuerza y coraje necesitaré de verdad," contestó Gil-galad. "Pero Vilya no provee de eso. Cualquiera de los elfos puede llevarlo para ayudar a disipar la Sombra. Pero llevándolo también revelará a su portador más claramente a Sauron. Quizás si me enfrento a Sauron sin ello, él me encontrará más difícil de luchar."

-"Pero Señor," dijo Elrond. "Seguramente ello..." Pero Gil-galad ya se daba la vuelta, sus ojos buscaban el campo de batalla.

-"No, lo afrontaré con Aeglos sólo," dijo él sobre su hombro. "Llevé a Narya Constructor de naves, y deje a Elrond llevar a Vilya. Elendil, Isildur y yo lucharemos, si esto es posible contra esta Sombra. Usted debe usar el poder de los anillos contra ello. Gildor, pongo a su cargo las fuerzas de los elfos."

-"Lo mismo para usted, Elendur," dijo Elendil, "mandará a los ejércitos de los hombres. Su padre y yo tenemos deberes en otro sitio. Tenemos algunas deudas que rembolsar a Sauron."

-"Pero antes de luchar contra él," dijo Gil-galad, "debemos encontrarlo. Debemos encontrar la fuente de la Sombra."

Él cogió un caballo sin jinete y se balanceó sobre su trasero. -"Venga," llamó él a los otros. "Por este camino. ¿Ustedes lo sienten? Él está por este camino."

Él viró a la derecha, hacia el flujo de lava que bloqueaba el final del norte del valle. Los otros señores le siguieron, subiendo por encima de la cuesta. Mirando más allá de Gil-galad, Isildur vio que la onda avanzaba a través de las tropas Gondorrim que ya vacilaban. Los caballos gritaban y se alteraban, los jinetes caían derribados al suelo. Él comprendió que él había tenido el mismo problema viendo a los hombres claramente, aunque este estaba aumentando el pánico en su pecho o a alguna perturbación en el aire, él no podía estar seguro. Pero el humo y la oscuridad definitivamente parecieron más espesos en aquella dirección.

Su caballo vaciló, se espantó y se paró, temblando. Él lo impulsó hacia adelante, pero fue inútil. Pies-Ligeros tenía un gran corazón y nunca había esquivado ninguna batalla, pero él no podía tolerar la Sombra. No más lejos delante, Gil-galad también tenía el mismo problema con su nueva montura. Él abandonó su montura y cayó a tierra, todavía llevaba a Aeglos.

-"Dejen sus caballos," gritó él, su voz extrañamente distante. "Ellos sienten la Sombra también. Debemos ir a pie."

Ellos desmontaron y siguieron a Gil-galad. Ellos sintieron como si andarán por un fondo de alquitrán caliente. Era todo lo que ellos podían hacer por empujar sus pies adelante. Y siempre había aquel terror creciendo, agarrando sus corazones, el sentido de ésta lucha entera era inútil, la cual ellos no podían esperar ganar. Todavía ellos podían ver a Gil-galad delante de ellos, tropezando hacia arriba entre las rocas flojas. Gil-galad subió arriba del valle y estuvo de pie fijo, mirando alrededor.

Elendil luchó hasta llegar al lado de él. Entonces ellos se giraron a la derecha y comenzaron a andar inseguramente hacia arriba, hacia la montaña. Los otros les siguieron, esforzándose ellos mismos como si fueran contra un viento.

Cuando él alcanzó la cima de la cordillera, Isildur hizo una pausa para recuperar su aliento. Él jadeaba para respirar. Su pecho se sintió apretado, estrecho, como si no hubiera ningún aire para respirar. Y siempre había aquel terror creciente que amenazaba con convertirse en pánico y le envía el grito de vuelve atrás al valle. Echando un vistazo atrás, él vio la batalla que seguía en el valle de abajo. A su derecha, Elrond y Cirdan estaban ascendiendo por una larga cuesta escarpada de cenizas que formaban el lado del Orodruin. Sus caras estaban desdibujadas y blancas por el esfuerzo. Más allá de ellos, las figuras de Elendil y Gil-galad podían verse luchando hacia arriba, ya parcialmente obscurecido yendo a la deriva entre las nubes de humo. Reuniendo su fuerza y su coraje, Isildur iba detrás de ellos.

Cuánto tiempo ellos subieron así, ninguno de ellos podía adivinarlo. Las cenizas se deslizaban lejos bajo sus pies, levantando las nubes de ceniza y polvo que se arremolinaban lejos en un viento creciente, un viento caliente que barrió abajo la cuesta sobre sus caras. Para ellos se hizo difícil respirar o aún ver el camino de delante. Cada paso era un esfuerzo, una negación contra la desesperación que llenaba sus corazones. ¿Que esperanza podían ellos lograr si posiblemente ellos alcanzaran a Sauron? ¿Cómo ellos podrían desafiarlo? ¿De hecho ellos no sabían que él era inmortal, un Maia, creado por el mismo ERU cuando el mundo era nuevo? ¿Qué podían hacer meros niños tontos contra él?.

Isildur en un punto se hundió bajo el peso, cayéndose de rodillas sobre las cenizas. Sus hombros sacudidos en un gran sollozo. Él no podía dar otro paso. Ello era la locura continuar. ¿Por qué otros no lo vieron, también? El pensó que los otros lo ayudarían. Elrond y Cirdan avanzaban con paso lento pesadamente. Entonces ellos desaparecieron, ocultados en los vapores espesos que iban a la deriva y se arremolinaban sobre los flancos de la montaña. Él iba sólo.

-"¡Padre!," llamó él. "Espéreme."

Pero su voz pareció débil y frágil, arrastrada por el viento. Ninguna respuesta vino, y él luchó para volver sobre sus pies. El sonido de la batalla de debajo se desvaneció lejos. El humo que se arremolinaba oscureció el llano de debajo y la cumbre de encima. Todo lo que él podía ver era la cuesta gris del volcán, roto aquí y allí por los montones de escoria y las corrientes de exhalación de lava. El aire era como el fuego en sus pulmones. Sus labios se habían secado y sus ojos quemados por los vapores y el calor. Y sobre todo era el sentido interminable de desesperación, de destino fatal. Él caminó trabajosamente hacia arriba, su mente en blanco, sus ojos miraban sus pies que se hundían en las cenizas y cenizas, a veces casi hasta sus rodillas.

Entonces él tropezó sobre un camino pedregoso desigual cortando la cuesta. Él se paró y miró alrededor. El camino subía hacia la izquierda y desaparecía alrededor del hombro de la Montaña, a su derecha. Mirando sobre este infinito camino trabajosamente encima de la cuesta de ceniza, él giró a la derecha y anduvo con paso lento encima del camino, todavía abruptamente montañoso.

Él se dio la vuelta sobre su hombro y subió una cuesta corta escarpada y allí ante él estaba una plataforma nivelada de bloques de lava ásperos. Él se paró y alzó la vista con sorpresa. El camino desaparecía en un túnel arqueado que se hundía directamente hacia el corazón de la Montaña. La boca del túnel pulsada con un fulgor espeluznante rojo, enviando atrás unas sombras negras de cuatro figuras presentadas en silueta. Gil-galad y Elendil estaban de pie allí en la boca del túnel, mirando Elrond y Cirdan a unas yardas más lejos atrás. La penumbra negra que ellos habían seguido emanaba de este agujero rojo. Isildur se puso detrás de Elrond.

-"¿Qué es esto?," jadeó él, su voz apenas un graznido de cuervo. "¿Dónde está Sauron?."

-"Esto es la boca del Sammath Naur, y creemos que él esta dentro."

La Montaña se estremeció bajo ellos y ellos se tambalearon manteniéndose sobre sus pies. Una luz roja intensa se aclaró con una ráfaga de aire caliente, y una lengua de llama chasqueó brevemente desde la cima de la boca del túnel.

-"Son ellos... ¿Ellos entran?."

-"No lo sé," le contestó Elrond, en ningún momento dejando de mirar a los Reyes. "Yo mismo, pienso que no podría. Seguramente nadie podría sobrevivir a aquel calor."

Pero en ese mismo momento algo se movió más allá del fulgor. Las llamas se arremolinaron y rugieron, y luego se separaron para revelar una figura oscura, negra contra el rojo brillo vibrante. Isildur emprendió el viaje de regreso al terror, levantando su espada ante su cara. La alta figura delgada apretó el paso sobre el pavimento áspero y ellos pudieron verla claramente por fin.

-"¡Malithôr!," Gritó Isildur.

-"Nos encontramos otra vez, Isildur hijo de Elendil," se mofó el Númenóreano Negro. "Como usted ve, todos sus proyectos han fracasado al final."

-"Hemos destruido la flota de Umbar, hemos vuelto a tomar Minas Ithil, y hemos derrotado al ejército de Mordor," dijo Isildur. "¿Es esto lo que usted llama nada, Boca de Sauron?."

Los labios delgados embutidos aún más apretados. -"Sus pequeñas victorias son insignificantes mientras Sauron gobierne la Llama. Estos crímenes contra su Señoría serán castigados muy severamente. Aunque ustedes vayan todos a morir aquí, su gente pronto encontrará que él no es un Amo dispuesto a perdonar. Su orgullo insolente será cortado de la carne de sus familias y no quedará ningún rastro de ellos. Ellos vendrán para maldecir sus nombres."

-"Usted tendrá que matarnos primero," gruñó Isildur.

Malithôr en realidad se rió. -"Usted todavía no puede esperar prevalecer, usted bromea. Miré, ¿No ven dónde están ustedes? Ustedes han venido a la Llama de Udûn. A la sede de su poder. Él es supremo aquí. Si ustedes han venido aquí para atacar a Sauron, ustedes son idiotas mas allá de lo que yo pensé."

-"Idiotas podemos ser," dijo Gil-galad, "pero nosotros no somos lo bastante idiotas para prestar atención a sus palabras. Manténgase aparte, traidor. Nuestra pelea es con su amo, no con sus esclavos."

-"Yo no soy ningún esclavo, elfo entrometido. Soy Malithôr, de la casa de Ar-Pharazôn el Dorado. Soy el portavoz de Sauron cuando él se digna a tratar con idiotas como ustedes. Soy su colega atesorado, y fue por mis esfuerzos que fueron frustrados a cada movimiento."

-"¿Por qué un hombre de Númenor," preguntó Elendil, "se inclina para ayudar a una cosa del mal como Sauron? Y contra su propia gente. Somos primos, después de todo."

Malithôr se giró con furia sobre Elendil. -"¡Porque usted y su familia causaron el eclipse de la gloria que fue Númenor, usted el traidor arrogante!. Usted el amigo de los elfos quien fue una vez aliado de los Valar, quienes destruyeron nuestra patria. Y ahora usted piensa establecerse como jefe supremo de la Tierra Media. Conduciremos a usted y sus entrometimiento amigos los elfos de nuevo al mar. La Tierra Media ha pertenecido a los Hombres de Umbar durante estos largos años, y cuando Sauron les haya destruido a todos, seré el emperador de Umbar y el señor de todas las tierras que usted ahora piensa gobernar."

-"¡Usted está ciega idiota!," Gritó Elendil. "Fue su amo con su mentira traidora quien causó la caída de Númenor. Él fingió aconsejar al Rey Pharazôn, pero al final él destruyó a él y a su reino entero. Los Valar destruyeron nuestra isla de Elenna sólo porque Pharazôn violó su prohibición. Sauron sabía lo que pasaría. Él bien sabía que los hombres no podían hacerse inmortales simplemente yendo en barco a Valinor. Él usó el orgullo de Pharazôn para destruir el reino que tenía humillado. Él traicionó al rey, y él le traicionará a usted también. ¡Usted nunca será un emperador, Boca de Sauron, usted será su lacayo!."

-"¡Suficiente!." Vino una voz como truenos profundos de dentro del túnel. Todos perdieron terreno ante aquello. Aún Malithôr se agachó ante el odio de aquella voz.

Entonces una segunda forma surgió del fulgor, más alta, más amplia y más negra. Ella dio un paso adelante, pero esta seguía tan enroscada en su propia Sombra, que ellos no podían verla claramente. Parecía ser generalmente humana en la forma, pero mucho más grande, y tenía grandes alas enormes que surgieron susodichas de ello, para que ellas sobresalieran aún más altas. La cabeza podía haber sido la de un buitre, salvó que era semejante a una víbora horrible. Los ojos brillaban con un funesto rojo, como la cara de un reptil. Ella surgió sobre Gil-galad como una cobra sobre un ratón.

-"Gil-galad," silbó aquella voz terrible. "Ustedes han venido por fin. Hará dos edades del mundo que competimos el uno contra el otro. Demasiado tiempo usted entrometiéndose en mis asuntos, Ereinion. Pero ahora usted está acabado."

-"Es usted quien ha encontrado su destino, aprendiz de Melkor," contestó Gil-galad. "Sus aliados han sido destruidos, sus hordas están en retirada. Usted ha logrado arrastrarse atrás aquí arriba a su agujero, pero usted nunca bajará de la montaña otra vez. Usted está atrapado."

-"¿Usted piensa que me ha atrapado?," Se mofó Sauron. "¿Usted piensa que estamos todos aquí por casualidad?. Planifiqué esta reunión hace mil años, y ahora mis esfuerzos han dado fruto. ¿Es que no lo ve usted, viejo idiota? Usted ha sido traído aquí, cada uno de ustedes, por mí." Él levantó su mano, y sobre ella ellos podían ver una amplia cinta de oro.

-"Contemplen a el Único", dijo él. "El cual ha sido forjado aquí en Sammath Naur, para un objetivo único, atraer a todos los Grandes Anillos para mí aquí. Esto ahora ha sido hecho. Ahora todos mis proyectos y trabajos de los últimos mil años están completos. Ya tengo los Nueve y todos de los Siete que han sobrevivido. Y ahora tengo los Tres. Una vez que yo mate a los tres elfos, yo tomare sus anillos y los fundiré juntos con el Único. Todo el poderío de todos los Grandes Anillos de Poder serán míos, y ninguno volverá alguna vez a desafiarme jamás."

-"Pero primero usted debe matarnos, bellaco," dijo Gil-galad. "¡Y antes de que usted pueda hacer esto usted primero debe probar esto!." Y él dio un paso adelante con su lanza sostenida ante él, y su punta brillaba blanca y pura, como la luz de la luna sobre la nieve caída. "Contemple a Aeglos Punta de Nieve, que fue forjada para ser su fatalidad."

-"Y esto," dijo Elendil, mientras caminaba hasta ponerse al lado de su amigo. Él sostenía su espada, y la llama roja corrió a lo largo de su borde. "Ésta es Narsil, y tiene sed de su sangre."

Sauron tuvo una risa áspera como si croará. -"Ustedes piensan que yo, quien hice el Único y quien lo lleva ahora, quien puede levantar montañas y hacer que los mares hiervan, ¿piensan que yo temo armas tan endebles como estas? ¡Contemplen ahora el poder inconcebible de Udûn!," Y él levantó sus brazos como las alas de alguna ave rapaz de presa terrible. La llama brilló en sus ojos. "¡Contemplen, desespérense, y mueran!."

Isildur vio a su padre de repente precipitarse, barriendo a Narsil encima de su cabeza, entonces hubo un destello cegador y un trueno como el final del mundo. Él tuvo un vislumbrar rápido de su padre que se elevaba por los aires. Entonces él se sintió levantado y lanzado hacia atrás. Sus miembros desvalidamente pegados. Entonces él estaba tumbado abajo sobre la tierra y su mundo se hizo negro.

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Elendil era el que más cerca estaba de Sauron cuando la explosión vino. A él le golpeó la fuerza de lleno en su cara, y él fue aplastado por ella. Su cuerpo se alzó por los aires y tirado al revés como una muñeca desechada, cada miembro torcido y roto. Narsil voló hilando de sus manos inanimadas, y su cuerpo aterrizó sobre ella con tal fuerza que la hoja de acero templado se rompió bajo su peso.

Los portadores de anillos Cirdan y Elrond estaban lejos, pero ellos fueron golpeados y fueron lanzados atrás dando volteretas a lo largo de la tierra por la fuerza de la explosión. Aunque quemados y magullados, ellos no fueron dañados en serio.

 

Por alguna hechicería del Anillo Único, ellos quedaron inmóviles. Sus cuerpos no respondían. Un gran peso los mantenía inmóviles. Esforzándose todo cuanto ellos pudieron, ellos sólo pudieron quedar inmóviles mirando el horror, de como Sauron despacio surgió del túnel. Enorme y oscuro era él, con grandes brazos largos y piernas espesas como los troncos de los árboles viejos. Grandes y firmes alas surgieron de sus hombros con cierto batir inmenso. Su cara era llana y limpia, con ojos rojos brillando que gozaban ahora por el triunfo.

 

Gil-galad había estado unos pasos detrás de Elendil, pero él fue lanzado también atrás por los aires y desgajado brutalmente abajo en la lava. Él estaba aturdido pero consciente. Él podía sentir las puñaladas de muchos huesos rotos y su respiración borboteaba profundamente en su pecho. Una disposición de la pierna torcida en un ángulo imposible, y sentía como la sangre subía por su garganta. Él supo que él estaba mortalmente herido, pero él encontró a Aeglos de algún modo todavía asida a sus manos. Entonces él buscó y vio a Sauron inclinándose encima de él. Esa cara horrorosa se acercaba a la suya.

 

Él podía oler azufre y deterioro. Los ojos rojos fríos consumidos por el triunfo. Los labios se rizaron atrás, mientras mostraban unos dientes amarillos muy curvados.

 

-“Usted necio ignorante!.“ Siseo Sauron. “¿Realmente pensaba que usted podía contenerme?. Yo soy uno de los Ainur más viejo del mundo. Mi raza hizo este mundo, y nosotros hicimos su raza también. Nosotros lo hicimos, y nosotros podemos destruirlos a ustedes. Usted no tiene el tipo de poder que yo manejo. El Único es amo de los Tres, usted lo ve, así como yo soy el amo de usted. Mientras usted lo lleva puesto él puede contenerlo tan desvalido, como una mosca en una telaraña. Yo puedo matarlos a todos tan fácilmente como yo acabaría con un insecto.“ La horrible cara crujió en una sonrisa torcida. “Aquí el fin del gran noble Gil-galad Ereinion, marchando valientemente adelante contra un enemigo, pero quedando desvalido en su retirada como un perro rastrero. Durante mucho tiempo usted ha sido una molestia para mí.  Aunque usted morirá aquí ahora, también sepa que después de sus muertes, todo lo que usted ha hecho y luchado será destruido. Ahora los Tres son míos, y pronto todo el mundo será mío. Yo gobernaré en Gondor, Lindon, y en Bosque Dorado también. Adiós, viejo necio. Pero antes de que yo lo mate, yo quiero que usted mire qué fácilmente yo tomo su querido Vilya de usted, y sepa que su poder será para siempre mío.“ Él alcanzó abajo las manos de Gil-galad, pero entonces la luz de su ego satisfecho de triunfo desapareció de su cara. Un parpadeo de duda vino a sus ojos. “¿Qué es esto? ¿No lo tiene? Entonces donde...“

 

Pero antes de que él pudiera enderezarse, Gil-galad con sus últimas fuerzas empujó hacia arriba con Aeglos, mientras manejaba el acero brillante a través del cuerpo de Sauron. La punta de la lanza rasgó su parte de atrás y la lanza empezó a arder. Gil-galad quedó tumbado muerto en el suelo.

 

Con un grito penetrante de dolor y rabia que hizo eco por todo Gorgoroth, Sauron subió a su altura plena, la lanza ardiente destacaba de su pecho. Él asido a ella, pero el fuego se arremolinó sobre sus brazos y lo envolvió. Él estuvo de pie allí un momento más, un chillido terrible, retorciéndose la figura en llamas. Entonces él se derrumbo adelante por el cuerpo de Gil-galad. Un aullido largo subió rugiendo de las llamas, y por un momento algo podía verse moviéndose, mientras ascendía con el humo negro aceitoso. Flotó lejos y se disipó en la brisa, y el chillido no terrenal se marchitó despacio en un gemido de murmullo, entonces el silencio.

 

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Isildur se despertó apoyándose en su parte de atrás, mientras miraba fijamente a un cielo rayado por el humo. Él se dio cuenta de un sonido cercano crujiente. Él rodó hacia arriba para incorporarse con un gemido y descubrió que él había sido chamuscado y su cara había sido quemada. Él se esforzó inseguro sobre sus pies y echó una mirada alrededor. Un poco mas lejos Elrond y Cirdan, ambos inmóviles, sus ojos anchos y mirando fijamente. 

 

Su corazón se hundió por la visión. Dos nobles Señores Elfos, muertos de una sola vez. Entonces él se volvió y vio algo quemándose furiosamente cerca de la boca del túnel. Él se tropezó con algo y vio para su horror que era un cuerpo, quizás dos. Entonces él vio una cabeza teñida de negro trenzado en llamas, y adivino la corona de Lindon.

 

-“¿Gil-galad también?. Y Sauron escapó.“ Entonces él echó ferozmente una mirada alrededor. “¿Padre? ¡Padre!.“ Nada más había en la plataforma de piedra. Entonces él recordó la última imagen de su padre lanzado por los aires con Narsil ante él. Miedosamente, Isildur fue a la boca del túnel y, poniendo su mano contra la luz intensa, se asomó dentro. Una disposición de una figura yacía en el túnel. Era su padre.

 

Él tropezó y se arrodilló al lado del cuerpo roto. -“¡Muerto! ¡Ellos están todos muertos! ¡Oh, este es el final de todas nuestras esperanzas! Oh, padre, yo habría muerto por usted. Yo debería haber muerto por usted.“

 

Y él sostuvo la cabeza de su padre en su pecho y lloró, grandes terribles sollozos que agitaron su cuerpo. Cuando por fin los sollozos se detuvieron, él se sentó atrás sobre sus talones y miraba el cuerpo de su padre. Él vio a Narsil rota bajo él y él recogió los fragmentos rotos. Él miraba la bonita hoja, todavía tan afilada como una navaja de afeitar. Durante un momento él consideró tirar la hoja y acabar su dolor. Pero entonces él supo que él tenía que encontrar a Sauron. Dependía ahora de él. Él estaba solo, y él no tenía ningún anillo, ni ninguna arma encantada. Él se incorporo sobre sus pies. Todavía llevando la espada rota, él salió del Sammath Naur. El cuerpo de Gil-galad todavía se estaba quemando, pero las llamas habían disminuido bastante para que él pudiera ver que era de hecho dos cuerpos enredados. ¿Pero quién podía ser? Los otros estaban todos muertos. ¿Era Malithôr? Él lo dobló y lo miró más estrechamente. Y entonces él vio una mano teñida de negro que se destacaba tiesamente del fuego, cerrada como una garra. Y en uno dedo ardiendo sin llama había un Anillo dorado, luminoso y sin manchas por las llamas. Él miró fijamente durante un largo momento antes de que recobrara el sentido. Éste era el Anillo Único. 

 

Entonces el segundo cadáver era de Sauron. Pero aun ahora su Sombra era irrompible. Silenciosamente, apenas todavía lo comprendía, él estaba repentinamente lleno de rabia. Él levantó la hoja rota de Narsil, alta sobre su cabeza y acuchilló abajo, mientras cortaba el dedo. El Anillo cayó a tierra con un tintineo musical.  Inmediatamente la cosa que había sido Sauron se desmenuzó en polvo, y el miedo terrible y desesperación que era su Sombra cayó lejos y se fue. La Montaña dio un convulsivo temblor y una gota luminosa de llama chorreó del Sammath Naur. Liberado de la Sombra por fin, Isildur se enderezó. 

 

-“Ahora Sauron no existirá nunca más!, “ siseo él, dando un puntapiés desdeñoso al montón de ceniza, desempolvado, ya esparciéndose por el viento. Entonces él vio el Anillo que quedaba allí en la piedra. De repente le pareció a él, el objeto más bonito y deseable que él alguna vez había visto. “¡Esto lo tendré yo,“ dijo él, “como pago por la muerte de mi padre, y mi hermano!. ¿Aunque no fui yo quien le dio muerte al Enemigo?.“

 

Pero en el momento en que él se agachó para recogerlo, una voz sonó cerca detrás de él.

 

-“¡No lo toque!.“

 

Él se giró, y vio a Cirdan que estaba de pie ante él. Sólo más allá, Elrond estaba esforzándose por levantarse. Sus caras estaban teñidas de negro, su pelo y vestimenta chamuscada, pero ellos estaban vivos.

 

-“¡Mis Señores!. Yo había pensado que estaban muertos.“

 

-“No estamos muertos, como ve usted,“ dijo Cirdan con un esfuerzo, “sino que estábamos bajo el poder del Único. Cuando usted cortó el Anillo de su mano, su poder fue roto y nosotros fuimos liberados.“

 

-“Los otros no fueron tan afortunados. Gil-galad y mi padre están muertos.“

 

-“Nosotros lo sabemos,“ dijo Elrond. “Nosotros lo vimos todo, pero no podíamos hacer nada por ayudar. Sauron estaba demasiado seguro de él. Él pensó que Gil-galad tenía a Vilya y él se agachó cerca para regocijarse y quitarle el anillo. Aunque Gil-galad estaba mortalmente herido, todavía él golpeó hacia arriba con Aeglos y lo mató, como se predijo hace tanto tiempo. Pero Sauron cayó encima de él y ellos los dos fueron consumidos. Yo pienso que el rey murió en el mismo golpe que mato a Sauron. Pero incluso entonces yo todavía me encontraba retenido por el Único. Yo no podía hacer nada salvo mirar.“

 

-“Yo pensé que usted y Elrond estaban muertos,“ dijo Cirdan. “Yo tuve miedo que nosotros muriéramos aquí, mientras nos quedábamos desvalidos mientras la Montaña se destruía. Antes de que usted se despertase, yo vi a Malithôr arrastrarse fuera del túnel, dar una horrorizada mirada, y andar furtivamente fuera tan rápido como él pudo. Yo estaba muy contento de verle moverse.“ Él caminó hasta el dedo desunido de Sauron y lo molió en la ceniza negra. “Hasta el lugar donde estaba Sauron el Enemigo. Espero que nunca vea de nuevo este mundo.“

 

Pero Isildur no podía sentir ninguna alegría ante el cuerpo de su padre, que yacía roto e inanimado ante él. -“Y así pasan a los más grandes héroes de nuestra edad, ambos elfo y hombre,“ dijo él.

 

-“Sí,” dijo Cirdan, ”y también el Anillo Único que nunca debió haber sido hecho.“ Isildur se arrodilló, mientras miraba hacia abajo a la cosa brillante en el polvo, y de nuevo allí le vino ese fuerte impulso por poseerlo.

 

-“No,“dijo él por fin. “Sauron era la fuente del mal, no su Anillo. Todavía es un Gran Anillo de Poder, y el más poderoso de todos ellos. Los Tres han sobrevivido y continuarán haciendo buenos trabajos. Yo tomo éste para mí. Con él yo limpiaré Minas Ithil y Osgiliath también. Yo purgaré el mal de todo Ithilien.“

 

-“Eso sería un grave error, Isildur,“ dijo Cirdan firmemente. “El Único fue hecho por Sauron y él lo influyó con todas sus artes negras. Cualquier cosa que usted haga con él se corrompería y se mancharía con su mal. Fue forjado aquí en el Sammath Naur. Permítanos lanzarlo de nuevo a la Llama de donde él vino.“

 

Pero Isildur lo deseo cristalizado en su corazón de repente. -“¡No!,” dijo él. “Es mío. Me ha costado mi casa y mi hermano, y ahora mi padre. Yo lo exijo como tesoro, y como recompensa por todas las pérdidas sufridas por Gondor y su gente.“

 

-“Isildur, píenselo de nuevo,“ insistió Elrond. “Éste era el foco de toda su maldad. Permítanos destruirlo ahora, mientras las llamas están a mano cercanas. Debemos. Él nunca podrá usarse para lo bueno, sólo para la destrucción.“

 

-“Entonces yo lo usaré para destruir el Barad-dûr y todos los trabajos de Sauron. Eso exclusivamente será un hecho noble. Es mío, ya se lo he dicho. Es precioso para mí!

 

Y él cogió al Anillo. Al instante él gritó y lo dejó caer de nuevo. -“¡Aahh! ¡Está caliente!.“

 

Él asió su muñeca y miraba su mano en la agonía. El Anillo había chamuscado su carne, quemando un círculo rojo luminoso profundo en su palma.

 

-“Todavía brilla con el calor del cuerpo de Sauron,“ dijo Cirdan. “Permita que sea destruido, Isildur. No es para los Hombres mortales.“

 

Isildur buscaba agudamente. -“Ni tampoco para los Elfos, constructor de barcos. ¿Usted no buscara tomarlo de mí?.“

 

-“Yo no lo deseo para mi, salvo para verlo destruido.“

 

-“Pero usted no lo tomará de mí,“ gruñó Isildur, sus ojos salvajes. Su mano se desvió al puño de su espada. “Si usted quiere tomarlo por la fuerza.”

 

-“No, claro que no,“ dijo Cirdan tiernamente, mirándolo curiosamente.

 

-“Nosotros no lo deseamos para nosotros, viejo amigo,“ agregó Elrond. “Pero yo estoy de acuerdo con Cirdan. Es demasiado peligroso para cualquiera.“

 

-“Bien, no es demasiado peligroso para mí. Yo lo guardaré y se volverá una herencia de familia para mi casa, como el plantón del Árbol Blanco, y como éstos, los fragmentos de la espada de mi padre.“

 

-“Permítanos que no nos peleemos al final entre nosotros aquí, amigo mío,“ dijo Cirdan. “Tómelo si usted quiere. Pero yo le aconsejo que raramente lo maneje, si es posible en modo alguno, y no permita que caiga en manos menores.“

 

Isildur soltó la mano del puñal de su cinturón y la bajó cauteloso hasta el brillante anillo. Él estaba de pie, mientras lo admiraba, volviéndose de esta manera y dijo.

 

-“¿No es bonito?,“ preguntó él. “A pesar de quien lo hizo, yo quiero decir. Parece que hay alguna inscripción que corre alrededor de dentro de él.“

 

Ellos lo miraron estrechamente, pero ninguno de ellos podía leer las inscripciones de fuego fluido. Isildur acuchilló un pedazo de cuero de su arnés.

 

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“Nosotros sabemos los tipos de gemas usados para los Tres Anillos de los Elfos:

Narya fue hecho con un rubí.

Nenya fue hecho con mithril.

Vilya fue hecho con un zafiro.

 

Nosotros también sabemos que Nenya fue hecho de mithril y Vilya de oro, de la descripción en los Puertos Grises.

Estaban Gildor y muchos hermosos elfos; y allí para la maravilla de Sam montó Elrond y Galadriel. Elrond llevaba un manto gris y tenía una estrella en su frente, y un arpa plateada estaba en su mano, y en su dedo un anillo de oro con una gran piedra azul, Vilya, el más poderoso de los Tres. Pero Galadriel se sentaba en un palafrén blanco y estaba vestida toda de un blanco brillante, como las nubes sobre la Luna; porque ella parecía brillar con una luz suave. En su dedo llevaba a Nenya, el anillo forjado de mithril que estaba hecho de una sola piedra blanca que fluctuaba como el aire helado."

 

En cuanto a los Siete Anillos de los Enanos, nosotros sabemos que ellos, también eran de oro, del Silmarillion dónde fue dicho; "que cada uno de los Siete fue dado a los viejos reyes Enanos y que eran anillos dorados." Sin embargo, nosotros no sabemos qué gemas se usaron en los anillos.

 

Aunque no esta escrito de que estaban hechos los Nueve, se podría asumir que ellos también eran de oro, ya que todos los otros anillos lo eran.

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Y envolvió el Anillo Único, entonces puso el bulto contra su pecho.

 

-“Vienen, debemos bajar, “dijo él. “Nosotros volveremos después y llevaremos sus cuerpos abajo a la gloria.“

 

Juntos los tres compañeros se volvieron y caminaron atrás hacia abajo de la montaña.