Elendil, el Alto Rey de los Reinos en el Exilio,
andaba agitadamente sobre los montones de ceniza y la escoria, sus pies removiendo
las nubes de polvo fino gris que llenaban los orificios de la nariz y endurecían
los labios. Los vapores fétidos de alguna gran emanación iban a la deriva
a través del desierto envenenado y se arremolinaban sobre él, en ráfagas calientes.
Instintivamente él se colocó un pliegue de su capa sobre su nariz contra el
polvo y los vapores, pero él desde hacia mucho tiempo había cesado de notarlos.
Durante siete largos años él había vivido en este lugar de muerte y descomposición,
tanto tiempo que la memoria de brisas apacibles y el agua corriendo, y la
verde vegetación, eran como un olor perdido de un hermoso sueño, pero débilmente
recordado.
Elendil paseaba adelanta con la cabeza inclinada,
obtuso en el pensamiento, hasta que una sombra le encontró de pronto, enfriando
el aire sucio. Él tembló entonces, se paro, y miró hacia arriba. Allí, surgiendo
amenazadoramente por encima de él, bloqueando la visión del disco pálido y
macilento del sol, una montaña monstruosa de piedra sombría que se eleva de
un abismo negro, como si la tierra la hubiera vomitado arriba de alguna inimaginable
acometida violenta. Y sin embargo esto no era una montaña sino una cosa hecha,
construida a lo largo de muchos siglos, por el trabajo duro de cientos de
miles de esclavos. Las paredes, almenas y muchas azoteas escarpadas con tejado
se elevaban hilera tras hilera en las alturas vertiginosamente brumosas. Y
por encima de todo ello una Torre ennegrecida como un dedo grosero puntiagudo
hacia el cielo pálido y triste. Sobre todo yacía una oscuridad, incluso en
la luz pálida de la mañana, un envolvente detalle, así que el todo inmenso
confundiera la mente con su complejidad. Los ojos no podían seguir sus líneas,
ya que la mirada se perdía sin dirección entre sus ángulos incontables, proyecciones
y sombras impenetrables. Tal era el Barad-dûr, la Torre Oscura. Y en
algún sitio de dentro de aquella masa impenetrable de piedra estaba el mal
que era Sauron.
Elendil contempló silenciosamente la estructura
monstruosa que él tantas veces había visto, durante los siete cansados años
que el Ejército de la Alianza le había puesto sitio. Aquel enorme ejército
se había desplegado durante los últimos años, en un semicírculo enorme a poca
distancia del borde escarpado del abismo, del cual los asentamientos del Barad-dûr brotaban lisos e intactos
durante centenares de pies. Tres caminos convergían hasta el borde occidental
del abismo. Uno conducía al noroeste hacia el Morannon,
la Puerta Negra de Mordor, hacía mucho tiempo rota y destruida. El segundo al ultrajado sur y al Este a través
de la escoria amontonada extendiéndose a lo lejos hasta el oscuro horizonte,
conduciendo eventualmente hasta el Mar amargo interior de Nûrn. El tercero, pavimentado con losas de piedra tallada,
corría directo como una flecha hacia el Oeste, más allá del gran Volcán del
Orodruin unas pocas leguas a lo lejos, y adelante hasta Minas
Ithil en las Montañas de la Sombra. Este camino
saltaba a través del abismo hasta la torre sobre un puente de hierro macizo
sin barandillas o parapetos, que se terminaba en la Puerta Imperturbable,
por la cual nada pasaba, salvo con el permiso de Sauron.
Muchos
hombres y elfos habían muerto tratando de cruzar aquel puente y abrir brecha
en las puertas, pero ninguno había tenido éxito. Ahora éste estaba de pie
silencioso y vacío, para poner el pie sobre él e invitar a una lluvia de rocas
enormes desde las almenas de arriba. Elendil pensó
amargamente en su hijo más joven Anárion, quien
había caído sobre el Puente de hierro, golpeado por una gran piedra cuando
él se inclinó para ayudar a un camarada herido. Entonces, como siempre, sus
pensamientos volaron a su hijo mayor Isildur, quien
había estado constantemente en su mente estos largos meses, ya que él se había
marchado para realizar su misión.
Elendil había temido mucho por él, sabiendo bien
cómo de peligrosos eran los caminos que él debía de recorrer. Él se sentía
lleno de alegría por tener noticias de él por fin, cuando ellos habían hablado
a través del palantíri tres días atrás. Pero las
noticias de Isildur no eran buenas. Parecía que
todos sus cuidadosos planes venían desenredándose, frustrados en cada punto
por la voluntad del Enemigo. Ellos habían pensado conducir sus fuerzas desde
Minas Ithil y rescatar todo el reino de Gondor.
Pero ahora Pelargir estaba bajo asedio, y Osgiliath sería la siguiente. Su reino estaba siendo atacado
y él no estaba allí para defenderlo. Mientras su gente luchaba y moría, él
languidecía aquí afuera sobre el quemado llano de Gorgoroth,
ocioso, inútil.
El
día del Medio año había ahora pasado hacía dos días, y si todos sus planes
hubieran ido bien, Isildur debería haber atacado Minas Ithil
la tarde anterior. Elendil se quedó mirando fijamente
al Oeste, ardiendo de deseos de saber que pasaba allí. ¿El atrevido ataque
de Isildur a través de Ithilien tendría
éxito? ¿Qué ocurriría si ellos se hubieran demorado? ¿Qué ocurriría si los
Espectros del Anillo estaban enterados del ataque y habían tenido tiempo para
prepararse? Ellos en secreto podrían haber aumentado su fuerza en Osgiliath desde el Este. Entonces cuando el Arannon fuera abierto para el ataque de Isildur,
los orcos habrían fluido sobre Osgiliath en cambio.
¿Algo podía estar de pie contra la fuerza combinada de los Nueve? Él los había
encontrado él mismo en la batalla del Morannon,
y él bien recordaba la sombra de miedo y la desesperación que lo había envuelto,
cerrándose toda luz, toda esperanza. Él se estremeció al pensar en los Úlairi caminando a grandes pasos sobre la Cúpula de las Estrellas,
barriendo todo ante ellos. ¿Y entonces qué pasaría con los Tres? Enfadado
consigo mismo por la duda royendo su determinación, él dio la vuelta bruscamente
y anduvo atrás hasta el campamento. Él se abrió paso entre las tiendas hasta
un pabellón grande establecido sobre un montículo alto de escoria, ordenando
una vista del área.
Entrando,
él encontró una figura alta, incluso para un elfo, inclinado sobre un mapa
en una mesa. Él estaba vestido con un cinturón de mithril
como los otros oficiales, pero su capa real era púrpura. Su pelo era del color
del marfil viejo, una vez hermoso y dorado, ahora plateado. Su cara, salvo
por sus rasgos delicados élficos, podrían haber
sido las de un hombre en su florecimiento retrasado, un rey guerrero experimentado;
quizá sesenta inviernos habían cortado sus huellas en ello. Pero Elendil
sabía perfectamente que él había sido lugarteniente de Fëanor
en la Singladura de los Noldor hasta la Tierra Media,
hacia más de cuatro mil años. En sus ojos grises moraba la sabiduría imperturbable
que viene sólo de muchos siglos de la vida contemplativa élfica. Allí brillaban también la luz del orgullo y mando,
la fuerza confiada de un largo usó del mando y la responsabilidad. Elendil tenía doscientos veinte siete años, y había fundado
dos reinos poderosos, pero él incluso se sentía como un niño al lado de Gil-galad, Rey de los Noldor.
Elendil dio un paso hasta la mesa. El mapa, muy
amarillento y usado, era de Mordor. Gil-galad detenidamente miraba con atención sobre la pintura de
Minas Ithil, y Elendil
sabía que sus pensamientos también estaban sobre los acontecimientos que ahora
ocurrían en el Ephel Dúath.
-"¿No
se sabe nada?," Preguntó él.
Gil-galad
mirando la cara pálida de Elendil, leyó la preocupación
allí.
-"No,
amigo mío, nada aún. Pero nosotros apenas podríamos esperar enterarnos tan
pronto."
-"Quizá
si enviamos un pequeño grupo a las montañas, en nuestros caballos más veloces.
Ellos podrían necesitar nuestra ayuda."
Gil-galad
sacudió su cabeza. -"No. Ellos vienen para ayudarnos. Su tarea es peligrosa
de verdad, pero la nuestra tiene primordial importancia. Debemos tener todo
nuestro poder para mantener a Sauron aquí antes
de que ellos hayan tomado Minas Ithil y puedan montar
a caballo hasta aquí. Vamos a necesitar a cada hombre y elfo aquí con nosotros.
Ahora sobre todo, debemos preparar todas nuestras fuerzas, pues el final está
próximo. Si Sauron tiene como sospechamos el medio
para ver que ocurre a lo lejos, él pronto se enterará del ataque sobre Minas
Ithil, si él no lo sabe ya. Y él estará lleno de
rabia. Entonces las puertas que tanto tiempo están cerradas, serán abiertas
y él vendrá en adelante para librar batalla. Nunca hemos luchado contra Sauron en batalla abierta, ejército contra ejército. La perspectiva
es atemorizante en grado sumo. No debilitaré nuestro círculo por enviar más
de nuestra gente contra otro enemigo."
Elendil se inclinó de modo respetuoso. -"Lo
sé, de todos modos mi corazón esta atemorizado. Algo puede ir mal. Lo presiento."
Gil-galad
afirmó. -"Lo sé. Y su hijo los dirige. Es por eso qué usted está así
de ansioso. Pero es por eso exactamente por lo qué yo tengo esperanza en su
éxito. Su hijo es un hombre sabio y noble. Un día él será un gran rey de Gondor y su nombre será recordado cuando las montañas se hayan
convertido en polvo.
"Hasta
nosotros los Quendi consideramos a Isildur con
gran esperanza, ya que sabemos que nuestra tutela de la Tierra Media viene
a su fin, que disminuimos mientras la raza de los hombres aumenta. Los Hombres
un día gobernarán solos y protegerán el mundo. Grandes líderes serán necesarios,
hombres de coraje, fuerza y sabiduría. Isildur podría
ser su Señor. Él le ha dado cuatro nietos fuertes. Si tenemos éxito en echar
abajo a Sauron, bien puede ser que usted haya fundado
una dinastía de reyes, mi viejo amigo. Los reyes que gobernarán esta tierra
durante muchos siglos."
Elendil sonrió. -"Usted me adula, Señor, pero
sus palabras me traen gozo." Sus ojos se fueron a lo lejos. "Yo
tenía grandes esperanzas en mis hijos. Yo había pensado que después de mi
muerte Isildur iría a gobernar en Arnor
y Anárion se convertiría en el rey exclusivo de
Gondor. Las dos tierras permanecerían reinos hermanados, gobernados
por hermanos, unidos en la Paz para siempre. Esto sería una herencia de verdad
para el desposeído último Señor de Andúnië por dejar
su gente. El esplendor que vivió Númenor podría
revivir de nuevo en los Reinos en el Exilio."
Su
cara se enrojeció y él tembló de emoción cuando él recordó sus sueños. Pero
entonces él se encorvó.
-"Pero
algo semejante no debió haber sucedido," continuó él. "Ya que cuando
los Reinos entraban en buen orden y la vida se adaptaba a una rutina pacífica,
Sauron cayó feroz sobre nosotros y nos arrebató nuestras tierras.
Minas Ithil cayó e Isildur
y su familia escaparon a Arnor." Los ojos de
Elendil se volvieron de tristes a fríos. "Y luego él
me robó mi tesoro más grande: Anárion, el valiente,
el caballero. ¿Como puede una vida tan llena de fuerza y vitalidad, tan llena
de promesa, con tanto futuro ante ella, de repente ser arrebatada bajo una
piedra? ¿Como puede una mera roca muda borrar tal vida, y quedar en un instante
un padre y un hermano afligidos, una viuda y un hijo
huérfano? Por todos los Valar, juro que el hecho
será vengado. ¡Si a fuerza de poder o por la fuerza de las armas o la sabiduría
o la magia, pueda yo arremeter contra Sauron, lo
mataré violentamente, aunque yo muera en el hecho!."
Gil-galad
no dijo nada durante unos momentos, viendo el dolor del padre hinchándose
en los ojos de su amigo. Finalmente él habló.
-"La
caída de Anárion es una pérdida trágica que será recordada en la historia.
Miles llorarán la leyenda. Él era un hombre como ningún otro. Él siempre era
risueño, siempre sonriendo. Los elfos más jóvenes, sobre todo, eran muy afectuosos
con él. Quizá porque él era así semejante a ellos."
Elendil suspiró. -"Él se deleitaba con gran
placer en la vida. Es por eso que es tan injusto que le haya sido negada ésta
a él. Él era feliz, despreocupado, bromista. Isildur
fue siempre serio. Él amaba a su hermano menor, pero pienso que él era también...
frívolo, Isildur lo llamaría así."
-"Anárion
no era frívolo," dijo Gil-galad con seguridad.
"Yo tuve muchas conversaciones con él y él pensaba profundamente y tomaba
sus responsabilidades muy seriamente. Era su manera de ser que era tan diferente
de la de Isildur, no su carácter. Él era un depurado
príncipe y habría sido un gran rey."
-"Lo
sé, e Isildur lo será también, estoy seguro. Pero Isildur será siempre así serio para todo. Su cara estará para
siempre sombría."
-"Su
familia ha sufrido bastante como para dar la vuelta a cualquier severidad.
La amargura del conflicto civil en Númenor, donde
su propio rey le exilió a Andúnië. Y luego desde
luego la Caída."
-"Pero
Anárion pasó a través de todo eso, esos últimos
días aterradores, el derrumbamiento de las torres, las olas, la tormenta,
el naufragio." Elendil hizo una pausa, recordando
otra vez aquellos momentos terribles. "Desde luego, él era muy joven,
todavía en su adolescencia. ¿Los jóvenes son más resistentes a la desgracia,
no cree? Pero Isildur era serio aún cuando era un
muchacho. Él tuvo que sobresalir en todo, no podía soportar ser desafiado.
Él tomaba cada competición como un desafío. Él siempre tuvo que ser el más
fuerte, el más rápido, el más heroico."
-"Pero
él es un héroe. Él aún puede ser todas esas cosas. Muchos lo reconocen como
el guerrero más grande del ejército. Y su carácter, también. Él es noble así
como fuerte. Su idealismo y su determinación son casi terribles. ¿Usted sabe
que él ha prometido echar abajo el Barad-dûr
piedra por piedra al abismo?."
Elendil tuvo que sonreír. -"Sí. Y pienso que
él lo hará, también. Pero no a Sauron. A él lo arrojaré
al suelo yo, con esta espada." Y él pegó con la mano en la empuñadura
de la espada adornada que colgaba a su lado.
Gil-galad
afirmó. -"Sí, Narsil ha sido forjada solamente
para semejante tarea, aunque Sauron ha sobrevivido
a su fabricante por muchos yén. Él pobre Telchar murió en la caída de Nargothrond
y nunca supo que Morgoth el Enemigo estaba en las
agonías de su muerte. Telchar estaría muy contento
si usted matará a Sauron con su espada."
-"Tal
es mi deseo más querido," contestó Elendil
con gravedad, "ya que él tiene mucho por lo que responsabilizarse."
Él miró sobre el mapa de la mesa, a las múltiples cordilleras que formaban
la gama conocida como el Ephel Dúath,
las Montañas de la Sombra. "Pero por ahora," siguió él, "yo
estaría contento con saber de Isildur y sus compañeros.
Espero que ningún daño les sobrevenga, ya que si ellos fallan hay demasiada
poca esperanza para el resto de nosotros."
Gil-galad
afirmó. -"Si los Tres son tomados de ellos, no habrá más esperanza para
siempre."
-"Sé
que nosotros no teníamos dónde escoger," dijo Elendil,
"pero de todos modos estoy sin poder dormir de noche, preguntándome si
hemos hecho lo debido. Enviar a los Tres contra los Nueve, parece una posibilidad
tan desesperada."
-"Esto
es cierto, y aún todavía tengo la esperanza del éxito. Los Grandes anillos
de Poder no son iguales; cada uno es diferente de los otros. Los Nueve y los
Siete fueron siempre inferiores a los Tres, y ellos fueron hechos con las
artes de Sauron. Sus poderes son poderosos, pero ellos son sacados
del pozo del mal, y esto es mi creencia que el mal nunca puede finalmente
triunfar sobre el bien. Los Tres son inmaculados; ellos sacan sus poderes
del Árbol Blanco y el Dorado, expresados directamente por el arte de Celebrimbor."
-"Tales
cosas sobrepasan mi entendimiento," dijo Elendil
con una sacudida de su cabeza. “¿Qué poderes manejan los anillos?,"
Preguntó él. "¿Cómo activa usted sus poderes?."
Gil-galad
reconsideró. -"Es difícil de describir, amigo mío. Hace mucho que tengo
a Vilya, y no es como ningún otro objeto sobre la Tierra. Me
doy siempre cuenta de ello cuando está cerca. Aun después de estar lejos de
él todos estos años, aun está a menudo en mi mente, preguntándome sí éste
esta seguro. Éste se alimenta de mis pensamientos, llevándolo siempre. Es
casi como si estuviera vivo."
-"¿Vivo?
¿Pero no es ello sólo metal y piedra después de todo?."
-"Es
de metal y de piedra, de eso puede estar seguro. Pero es algo más. No quiero
decir que esté realmente vivo, no como conocemos la vida. Éste no está seguramente
consciente. Pero parece tener voluntad, un desempeño que perseguiría si éste
pudiera. Cuál es, no lo sé, excepto que éste debe ser bueno. Dentro de un
tiempo, creo, que el anillo y su portador vienen a compartir una obligación.
No hay duda de que somos cambiados por ellos. Más así cuando los usamos, hasta
por su mera posesión. Cada uno de los Tres parece tener voluntad y carácter
propio, ya que con el tiempo los portadores mismos toman algo de su naturaleza.
"Narya
es el anillo del Fuego, y tiene gran fuerza para construir y destruir. Sobresale
en los cambios de coraje y físicos. Con ello Cirdan
ha construido una poderosa ciudad en Mithlond, y
algunos dicen que la belleza y la perfección de la forma de sus barcos cisne,
es debido al menos en parte a Narya. Cirdan también es fuerte y valiente, sin miedo, impaciente
por avanzar. Quizá esto también este influenciado por Narya.
"Nenya,
el anillo del Agua, hace mucho tiempo fue entregado a Galadriel.
Éste promueve la vida y el crecimiento. Las cosas tocadas por su poder prosperan,
resisten y no se desvanecen. Con sus poderes, la Señora ha creado Lothlórien, la Tierra del Bosque Dorado, donde las hojas nunca
se caen y el invierno nunca llega. Galadriel también,
prospera y resiste, ya que a ella aún se le ve muy joven y preciosa, aunque
ella sea casi tan vieja como yo. Ella toma la alegría en la vida y el crecimiento
de las cosas, en los huertos, árboles, estanques y ríos. ¿Pero es ello debido
a Nenya o a Galadriel
que han cambiado semejantes cosas, o fueron ambos? No lo sabemos.
"Vilya,
el anillo del Aire, es reconocido ser el más poderoso de los Tres, y aún su
poder no sea revelado por grandes trabajos, tanto de construcción como de
florecimiento. Como el aire, se mueve rápidamente y poderosamente, aún sin
ser visto. Se dice que da sabiduría y juicio en el mando a su portador, aunque
si esto es verdadero, siento que yo no pudiera estar más seguro de mis decisiones.
De todos modos, desde que lo poseo me he elevado de lugarteniente de Fëanor a Alto Rey de todos los Noldor.
No creo que yo alguna vez deliberadamente deseara convertirme en rey, pero
así yo lo soy. ¿Yo lo deseé sin saberlo, o fue el deseo de Vilya?
¿Cómo podríamos nosotros alguna vez distinguirlo?."
-"Parece
una cosa peligrosa," dijo Elendil, "llevar
un objeto que le podría dominar a uno."
Gil-galad
sonrió. -"Esto seguramente le hace a uno considerar las acciones y los
motivos, e incluso hasta los logros. De todos modos yo no me separaría de
Vilya durante toda mi vida. Fue la cosa más difícil que yo
alguna vez tuve que hacer, dejarlo en casa. Esto atormenta mis sueños cada
noche."
-"¿Podrá
Elrond ser capaz de manejar a Vilya
para tener éxito?."
-"Así
lo espero. Él también es sabio y culto, y su corazón es bueno hasta la médula.
Si cualquier otro Eldar pudiera llevar a Vilya seguramente,
es él. De todos modos siento no poder estar allí."
-"Como
lo haga yo, debemos estar visibles aquí, no sea que Sauron
perciba nuestra ausencia y sospeche el ataque sobre los Nueve. ¿Y piensa usted
que realmente los Tres son más fuertes que los Nueve?."
-"Nadie
lo sabe. Ellos nunca han sido puestos a prueba. Pero creo que sí. Si los Tres
son manejados con acierto, ellos deberían ser capaces de resistir a los Nueve,
ya que cada uno es el complemento de cada uno, y su fuerza combinada es más
que su suma. Galadriel y Cirdan son grandes magos
y sabios en las más viejas artes. Ellos hace mucho que llevan sus anillos
y su conocimiento y su coraje los guiaran a todos ellos. Al menos, los Tres
a Sauron le parecen una amenaza por su Poder y una tentación
para su avaricia. Su motivo exclusivo es siempre el máximo poder, y los Tres
representan los poderes más grandes que quedan en la Tierra Media. Independientemente
del resultado de la batalla de Minas Ithil, Sauron
vendrá en adelante contra nosotros, estoy seguro de ello."
Gil-galad
cruzó la tienda de campaña y tomó una larga lanza con una manija de ébano
de un estante. Su cabeza tenía la forma de una hoja del Árbol Dorado, con
los bordes tan afilados como una navaja de afeitar los cuales brillaron azules
a la luz.
-"Y
luego él debe dar cuentas a esto," dijo él con gravedad, cogiendo con
sus manos la lanza. "Aeglos fue hecha para
probar la sangre de Sauron, y esto aún lo hará, ya que yo lo juré. Bien él sabe
de esta arma y la teme, ya que ella está encantada para acabar con Sauron."
Elendil acarició la empuñadura de la gran espada
de su lado. -"Y si Punta Nevada no lo mata, mi Narsil,
también está encantada para acabar con él."
Gil-galad
miró hacía la solapa abierta de la tienda. -"¿Es eso la mañana aún, Elendil? Está todavía oscuro y gris fuera, y aún seguramente
el sol debe estar arriba a esta hora."
-"El
está arriba, Señor, pero la luz esta tapada por la oscuridad. La neblina y
los vapores son mucho más espesos que de costumbre esta mañana, y un polvo
nocivo amargo se está cerniendo bajo de las nubes más bajas. El Orodruin
está inquieto."
-"Y
también su señor, apostaría yo," contestó Gil-galad,
"ya que noto que el volcán a menudo refleja el humor de Sauron.
Éste muchas veces ha temblado y ha humeado justo antes de un ataque principal
de sus fuerzas. Él está unido a los poderes subterráneos de la tierra desde
que él forjó el Único en el Sammath Naur,
dentro de la montaña misma. Quizás él hasta controla las erupciones del Orodruin, aunque yo no pueda conjeturarlo."
-"Entonces
quizá este malestar indica que él está ahora sintiendo una perturbación en
el Oeste, un cambio, un movimiento, en las fronteras de su reino."
-"Quizá.
Si es así, déjelo irritarse un rato. Esto le hará salir al fin. Saldrá fuera
con miedo y ansiedad, sus tropas todas desordenadas y confusas. ¿Todos los
nuestros están en las posiciones más altas?."
-"Sí.
Cada uno está despierto y vigilante. Las barricadas y fuerzas del camino del
Oeste han sido cuadruplicadas."
-"Bueno.
Bien, si el día es como usted dice, Elendil, nosotros
deberíamos gozar por ello. Y deberíamos ver las paredes de la Torre Oscura,
entonces es que él sabe que estamos todavía aquí. Debemos montar a caballo
hasta el camino."
Los
dos reyes requirieron a sus escuderos y portadores de estandartes, y pronto
cabalgaron abajo por la cuesta hasta el camino de abajo. Los hombres y elfos
con la armadura completa se paseaban de acá para allá, como ellos habían hecho
cada día durante años. El perímetro del sitio había sido establecido hace
mucho tiempo por las catapultas del Barad-dûr,
pues el yacía en el fondo de una cuesta árida constelada por los bloques macizos
de piedra lanzados desde las murallas.
Ellos
hablaron brevemente con el capitán de los elfos de ésta sección del perímetro,
luego se giraron hacia el sur y montaron a caballo despacio a lo largo de
la larga línea de guerreros de caras severas: Elfos, hombres aquí y allá,
y unos pocos enanos. Los ojos de todos eran fríos y cansados, ya que ellos
habían vivido con la amenaza de la muerte inminente durante muchos años. Un
asedio es una cosa terrible para resistir a ambos lados de las murallas, pues
la tensión y el miedo de la batalla se prolongan no durante horas, sino durante
años. Una cosa es montar a caballo en una batalla en la cual uno sabe que
puede morir antes de que el día acabe, pero otra cosa es enfrentarse a esto
día tras día. Esto es el miedo y la incertidumbre de la guerra, las privaciones
e incomodidad de una campaña militar, pero sin gloria, sin regreso a casa,
y ningún final a la vista. Esto era difícil para cada uno, pero sobre todo
para los hombres. Muchos de los hombres más jóvenes habían pasado una parte
grande de sus vidas aquí sobre este llano triste, lejos de sus mujeres, seres
amados y familias. Ellos sintieron sus vidas que pasaban por ellos, su juventud
desperdiciada en éste asedio ocioso, en espera que las Puertas Inexorables
se abriesen. Ellos miraban fijamente a aquellas puertas inmensas día tras
día, esperando verlas crujir abriéndose, y también temiéndolo.
Los
líderes de la hueste tuvieron siempre que hacer frente a ambos, el aburrimiento
y la impaciencia frustrada por luchar y el hecho de tener que esperar. Había
muchas quejas y gruñidores, y todos estaban en el fondo enfermos de los llanos
de Gorgoroth y la vista de la Torre Oscura. Pero
todos ellos sabían que no podían marcharse a casa antes de que la cuestión
fuera decidida. Con gran costo habían ellos conducido a Sauron a
su fortaleza; ellos no le debían dejar escaparse ahora.
Elendil y Gil-galad montaron
a caballo a lo largo del perímetro, ofreciendo las palabras ocasionales de
estímulo cuando ellos pasaban por cada grupo de guerreros. Ellos coronaron
una subida baja y miraron sobre un amplio llano punteado con filas y filas
de tiendas intensamente coloreadas, aunque ahora muy manchadas y ensuciadas
por la ceniza volcánica, como harina negra que constantemente tamiza abajo
desde las nubes. Los caminos bien asentados corrían entre las filas de las
tiendas, y muchas figuras, caballos, y carros se movían por sus polvorientas
calles. Aquí estaba el cuerpo principal de la hueste de la Alianza, montones
de miles de guerreros de cada raza, de casi cada tierra del Oeste.
A
través del centro del enorme campamento, un camino amplio y bien pavimentado
con una pared baja a ambos lados para contener la ceniza que va a la deriva
amenazando con enterrarlo. El Camino de Sauron corría
recto y nivelado, cortando las colinas de escoria y roca quebrada, y saltando
sobre abismos negros por los arcos macizos de piedra. Desaparecía por los
vapores y humos del Orodruin, lejos al Oeste. Cuando éste se acercaba al puente
del Barad-dûr, el camino
pasaba entre dos filas de imágenes enormes esculpidas de formas deformes y
bestiales, aunque si ellas representaban criaturas reales o inventadas por
Sauron, o eran sólo los inventos de alguna pesadilla loca,
ninguno podía adivinarlo. El campamento yacía cerca de estas bestias, pero
no entre ellas, ya que todos sentían algo poco natural y malo sobre ellas.
De verdad, muchas las más cercanas a el campamento habían sido rotas o las
caras cinceladas lejos, ya que poco podían soportar aquellos ojos de piedra
sobre ellos durante mucho tiempo.
Donde
el camino entraba dentro del dominio de las bestias, cuatro barricadas fuertes
de pesados maderos y piedras rotas habían sido construidas a través de este
y, estiradas a lo lejos a uno y otro lado. Miles de fuertes guerreros habían
sido colocados en estas barricadas. Algunos estaban de pie o caminaban sobre
las mismas fortificaciones, otros marchaban entre las sendas. Por todas partes
los puntos de las lanzas y las rojas lanzas brillaban en la luz de la oscura
mañana, como si ya corriera la sangre. Alguna vez ellos miraban más allá de
las barricadas, el Puente de Hierro y las altísimas Puertas Inexorables. Si
Sauron saliera en adelante, este es el camino por
el que él vendría, y estos guerreros serían los primeros en aguantar el primer
impacto de su ataque.
La
Torre misma estaba de pie silenciosa. Ninguno de los guardias caminaba por
las almenas, ninguno de los arqueros podía verse en las altas ventanas ocasionales.
Durante un asalto sobre la Torre, ninguno se extrañaría que todo tipo de cosas
descenderían de aquellas alturas, pero raras veces cualquier enemigo podía
ser visto. Entre ataques, la Torre parecía así sin vida como una lápida sepulcral.
Ninguno de ellos conocía las fuerzas que Sauron
tenía a su mando, ni donde ellos obtenían su alimento y provisiones. Si ellos
sufrían bajo el sitio, no había ningún signo de ello. En cuanto al mismo Sauron,
no había sido visto ni por elfo, ni hombre desde la última noche que él había
pasado en los talleres de Celebrimbor en Eregion esto no más.
La
compañía de los reyes montó a caballo hasta una tienda grande cerca de la
barricada exterior. Los señores descabalgaron sus caballos y entraron para
desayunar. Era el principio de otro día, justo como cientos de anteriores,
ninguna cosa que hacer excepto esperar y observar.
---
La
mañana se prolongó, el calor aun sin luz aumentaba regularmente. La compañía
en la tienda especulaba en desorden sobre las actividades de sus colegas en
el Oeste. Eran Isildur y los Señores elfos victoriosos e incluso ahora montaban
a caballo con fuerza hacia ellos; o ¿serían los jinetes negros los siguientes
en aparecer, llevando los Tres triunfalmente a su amo?. Las conjeturas esperanzadoras y posibilidades aterradoras
eran intercambiadas entre unos y otros, sin ninguna resolución. Fatigado de
la conversación, Elendil salió y pidió otra vez
su caballo. Él montó a caballo a lo largo de la barricada, hablando con muchos
de los comandantes, hombres que él había conocido y luchado a su lado durante
muchos años. Algunos de verdad habían venido en barco desde Númenor
con él en la tormenta terrible que destruyó su hogar en la isla.
Entonces
él se giró al sur otra vez y siguió a lo largo del perímetro. Él era temeroso
de que si Sauron saliera él vería la fuerte fuerza de las barricadas
y virará a un lado, buscando un punto débil a lo largo del perímetro. Fue
su trabajo comprobar que allí no hubiera ninguno. A todo lo largo de la línea
los hombres y elfos le llamaban a él, agitaban o saludaban, demasiado lejos
para hablarle. Su aspecto siempre parecía mantenerles a flote, y les daba
fuerza y esperanza. Él se preguntó por la fuente de la fuerza, ya que ellos
parecían sacar más de él que él posiblemente podría ofrecerles, más aún de
la que él se sentía. Pero sus caras leales impacientes lo aclamaron cuando
él pasaba montado a caballo, y su espíritu también fue levantado.
Él
montó a caballo, durante unas millas y podía ver delante la espuela dentada
del Ered Lithui donde
esta tropezaba con el abismo que rodeaba el Barad-dûr,
marcando el final del perímetro de los aliados. La experiencia amarga había
enseñado que las Montañas de la Ceniza eran inaccesibles por cualquier medio,
aún para los pies ligeros de los elfos. Elendil
montó a caballo hasta el borde mismo del abismo y miró detenidamente abajo
a la oscuridad, pues nunca había alguna vez sido visto la profundidad de aquel
hoyo enorme. Él habló brevemente con el capitán de la compañía meridional,
diciéndole que estuviera listo para mover a sus hombres al norte sí Sauron
atacara el centro de la línea. Él dijo adiós, luego se volvió hacia el camino.
Cuando
su caballo bajaba con mucho cuidado una cuesta escarpada de cenizas, el suelo
se estremeció violentamente bajo sus pies y él cayó sobre sus rodillas con
un grito de dolor. Elendil saltó y cayó rodando
la cuesta. Él no se hirió, pero antes de que él pudiera levantarse el aire
estaba hecho jirones por unos truenos ensordecedores de sonido, el golpe fue
muy violento. Todos los hombres de alrededor se taparon sus oídos con sus
manos, esforzándose en vano para que pasara la ráfaga explosiva. La tierra
se movió otra vez. El llano abrochado, y varios riscos derribados, deslizándose
con un rugido sobre el abismo, algunos hombres atraídos contra ellos. Vapor
y llamas arrojadas adelante por unas mil grietas, bañando con agua hirviendo
a guerreros y caballos igualmente, y encendiendo secciones enteras del campamento
en llamas. Los caballos gritaban en la locura y se liberaron corriendo desordenadamente
por el atestado campamento, sumándose a la confusión. Al Oeste el cielo entero
se revolvió por un humo negro enlazado con llamas de color rojo sangre, y
un saludo de ceniza ardiente y las cenizas encendidas llovían abajo sobre
la hueste estupefacta. Por todas partes había tumulto y destrucción.
Elendil se esforzó temblorosamente sobre sus pies
y miró fijamente cerca de él. Todos los hombres se dieron la vuelta hacía
el Oeste para mirar con temor como el Orodruin se
retorcía y cambiaba ante sus ojos. La lava salía a borbotones de una docena
de respiraderos. Elendil miró el tormento de la
montaña y vio la boca del Sammath Naur,
la gran caverna donde Sauron había forjado el Anillo
Único. Resplandecía ahora con el calor blanco, y él sabía que él veía la Llama
desnuda de Udûn, creada en los Primeros Días por
Melkor el Morgoth, fuente de todo
Mal. ¿Qué podía él, o cualquiera hacer contra fuerzas como ésta?.
Pero
aún él pensó esto que su corazón se encogía dentro de él, allí vino un nuevo
sonido, un chillido y el grito de muchas trompetas conjuntas, sobrepasando
aún el gemido de la tierra firme torturada. Ahora no había ningún tiempo para
el miedo; ningún tiempo para la duda. Sauron salía
en adelante.
Él
encontró a su caballo agotado temblando unas yardas más lejos, ojos amplios
por el miedo. Él acarició su cabeza un momento para calmarlo, luego saltó
a la silla y montó a caballo con fuerza atrás hacia el camino. Él pasó los
grupos de guerreros que estaban de pie aturdidos y confundidos.
-"¡A
las barricadas!," Gritó él. "¡Él viene!."
Pero
sus palabras fueron casi ahogadas por las erupciones espontáneas de la montaña.
Temiendo lo que él encontraría, él estimuló a su caballo sobre la cima de
la última cordillera, mas allá estaban el campamento y el camino. Alcanzando
la cumbre, él se paró por el asombro.
El
campamento ordenado que él había dejado cuando montó a caballo hacía sólo
unos momentos antes, estaba ahora en el desorden. Muchas de las tiendas estaban
en llamas por las cenizas encendidas que seguían cayendo del cielo. Grietas
enormes se habían abierto donde antes era tierra sólida, tragando secciones
enteras del campamento. Los grupos de guerreros se arremolinaban sin rumbo
o se precipitaban apremiándose, sobre que ordenes se habían dado él no lo
podía adivinar, ya que ninguna orden podía comprenderse en aquel ruido. Entonces
vino un tumulto aún mayor del norte, cerca del camino. Una chusma confusa
tropezaba por la parte sur del campamento, llevando el desorden a las pocas
compañías que todavía estaban bajo mando.
Elendil meció su caballo a la derecha, mirando la
primera barricada, ahora caída en montones. Allí la multitud era poca y él
pudo abrirse paso a mejor velocidad. Finalmente él alcanzó el camino y sus
peores temores se habían realizado. El sitio había sido roto. Sauron
se había ido.
Todas
las barricadas habían sido dispersadas y lanzadas aparte, de las cuales solo
quedaban trozos entre los cuerpos tumbados y quemados del suelo. Aquí y allá
unos cuantos gateaban lentamente o moviéndose débilmente, pero sus ojos estaban
en blanco y miraban fijamente, sus mentes malditas por lo que ellos habían
visto. Algunos farfullaban o aullaban, otros gritaban órdenes sin sentido.
Elendil se movió entre ellos, examinando cada cara,
cada bandera pisoteada y olvidada en el polvo, buscando siempre el estandarte
de Gil-galad, pero en vano. Él montó a caballo a
la tienda desordenada donde él había dejado a los demás y la encontró lanzada
abajo y carbonizada, como si hubiera estallado por un viento abrasador. Un
grupo de figuras se arrastraba entro los restos, luego empezó a ayudar a otros.
Elendil desmontó y fue a ayudar.
-"¡Gil-galad!,"
Llamó él a ellos. "¿Ustedes han visto a Gil-galad?."
-"Él
estaba allí encima de la colina," dijo un elfo.
Elendil escogió su camino entre los restos humeantes
hasta la cima de una pequeña colina, donde una docena de elfos estaba de pie
trabajando, arrastrando una tienda derrumbada. Ya una fila de cuerpos yacía
allí. Unos cuantos luchaban por levantarse, más sólo gimieron débilmente o
se retorcieron por el dolor, pero la mayoría se quedaron inmóviles. Cuando
Elendil los alcanzó él se alivio de que Gil-galad estuviera entre ellos, aunque sus ropas estaban rasgadas,
y su cara ennegrecida y demarcada.
-"Señor,"
gritó él, "¿Está usted herido?."
Gil-galad
se volvió y vio a Elendil que venía hacia él. -"Entonces
usted ha sobrevivido también. Esta es la única buena noticia que hemos tenido.
¿Lo vio usted?."
-"No,
Señor, vi sólo la Llama de Udûn. Yo estaba bien
abajo sobre el perímetro sur. ¡Yo debería haber estado aquí a su lado!."
-"Esto
no habría significado ninguna diferencia," contestó Gil-galad
con cansancio y desesperación que rayaba en su cara. "Él era demasiado
grande para nosotros, demasiado grande con diferencia. Nosotros no teníamos
ni idea de cómo de poderoso era él realmente."
-"¿Usted
lo vio?."
-"No
su forma, sino sólo una gran oscuridad, y sentimos el miedo que va antes que
él."
-"¿Cómo
se topó él con usted?."
-"La
Montaña explotó por la mitad y, todos nos volvimos y miramos al Oeste. Entonces
llegó el sonido de miles de trompetas y nos dimos la vuelta, las puertas estaban
de pie abiertas. Entonces una gran hueste salió por el puente, orcos, trolls,
trasgos y otras criaturas que yo no tengo ningún nombre para ellas. Tal como
ellos alcanzaron la tierra, las barricadas de repente explotaron por la mitad
con un rugido terrible. Cómo lo hizo él no lo sé, pero en un momento las barricadas
y los hombres sobre ellas volaban por los aires. Casi cuatrocientos guerreros,
hombres y elfos, destruidos por un solo golpe, barridos aparte como usted
podría barrer una mesa sucia.
"Entonces
su hueste vino sobre nosotros, y con ellos venía un gran miedo. Toda la luz
y esperanza pareció desaparecer del mundo, y muchos se acobardaron antes del
ataque. Ello debe haber sido alguna arma de Sauron,
pero de verdad creo que su número eran menor que el nuestro. Pero ellos no
se detuvieron para luchar. Ellos tronaron más allá de las barricadas hechas
pedazos, directamente a través de nuestro campamento, y abajo sobre el camino
del Oeste, sin hacer una pausa para matar a nuestros guerreros, algunos de
ellos solamente estaban de pie junto al camino mirando fijamente. Lo sentí
viniendo más cerca, como no puedo decirlo, pero el centro del mal se acercaba.
Avance con Aeglos ante mí, pensando en hacerle oposición, pero entonces
vino una ráfaga de calor terrible y todo se desvaneció ante mí. Recobre la
conciencia hace un momento."
-"Encontramos
al rey bajo esta tienda," dijo uno de los elfos, alzando la vista de
su trabajo. "Él no se movía al principio y temimos por él. Pero él se
despertó por fin. Esto es más de lo que puede ser dicho para muchos de los
de aquí."
-"Pero
no hubo ninguna batalla verdadera," continuo Gil-galad.
"Sólo una explosión extraña, entonces ellos estaban más allá, lejos.
¿Dónde ha ido él? ¿Usted lo vio?."
-"No
lo sé, Señor," contestó Elendil. "He visto
sólo a nuestra propia gente, y muchos de ellos están muertos o locos. De Sauron
y sus criaturas no hay ningún signo. Ellos sólo han podido ir al Oeste."
-"Sí.
Y él puede estar inclinado sobre sólo una diligencia. Él busca los Tres."
-"¡Lo
maldigo!," Gritó Elendil. "Él monta a caballo contra Isildur y los otros, y nosotros fuimos encargados de contenerlo
aquí. Ellos serán aplastados entre Sauron y sus
Úlairi. Ah, ¡ay!, ¡ay!.
Hemos fallado."
Entonces
uno de los elfos caminó hasta Gil-galad y le dio
la larga lanza Aeglos.
-"Ésta
al menos está intacta, Señor," dijo él.
Gil-galad
tomó la lanza y estuvo de pie inclinado sobre ella, mirando fijamente sobre
una ruina que él podía ver. Pero entonces él pareció sacar fuerza de la percepción
familiar de la gran lanza. Él se elevó en posición vertical.
-"Sí,"
dijo él. "Mi Aeglos esta aún entera, y todavía
es capaz de atravesar el cuerpo de Sauron. Es todavía
capaz de luchar." Él tocó la espada del lado de Elendil.
"Y entonces es Narsil, y así de verdad somos
nosotros, amigo mío."
-"Sí,"
dijeron algunos que estaban de pie cerca, despacio recuperando sus ingenios
y su coraje después de la ráfaga de entumecimiento. "Muchos han muerto,
pero más aún viven. Lejos del camino, nuestro hueste está intacta."
-"Pero
quédese," dijo un elfo, sosteniendo un brazo trastornado contra su lado,
"¿como podemos esperar prevalecer contra tal enemigo? Ahora hemos visto
su horrible poder, ¿no sería en vano y estúpido intentar atacarlo otra vez?."
Entonces
Elendil gritó con una voz ruidosa.-"¡Debemos!
¡Mientras aún tenemos vida y fuerza para luchar, lo debemos hacer! Pues Sauron
anda otra vez suelto sobre el mundo. Él vuela al Oeste a Minas Ithil,
donde nuestros compañeros se esfuerzan contra sus subalternos, inconscientes
del destino que se acerca por los llanos. Ellos eran el cebo en esta trampa,
y Sauron ha picado. Nuestra tarea era destruirlo cuando él viniera
en adelante. Como nosotros hemos fallado, y ahora él corre para tragarse el
señuelo. Si vacilamos ahora, nuestros amigos serán destruidos y Sauron gobernará el mundo. ¡Debemos montar a caballo, e ir
como el viento!."
-"¡Sí!,"
Gritaron algunos.
-"¡Así
es! ¡Él tiene razón!," Dijeron otros.
"¡Al
Oeste!."
Los
reyes llamaron a los heraldos y les enviaron montar a caballo a lo largo del
perímetro. No quedo ningún punto mantenido del sitio. Cada guerrero capaz
de montar debía unirse al camino.
En
menos de una hora los jinetes se reunieron. Más de mil habían muerto o todavía
estaban heridos, y unos cuantos debían permanecer para preocuparse por los
heridos y entierro de los muertos. Pero todos los otros, todavía más de ochenta
mil fuertes, estaban listos.
Las
columnas de jinetes menguaron en la distancia a la una u otra mano. Gil-galad
hizo señales para la quietud, luego se elevó en sus estribos.
-"Ustedes
han visto la fuerza del enemigo," rugió él. "Pero toda su voluntad
ahora está inclinada en alcanzar Minas Ithil, y
el reverso de su hueste puede estar sin protección. Al menos ellos no nos
sorprenderán otra vez. La mayor parte de su hueste va a pie. Si montamos a
caballo con fuerza, nosotros deberíamos alcanzarlos cerca del Orodruin.
"Todos
estos años hemos esperado a Sauron salir así, para
que nosotros pudiéramos luchar en campo abierto, sin el abismo y las paredes
del Barad-dûr para protegerlo. Por fin
nosotros tenemos esa posibilidad. La espera ha llegado a su final. Ahora tenemos
sólo una tarea. Debemos perseguir a Sauron y le
debemos atrapar y acorralarlo. Entonces todo dependerá de la Batalla final.
¡Monten conmigo ahora abajo por el camino de Sauron,
y conozcan el final de aquella mentira de la muerte, o la nuestra, o la de
Sauron!."
-"¡A
la muerte!," Miles de voces gritaron. "¡Vamos a la muerte!."
Entonces
los reyes giraron sus caballos y se sumergieron abajo en el camino, seguidos
por sus supervivientes Caballeros y soldados. Despacio al principio, luego
aumentando la velocidad, el ejército de la Alianza barrió sobre el camino
y siguió a sus señores.
Los
que permanecieron en el arruinado campamento observaron a la compañía después
de truenos resollando a lo lejos al Oeste, banderas volando valientemente
entre el humo y el polvo. Durante una hora y más ellos avanzaron, hasta que
por fin la compañía de hombres alcanzó los valles superiores del Anduin,
golpeados por una nube de polvo no se podía ver nada.
-"¡A
la muerte!."
Vinieron
los últimos gritos, ya sordos por la distancia. Entonces allí estaba sólo
el sonido del viento. Por primera vez en muchos años, el llano de Gorgoroth
estaba silencioso.