En el 1697 de la Segunda Edad del Sol, en plena Guerra de Sauron y los elfos, cuando todo Eregion estaba siendo arrasado por las fuerzas de las tinieblas, los enanos de las imponentes estancias de Khazad-dûm, en las Montañas Nubladas, sellaron sus grandes puertas y no volvieron a salir al mundo exterior. A partir de entonces se consideró aquel lugar como secreto y tenebroso; las gentes del mundo exterior no conocían ni su historia ni a sus habitantes, por lo que recibió el nombre de Moria, el abismo negro.

De esta manera, los enanos de las Montañas Nubladas sobrevivieron a la devastación de la Segunda Edad y vivieron felices bajo las montañas hasta el año 1980 de la Tercera Edad. Ese año, mientras excavaban una rica veta de mithril en una de sus minas, liberaron a un maligno Balrog, que se había escondido y dormido bajo el Barazimbar desde el fin de la Primera Edad.

Aunque lucharon durante un año contra el demonio, tras la muerte de dos de sus reyes, los enanos abandonaron Moria. A partir de entonces, ese lugar se convirtió en el territorio del Balrog, de los orcos y de otros siervos de Sauron. La en otros tiempos cegadora belleza de sus estancias y cuevas fue arruinada, y Moria se convirtió en un lugar maldito y maligno. Durante cinco años, del 2989 al 2994, un grupo de enanos intentó restablecer un reino en Moria, pero sólo consiguieron quedar atrapados y ser masacrados cuando fueron cogidos entre un ejército de orcos en la Puerta del Este y una nueva amenaza, un terrible kraken, llamado el Guardián del Agua, en la Puerta del Oeste.

El Balrog recibió muerte en el año 3019 de la Tercera Edad, por Gandalf el Mago. Pero, aunque el malvado tirano había muerto, parece ser que sus enormes estancias permanecieron desiertas y abandonadas para siempre.