La Compañía del Anillo partió de Rivendel después de despedirse de Elrond y de Bilbo, que le regaló a su sobrino Frodo la cota de mithril de los enanos y Dardo, su espada. El grupo se encaminó hacia la montaña de Caradhras y se encontraron con toneladas de nieve que dificultaron el paso, especialmente para los hobbits. Tanto fue así que tuvieron que darse la vuelta y abandonar la montaña para tomar el camino que Gandalf y Aragorn querían evitar, las cuevas de Moria.

De camino a la Puerta de Moria les atacaron los huargos, terribles lobos salvajes al servicio de Sauron, pero la Compañía los abatió y llegaron a la Puerta, que estaba cerrada mágicamente. Gandalf tras muchos intentos descubrió que la palabra que abría la Puerta era mellon, amigo en élfico, y justo cuando entraban en Moria unos tentáculos salieron de la laguna artificial que se había creado delante de la Puerta y estuvieron a punto de arrastrar a Frodo al fondo. La Puerta se cerró y ya sólo quedaba un camino, cruzar Moria y salir por el otro lado de las montañas.

La Compañía, guiada por Gandalf, cruzaba los corredores y escaleras de las inmensas cuevas que un día cavaron los laboriosos enanos de Durin, que llamaron Khazad-dûm, y que ahora estaban oscuros y abandonados, lo que entristecía profundamente a Gimli. Juntos entraron en una gran sala por la que se colaba un rayo de luz, en medio de ella se encontraba la Tumba de Balin, uno de los compañeros de Bilbo en su aventura, que había salido años atrás para tratar de reconquistar Moria. En una pequeña estancia al lado de la gran sala, encontraron entre tumbas, armas y huesos de enano, un libro medio deshecho en el que se contaba como murieron todos los enanos de Moria atacados por los orcos y el Guardián de la Puerta. Mientras miraban el libro los orcos se acercaron, y atacaron la sala, pero la Compañía los rechazó valientemente y huyeron en dirección al puente que llevaba a la salida.

Mientras huían Gandalf oyó de los orcos la palabra Ghash, fuego en su negra lengua, y se preguntó a qué se referiría. No tardó mucho en averiguarlo, era un Balrog, el daño de Durin, la criatura que dormía en las profundidades de la tierra tras la guerra en la que Sauron fue derrotado, y que los enanos despertaron al cavar demasiado profundamente. Gandalf se enfrentó a él mientras los demás huían por el puente de piedra. Cuando Aragorn y Boromir se volvían para ayudar al Mago, éste derribó al Balrog que cayó al abismo junto con el puente, pero en su caída lanzó el látigo de fuego y arrastró a Gandalf al fondo. Tras esta pérdida la, ahora mermada, Compañía salió de Moria para dirigirse a Lórien, y allí enfrente del Lago Espejo, lloraron por la pérdida de su guía, Gandalf.