Gandalf y Pippin
seguían en Minas Tirith preparando
la inminente guerra, cuando regresó Faramir perseguido por el
enemigo capitaneado por un Nazgûl alado.
Gandalf salvó a Faramir, y ya en la Ciudad el hijo del Senescal
les contó cómo había ido su misión y les
habló de su encuentro con Sam, Frodo
y Gollum y de sus intenciones de dirigirse
a Cirith Ungol. El Senescal se sintió
ofendido porque pensaba que Faramir hacía mas caso de las palabras
del mago que de su propio padre y Denethor
empezó a pensar en Boromir, su hijo
muerto, lo que acabaría volviéndole loco. Faramir volvió a marcharse a la guerra mientras la Sombra se
extendía y hacía del día una continuación
de la noche. Pero al tercer día el ejército de Sauron
ya se encontraba en los muros exteriores de la Ciudad y al frente estaba
el Señor de los Nazgûl. La caballería
salió de las puertas de la Ciudad para ayudar a los que se retiraban,
y entre ellos llegó, en brazos del Principe de Imrahil, Faramir
caído por un dardo envenenado mientras combatía valientemente.
Las puertas se cerraron y Minas Tirith quedó cercada por los
enemigos y mientras Faramir se debatía entre la vida y la muerte,
las catapultas de los orcos lanzaban proyectiles
de fuego y las cabezas de los hombres muertos en la batalla. Denethor al ver a su hijo casi muerto se volvió completamente loco y decidió quemarse junto con su hijo, aún vivo, y finalizar así con su triste vida, y lo habría hecho de no ser por la intervención de Pippin y Gandalf que salvaron a Faramir pero nada pudieron hacer por el Senescal que murió abrasado con una de las Palantir en las manos. Gandalf había detenido en la puerta, hecha pedazos por Grond el ariete gigante, al Señor de los Nazgûl y en ese momento se oyeron las trompetas de los hombres de Rohan que venían en sus caballos para auxiliar a Gondor. Los Jinetes habían recorrido las leguas que había entre
Edoras y Minas Tirith rápidamente, cruzando por el bosque con
la ayuda de los hombres salvajes que en él vivían, y llegaron
a la batalla cuando ya no se les esperaba y atacaron por sorpresa justo
cuando el Señor de los Nazgûl abandonaba la puerta frente
a Gandalf. Los Jinetes se dispersaron en la lucha y Théoden se
lanzó contra el Nazgûl, pero Crinblanca, su caballo, le
derribó espantado por el Nazgûl y por la terrible criatura
alada que montaba, y el Rey cayó debajo de él. Eowyn le
plantó cara al Nazgûl, y según atacaba le cortó
la cabeza a la montura del Hechicero, que cayó y dejó
a su Negro Jinete a pie. Théoden murió y Eowyn y Merry estaban gravemente heridos por el Hálito Negro tras atacar al Nazgûl, pues nadie salía indemne de un combate con Él, la batalla parecía perdida y más aún cuando llegaron los barcos de los corsarios por el Río. Pero en estos barcos llegaba Aragorn el Rey Piedra de Elfo, que junto con Gimli, Legolas y los Dúnedain habían reclutado a todos aquellos que podían luchar bajo el estandarte del Árbol Blanco de Gondor, tras su viaje con los Muertos con los que derrotó a los corsarios y se apoderó de sus barcos, que ahora llegaban para dar la victoria a Gondor acabando con el ejército entero de orcos, trolls, mumakil y hombres que atacaron la Ciudad. Tras la cara victoria, Aragorn se dedicó a curar a los heridos
por el Hálito Negro, especialmente a Eowyn, Faramir y a Merry,
al que había encontrado Pippin, pues las manos del Rey eran manos
que curan, según decía la leyenda. Marcharon por tanto los ejércitos de los hombres, junto con
algunos elfos con Legolas a la cabeza, Pippin el hobbit, Merry aún
no estaba recuperado, y Gimli el enano, hacia
las Puertas de Mordor para concluir la gran
farsa desesperada que habían planeado. En el Morannon los Capitanes
del Oeste con Aragorn y Gandalf a la cabeza parlamentaron con Boca de
Sauron, uno de sus sirvientes, tras lo cuál |